Introducción

Tras el final de la Segunda Guerra Carlista y la abolición foral se produjo un proceso industrializador sin precedentes que se centró en torno al desarrollo de la minería y la creación de una potente industria sidero-metalúrgica y naval en torno a Bilbao y la Margen Izquierda del Nervión, lo que trajo consigo una fuerte oleada migratoria. En pocos años la situación social, política y económica sufrió unos cambios brutales que influyeron en la creación de dos movimientos políticos que en poco tiempo cobrarían gran fuerza en el país, el nacionalismo y el socialismo.

 

El PSOE y la cuestión nacional vasca

Una de las consecuencias de la industrialización y de la emigración fue la creación de un fuerte movimiento obrero, sobretodo en Vizcaya, y en menor medida en Guipúzcoa, articulado en torno al PSOE, que tuvo especial fuerza entre los obreros de origen emigrante. Hasta 1910 el partido estuvo liderado por Facundo Perezagua, partidario la lucha a través de las huelgas, tras esa fecha surgió la figura de Indalecio Prieto, más moderado y partidario de colaborar con los republicanos.

En lo que respecta a la cuestión nacional vasca el PSOE desde un primer momento se mostró reacio a cualquier reconocimiento de la especificidad vasca por diferentes motivos como el origen inmigrante de la mayoría de sus afiliados y el carácter reaccionario y clerical del naciente PNV. El socialismo vasco tuvo poco bagaje intelectual y fue influenciado entre otros por Miguel de Unamuno, Tomas Meabe, y Felipe Carretero, los tres eran autóctonos, y conocían perfectamente la cultura vasca, pero creían que esta debía desaparecer en nombre del progreso. Esta actitud es similar a la que había mantenido el republicanismo bilbaino. Desde principios de siglo en el socialismo europeo hay un interesante debate sobre la política socialista hacia las nacionalidades protagonizado por Kautsky, Otto Bauer, Rosa Luxemburg Lenin y Stalin. Hay diferentes posturas, pero se fue avanzando hacia el reconocimiento del hecho nacional y algunos autores plantearon el reconocimiento del derecho de autodeterminación. Mientras tanto los socialistas vascos estaban inspirados por el socialismo francés y Guesde, que oponía el concepto internacional al nacional y creía que el problema nacional no existía. Su posición fue cercana a la de los laboristas ingleses en Escocia o Gales, primando la lucha social y menospreciando la nacional. Esta posición la dejaba muy clara La lucha de Clases, la voz del socialismo vasco “Para los socialistas en el caso vasco no existen razones, ni históricas, ni de ningún otro tipo que puedan aconsejar la secesión de la región de la nacionalidad española; no pudiéndose tampoco, a su juicio, hablar de explotación o imperialismo en base a diferencias regionales o lingüísticas. Las provincias vascongadas son españolas desde siempre e incluso dentro de la comunidad nacional gozaron de situación privilegiada. Ni el idioma vasco, en regresión manifiesta, ni su folklore, condenado a la uniformidad, ofrecen un asidero para pretender un hecho diferencial con vocación política. No tiene ningún fundamento pues el separatismo bizkaitarra, que no se puede tenerse por tal el orgullo de la riqueza del país, el afán de notoriedad de cuatro tipos y la locura de cuatro necios.”[1] Las posiciones con respecto al euskera llegaron más allá “Para el reforzamiento de los lazos entre el País Vasco y España, el Euskara debe obligatoriamente desaparecer; para los socialistas españoles la lengua vasca no tiene lugar en la sociedad moderna”[2]

El PSOE acepta que como el PNV es reaccionario el nacionalismo en vasco en sí lo es, por lo que debe ser combatido. Contra el nacionalismo vasco predica un internacionalismo proletario, pero en muchas ocasiones sus proclamas podrían ser clasificadas como nacionalistas españolas. Es cierto que en otras ocasiones criticaron el “patroterismo” español, pero su intención nunca fue atacar a España o a la cultura española, más bien, inspirados por la Generación del 98, querían regenerar España.

El cambio de hegemonía en el socialismo vasco no supuso un cambio considerable en su posición hacia el nacionalismo y la cuestión vasca. Sin embargo, Prieto, que era especialmente crítico con el nacionalismo, adopto una posición más pragmática planteando la posibilidad de un estatuto, y hablando del origen liberal de los fueros.

Tras la Primera Guerra Mundial se generalizaron en el movimientos socialista internacional las posiciones tendentes a asumir el problema de las nacionalidades, incluso en el PSOE en 1918 en su XI Congreso se llego a reconocer, al menos teóricamente, la existencia de diversas nacionalidades en el Estado Español y se pronuncio a favor de una “Confederación Republicana de las Nacionalidades Ibéricas”. A pesar de esto, en esas mismas fechas el socialismo vizcaíno influido por sus necesidades electorales se aliaba a la derecha monárquica en contra del PNV.

 

Las particularidades del socialismo eibarrés

A pesar de la cercanía geográfica y temporal con el proceso industrializador vizcaíno, el proceso guipuzcoano tiene notables diferencias, predominando la pequeña y mediana industria, con una mayor diversificación sectorial, y produciéndose una menor presencia de inmigración, lo que sin duda tuvo su influencia en la clase obrera. Un ejemplo de esto es Eibar donde el socialismo tuvo unos caracteres propios que lo diferenciaron del socialismo vizcaíno, como su moderantismo y su mayor sensibilidad hacia la cuestión nacional vasca.

Dirigentes socialistas locales fueron pioneros al acercarse a la cuestión vasca desde una perspectiva socialista, estos además hablaban en euskera tanto en su vida normal como en los mítines. Entre estos destacaban el médico oñatiarra José Madinabeitia que defendió la existencia de la nación vasca y planteaba la creación de una Federación de Nacionalidades Ibéricas, si bien luego matizaba que los vascos tenían la cultura hispana y dependían del resto de la península. Otro dirigente eibarres Toribio Echeverria escribió en 1918 La Liga de naciones y el Problema vasco,[3] inspirado por la nueva situación internacional tras el fin de la Primera Guerra Mundial y por la necesidad de teorizar sobre el tema, defendía también la Confederación Ibérica y afirmaba la existencia del pueblo vasco determinado por “caracteres diferenciales profundos, de una realidad innegable, como son la lengua, su origen, su tradición foral y sus costumbres” .También afirmaba que “la reintegración foral no puede significar necesariamente la vigencia de la antigua legislación, sino el restablecimiento o restitución a favor de este País de aquellas facultades legislativas, ejecutiva, judicial y administrativa que gozó hasta la abolición de los fueros. Lo que significa su plena soberanía política. (...) Si llega la ocasión, y debemos desear que llegue, debemos dar nuestro voto porque se resuelva el problema vasco a base de una amplia autonomía”. Si bien estaba a favor de la autodeterminación era contrario a una salida independentista que creía que era opuesta “al sentido en que marcha el mundo”, y contraria a los lazos históricos que se habían forjado entre el País Vaco y España.

La postura de los socialistas eibarreses era seguida por otros socialistas guipuzcoanos, un ejemplo es el comunicado firmado por las Federaciones Obreras de Guipúzcoa en 1918, en el contexto de la campaña pro-estatuto, promoviendo un Estado vasco dentro de un Estado Federal Ibérico. Las afirmaciones de los socialistas eibarreses encontraron contestación en más de una ocasión por parte de camaradas vizcaínos como Carretero.


 

La cuestión vasca durante la Segunda República


La situación política vasca sufrió algunos cambios en las postrimerías de la Republica, sobretodo dentro del nacionalismo, destacando la fundación de Acción Nacionalista Vasca, que desde el principio optó por un nacionalismo más moderno y progresista que el del PNV. Sus principios fundacionales eran la confesionalidad, y que Euskadi pueda disponer libremente de su destinos. En un principio su ideología la podemos caracterizar como liberal y de centro-izquierda, pero con el tiempo ira girando más a la izquierda, lo que provocará la salida del partido de algunos de sus fundadores. En 1936 el partido se define como socialista y partidario de acabar con la explotación del hombre por el hombre, llegando a plantear la intervención del Estado en la economía, nacionalizando los sectores económicos básicos (gran industria, suelo, fuentes de energía, medios de comunicación, transporte, seguros, banca, etc.), y eliminando los impuestos indirectos. Por el contrario no se define como marxista ni revolucionario y defiende la continuidad de la pequeña empresa, siempre que no explote al trabajador. Fue un partido pequeño y con poca influencia a nivel electoral, pero demostró el nacionalismo vasco no tenia que ser obligatoriamente clerical y reaccionario.

ANV no fue el único sector que se escindió del PNV durante la Segunda República, los sectores más independentistas descontentos con el giro autonomista del partido se articularon en torno a la revista Jagi-Jagi que apareció en 1932 y estaba dirigida por Eli Gallastegi. En principio se organizo como corriente interna dentro del partido, pero en 1934 la mayoría de sus integrantes abandonaron el partido. Se consideraban sabinianos, sin embargo se fueron alejando de alguno de los principios del fundador y entre otras cosas aceptaron a los trabajadores inmigrantes que defendiesen la liberación nacional. Enmarcaron al nacionalismo dentro del antiimperialismo y el internacionalismo, apoyando a distintos pueblos en lucha. En cuanto a la cuestión social criticaban a la patronal vasca, y se llegaron a denominar anticapitalistas, pero no llegaron a plantear alternativas al sistema como el socialismo.

La cuestión vasca en la Segunda República giro sobretodo en la cuestión de la consecución de un Estatuto de Autonomía. La primera iniciativa pro-estatuto vino de la mano del movimiento de alcaldes del PNV y fue apoyado por los carlistas, pero rechazado de pleno por los partidos de izquierda, y por las Cortes. Una vez fracasado este intento las izquierdas realizaron otro, el llamado Estatuto de las Gestoras, al que no se opuso el PNV, a pesar de no participar en su elaboración. Sin embargo la aprobación de este también tuvo problemas, en otras cosas por la salida de Navarra del proyecto en una confusa asamblea de ayuntamientos, en la que parte de los representantes socialistas se opuso a este proyecto. El Estatuto será aprobado en las restantes tres provincias en 1933, pero debido a las presiones tradicionalistas y a la actitud del gobierno central no llego a entrar en vigor hasta la Guerra Civil.

La actitud del PSOE ante la cuestión vasca durante la Republica modifica en cierta parte sus posiciones anteriores, llegando a cierto reconocimiento de la cuestión vasca y de la necesidad de un Estatuto. Prieto actúo como estratega intentando quitar el monopolio estatutista al PNV, pero el poco entusiasmo mostrado por su partido durante el proceso hizo fracasar sus aspiraciones.

 

El PCE y la cuestión vasca

Con la llegada del comunismo llego también la visión leninista del derecho de autodeterminación y esto hizo que los comunistas vascos se vieran obligados a replantearse la posición que habían tenido sus antecesores socialistas sobre la cuestión vasca.
Los primeros indicios de este cambio de postura los encontramos en 1921 en un panfleto electoral elaborada por los comunistas de las Encartaciones, en la que se evocaba la lucha conjunta de nacionalistas y comunistas contra el zarismo. En los dos primeros años de la República bajo la dirección de Bullejos, el problema de las nacionalidades esta en un segundo plano, y no se va más allá de generalizaciones sobre el derecho de autodeterminación.
La actitud del PCE ante la cuestión nacional comenzó a cambiar tras la carta de Dimitry Manuilsky, secretario del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista en la que advertía al partido “la situación presente, en la cual la lucha nacional de Cataluña, Vasconia y Galicia se ha convertido en uno de los factores más importantes del desarrollo de la revolución democrática española, crea el deber al Partido de operar un viraje serio en su política nacional (...) El Partido debe propagar por todo el país el derecho de Cataluña, Vasconia y Galicia a disponer de ellas mismas hasta la separación”.[4]

En marzo de 1932 la Federación Vasco-Navarra del PCE realizaba su primer congreso, en este entre otros temas se trato el incorrecto tratamiento del problema nacional, y se plantea un acercamiento hacia las bases nacionalistas para atraerlas a su organización. En estas mismas fechas el comunista guipuzcoano Luís Zapirain escribía en la revista Bolchevismo el artículo Del movimiento nacionalista vasco, en el que se analiza la cuestión vasca desde la perspectiva marxista, analiza la fuerza del movimiento nacionalista, especialmente de SOV, la fuerza de este sindicato demostraría el gran componente obrero existente entre las masas nacionalistas. Plantea que ningún pueblo que oprima a otro puede ser libre y en cuanto a la posición de los comunistas con respecto al nacionalismo cree que este “a pesar del carácter reaccionario de sus elementos directores, debilita y disgrega el poder del imperialismo español, ayudando de esta forma la labor revolucionaria de los obreros y campesinos españoles, y si éstos han de conquistar a su causa a los obreros y campesinos vascos, no ha de ser oponiéndose a las aspiraciones de su sentimiento racial. Las capas burguesas y semi-feudales que dirigen el movimiento nacionalista vasco y le imprimen el carácter reaccionario, por su ligazón con el imperialismo español, no pueden ser consecuentes con dicho movimiento y han de quedar desenmascaradas cuando éste se agudice por la presión de las masas”.[5]

En 1933 se fundaba en Donostia el periódico comunista Euskadi Roja, en este el problema nacional tuvo bastante importancia, se publicaron textos de Stalin y Dimitrov sobre el tema y se busco la aplicación de los principios leninistas a la cuestión vasca, como en la serie de artículos firmados por el seudónimo “Jeiki” y titulados El problema nacional vasco a través de la teoría comunista. En estos critica también el planteamiento interclasista de la nación defendido por el nacionalismo, y diferencia entre la Euskadi de los capitalistas y la de los trabajadores. Critica la estrechez nacional y plantea “subordinar el interés particular (libertad de separación), al interés general (libertad de unión)”.[6] Esto será una de las constantes en los textos comunistas vascos posteriores, que a pesar de reconocer el derecho de autodeterminación, incluso hasta la separación, son partidarios de Unión de Republicas Socialista Ibéricas, siguiendo el ejemplo de la URSS, por eso se ve al derecho de autodeterminación más que como un instrumento de división como un instrumento de unión voluntaria de los pueblos. Años después una editorial de Euskadi Roja dejara claro que “Como marxistas, no somos nacionalistas ni separatistas”[7] Para los comunistas la defensa del derecho de autodeterminación sería un deber democrático que todos los revolucionarios deben lleva a cabo.

Ante el estatuto vasco el PCE, igual que lo había hecho en Cataluña propuso la abstención y denuncio este como el Estatuto de la contrarrevolución, surgido de un pacto entre los dirigentes del nacionalismo vasco y el imperialismo español, que dejaba en manos del poder central los resortes de dominación. El papel del PCE era denunciar ante las masas nacionalistas la claudicación de sus dirigentes, y construir un “frente de hierro” que vincule a los obreros vascos y el proletariado español en contra de la burguesía vasca y el imperialismo hispano. A su vez se criticaba a los socialistas y anarquistas por su ceguera ante la cuestión nacional. En 1934 se plantea la transformación de la Federación Vasco-Navarra del PCE en el Partido Comunista de Euskadi, se trataría de seguir el ejemplo catalán y profundizar en la cuestión nacional, esta posición era compartida por la dirección del partido. Este cambio se produciría en 1935, pero a pesar del cambio de nomenclatura no parece que hay grandes cambios en su relación con el PCE.

En el manifiesto fundacional de Partido Comunista de Euskadi “reconoce plenamente la existencia de la nacionalidad vasca, expresada en la comunidad de idioma, territorio, homogeneidad étnica, cultura y, sobre todo en la voluntad decidida de la mayoría del país, que lucha por sus derechos nacionales frente al imperialismo español que lo sojuzga en combinación con la burguesía vasca y los grandes propietarios de Euskadi.” [8]

La posición comunista sobre el Estatuto variara, y a pesar de reconocer sus insuficiencias, lo verá como un avance en la consecución de los derechos democráticos de Euskadi y un motivo de enfrentamiento con los sectores españoles más derechistas. En cuanto al Concierto Económico pasará algo similar, pasando de ser criticado por ser un instrumento de la burguesía a ser considerado un derecho histórico que había que defender.

Tras la fundación del Partido intentaron su difusión, sobretodo entre las masas nacionalistas acercándose a la cuestión agraria, intentando hacerles comprender que ellos no eran contrarios a la Iglesia, sino que defendían la libertad de culto e intentando promocionar el euskara tanto en sus publicaciones como en sus mítines, destacando los de Jesús Larrañaga, comunista euskaldun de origen nacionalista. También intentaron infiltrarse en STV, aunque parece que tuvieron poco éxito. Llegaron a plantear la creación de un Bloque Popular con los grupos de izquierdas y los sectores más izquierdistas del nacionalismo, pero esto fracaso por “la imposibilidad de coordinar las divergencias entre la oposición centralista de los republicanos y la justa pretensión de los de ANV y los Mendigoitzales de que fuera aceptada como cuestión previa al reconocimiento del derecho de autodeterminación de Euskadi” [9]

Tras el alzamiento franquista y la constitución el gobierno vasco Juan Astigarribia fue elegido consejero de transportes. Una vez acabada la guerra Astigarrabia será expulsado del partido acusado de seguidísimo al gobierno de Aguirre y al nacionalismo.


Por su parte mientras el PCE hacia llamamientos a la unidad del pueblo español contra el fascismo, los comunistas vascos los hacían sobretodo al pueblo vasco, tanto en sus mítines como en su prensa. Es de destacar el articulo publicado en el semanario Erri titulado Euzkadi, la nación de los vascos,[10] en el que se afirma que la nación vasca está formada por los seis territorios históricos vascos, incluyendo a las provincias de Iparralde, y las dos Navarras como una sola provincia. Esto sin duda alguna es un acercamiento teórico a la territorialidad vasca, cosa que solo habían hecho hasta entonces los nacionalistas.

 

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[1] La Lucha de Clases 258, 16-9-1899.


[2] La lucha de Clases, Bilbao, 1911, extraído de TORREALDAY, Joan Mari, El libro negro del Euskera, San Sebastián, Ttarttalo, 1998, p.5

[3] Este folleto aparece como anexo en RIVERA BLANCO, Antonio, Señas de identidad. Izquierda obrera y nación en el País Vasco, 1880-1923, Madrid, Biblioteca Nueva, 2003.

[4] Extraído de COMIN COLOMER, Eduardo, Historia del Partido Comunista de España, t.I p.298

[5] ZAPIRAIN, Luís, Del Movimiento nacionalista vasco, Bolchevismo no3, 30-7-193


[6] JEIKI, El problema nacional vasco a través de la teoría comunista I-IV, Euskadi Roja, 5 a 15, 22-4-1933 a 1-7- 1933.


 

[7] Euskadi Roja 14-12-35

[8] http/textossocialistas.iespana.es/ActafundacionalEuskadiEuskadikoPartiduKomunista.1935.pdf

[9] Archivo Salamanca leg.215 BI Extraído de ELORZA, Antonio, Movimiento Obrero y cuestión nacional en Euskadi en ABERASTURI, J.C. Estudios de historia contemporánea del País Vasco, Haramburu, San Sebastián, 1982 p.195


[10] ERRI no6, 20-21937

 

 

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