MIGUEL DE AMILIBIA MACHIMBARRENA

 

Nace el 15 de noviembre de 1901, en San Sebastián, en el seno de una familia de honda raigambre donostiarra —su abuelo (Eustasio de Amilibia) había sido alcalde de San Sebastián e intervino directamente en el derribo de las antiguas murallas, que supuso una nueva era para la capital guipuzcoana—. Muy de niño, estuvo dos años en un parvulario de las monjas de Notre-Dame, en Ategorrieta, donde se había educado su madre. Luego, para la Primera y Segunda Enseñanza, diez años de «marianistas», en Aldapeta. Más tarde, por libre, la carrera de abogado. Muy rápida, ya que era abogado a los dieciocho años. Luego cursó en Madrid, también por libre, las asignaturas del doctorado. Dejó su tesis doctoral para más adelante. Se encontraba inmerso por aquel entonces en el estudio de la íntima relación entre Economía y Derecho.

Siguieron años de desorientación y pérdida de tiempo. Ya se manifestaban sus inclinaciones izquierdistas. Los valores morales de la religiosidad que le inculcaron los suyos le llevaron, finalmente, a un socialismo agnóstico y apasionado. Había surgido ya la Unión Soviética, considerada el primer país socialista del mundo. Hizo varias oposiciones. En 1932 obtuvo la codiciada plaza de subdirector letrado de la Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa. En 1933 se casó con Alejandra Soroa Gfeller, nacida en Rosario de Santa Fe (Argentina), de padre vasco y madre suiza.

Cuando la reacción derechista del «bienio negro», Amilibia se afilió, desafiante, al PSOE, asumiendo, en unión de su hermano Eustaquio, también abogado, la defensa de cientos de procesados, algunos con peticiones fiscales de pena capital, por las derivaciones del levantamiento de octubre de 1934 en Guipúzcoa. Cuando, por el destierro o la prisión de muchos viejos dirigentes socialistas, le piden que dé su nombre para las candidaturas de las izquierdas en las elecciones de febrero de 1936, accede a ello, aunque previniendo que, como de carácter retraído, reúne pocas condiciones de político. Diputado socialista elegido por el Frente Popular el 16 de febrero de 1936, formó parte de la Comisión de Estatutos junto con Aguirre y Viguri, como vicesecretario de la misma. Fue elegido en 1937 Secretario del Comité Central Socialista de Euskadi. En algún momento fue considerado como afín al nacionalismo vasco debido a su postura favorable a la creación de un Partido Socialista Vasco, autónomo del PSOE, opción que compartía con su hermano Tacho, y que sostuvo también durante su exilio. Pero vio frustradas sus esperanzas por la resistencia de las autoridades del PSOE. Sin embargo, Amilibia criticó durante la guerra y posteriormente en el exilio no sólo a sus correligionarios a los que acusó de someterse a las presiones del Partido Nacionalista sino también a los propios nacionalistas a los que recriminaba su deseo de patrimonializar Euzkadi y de favorecer a los suyos en el exilio utilizando las estructuras del Gobierno Vasco y sus medios asistenciales que eran financiados con dinero de la República. Fue nombrado asesor jurídico del Departamento de Trabajo, Previsión y Comunicaciones del Gobierno, en 1936, cargo del que dimitió el 8 de marzo de 1937. Su participación en la guerra queda reflejada en las páginas que siguen.

Desde la pérdida de Cataluña, a finales de 1938, hasta la llegada a Buenos Aires, en abril de 1942, la vida de Amilibia fue una constante odisea: Francia, Argelia, Marruecos, México, Cuba, etc. con paso por campos de concentración, una prisión militar y otra civil. Siguen después años de duro trabajo, como periodista, traductor, autor y asesor literario. Fue redactor de las Agencias informativas «The Associated Press» y «Reuter» y editorialista del diario El Mundo. Todo el tiempo libre lo dedicaba, según sus palabras, a «mantenerse en la brecha, a ajustarse al mandato que le dieron 42.000 electores guipuzcoanos». Sus principales temas en las revistas de izquierdas en las que colabora, giran en torno a la lucha antifranquista, la exposición de los vicios fundamentales de la economía capitalista, la defensa de los vietnamitas en su lucha de liberación nacional, la denuncia del Imperialismo norteamericano, la implacable crítica de los pactos entre Washington y el régimen de Franco, la invitación a la solidaridad con todos los pueblos oprimidos, la condena de la «guerra fría», la carrera armamentística, etc. Publicó cientos de artículos, firmados algunos como Miguel de Amilibia, otros como Juan de Urgull, Joaquín Lasarte, J. Arrasain. Junto a estos cientos de artículos habría que incluir la traducción de unos doscientos libros. Escribió también algunas obras como La guerra civil española, en un tomo; La segunda guerra mundial, en cuatro tomos y, como fascículos, biografías de Juan XXIII, los Kennedy, Franco, etc. También diversas monografías: Las dictaduras europeas, El macartismo, La guerra fría, etc. En 1978 publicó Los batallones de Euskadi, (Txertoa, San Sebastián), sobre su experiencia en la guerra civil.

Amilibia atribuía especial importancia a su libro, publicado en América, Los dos Robinsones, un ensayo sobre el valor de cambio que contiene la esencia de su tesis doctoral que no pudo presentar a causa de la guerra. Libro abstruso, pero que encierra su filosofía, que él mismo resumía así: «Al que se alarma ante mi agnosticismo total, le recuerdo para tranquilizarle, la frase de Teilhard de Chardin: "Quien busca la verdad busca a Dios ". Y a quien duda de mi ortodoxia marxista, le digo que también Marx decía que él no era marxista con un humorismo que más tenía de levedad francesa que de pesadez teutónica».

Con la muerte de Franco y la instauración de la democracia volvió a San Sebastián donde se instaló, tras haber sido amnistiado y recuperar su plaza de letrado en la Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa.

Tras una serie de desgracias personales —su hijo enfermo se suicidó en San Sebastián arrojándose desde el balcón del piso donde residía con sus padres— y caer gravemente enfermo, ingresó en sus últimos momentos en Herri Batasuna siendo nombrado miembro de su Mesa Nacional. Falleció poco después en San Sebastián el 6 de octubre de 1982.