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Luis Lavín Lavín nació en Bilbao el 10 de marzo de 1925. Hijo de un conocido militante comunista, su madre era amiga de Dolores Ibárruri, 'La Pasionaria'.

La contienda española iba a cambiar su vida para siempre. La noche en que vinieron a buscarle para embarcar hacia la URSS fue tres días antes de que cayera Bilbao. Los metieron en un coche y los llevaron hacia el puerto. A partir de entonces no volvieron a recibir noticias de su familia hasta el año 1957. Tras hacer escala en Francia y capear una tormenta, el buque repleto de exiliados desembarca en Leningrado. Un rápido traslado a Crimea permite a los pequeños disfrutar de la infancia que la guerra les ha hurtado.

En octubre, los niños son enviados a Moscú para iniciar sus estudios. Los próximos tres años los pasan entre lecciones y entrenamientos militares. Entretanto, la República se desmorona y las posibilidades de retorno a Euskadi se esfuman.

La Segunda Guerra Mundial acecha a la vuelta de la esquina. Unos 40 'niños' vascos -algunos tienen ya 20 años- se presentan como voluntarios para ingresar en el Ejército del Aire. Los soviéticos no admiten pilotos españoles, ni siquiera a los que acaban de luchar en los cielos peninsulares. Es entonces cuando el destino sonríe por primera vez a Lavín. Por mediación de Antonio Uribe, hermano de un ex ministro de la República, la academia de pilotos de Kiev acepta a los jóvenes vascos. Lavín falsifica sus documentos y añade dos años de un plumazo a su edad. El 22 de abril de 1941, con sólo 16 años, el piloto bilbaíno comienza su preparación. Sólo terminaron el curso ocho compañeros: Aguirregoicoa, el propio Uribe, Prieto, Cianca, Lekumberri, Suárez, Larrañaga y Lavín. Los ocho vascos cumplen así su sueño de volar.

Destinado en la localidad ucraniana de Vorónezh, la desbandada del Ejército Rojo en los primeros días de ofensiva germana lleva la línea del frente hasta donde se encuentran los vascos. Curiosamente, el primer combate de Lavín no va a ser aéreo, sino cuerpo a cuerpo. El piloto bilbaíno y Aguirregoicoa participan en una emboscada contra una columna de blindados germanos. Lavín no volvería a disparar un fusil; el resto de la guerra lo pasó cumpliendo peligrosas misiones aéreas.

En varias ocasiones le ametrallaron, pero nunca lograron derribarlo. Sin embargo, la muerte le sobrevoló por dos veces, en sendos aterrizajes espantosos. En uno de ellos casi se abrasó, le cayó parte del combustible en el rostro y el cuerpo. En 1945, al término de la Segunda Guerra Mundial, el piloto del Ejército Rojo recibió varias condecoraciones por sus heroicas acciones en el transcurso de la contienda.

Regresó a España en 1993. En la actualidad acude cada semana a las dependencias de Cáritas en Nules (Castellón) para recibir comida.

En realidad, el as de los combates aéreos y el hombre que ahora busca muebles y ropa entre la basura son la misma persona: Luis Lavín Lavín, 80 años, el único superviviente de los ocho vascos que combatieron en la aviación soviética.