NOTA DEL AUTOR

 

 

Concebido en su origen como base de una lección universitaria, tiene este libro un doble fin: sintetizar lo que se ha escrito acerca del socialismo español en la Dictadura y contrastarlo con las fuentes impresas más relevantes de las propias organizaciones socialistas: la literatura política coetánea, la prensa y publicaciones oficiales del P.S.O.E. y la U.G.T.

En el estudio de esas fuentes ha sido inestimable la colaboración de los profesores Ignacio Olábarri Cortázar y Antonio Pazos Rodríguez, que han elaborado, además, un apéndice documental de evidente importancia. Ante todo recogen en él los principales textos oficiales y oficiosos emanados del Partido y la Unión General entre 1923 y 1930. E incluyen entre ellos una amplia selección de las actas —hoy de hallazgo difícil— de los Congresos ordinarios que celebran ambas asociaciones en 1928.

Vaya por fin mi agradecimiento a quienes por oficio fueron primeros jueces de las ideas aquí expuestas: Miguel Artola, José Manuel Cuenca, Vicente Palacio Atard, Federico Suárez y Mario Hernández Sánchez-Barba.

 

I.      INTRODUCCIÓN

 

1. Socialismo y dictadura en Europa[1]

1.1.  Los regímenes autoritarios de 1922-1939

El estudio de la dinámica política de cada uno de los Estados de Occidente entre las dos guerras mundiales de nuestro siglo descubre un conjunto de rasgos comunes.

Uno de esos rasgos es la radicalización de los grupos contrarrevolucionarios.

En líneas generales, parece tratarse de una respuesta a las revoluciones socialistas y a los movimientos menores del período 1917-1921, que presencia el triunfo del bolchevismo en Rusia, la imposición del socialismo y el fracaso del espartaquismo en Alemania, el ensayo procomunista de Hungría, además de un sinfín de estallidos de alcance diverso en el resto del continente: la guerra civil finlandesa de 1918, los motines del año 17 en el Ejército francés, la propia huelga general española de ese año y la encrucijada social del 19, entre otros acontecimientos.[2]

Puede decirse que el lustro abierto en 1917 —lustro difícil para Europa— germina en tierra fertilizada por las nuevas formas de la organización empresarial capitalista. Porque, de hecho, permiten éstas de inmediato un rápido desenvolvimiento del asociacionismo patronal, en muy distintas manifestaciones, pero en buena medida como forma de refrenar el movimiento de reivindicación social y política.

Sería ingenuo explicar la evolución autoritaria, que esa defensa patronal conlleva, como simple respuesta a la situación económica. El fenómeno es en verdad más complejo. Se da una convergencia de miras de esos elementos de significación económica con sectores de significación nacionalista y grupos de contenido tradicionalista, en la acepción más amplia de este término.

Los nacionalistas se oponen a la supeditación de la solidaridad de nación respecto a la solidaridad de clase, que se entiende defendida en aquellos sucesos revolucionarios y en el ideario socialista.

Por su parte, la concepción socialcristiana, por un lado, y antiparlamentaria, de otro, facilita el acercamiento del tradicionalismo a la defensa del orden social capitalista y a la de la personalidad nacional, tal como intentan los otros dos sectores citados.

Así, la convergencia de esos tres componentes (defensa del sistema económico, nacionalismo, tradicionalismo), junto a problemas peculiares, contribuye a explicar la configuración teórica y práctica de los totalitarismos conservadores típicos del Período Intermedio.

Es el estilo dictatorial que impone Mussolini en Italia (octubre de 1922), Primo de Rivera en España (1923), Gomes da Costa en Portugal y Pilsudsky en Polonia (1926), Venizelos enGrecia (1928), Alejandro I en Yugoslavia (1929).

La imposición se generaliza con el acentuamiento de los trastornos sociales por la crisis del 29: Gombos en Hungría (1931), Hitler en Alemania, Dollfus en Austria y Carlos II en Rumania (1933), Boris III en Bulgaria (1934, tras las discontinuas prácticas autoritarias comenzadas en 1919).

El híbrido populismo hispanoamericano de posguerra, el Estado Novo de Getulio Vargas en Brasil (1937) y el Régimen de Franco en España (a partir del mismo año) son los mejores exponentes epigónicos del estilo en cuestión (que, ciertamente, no ha de ser confundido con el fascismo —una de sus más claras expresiones, sin duda—, sino que ha de ser entendido como respuesta a aquella convergencia de los tres esenciales factores citados antes).

La mayor parte de estos sistemas de gobierno coincide en formas afines de poder (dictadura personal, anulación de la división de poderes, supresión o esterilización del parlamento, partido único).

Pero tienen alcancé y pretensiones diferentes. No en vano ha distinguido entre ellos Burdeau cesarismos empíricos, dictaduras ideológicas y regímenes totalitarios estrictos.

Y, de la misma forma, distintos son sus enfoques del problema social. Si el sindicalismo vertical pasa por ser la modalidad típica de los fascismos y de los regímenes paralelos, lo cierto es que algunas de las dictaduras citadas ofrecen variantes de notorio interés. A la cabeza de ellas está, precisamente, la de Primo de Rivera en España.[3]

La Dictadura peninsular ensaya, en efecto, una fórmula superadora del sindicato único fascista y del pluralismo de los Estados individualistas. Y ello basta para justificar el estudio que empiezan estas páginas: para calibrar lo que hay o no de originalidad y lo que a la hora de la verdad resulta de tal intento.

Trataremos aquí, por tanto, de la política social de 1923-1930 en España.

 

[1] Recogen estas páginas iniciales las ideas ya expresadas sobre el tema en mi Historia del mundo contemporáneo, Zaragoza, Librería General, 1976, pág. 437 ss.

[2] No existe —que yo sepa— una síntesis adecuada acerca de esta fase revolucionaria; aunque, de hecho,- están contenidos los datos fundamentales en la de G. D. H. Colé: Historia del pensamiento socialista, t. V, 2.ª ed., Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1964.

Sí hay varias colecciones de estudios que de hecho también rompen la imagen de una revolución ceñida a Rusia, Alemania y Hungría, al presentar el eco de lo sucedido en estos países. Vid. sobre todo La Révolution d'octobre el le mouvement ouvrier européen, París, Edi, 1967; F. L'Huillier (éd.): L'opinion publique européenne devant la Révolution russe de 1917, París, Ophrys, 1968; Colloque sur l'année 1917, «Revue d’histoire moderne el contemporaine», XV, núm. 1 (1968); Colloque sur l'Europe en novembre 1918, ibidem, XVI, núm. 1 (1969); F. L. Carsten: Revolution in Central Europe 1918-1919, Londres, Temple Smith, 1972.

Para la amplísima bibliografía nacional y regional sobre el tema, he de remitir a mi estudio, en preparación, acerca de Los movimientos revolucionarios europeos de 1917-1921

[3] Remito a dos sugerentes síntesis acerca de los regímenes y tendencias autoritarios del período entre guerras: E. Nolte: El fascismo en su época, Madrid, Península, 1967, y F. L. Carsten: The Rise of Fascism, Berkeley/Los Angeles, University of California Press, 1969, 256 págs.

Aparte de la amplísima bibliografía sobre el fascismo italiano y sobre el nazismo, son pocos los estudios realizados acerca de los autoritarismos orientales y meridionales. Acerca de aquéllos, vid. Peter Sugar, editor: Native Fascism in the Successor States, 1918-45, Santa Bárbara, ABC-Clío, 1971, 166 págs., referidas a tal cuestión en los Estados participantes en la descomposición del Imperio Austrohúngaro.

Entre las dictaduras meridionales, figura entre las más olvidadas la española. Como revisión más reciente, vid: la de Shlomo Ben-Ami: The Dictatorship of Primo de Rivera: A Pólitical Reassessment, «Journal of Contemporary History», XII, núm. í (1977), 65-84.12

 

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