La entrevista me llegó vía mail hace cosa de un año (no recuerdo ni el día ni el mes), con una nota. En ella se pedía que, lamentándolo mucho y debido a razones personales, no se enviara el documento a imprenta. Esta negativa venía a engrosar una larga lista de airadas críticas generadas por otras publicaciones sobre el mismo tema. Son varias las razones que he oído esgrimir a lo largo de este proceso enmarañado de mosqueos y malentendidos que componen el intento de rescate de los grupos autónomos, Comandos Autónomos Anticapitalistas (CAA) o movimiento autónomo, para los más entusiastas, si se quiere: la relativa proximidad de los hechos y sus consecuencias, para muchos aún dolorosas, un periodismo apresurado, la frustración ante las nuevas condiciones de vida, la excesiva relevancia que se les ha dado a las expresiones armadas (cuando precisamente se partía de negar una distinción entre éstas y el resto de expresiones, susceptible de generar disciplinas separadas), el no sentirse protagonistas de los procesos de elaboración de los relatos que han visto la luz y alguna otra que seguramente dejo en el tintero.

El título de la entrevista –traducida del euskera– que aquí se presenta, Autónomos...¿qué autónomos?, hace alusión a la diversidad propia de aquellos grupos de los años 1970-1980. Se suele decir de la memoria que, como todo producto humano, es también una construcción selectiva e interesada: así, parece que la imagen que ha quedado de aquellos grupos –en el mejor de los casos– es la de unos milis desorganizados, unos asilvestrados dispersos por el Urola, Donostialdea, Arrasate, Portugalete y alguna parte de Navarra.

Sin embargo, no hay que olvidar que, además de buscar un enfrentamiento radical con el poder, se buscaba generar la posibilidad de hacerse con el control efectivo de la propia existencia (o quizás se entendía que uno iba con lo otro, la verdad es que no lo sé), algo no del todo ajeno a las siguientes generaciones gaztetxeras, más interesadas de entrada en la segunda vía. Junto a toda una serie de prácticas, éstas heredaron también un cierto vocabulario (como la propia palabra «autonomía»). Pero el campo de sentido que estas palabras apuntalaban frente a realidades concretas, esa posibilidad de significar (trascendiendo incluso las acciones o iniciativas puntuales) ha sido hoy a todas luces colonizada.

Y es que a pesar de todo, autonomía se refería por aquel entonces a ser protagonista de la existencia propia (con todos sus fantasmas), y no a la autorrealización (impuesta y convertida en un factor de evaluación) del espíritu en las propias carnes. Ese espíritu que, como si padeciéramos una enfermedad, termina por culpabilizarnos de todas las frustraciones y sufrimientos que cualquier sometimiento naturalmente conlleva.

Oier Etxeberria

 

 

 

PREGUNTA. ¿No hay más remedio que empezar por el principio. ¿Cuándo y qué es lo que empezó?

INTERVENCIÓN. Tengo la sensación de que empezamos cierta gente del movimiento obrero en torno a algunas ideas. Una gente de LAIA (Partido Nacionalista Obrero Revolucionario), LAK (Comités de Obreros Nacionalistas) y de los Komites... empezamos en torno a unas ideas, dándole vueltas al tema de si tomar parte o no en las elecciones. Se debatía también la necesidad o no de una organización. Nos juntábamos en Regil, bueno nosotros hasta ese momento habíamos sido siempre militantes marxistas de partido, y creíamos en ello, éramos militantes-militantes, como todos los demás...

PREGUNTA. Los del partido LAIA...

INTERVENCIÓN. Sí y los de los Komites, también gente que salía de la OIC (Organización de Izquierda Comunista) y de ETA, y alrededor de esto fueron saliendo algunas nuevas ideas, tanto desde las historias del 3 de Marzo de Vitoria como desde las asambleas de barrio de Rentería, algunas nuevas ideas que decían que no eran necesarios los partidos; nosotros decíamos: uno puede militar en una historia y tener su recorrido particular, y luego juntarnos todos pero no en torno a una ideología sino para compartir experiencias: entre trabajadores, entre estudiantes... Compartir experiencias a nivel de vivienda, en las asambleas, etc...

INTERVENCIÓN. Entonces para mí se mezclaban dos ideas: había que cambiar la sociedad, y junto a eso Euskal Herria estaba oprimida, había un problema nacional. Y claro, un montón de gente con ganas de hacer algo.

PREGUNTA. Han mencionado el problema nacional. Éste no ha dicho nada de eso...

INTERVENCIÓN. La cuestión nacional estaba ahí. No puede obviarse, y fue tomando cada vez más peso en nuestros debates, demasiado peso. Pero no estamos hablando de eso. Yo diría que en las reuniones iniciales había un gran respeto entre nosotros: contarnos experiencias que habíamos tenido, debatir las cosas entre todos para ir creando plataformas, y no había estructuras burocráticas, dirigentes y esas cosas. Hay que dejar claro que en aquel entonces estos debates incluían a muchísima gente y que en las asambleas se juntaba más gente aún. Y como ha dicho él, entre otras cosas se plantea el tema de las elecciones: ¿nos sirve eso de algo a nosotros? Hubo unos debates tremendos en GAI (Juventudes Nacionalistas Revolucionarias) y en LAIA. De hecho aquello trajo consigo la escisión de LAIA bai y LAIA ez, con todo el tema de la Autonomía Obrera... Bueno y ETA también estaba ahí, y lo que se planteaba era que su lucha era exclusivamente nacionalista, y que no respondía a cuestiones sociales, y que por lo tanto había que plantearse la violencia desde otra posición. Eso llegó a plantearse en las asambleas: el debate de cómo debería ser el uso de la violencia.

INTERVENCIÓN. Que la lucha armada era lucha del pueblo, eso venía de nuestro entorno. La lucha armada como un componente de refuerzo para los movimientos sociales. Entonces en las historias contra ADEGI (Asociación de Empresarios de Guipuzcoa), había huelga en el sector de metal en Guipuzcoa, había mucho movimiento, por lo tanto desde la autonomía se pensaba que la lucha armada tenía que servir de ayuda a esas luchas. Le pusieron un petardo a ADEGI, y el planteamiento correlativo era: hay unas historias sociales y nosotros tenemos que tomar parte en ellas, pero no para ser dirigentes, sino como mucho para ser un punto de coordinación entre diferentes experiencias, y no todo ese rollo de crear una dirección con una ideología sabida...

INTERVENCIÓN. En esos debates salió una cuestión muy interesante, que era la siguiente: qué importancia se le daba, y hasta qué punto y en qué se valora la implicación personal de cada uno. O la entrega y sublimación total mediante un sacrificio o el hecho de cambiar a la propia persona, para cambiar la sociedad. Éste era para mí un debate clave. O la entrega de la persona a una lucha genérica abstracta (esto era lo que reflejaba ETA, pero también los partidos revolucionarios clásicos) o, por el otro lado, lo que se planteaba entre nosotros era crear algo nuevo, nuevos espacios... ¿Y si fuéramos cambiando nosotros? ¿Y si fuéramos creando nuevas relaciones entre nosotros? Entonces se hablaba mucho de contracultura y esas cosas. Estos planteamientos se hicieron fuertes en Azpeitia, en Rentería, en unos sitios sueltos.

INTERVENCIÓN. Eso fue importante: cambiar a la persona para cambiar la sociedad.

INTERVENCIÓN. Hasta entonces se entendía la lucha social sobre todo como una entrega. Entregar todo su ser a algo que está digamos fuera.

INTERVENCIÓN. Nosotros entonces pensábamos que todo era posible. No sabíamos lo que iba a venir, ni si iba a ser democracia o que demontre... pero era también la época. Cualquier cosa era posible para nosotros. Y, por supuesto, la revolución, claro está.

PREGUNTA. Por lo tanto la revolución andaba en boca de muchos, ¿verdad?

INTERVENCIÓN. Entre nosotros mismos, sin ir más lejos. Nosotros en LAIA éramos medio trotskos [los trotskistas estaban mayoritariamente agrupados en la LKI, Liga Comunista Revolucionaria].

INTERVENCIÓN. Nosotros no debatimos demasiado sobre la revolución en sí. El debate comenzó, pero rápidamente quedó interrumpido. Nuestro punto de partida era: no necesitamos dirigentes, tenemos que crear algo nuevo por medio de nuestras propias experiencias. Pero no hubo tiempo para la discusión, pues con la lucha armada se crearon dirigentes entre nosotros mismos; los que decidían qué hacer antes de que nosotros dijéramos nada. Eso es lo que sucedió: se crearon dirigentes entre nosotros con la historia de la lucha armada. El que pega tiros es el que decide qué hacer, qué tipo de acciones. Es el que marca el recorrido. Por lo tanto el debate fue de muy corto alcance como se decía antes, hubo poco tiempo.

INTERVENCIÓN. El debate se interrumpió porque empezaron los tiros. Imagina que estás en un grupo y que en ese grupo uno o dos deciden hacer algo, si quieres una acción anticapitalista, un petardo contra ADEGI; bueno, llegábamos hasta ahí, pero de ahí en adelante empezamos a ver que aquello se disparaba, y esto tuvo una consecuencia si se quiere, estábamos muy unidos afectivamente, todos amigos, de alguna forma «eran de los nuestros, eran nuestros amigos, nos amábamos, y además el capitalismo estaba ahí»... pero sucede que nosotros estábamos en esos precisos momentos discutiendo el uso de la violencia por parte de las masas, de cómo tenía que ser, de cómo y qué tenía que ser la revolución, pero una gente empieza a marcar los pasos, «pues ahora las cosas deben ser así y asá», y eso trajo el cierre de un debate que se estaba dando. Este debate quedó colgando y sin terminar. Mientras que el capitalismo sigue más fuerte que nunca, con viejas y nuevas fórmulas.

INTERVENCIÓN. Pese a todo, cuando hablábamos de movimientos sociales, ni tan siquiera nos imaginábamos que con el paso de los años surgirían fenómenos como los gaztetxes, que prescinden de los dirigentes, y tantas otras cosas que surgieron más tarde. Nosotros en nuestra época de militantes de partido lo vivíamos como una estructura que dominaba la vida colectiva, en la que debías tomar parte para extender sus ideas y su influencia; luego vinieron otras maneras de entenderlo, tú tomas partido por esto y por lo otro porque te interesa y estás ahí; tú vives en un movimiento social, y no estás vendiendo ninguna ideología de ningún partido.

INTERVENCIÓN. Se puede decir que de alguna forma, se fueron perfilando dos puntos de vista: uno era el de liberar el País Vasco y para ello era necesario tomar el poder, esto en las reuniones se veía que era así, y de esto saldría luego HB (Herri Batasuna) y ésa historia. Y el otro era el que decía: no nos gusta el poder por lo que deberíamos ir creando espacios liberados luchando contra el poder, y en ese proceso si llega el momento que sea necesario usar la violencia, ésa tiene que ser una violencia de masas, y no matar a uno o a otro que además son inmediatamente sustituibles. Este debate fue decisivo y se llevó a cabo. En las ultimas reuniones de LAIA, cuando estuvimos en Urraki, este punto estaba sobre la mesa, pero no tuvo continuación... ya habían empezado los tiros.

PREGUNTA. Sí, pero dejemos eso para más tarde. Lo que no puede ser es que los tiros se coman también esta conversación, no es posible, puesto que aquí no hay pistolas... Estamos hablando de las discusiones que solíais tener... pero bajemos a la calle. ¿Pensáis que se logra cambiar algo en la vida cotidiana o es un discurso más que no afecta ni incide en la realidad?

INTERVENCIÓN. Yo lo que veo es que nosotros al principio éramos muy azpeitiarras, gente muy normal. Para nosotros ese debate vino de fuera, empezaron a meternos cosas nuevas. Nosotros en realidad éramos como todos los demás, trabajadores de las fábricas sobre todo, muchos de los cuales habían empezado a currar a los 16...

INTERVENCIÓN. Sí, pero la idea que tenías tú de irte a vivir a un piso con los amigos, pues entonces no era nada normal, y aceptabas la homosexualidad y la mayoría de la gente pues no, y hablábamos sobre diferentes filosofías, y los trabajadores normales no trataban de estas cosas, ni las pensaban... y fueron estas cosas las que impulsaron después la experiencia de Gerra-aundi.

INTERVENCIÓN. Sí, entonces hubo entre nosotros un debate contra la familia, romper con la familia, con el modo de vida que representa...

INTERVENCIÓN. Y el amor libre, el decir yo amo a éste y a éste también, y el sexo libre... en aquella época plantear esas cosas aquí era mucho, además de lo de compartir el dinero, uno gana esto y el otro aquello, pero da igual, y ese espíritu...

PREGUNTA. ¿Pero ya estamos en Gerra-aundi, o antes o cómo?

INTERVENCIÓN. No, no, antes. El amor libre, el compartir dinero eran cuestiones que se habían hablado antes de lo de Gerra-aundi. No quizás de forma pública en las asambleas, pero sí en círculos más pequeños, entre nosotros...............................

 

 

 

 

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