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Jacinto Ochoa, navarro, republicano, comunista, resistente... y preso político en las cárceles franquistas con una prisión tan larga que fue la más larga de un preso vasco bajo ese régimen. Y sin embargo por largo que fuese siempre superada por la voluntad de resistencia y de combate de un Jacinto que entró en ella por luchar y salió de ella para luchar.

A la espera de que el libro pueda llegar a vuestras manos os adelantamos este pequeño prólogo que desde Ahaztuak 1936-1977 hemos incorporado a este nuevo libro escrito por Jose Luis Díaz Monreal, compañero nuestro e infatigable recopilador de personas y hechos de nuestra Memoria democrática y Antifascista.

 

UNA VOLUNTAD MÁS LARGA QUE LA CÁRCEL

Este libro que tienes en tus manos habla como ves de un hombre. Un hombre y un nombre: Jacinto Ochoa Marticorena. Navarro natural de Uxue y persona incardinada en el momento histórico que le tocó vivir marcado por los estertores de la monarquía del rey Alfonso XII, la esperanzadora llegada de la II República, la heroica insurrección obrera de Octubre de 1934, el golpe fascista del 18 de Julio de 1936, la resistencia antifascista... En ese recorrido vital Jacinto pocas dudas tuvo sobre su identidad de clase e ideológica: siendo como era de familia humilde y trabajadora, su opción no podía ser sino la de compartir los trabajos y esperanzas de los de su clase y eso lo hizo desde una tempranamente asumida opción comunista a la que seguiría fiel hasta sus últimos días.

El libro lo hemos titulado -ya lo ves- “Jacinto Ochoa. La prisión más larga” y ello se debe a que ese compromiso de lucha le haría ser merecedor a Jacinto tras el triunfo del golpe de estado fascista del título de ser el preso político vasco que más tiempo estuvo encarcelado bajo el régimen franquista, algo a lo que sólo le haría sombra muchos años después el vizcaíno José Mari Sagardui Gatza, con 31 años de prisión bajo un régimen que se denomina democrático y que sin embargo cuida y actualiza con esmero tantos aspectos del régimen franquista, de lo que es testigo la pervivencia aún hoy día de tanta simbología glorificadora del franquismo -y no sólo en piedra, sino también en Leyes que parecen ser aún más pétreas- mientras duele la ausencia e incluso la retirada de placas y símbolos que rememoran y honran la decencia y la valentía de quienes se enfrentaron a él con palabras y hechos.

Pero en la vida de Jacinto no fue la prisión el elemento más largo, sino la voluntad y la coherencia que se entremezcla con ella, eso que comienza en un sentimiento o en un pensamiento y se transforma en acción vital del tipo que sea pero acompasada a él. Esa voluntad fue la que hizo a Jacinto atravesar cárcel, desánimos, espacios de libertad y miedo a perderla, muro y rejas... y el asistir sin cambiar de ideología al cambio pero de chaqueta de tantos a la muerte del dictador.

En estos día del mes de Mayo de 2013 en el que publicamos este libro se cumplen 75 años de la fuga de varios centenares de presos políticos del Fuerte-Prisión de San Cristóbal, en el monte Ezkaba cercano a Pamplona, una fuerte militar que se había levantado como bastión de la capital navarra entre 1878 y 1910, que en 1934 recibió a miles de asturianos y eibarreses tras la Revolución de Octubre, que después del golpe de estado fascista albergó en su lóbrego recinto a casi 2.500 prisioneros políticos republicanos de todo el estado y de donde en la noche del 22 de Mayo de 1938 se fugaron varios cientos, Jacinto entre ellos, una fuga que repetiría -voluntad de hierro- unos años más tarde y que le llevaría a la libertad por un tiempo en que se incorpora a la militancia clandestina para reconstruir “el partido”, siendo detenido junto a otros camaradas por ello y posteriormente encarcelado nuevamente encarcelado en San Cristóbal donde protagonizaría su segunda fuga de este penal junto con Felipe Celay, otro compañero preso el 6 de Septiembre de 1944. Los dos llegarían a pasar al Estado francés donde estarían unas semanas, las justas para incorporarse a la guerrilla antifranquista y entrar desde territorio del norte navarro con intención de enfrentar de forma armada al régimen, siendo detenido dos meses después y encarcelado ahora ya si de forma definitiva hasta el su salida del presidio de Burgos en 1963, indultado por Franco tras la muerte del papa Juan XXIII, tras haber pasado un total de 27 años de cárcel. Sobra decir que Jacinto, a su salida, junto con su libertad recuperaría nuevamente su militancia activa en el PCE, algo que mantendría hasta su muerte.

 

Un compromiso con la militancia que se mantiene pese a los 26 años en prisión

Otra anécdota que ilustra el grado del compromiso militante de Jacinto Ochoa que aparece en el libro de José Luis Díaz es cómo actuó nada más salir de la cárcel de Burgos tras permanecer en prisión 26 años y diez meses. Durante su estancia en la prisión castellana comenzó a relacionarse con Josefina, una joven que atendía a los presos. Pese a que nunca hablaron de noviazgo ni de nada similar, entre ambos cuajó una relación especial. Tras dejar la cárcel, Jacinto fue a comer a casa de los padres de Josefina, pero en vez de viajar a Iruñea se fue a Madrid a cumplir un encargo del Partido Comunista, del que ni el autor del libro ni su sobrino tienen más datos. Tras cumplir con sus responsabilidades, regresó a Iruñea y después contactó con Josefina para iniciar oficialmente su relación. Con ella se casó y vivió en la capital navarra hasta que falleció en octubre de 1999. M.D.

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Desde la 1ª detención hasta la libertad definitiva
Recogiendo datos de diversas páginas, he conseguido trazar la peripecia carcelaria y política de Jacinto Ochoa desde su 1ª detención hasta su salida definitiva de la cárcel

Jacinto Ochoa nace en Ujué (Navarra) el 10 de enero de 1917

1ª detención: 19 de julio de 1936, en Pamplona (19 años). Pertenecía a las recién fundadas Juventudes Socialistas Unificadas (juventudes del PC y del PSOE). Lo llevan al penal de San Cristóbal.

1ª fuga: tomó parte en la fuga masiva de San Cristóbal el 22 de mayo de 1938. Tenía 21 años.

2ª detención: capturado a los dos días, el 24 de mayo de 1938, en Sorauren.

1ª Puesta en libertad: salió en libertad atenuada en septiembre de 1940 (23 años). El arzobispo de Pamplona, Marcelino Olaechea, intercedió por él.

3ª detención: enero de 1942 (25 años). 16 meses después vuelve a caer en Pamplona. Lo llevan a Madrid en mayo de 1942; pasa por las cárceles de Yeserías y Porlier, y es condenado por delito de espionaje y contra la seguridad del Estado en febrero de 1943. Jacinto solicita el traslado al llamado entonces Sanatorio Penitenciario de San Cristóbal, para cumplir la pena en trabajos auxiliares, adonde llega en julio de 1943 (26 años).

 

2ª fuga: La evasión se produce el 6 de septiembre de 1944 (27 años). Consigue –acompañado de un amigo- llegar a Francia y ponerse en contacto con el PC.

Un mes después, en octubre de 1944, desde Toulouse se prepara la invasión del valle de Arán. Regresan a España con la invasión del maquis. El grueso de ellos por el valle de Arán, Jacinto y otros por el Pirineo navarro.

4 de noviembre  de 1944 (27 años). Jacinto, después de vagar durante quince días,, exhausto, por los montes cercanos a la frontera de Francia con Navarra,  fue detenido el 4 de noviembre cerca de Yanci (Igantzi) y conducido a la prisión donostiarra de Ondarreta.

Tras Ondarreta, pasó por las cárceles de Carabanchel, Puerto de Santa María y Burgos, desde donde salió en libertad definitivamente el 4 de noviembre de 1964 (47 años).

En total 26 años y 10 meses. Fue el preso político que cumplió la más larga condena durante la Dictadura.

Murió en Pamplona el 9 de octubre de 1999 (82 años).