Bases teóricas de la guerra revolucionaria.

1965.

José Luis Zalbide.

 

 

 

Ponentzia onartzen da (altera muchas de las concepciones presentes en «La insurrección en Euskadi»).

«Suponemos una situación en la que una minoría organizada asesta golpes materiales y psicológicos a la organización del Estado haciendo que este se vea obligado a responder y reprimir violentamente la agresión. Supongamos que la minoría organizada consigue eludir la represión y hacer que esta caiga sobre las masas populares. Finalmente, supongamos que dicha minoría consigue que en lugar de pánico surja la rebeldía en la población de tal forma que esta ayude y ampare a la minoría en contra del Estado, con lo que el ciclo acción-represión está en condiciones de repetirse, cada vez con mayor intensidad»

Tres años más tarde, el mismo Zalbide teorizara desde la cárcel sobre estos mismos temas, con el nombre de «Hacia una estrategia revolucionaria vasca». Y en 1974, reedita el trabajo con el nombre de «Fines y medios en la lucha de liberación nacional».

 

Bases teóricas de la guerra revolucionaria

 

 

Mi intención es dar una definición operativa de la Guerra Revolucionaria, que sirva como punto de partida a la elaboración de una estrategia en nuestra lucha de liberación nacional. Tal definición sólo puede establecerse empíricamente, es decir, debemos buscar entre las experiencias de la lucha de otros pueblos por su liberación aquellas constantes que sean aplicables a nuestras condiciones y suficientes para llegar a la liberación de Euzkadi.

Supongamos una situación en la que una minoría organizada asesta golpes materiales y psicológicos a la organización del Estado, haciendo que éste se vea obligado a responder y reprimir violentamente la agresión. Supongamos que la minoría organizada consigue eludir la represión y hacer que ésta caiga sobre las masas populares. Finalmente, supongamos que dicha minoría consigue que en lugar de pánico surja la rebeldía en la población, de tal forma que ésta ayude y ampare a la minoría en contra del Estado, con lo que el ciclo acción-represión está en condiciones de repetirse, cada vez con mayor intensidad.

Esta ha sido a grandes rasgos la situación en los países que luchaban por su independencia, situación que ha dado origen al concepto de Guerra Revolucionaria. Sin embargo, no se comprende cómo la repetición de estos ciclos acción-represión pueda conducir a la autodeterminación. Es necesario para ello tener en cuenta otra constante muy importante en todos estos procesos: la reacción de las fuerzas llamadas «del orden». Estas, después de muchas vacilaciones, que han permitido a los insurrectos consolidar extraordinariamente sus posiciones han llegado a unas conclusiones características. Su lógica es tan aplastante que no se comprendería el retraso de su puesta en práctica, de no pensar en el enorme efecto paralizante que una burocracia y unas estructuras anquilosadas tienen, incluso sobre las propias fuerzas de defensa del sistema. Estas conclusiones, de darse en nuestro caso, se resumirían así:

Tenemos enfrente un aparato subversivo caracterizado por la armonía entre lo político y lo militar, entre ideología y acción. No basta con abatir activistas, pues éstos son sustituidos inmediatamente gracias al trabajo de las secciones paralelas de información, política y administrativa.

Esto nos obliga a romper con las costumbres establecidas de dar diferente trato a activistas o ideólogos. Una legislación antisubversiva no debiera establecer diferencia alguna entre los miembros de un mismo sistema revolucionario, tanto si son «políticos» como «militares» (Godard).

Por otra parte, los rebeldes reciben ayuda, cobertura y relevos de las masas, lo que hace infinitamente más difícil su eliminación.

Esto nos obliga a saltarnos las leyes civiles tradicionales y dejar a las tropas las manos libres en el trato con la población civil.

Única legislación antisubversiva para todos los militantes. Medidas de guerra para las masas susceptibles de ayudar a la insurrección.

Es decir, la misión de las fuerzas de represión del Estado español sería impedir con su lucha que el pueblo vasco sea reconocido como nación... pero la lógica de la lucha les obliga a hacer ellos mismos este reconocimiento en la práctica del combate.

En el momento en que la represión se hace lógica con sus propios fines, da al pueblo oprimido su carta de naturaleza como Nación.

* * *

Descrito a grandes rasgos este proceso característico y constante en los pueblos que han luchado por su independencia, queda por preguntarnos: ¿Es suficiente para alcanzar nuestra liberación? y además, ¿es aplicable a las condiciones de Euzkadi? Analicémoslo.

 

Suficiente

 

Si los vascos somos capaces de desarrollar un proceso de acción-represión que conduzca a nuestros opresores a reconocernos (en la lucha) como nación, habremos provocado una reacción en los Estados opresores y en los medios internacionales que se resumirá así:

En el Estado español los sectores más avanzados del capitalismo empezarán a temer que alcancemos verdaderamente la independencia que les privaría de sus cuantiosos beneficios (eso sin contar el perjuicio inmenso que una acción revolucionaria acarrearía a la economía española, tan dependiente de la vasca actualmente); estos sectores considerarán que ha llegado el momento de hacer unas concesiones (que pueden llegar hasta la independencia política) que les permitirá, sin embargo, conservar ese dominio público y sus beneficios. Es el «neocolonialismo» de Inglaterra hacia sus antiguas colonias de Francia que lo intentó sin conseguirlo en Argelia, etc. Como tapadera de sus verdaderos intereses económicos, este sector capitalista permitirá e incluso alentará la protesta de los grupos liberales y de los opositores al Régimen, que se rasgarán las vestiduras por el «genocidio a que se estará sometiendo al País Vasco», unos por razones humanitarias, y otros porque esto les sirve de palanca para atacar al Gobierno.

En el orden internacional por otra parte, no podemos olvidarnos del papel que juega la división del mundo en tres bloques, y el interés de americanos y soviéticos por satisfacer al bloque neutralista. Este juego de fuerzas condujo a la partición que dio nacimiento al Estado de Israel, al aislamiento de Francia en la cuestión argelina, etc.

Sin embargo, pese a estas fuerzas que jugarían favorablemente a nuestra independencia política y que pondría en nuestras manos una base inmejorable para llegar hasta la liberación total, no debemos subestimar la importancia de otras fuerzas que se colocarían en contra. En el cuadro de los estados opresores, los sectores más retrógrados del capitalismo, que serían siempre partidarios de llevar la lucha hasta el fin. En el plano internacional, una posible coyuntura desfavorable, como la de 1936 con la existencia del Régimen de Hitler y Mussolini. Nuestra misión, si queremos conducir a buen término nuestra lucha revolucionaria, será impulsar en las primeras etapas a estas fuerzas retrógradas para que sea mayor la represión, y apoyar a las liberales en las últimas etapas de lucha para facilitar el comienzo de negociaciones y el debilitamiento del sistema.

 

Aplicable

 

Hemos visto cómo el proceso acción-represión y la posterior reacción del Sistema puede conducirnos a la liberación de Euzkadi. Nos falta por saber si tal proceso es posible desarrollarlo en nuestra Patria, y qué condiciones son necesarias para hacer posible su aplicación. Pero para ello debemos contar ya con una primera definición de la Guerra Revolucionaria deducida de las constantes anteriores.

Llamamos guerra revolucionaria vasca al proceso político-militar que tiene por meta la autodeterminación del pueblo vasco; haciendo evidente la calidad ocupante del sistema actual, y que con este fin usa del mecanismo acción-represión repetido en espiral ascendente.

Quede bien claro que al referirme en lo sucesivo al concepto Guerra Revolucionaria lo haré únicamente en el sentido de la citada definición y no en cualquier otro deducido de la experiencia de Argelia o de cualquier otro país en concreto. En mi opinión, las constantes que hacen característico el concepto Guerra Revolucionaria son las condensadas en esta definición, y otras como la organización de guerrillas o incluso la guerra psicológica son secundarias y deben tenerse en cuenta solamente adaptadas a las condiciones de cada país. Hecha esta advertencia, pasemos al estudio de las condiciones concretas de desarrollo de la Guerra Revolucionaria Vasca.

Todo el meollo de la cuestión está en hacer posible el mecanismo acción-represión, y su continuidad en una espiral dialéctica. Analicemos este mecanismo:

  1. ETA, o las masas dirigidas por ETA, realizan una acción provocadora contra el sistema.
  2. El aparato de represión del Estado golpea a las masas.

III. Ante la represión, las masas reaccionan de dos formas opuestas y complementarias: con pánico y con rebeldía. Es el momento adecuado para que ETA dé un contragolpe que disminuirá lo primero y aumentará lo segundo.

Estudiemos las condiciones necesarias para el funcionamiento de este mecanismo.

Todo el problema se reduce a conseguir:

  1. a) Que ETA no sufra en su estructura, como consecuencia de la represión.
  2. b) Que las masas afectadas reaccionen con más rebeldía que pánico.

Está claro que para esto se necesita:

  1. c) Tener una organización debidamente desarrollada.
  2. d) No haber fallos en la acción.

Que pueda ser comprendida por las masas en ese momento, y deseada o al menos admitida.

Que la acción vaya acompañada de la puesta en marcha de grandes medios de propaganda.

Se advierte en este esquema la importancia de un mínimo de condiciones objetivas en la organización (desarrollo interno, grandes medios de propaganda) y subjetivas en las masas afectadas, por la acción (ser admitida), condiciones imprescindibles para que se dé la acción-represión con los efectos pretendidos.

La necesidad de estas condiciones mínimas como requisito previo de cada acción nos demuestra la existencia de unas etapas en la acción, etapas que como es lógico vienen determinadas por los distintos estados de desarrollo objetivo de la Organización y subjetivo de las masas. Definidas así las etapas, es evidente que todo dirigente de la Guerra Revolucionaria Vasca tiene la obligación de conocer lo que caracteriza a las diferentes etapas, y supuesto esto, no adelantarse nunca en una acción que corresponda a una etapa posterior.

* * *

 

Etapas en la G.R. vasca

 

Lo que hace necesario la división de la lucha en etapas bien caracterizadas es que, tanto la toma de conciencia en las masas (condiciones subjetivas), como el desarrollo material y organizativo de ETA no se harán por evolución, suavemente, sino a saltos. Este es un fenómeno que venimos observando en nuestra patria continuamente. El gigantesco paso adelante que experimentó ETA como consecuencia de la introducción de liberados en sus cuadros, no tuvo lugar suavemente sino de golpe, a raíz de las caídas de octubre y diciembre del 63. Análogamente, la conciencia de las masas no progresa suavemente sino a saltos, como resultado de fuertes estímulos; aunque estos saltos hayan sido posibles gracias a una lenta evolución anterior.

Al estudiar las etapas de nuestra lucha, deberemos prescindir del estudio que sobre ellas tendrán los diferentes estados de organización de ETA, estados que nos es imposible prever. En efecto, de entre todos los factores que entran en juego en una lucha revolucionaria, uno de los más inestables y más difíciles de sistematizar a priori es el de las formas de organización y medios materiales de la organización que lleva el peso de la lucha, precisamente por ser la variable más dependiente de las condiciones generales y particulares de la lucha: condiciones objetivas, subjetivas, estadio de la lucha, grado y forma de represión, forma e intensidad de la ayuda recibida, etc. Por este motivo, deberemos limitarnos a deducir las etapas de lucha en función de los grados de toma de conciencia popular, y aún esto con las reservas que impone una deducción completamente apriorística.

Los estados de toma de conciencia popular más caracterizados pasan por dos momentos bien diferenciados.

El primero es aquel en que las masas se aperciben de que existe una organización que actúa de modo más «fuerte» que lo tradicional. El segundo es aquel en que grandes sectores de la población civil aceptan o desean o se alegran de alguna acción que acarree derramamiento de sangre.

Otros estados de toma de conciencia popular, como son el hacer más caso de las órdenes de una organización clandestina que de las del Estado, la identificación con la ideología de la organización, etc., no nos sirven a la hora de marcar etapas porque se trata de factores que evolucionan sin grandes saltos, y que, aunque en distinta medida se encuentran presentes desde las primeras etapas de lucha hasta las últimas.

De los dos momentos de cambio en la conciencia popular ya citados, deducimos la existencia de tres etapas bastante diferenciadas:

1) La que tiene por objeto hacer conocer la existencia de la organización revolucionaria.

2) La preparatoria de las condiciones necesarias a las acciones que traerán derramamiento de sangre.

3) La que usa de medios, incluso violentos, para seguir ampliando la espiral revolucionaria.

Bien seguro que existirán en nuestra lucha revolucionaria otras etapas bien definidas, pero o bien dependen de cambios organizativos, imposibles de prever y por tanto materia para los historiadores más que para nosotros, o de circunstancias que no han encontrado aún su debido desarrollo y que irán apareciendo con su debida importancia con el desarrollo de nuestra práctica revolucionaria. Por eso no sería justo dar a esta división en etapas un valor dogmático o definitivo; su valor debemos buscarlo como base teórica que nos ayude a avanzar en dicha práctica revolucionaria.

* * *

 

Etapa actual

 

De las tres etapas que aparecen claramente en nuestra lucha, la primera de ellas (conocimiento de la existencia de la organización) la tenemos ya superada gracias al «español». Los efectos de este cambio de etapa han tardado cierto tiempo en dar sus frutos, como es lógico, pero ya en esta primavera de 1965 (un año justo) aparecen de forma apreciable en los grupos que se organizan espontáneamente o vienen a ETA a buscar un conocimiento e incluso una colaboración.

Según el anterior esquema de etapas, nos encontramos ahora en la segunda de ellas, la preparatoria de las condiciones necesarias a las acciones que traerán derramamiento de sangre. De esta definición deduciremos las metas y la línea de la presente etapa. Porque, en efecto, las condiciones previas a la tercera etapa son precisamente las metas de la segunda.

Puesto que las condiciones previas de la tercera etapa son (pág. 3 y 4):

1) Una estructura que aguante la represión de actos violentos.

2) Una preparación de los grupos que garantice la impecable ejecución de las acciones a todos los niveles.

3) Que las masas conozcan qué es ETA y no estén en contra.

4) Existencia de grandes medios de propaganda.

Estas son al mismo tiempo las metas generales que debemos marcarnos desde ahora para la etapa que ha comenzado. De estas metas generales es fácil deducir otras más concretas. Tales son:

Dividir la organización en secciones, única forma de garantizar la inmunidad, en la estructura que adoptemos ya desde ahora a fin de acostumbrarnos a actuar con los cortes precisos (de 1).

Crear desde ahora un servicio de información eficaz que nos tenga al corriente, tanto de los datos necesarios para las acciones (de 2), como de los hechos que ocurren en todo Euzkadi (de 4).

Elaborar una estrategia que nos permita llegar a las zonas actualmente vírgenes y sacar el máximo rendimiento a nuestras disponibilidades (de 3).

Desarrollar una ideología que responda a los verdaderos problemas de las masas populares y ser consecuentes en todo con ella (de 3).

Desarrollar al máximo la Organización paralela, verdadero puente entre la minoría revolucionaria y las masas (de 3).

Crear unos grupos especializados en acciones directas que vayan preparando con tiempo las condiciones técnicas de la tercera etapa (de 2).

Además de estas metas derivadas de las condiciones previas necesarias a la tercera etapa, debemos contar con otra importante cuestión. Aun cuando nuestros análisis de la situación nos llevan a prever una lucha larga y progresiva, no debemos subestimar las posibilidades de una caída relámpago de la dictadura de Franco, sobre todo la posibilidad de su muerte repentina. No hay duda de que el franquismo reposa en la persona de Franco y de que la desaparición de éste podría llevar al Estado español a la anarquía. Ahora bien, si esta situación se diese, nuestra obligación sería intentar un golpe de Estado al amparo de los primeros momentos de confusión, ya que parece probable que de no ser así la anarquía terminaría dando paso a un gobierno democrático burgués que ahogaría nuestras posibilidades, o en todo caso esta situación daría a otras organizaciones y partidos políticos unas posibilidades de que ahora carecen.

Aunque este no debe ser motivo para cambiar de línea, la consideración de dicha posibilidad (por otra parte, innegable) debe hacernos tomar las medidas necesarias para que de producirse tal acontecimiento no nos cogiese desprevenidos. Estas medidas afectan casi exclusivamente a las secciones militar y de información. Dichas secciones, además de su actividad derivada de las condiciones generales de lucha, deberán pues prepararse para colocar a la organización lo antes posible en condiciones de realizar un golpe de Estado.

Para la rama militar significa estudiar y entrenarse en la técnica del golpe de Estado, en el aspecto táctico y en la dirección de militantes de base de operaciones militares. Caso de darse el golpe de Estado, los componentes de la sección militar serían los más señalados para tomar el mando de la sección de activismo y de ciertos sectores de la organización paralela. En lo que atañe al servicio de información deberá ir haciéndose con la información necesaria a tal contingencia.

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Resumiendo todo lo anteriormente dicho, vemos claramente la necesidad de impulsar todas y cada una de las secciones de la organización: activismo, militar, información, organización paralela y oficina política. Debemos responder a la verdadera problemática del sector más dinámico de nuestro pueblo: la clase trabajadora. Debemos conseguir fundir en una sola ideología las aspiraciones nacionales y revolucionarias de nuestro pueblo; esa unidad ideológica debe permitirnos desarrollar una dinámica revolucionaria que es en último término nuestro único camino y lo que nos da la única posibilidad de salir adelante.

Pero todo este esfuerzo, todas estas actividades distintas sólo darán frutos si además de responder a unos objetivos conscientes y justos, son coordinadas y armonizadas en una estrategia coherente. Debemos evitar por todos los medios imponernos una larga serie de metas concretas que no vamos a poder cumplirlas como no hemos cumplido las que nos impusimos en asambleas pasadas. El problema que debemos resolver es precisamente cómo distribuir los medios de que disponemos entre las distintas actividades posibles, a fin de realizar un conjunto armónico que responda a nuestras exigencias generales.

Armonizar los medios disponibles en una línea consciente: eso es la estrategia, que voy a deducir a continuación.

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Estrategia actual

 

Es claro que la estrategia debe ser deducida a partir de dos tipos de condiciones: los objetivos que se pretenden alcanzar y los medios de que se dispone.

Los objetivos han sido ya señalados como metas de esta segunda etapa. Los medios son fundamentalmente el dinero que ingresa mensualmente, el número de liberados y la formación de los militantes en cantidad y calidad. Como medios indirectos que nos ayuden en nuestra labor contamos sobre todo con la represión policial y con las manifestaciones de opresión nacional.

El dinero nos llega apenas para cubrir nuestras necesidades actuales y sin un aumento considerable en los ingresos mensuales, no podemos ni pensar en desarrollar una dinámica mayor. El número de liberados depende directamente de los ingresos mensuales. En cuanto a la formación de los militantes, es hoy día totalmente insuficiente incluso para la actividad actual, no digamos para otra mayor. Por lo que respecta a los medios indirectos: represión y opresión nacional, la primera no surge espontáneamente, sino como consecuencia de una acción provocadora y depende por tanto de los medios directos; la segunda puede surgir espontáneamente pero no sirve de nada si no es acompañada de una actividad organizada.

Vemos, en consecuencia, que nuestros medios son sumamente limitados no sólo para desarrollar actividades futuras más importantes sino incluso para las actuales. En estas condiciones sería infantil planear una estrategia complicada que no iba a poder cumplirse como no se ha cumplido ninguna otra hasta el presente. La estrategia debemos elaborarla, atendiendo principalmente al hecho de que contamos con unos medios en todo insuficientes y tratando de sacar el máximo provecho a tales medios.

La consecuencia normal deducible de estas premisas es la necesidad imperiosa de concentrar nuestros esfuerzos en todos los terrenos.

La concentración de esfuerzos ha de ser, pues, nuestra principal preocupación. Sin embargo, no es ésta una verdadera estrategia y corremos el peligro de no alcanzar los objetivos deseados. En efecto, cualquiera puede pensar, a la vista de unas acciones de este tipo, que más que de una organización provienen de un pequeño grupo de activistas que se desplazan por el país haciendo golpes espectaculares pero que no abarcan ningún territorio extenso ni representan a nadie.

La mejor forma de evitar este peligro está en acompañar las espectaculares acciones concentradas, por pequeñas acciones desperdigadas por todos los lugares posibles, sincronizadas al máximo. De esta forma el espectador generaliza el efecto de la acción concentrada a todo el territorio y a todos los ambientes donde han tenido lugar las acciones coordinadas.

Resumiendo todo lo dicho, la estrategia que propongo para esta etapa es la siguiente:

Combinar, según un plan único y centralizado, las acciones lo más concentradas y espectaculares posibles con las más desperdigadas y sincronizadas, a fin de conseguir el máximo efecto posible en virtud del proceso de generalización.

Ejemplo de esta estrategia sería el volcar toda nuestra fuerza en un punto, explotar al máximo la represión que resulte, y cuando por todas partes se hable del asunto (pareciendo que, aunque espectacular, se trata de la acción de cuatro gatos), hacer aparecer en todas las carreteras de Euzkadi, en un mismo día, un slogan aludiendo al hecho. La presencia de esta pequeña acción sincronizada hace sentir al observador toda la fuerza de la primera acción (concentrada), generalizada a todos los lugares donde ha aparecido escrito el slogan.

* * *

Antes de terminar con este estudio, quisiera apuntar algunas medidas tácticas a aplicar en esta etapa dentro de la línea estratégica deducida más arriba.

La primera de ellas consiste sencillamente en aplicar la técnica de la concentración al desarrollo de la conciencia revolucionaria de las zonas actualmente vírgenes. El desarrollo concreto de esta técnica va en hoja separada.

Otra medida táctica de bastante efecto consiste en acciones realizadas por miembros de la organización descubriendo su condición de militante. La técnica concreta de este tipo de acciones va asimismo en hoja separada.