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               “Querido compadre, seguramente también allí han oído hablar de bolcheviques, de mencheviques, de social-revolucionarios. Bueno, compadre, le explicaré que son los bolcheviques. Los bolcheviques, compadre, somos nosotros, el proletariado más explotado, simplemente nosotros, los obreros y los campesinos más pobres. Éste es su programa: todo el poder hay que dárselo a los diputados obreros, campesinos y soldados; mandar a todos los burgueses al servicio militar; todas las fábricas y las tierras al pueblo. Así es que nosotros, nuestro pelotón, estamos por este programa”.

                (Carta de un soldado ruso a su familia campesina escrita a final de verano de 1917)

  

“El terror rojo nació del terror blanco. Los proletarios y los campesinos, poco inclinados a servirse de la espada, por su idealismo generoso y su inexperiencia del poder, aprendieron en la escuela del antiguo régimen y del capitalismo. Tiene algo de desconcertante la indulgencia de los vencedores para con los vencidos después de la caída de la autocracia, así como después de la insurrección de octubre. El líder ultrarreaccionario Purichkevich recobra tranquilamente la libertad después del octubre rojo. El atamán cosaco Krasnov, al que se ha cogido con las armas en la mano, recobra la libertad bajo palabra. Lo único que se hace con los junkers moscovistas, autores de la degollina de los obreros del arsenal del Kremlin, es desarmarlos… ¡Sólo al cabo de diez meses de luchas cada vez más encarnizadas, de complots, de sabotajes, de hambre, de atentados, de intervención extranjera, del terror blanco en Helsingfors, en Samara, en Bakú, en Ucrania, del atentado contra Lenin, se decide la revolución a descargar su hacha! ¡Y esto en un país en el que la autocracia había formado a las masas en la escuela de las persecuciones, de los latigazos, de la horca y de los fusilamientos en masa!”. 

(Victor Serge: “El año I de la revolución rusa”)

            

   “Durante la guerra civil menos de un tercio de la dieta de las ciudades provenía de las raciones proporcionadas por el estado; el resto de debía obtener de los llamados “hombres del saco”, que viajaban desde las aldeas para vender sus productos en las esquinas de las calles, desafiando a la Cheka. El mercado negro era una parte consustancial de la economía del período de guerra, y los obreros estaban decididos a suplir la insuficiencia de sus raciones mediante la venta ilegal de artículos hechos a mano o incluso robados. Los salarios monetarios perdieron prácticamente todo su valor: en 1921 la moneda se devaluó hasta un 0,006 por 100 del valor que tenía antes de la guerra. El objetivo de todos era la simple supervivencia física. La producción industrial registrada por las estadísticas oficiales bajó bruscamente: en 1921 el nivel productivo de la industria pesada se redujo a una quinta parte del registrado en 1913. Las fábricas de armamentos clave y las textiles eran las principales empresas que seguían funcionando. Sin embargo, el ejército rojo atacaba a los blancos principalmente con viejos suministros militares, y la disciplina laboral, pese a la introducción de una legislación cada vez más severa, era floja”.

 (Robert Service: “Historia de Rusia en el siglo XX”)

  

1.- PRESENTACION:

 

1  ¿Por qué resucitar ahora el debate sobre las causas del hundimiento de la URSS, del “socialismo realmente inexistente”, cuando la humanidad se enfrenta a una crisis “nueva”, una crisis que si bien recoge y multiplica las contradicciones fundamentales del capitalismo, sin embargo es “nueva” porque se le han añadido problemas estructurales que antes no tenían las gravedad actual, como el desastre medioambiental, el agotamiento de los recursos, el empeoramiento de la salud, et.? La respuesta es muy simple, porque la impresionante experiencia desarrollada por y gracias a la revolución bolchevique, y a toda la oleada revolucionaria mundial que le siguió, sacó a la luz muchos de los problemas actuales y, sobre todo y decisivo, el método científico-crítico, la praxis revolucionaria en cuanto tal, necesaria para lograr ahora que la humanidad escoja el camino que va al comunismo en vez del que nos hundirá en el caos generalizado.

  1. En la charla-debate que tuvimos aquí mismo hace un mes sobre qué socialismo necesitamos para Euskal Herria, para garantizar nuestra independencia nacional como pueblo trabajador en un contexto imperialista quebrado por una serie de crisis y problemas que van agravándose, en aquella discusión topamos una y otra vez con la URSS y con todo lo que significó en su momento y lo que puede aportar en el presente. Ahora vamos a desarrollar exclusivamente aquellas cuestiones relacionadas con la URSS que tienen una actualidad práctica, que pueden servir como lecciones para nosotros y nosotras, pero en su contenido dialéctico y crítico, que no en forma de copia y calco dogmático.
  2. Durante los más de setenta años que duró la URSS se acumularon múltiples experiencias que no podemos exponer aquí en su totalidad, así que vamos a resumir aquellas que consideramos más importantes, las que más pueden aportar a la solución de los problemas que ahora aquejan a la humanidad. La valía del método dialéctico se demuestra en su capacidad para descubrir lo que sigue teniendo de positiva la experiencia de la URSS en sus dos formas de expresión: lo positivo por cuanto se desprende de sus aciertos y avances innegables, y lo positivo por cuanto se desprende de una lectura crítica de sus errores y deficiencias y, al final, de su fracaso. Aunque son dos formas diferentes, nos conducen en realidad a lo mismo: mejorar nuestra práctica mediante la crítica constructiva de los aciertos y errores de otras luchas revolucionarias. Con respecto a la URSS, debemos aprender las muy presentes aportaciones del bolchevismo, sabiendo aplicarlas en el capitalismo de comienzos del siglo XXI, a la vez que evitamos, por fin, no repetir los nefastos dogmas de la casta burocrática posterior.
  3. La URSS implosionó desde dentro, se hundieron sus pilares materiales y simbólicos porque estaban carcomidos por la degeneración burocráticas, aunque en la fase final de su existencia, las cada vez mayores presiones y ataques imperialistas multiplicaron su debilidad, su desplome fue debido a la interacción sistémica de una serie de crisis irresolubles desde que el poder soviético, los bolcheviques y los campesinos pobres que los apoyaban se debilitaron, perdieron poder y al final fueron aplastados por la victoria de la casta burocrática. Muy sintéticamente, fueron cinco grandes crisis internas las que al confluir en una sola desde mediados de los ’70 llevaron a la situación insostenible de los ’80, a la desesperada alternativa de la perestroika y a la implosión de comienzos de los ’90 propiciada por el grueso de la casta que dirigía al partido “comunista”, al Estado y al resto de instituciones.
  4. Los cinco grandes bloques de problemas fueron estos: Uno, querer construir el socialismo con el recurso de instrumentos capitalistas sin tener en cuenta las advertencias negativas que al respecto ya planteaba la teoría marxista hasta entonces elaborada. Dos, querer controlar los peligros mortales por necesidad inherentes al recurso del capitalismo sin a la vez desarrollar la plena y total democracia socialista, sino sólo el poder de la casta que acaparaba más y más privilegios. Tres, rechazar la teoría bolchevique sobre las naciones oprimidas y recuperar el nacionalismo gran-ruso como cemento ideológico de la casta burocrática, a la vez que se recomponían lentamente otras fuerzas subjetivas conservadoras como el poder patriarcal, la sexualidad machista, el alcoholismo masivo y más tarde la religión, en medio de un marco de censura cultural y artística. Cuatro, llevar una política internacional que supeditaba las luchas y revoluciones en el mundo a los intereses de la URSS, reduciendo el internacionalismo bolchevique a mera goma maleable según las coyunturas y necesidades de la casta burocrática; y quinto, destrozar el marxismo en su misma esencia, la dialéctica, y a los marxistas que no aceptaban el poder burocrático para crear un “marxismo” tan amoldable a las distintas coyunturas como lo era la propaganda internacionalista.
  5.  Hablamos de cinco grande bloques de problemas porque no tenemos espacio para analizar en detalle cada una de las múltiples fisuras que fueron creciendo en la URSS desde sus primeros días de existencia, y que provenían, en buena medida, de las muy estremecedoras condiciones en las que nació. Las fisuras se transformaron en grietas, y éstas en fallas estructurales que minaban los cimientos revolucionarios y que se enredaban cada vez más como las raíces de un árbol en pudrimiento, infectándose unas a otras, hasta deshacerse todas ellas en el subsuelo. Sin raíces vivas, el árbol se pudrió por dentro, siendo empujado en su caída por los golpes terribles de sucesivos ataques imperialistas. Hubo intentos por evitar el desastre, por corregir errores y por experimental soluciones, pero desde el “gran debate” de mediados de los ’20, todas las alternativas se caracterizaron por respetar la enfermedad misma, sin combatirla, el poder de la burocracia.
  6. Pese a esto, y como veremos, la actualidad de la URSS es innegable. Más aún, es cada día más actual y viva porque sus logros, méritos y conquistas iniciales siguen siendo un foco de luz potentísima que llega hasta el interior de las contradicciones del modo de producción capitalista, mostrando que no existe salida alguna mientras no se supere históricamente la propiedad privada de las fuerzas productivas.
  7. En síntesis, la actualidad de la URSS se confirma porque en cada uno de estos bloques de problemas, y en todos ellos como unidad, hubo serios y enriquecedores debates teóricos dentro de los bolcheviques, entre los bolcheviques y otros marxistas no rusos y entre los viejos bolcheviques y la nueva casta burocrática. La historia del marxismo desde 1917 en adelante exige comprender esas discusiones, pero lo fundamental es que siguen aportando elementos imprescindibles para el presente y el futuro.

 

2.- MUNDIALIZACION E INTERNACIONALISMO

 

  1. En este sentido es necesario dejar sentado desde el principio de este segundo debate que, en realidad, la experiencia bolchevique fue una guerra revolucionaria de liberación nacional, algo que ha sido obsesivamente ocultado por la tergiversación stalinista posterior, y por las corrientes que de algún modo ha menospreciado o minusvalorado la importancia de las luchas de liberación nacional. Desde finales de 1917, pero especialmente desde comienzos de 1918, los bolcheviques empezaron a tomar conciencia de que la revolución sólo podía sobrevivir si además de un conjunto de medidas radicales se reconocía oficialmente que era una lucha a vida o muerte por lo que denominaron la “patria socialista”, especialmente aquél celebérrimo comunicado de urgencia, redactado en el Moscú a punto de ser ocupado por los ejércitos contrarrevolucionarios zaristas e imperialistas, comunicado que llevaba el expresivo título “La patria socialista en peligro” y que llamaba a la desesperada movilización total para vencer al capitalismo.
  2. Naturalmente, se trata de una “patria” opuesta irreconciliablemente a la burguesa porque, por un lado, las clases oprimidas son ahora las propietarias de las fuerzas productivas, de la nación; y por otro lado, porque se trata de una nación diferente ya que ha dejado de oprimir y ocupar a otras naciones, a otros pueblos, sino que les ha reconocido su derecho a la independencia, si así lo quieren, y ha aceptado de facto, en la práctica, esa independencia; más aún, como algunas naciones, como en Finlandia, por poner su solo caso, su independencia nacional, la independencia finesa fue apoyada activamente, con las armas en las manos, por los soldados bolcheviques que lucharon hasta morir en la defensa de la “comuna de Helsinki”, capital de la “patria roja” finlandesa, con su “independencia obrera” atacada por las fuerzas criminales de la burguesía finlandesa que nunca había luchado decididamente por la libertad de su país.
  3. La “Patria socialista en peligro” era esencialmente internacionalista y defensora práctica de las independencias de otros pueblos. Semejante paso histórico en la práctica de una democracia cualitativamente opuesta a la burguesa, y sobre todo al modelo imperialista del Presidente norteamericano Wilson que en esa misma época había hablado de un “derecho de autodeterminación” ideado para facilitar la expansión económica, política, militar y cultural de los EEUU, ese avance bolchevique sin el cual la revolución hubiera sido aplastada mediante un genocidio implacable, es de una actualidad aún mayor ahora que entonces ya que si analizamos una a una todas las luchas que en estos momentos se enfrentan de algún modo al imperialismo, todas ellas nos conducen por diversas vías, directas o indirectas, siempre al problema decisivo de la independencia práctica de las naciones saqueadas y explotadas por el capitalismo mundializado, y especialmente por los EEUU y la UE.
  4. La concepción bolchevique de la “patria socialista” es especialmente valiosa en la actualidad para intentar solucionar las muy justas reivindicaciones históricas de las naciones originarias, de los pueblos llamados “ancestrales” que en todos los continentes colonizados por el imperialismo eurocéntrico han visto cómo era destrozados sus territorios históricos, sus sistemas de relaciones mutuas internacionales, etc. La admirable capacidad con la que los bolcheviques destrozaron las fronteras externas e internas zaristas, reconocieron los derechos nacionales y, en especial, por primera vez, reconocieron la importancia de las tribus, etnias, pueblos y naciones preclasistas y precapitalistas, así como a la cultura y la religión musulmana, etc., sentando las bases de una resoluciones futuras que, de haberse producido tal cual se bosquejaron al inicio, hubiesen ahorrado dolores sin fin; este logro inseparable del concepto de “patria socialista” tiene ahora, como decimos, una actualidad multiplicada y aplicable a todo el planeta.
  5. Pero allí donde no existen naciones oprimidas, es decir, en los pocos Estados que no oprimen nacionalmente a pueblos  dentro de sus fronteras, o que no saquean mediante el expolio imperialista a pueblos situados en otros continentes, en estos pocos Estado ahora también es más urgente que en 1918 la consigna y el logro de la “patria socialista”. La razón es muy simple: conforme el capitalismo de comienzos del siglo XXI obliga a las burguesías débiles a aceptar aún más las exigencias de las fuertes, creándose bloques imperialistas  más amplios y numerosos que los anteriores, en esta medida tienden a aparecer nuevas formas de marginación y opresión nacional, además de las ya existentes, dentro de esos bloques.
  6. La decidida obediencia de las burguesías débiles hacia las fuertes agudiza las separaciones de clase dentro de esos Estados secundarios, porque son sus masas trabajadoras las que pagan las consecuencias de la larga cadena de explotación. De este modo, los pueblos que no sufrían hasta entonces opresión nacional en su forma clásica, empiezan a sufrir ahora una nueva forma de supeditación y explotación por parte de las burguesías hegemónicas dentro de ese bloque imperialista. En estas nuevas realidades, la reivindicación de la “patria socialista” adquiere dos maneras de expresión: hacia dentro del propio Estado, y hacia fuera, hacia el bloque imperialista, en nuestro caso la Unión Europea, en donde se plantea un modelo de solidaridad interestatal e internacional radicalmente diferente, socialista en vez de imperialista.

15.   Solamente la ceguera nacionalista más fanática, sea de derechas o reformista, y también de “izquierdas”, puede negar que el imperialismo actual ha exacerbado hasta lo insufrible la tendencia objetiva de las primeras formas del imperialismo tan bien teorizadas por los marxistas de comienzos del siglo XX, y en especial las que se refieren a la opresión de los pueblos, a la expansión del capital financiero y a la militarización del capitalismo. Ahora, como entonces, el espacio material, el territorio físico resulta ser a la larga el espacio imprescindible para asegurar la propiedad privada burguesa, los beneficios obtenidos y, desde ahí y gracias a las fuerzas del Estado y de otras instituciones burguesas que garantizan todo ello, localizar la acumulación y protegerla y después facilitar su expansión mediante la penetración en otros territorios, en otros mercados, o mediante su conquista militar

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