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PRIMER CUADERNO

 

P.— ¿Qué es un industrial?

R.— Un industrial es un hombre que trabaja en producir o en poner al alcance de la mano de los diferentes miembros de la sociedad uno o varios medios materiales de satisfacer sus necesidades o sus gustos físicos; de esta forma, un cultivador que siembra trigo, que cría aves o animales domésticos, es un industrial; un aperador, un herrero, un cerrajero, un carpintero, son industriales; un fabricante de zapatos, de sombreros, de telas, de paños, de cachemiras, es igualmente un industrial; un negociante, un carretero, un marino empleado a bordo de los buques mercantes, son industriales. Todos los industriales reunidos trabajan para producir y poner al alcance de la mano de todos los miembros de la sociedad todos los medios materiales para satisfacer sus necesidades o sus gustos físicos, y forman tres grandes clases que se llaman los cultivadores[1], los fabricantes y los negociantes.

P.— ¿Qué rango deben ocupar los industriales en la sociedad?

R.— La clase industrial debe ocupar el primer rango, por ser la más importante de todas, porque puede prescindir de todas las otras, sin que éstas puedan prescindir de aquélla; porque subsiste por sus propias fuerzas, por sus trabajos personales. Las otras clases deben trabajar para ella, porque son creación suya y porque les conserva su existencia; en una palabra: realizándose todo por la industria, todo debe hacerse para la industria.

P.— ¿Qué rango ocupan los industriales en la sociedad?

R.— La clase industrial, debido a la actual organización social, está ocupando la última de todas. El orden social concede todavía más consideración a los trabajos secundarios e incluso a la inactividad, que a los trabajos más importantes, los de utilidad más directa.

P.— ¿Por qué la clase industrial, que debe ocupar el primer rango, se halla situada en el último? ¿Por qué quienes de hecho son los primeros se hallan clasificados como los últimos?

R.— Explicaremos el porqué a lo largo de este catecismo.

P.— ¿Qué deben hacer los industriales para pasar desde el rango inferior en que se hallan situados al superior que les pertenece por derecho?

R.— En este catecismo diremos el procedimiento que deben adoptar para operar dicha mejora en su existencia social.

P.— ¿Cuál es la naturaleza del trabajo que habéis emprendido? De otra forma: ¿qué os proponéis al hacer este catecismo?

R.— Nos proponemos indicar a los industriales los medios para que aumenten en un máximo posible su bienestar; nos proponemos hacerles conocer los medios generales que deben utilizar para acrecentar su importancia social.

P.— ¿De qué forma lo haréis para alcanzar ese fin?

R.— Por una parte, presentaremos a los industriales el cuadro de su verdadera situación social; haremos que vean cómo es subalterna y, por consiguiente, muy inferior a lo que debe ser, puesto que son la clase más capaz y más útil de la sociedad.

Por otra parte, les trazaremos la marcha que deben seguir para situarse en el primer rango, bajo el aspecto de la consideración y del poder.

P.— ¿Así, pues, predicáis en este catecismo la insurrección y la revuelta? Porque las clases que se encuentran especialmente investidas del poder y de la consideración no están, a buen seguro, dispuestas a renunciar voluntariamente a las ventajas de las cuales disfrutan.

R.— Lejos de predicar la insurrección y la revuelta, presentaremos el único medio que puede impedir la violencia con la cual podría verse amenazada la sociedad, y a la cual escaparía difícilmente, si la potencia industrial continuase su pasividad en medio de las facciones que se disputan el poder.

La tranquilidad pública no podrá ser estable mientras los industriales más importantes no se encarguen de dirigir la administración de la riqueza pública.

P.— Explicadnos esto y decidnos por qué la tranquilidad pública se vería amenazada si los industriales más importantes no son encargados de dirigir la administración de la riqueza pública.

R.— La razón es muy sencilla: la tendencia política general de la inmensa mayoría de la sociedad es la de ser gobernada lo más barato posible; ser gobernada lo menos posible; ser gobernada por los hombres más capacitados y de una forma que asegure completamente la tranquilidad pública. Ahora bien, el único medio de satisfacer, bajo estos distintos aspectos, los deseos de la mayoría consiste en conceder a los industriales más importantes la dirección de la fortuna pública; porque los industriales más importantes son los más interesados en el mantenimiento de la tranquilidad; son los más interesados en la economía de los gastos públicos; también son los más interesados en la limitación de lo arbitrario; por último, los industriales más importantes son, entre todos los miembros de la sociedad, aquellos que han dado pruebas de la mayor capacidad en administración positiva, los éxitos que han obtenido en sus empresas particulares han contrastado su capacidad en ello.

En el actual estado de cosas, la tranquilidad pública está amenazada, porque la marcha del gobierno se halla en directa oposición con las más positivas intenciones de la nación. Lo que la nación desea principalmente es set gobernada lo más barato posible, y jamás al gobierno le ha costado más caro que ahora; le cuesta mucho más que antes de la revolución. Antes de la revolución, la nación estaba dividida en tres clases: los nobles, los burgueses y los industriales. Los nobles gobernaban; los burgueses y los industriales les pagaban.

Hoy en día, la nación tan sólo está dividida en dos clases; los burgueses, que hicieron la revolución y que la dirigieron hacia sus intereses, anularon el privilegio exclusivo de los nobles a explotar la riqueza pública; pues bien, habiendo conseguido su admisión en la clase de los gobernantes, resulta que hoy los industriales son los que tienen que pagar a nobles y burgueses. Antes de la revolución, la nación pagaba 500 millones en concepto de contribuciones; hoy en día, paga mil millones, y los mil millones no bastan; el gobierno, con frecuencia, solicita empréstitos considerables.

La tranquilidad pública se verá más y más amenazada, porque las cargas irán, necesariamente, aumentando sin parar. El único medio de impedir las insurrecciones que podrían llegar consiste en que los más importantes industriales sean encargados del cuidado de dirigir la administración de la riqueza pública, es decir, del cuidado de preparar el presupuesto.

P.— Lo que acabáis de decirnos es muy bueno, muy interesante y de la mayor importancia; pero no nos instruye directamente sobre lo que deseamos saber. El punto que os rogamos nos aclaréis es el siguiente: ¿Es posible hacer salir de la alta dirección de los intereses pecuniarios de la sociedad a los nobles, militares, legistas y rentistas que la tienen en sus manos, en una palabra, a las clases que no son industriales, para hacerla pasar a manos de los industriales, sin utilizar procedimientos de violencia?

R.— Los medios violentos valen para derribar, para destruir, pero sólo sirven para eso. Los medios pacíficos son los únicos que pueden ser empleados para edificar, para construir, en una palabra, para establecer las constituciones sólidas. Pues bien, el acto de investir a los más importantes industriales con la dirección suprema de los intereses pecuniarios de la nación es un acto de construcción; es la disposición política más importante que pueda ser tomada; esta disposición servirá de base a un edificio social completamente nuevo; esta disposición acabará la revolución y pondrá la nación al abrigo de nuevas sacudidas. Los más importantes de entre los industriales cumplirán gratuitamente la función de preparar el presupuesto, y resultará que esta función sólo será muy débilmente deseada. Los industriales que preparen el presupuesto se propondrán como fin la economía en la administración de los negocios públicos; por ello, a los funcionarios únicamente darán remuneraciones moderadas. Como quiera que entonces los empleos de funcionario se verán mediocremente buscados, su número disminuirá considerablemente, de forma que el de aspirantes disminuirá igualmente, y, necesariamente, se establecerá un orden en el cual gran número de cargos serán ejercidos gratuitamente, porque los ricos ociosos no hallarán ningún otro medio para procurarse la consideración.

Cuando se estudia el carácter de los industriales y la conducta que han observado durante la revolución, se reconoce que son esencialmente pacíficos. Y no fueron los industriales quienes hicieron la revolución, sino los burgueses, es decir: fueron los militares que no eran nobles, los legistas que eran plebeyos, los rentistas que carecían de privilegios. Todavía hoy en día, los industriales no hacen más que un papel secundario en los partidos políticos existentes, y carecen, en absoluto, de opinión y de partido político que les sea propio. Se inclinan más hacia la izquierda que hacia la derecha, porque las pretensiones de los burgueses chocan menos con las ideas de igualdad que aquellas de los nobles; pero, para nada se dejan llevar por las ideas de los liberales: por encima de todo, desean tranquilidad. Los conductores de los liberales, fuera y dentro de la cámara, son generales, legistas, rentistas. Los nobles y los burgueses desean ser encargados de la administración de la riqueza pública, principalmente para explotarla en provecho propio. Por el contrario, los industriales más importantes desearían verse encargados de ello para imponer la mayor economía posible.

Los industriales saben, lo saben bien, que son los más capaces para dirigir como es debido los intereses pecuniarios de la nación, pero no llevan hacia delante esta idea por temor a turbar momentáneamente la tranquilidad; esperan pacientemente a que la opinión se forme con respecto a eso y el que una doctrina verdaderamente social les llame al timón de los negocios públicos.

De cuanto acabamos de decir, sacamos la conclusión de que los medios pacíficos, es decir, que los medios de discusión, demostración y persuasión, serán los únicos que los industriales emplearán o apoyarán para hacer salir la alta dirección de la riqueza pública de las manos de los nobles, militares, legistas, rentistas y funcionarios públicos y, al mismo tiempo, hacer que pase a las de los más importantes de entre los industriales.

P.— Admitamos provisionalmente que los industriales no intentarán utilizar la violencia para hacer salir de las manos de los nobles y burgueses la alta dirección de los intereses pecuniarios de la sociedad y, al mismo tiempo, hacerla pasar a las de los más importantes de entre ellos; no obstante, de las pacíficas intenciones de los industriales no deducirnos la prueba de que dicha clase social esté en condiciones de situarse en el primer rango; por consiguiente, rogamos que nos digáis cuáles son los medios de los industriales para operar en la sociedad el radical cambio de que estarnos tratando.

R.— Los industriales integran más del veinticuatro de los veinticincoavos de la nación; por consiguiente y en cuanto a fuerza física, poseen la superioridad.

Ellos son quienes producen todas las riquezas; por consiguiente, poseen la fuerza pecuniaria.

También poseen la superioridad bajo el aspecto de la inteligencia, puesto que son sus combinaciones las que contribuyen más directamente a la prosperidad pública.

Por último, dado que son los más capacitados para administrar bien los intereses pecuniarios de la nación, tanto la moral humana como la divina llaman a los más importantes de entre ellos a la dirección de las finanzas.

Así pues, los industriales están investidos de todos los medios necesarios; están investidos de medios irresistibles para operar la transición en el organismo social que les haga pasar de la clase de gobernados a la de gobernantes.

P.— La unión hace la fuerza; por no estar unidos los industriales, se ven dominados por los nobles, los militares, los legistas, los rentistas y los funcionarios públicos. No cabe la menor duda de que siendo, bajo todos los aspectos importantes, de una superioridad tan manifiesta, su unión simplemente bastaría para investirles de la dirección suprema de los negocios comunes; no cabe la menor duda de que no se verían precisados a utilizar la violencia para que las otras clases reconozcan tal superioridad, las cuales, incluso unidas, son demasiado inferiores en fuerza, con relación a la industrial, para que puedan intentar disputarle el poder. Pero, en virtud de la naturaleza misma de la cosas ¿no existe un obstáculo radical para la unión de los industriales? Nos sentimos inclinados a creer que sí y fundamos esta creencia en el sólo hecho de que, pese al interés puesto por los industriales para conseguir su unión desde los orígenes de la sociedad, constantemente se han dejado dominar por las clases no industriales.

R.— Cuando los francos hubieron conquistado las Galias y se repartieron el territorio, se vieron, al mismo tiempo, convertidos en sus jefes militares e industriales. Y fue progresivamente cómo la clase industrial se separó de la militar, cómo fue adquiriendo importancia, cómo se dio jefes distintos a los jefes militares, y solamente hoy en día posee la fuerza y los medios suficientes para constituirse en primera clase de la sociedad; de aquí que cometeríase un error al deducir del hecho de que los industriales formen, desde hace 1.400 arios, la clase inferior de la nación francesa, el que estén destinados para siempre al último rango y el que hoy no puedan elevarse al primer grado del poder y de la consideración. Una recapitulación rápida de los progresos políticos de la industria y de los industriales, desde el origen de nuestra sociedad francesa hasta el día de hoy, pondrá esto r perfectamente claro.

 

 

[1]"Cultivateurs" en el original. Entiéndase un término que abarca agricultores y granjeros. (N. del T.)

 

 

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