Entrevista con el pensador marxista vasco Iñaki Gil de San Vicente

 

Iñaki Gil de San Vicente es una persona excepcional en todo sentido. Es, como diría el Che, el modelo de un ser humano nuevo. Tal vez a él no le guste que lo vean así. Su modestia es grande y sincera. Se parece en muchos aspectos al gran revolucionario y teórico alemán Federico Engels, con quien no sólo le identifica el dominio de la dialéctica, el conocimiento profundo de la ciencia y de la historia de las guerras, la pasión por la lectura, la dedicación permanente por la escritura de temas políticos de interés para el colectivo revolucionario, la praxis consecuente dentro de la militancia comunista; sino, además, la grandeza de su corazón, de su calidad humana.

Así fue Engels quien, junto a Marx, su amigo y camarada, al que ayudó siempre sin interés de ninguna naturaleza, elaboró un cuerpo teórico científico para comprender y transformar la realidad oprobiosa y explotadora del capitalismo, porque ellos no fueron intelectuales de escritorio, sino hombres de acción revolucionaria, metidos en el movimiento mismo de lo real.

Iñaki, al igual que ellos, desdeña el intelectualismo como la práctica aberrante que desprecia la actividad de la clase trabajadora, que separa la mente de la mano. Él, al contrario de los intelectuales y académicos universitarios que asumen poses de que conocen sobre todas las cosas, es un obrero, un trabajador y un militante teórico-práctico de la revolución vasca y mundial.

Incansable lector y escritor, Iñaki es uno de los más importantes pensadores marxistas de nuestro tiempo. No se formó al calor de los debates de cafetines, por el contrario, se formó al calor de la lucha social, del combate revolucionario en un país al cual el Estado español niega, con todo tipo de medidas represivas que han criminalizado su lucha, el derecho a la insurgencia y a la independencia.

Al amigo sincero, al camarada, al hermano que siempre ha entregado sus conocimientos, sus enseñanzas, el más profundo reconocimiento de gratitud por haber accedido a esta entrevista en la cual, una vez más, expone la vitalidad y firmeza de su condición de militante comunista. 

 

  1. Camarada, si bien una de las características de las y los revolucionarios vascos es no hablar de sí mismos, sino del colectivo social, es importante que las y los jóvenes en distintos lugares del mundo conozcan a las personas también en su individualidad, su historia, su vida, su formación. No creo que haya que esperar a que tú mueras para que recién allí nos preocupemos de saber quién eres, qué has hecho o qué estás haciendo. En ese sentido, y sin querer a través de esto convertirte en un icono o en un ídolo de piedra, cuéntanos brevemente algunas cosas sobre ti, tus orígenes, tu infancia, las relaciones con tus padres, tu educación inicial, tu formación académica, el entorno donde tú viviste.

La costumbre de la izquierda independentista y socialista vasca de primar los referentes colectivos y de evitar la personalización excesiva en su doble faz de, por un lado, aceptación del individualismo burgués como criterio ontológico, y, por otro lado, aceptación del culto al líder, al Secretario General, para entendernos, esta costumbre proviene de la fusión de dos instantes de un largo proceso histórico. El componente fundamental proviene del valor que otorga nuestra cultura a lo común, a lo colectivos, a lo realizado mediante la ayuda mutua, la libre y consciente participación voluntaria. En realidad, esta costumbre está presente en mayor o menor grado en todos los pueblos que aún conservan experiencias prácticas o, al menos su reciente memoria histórica, centrada en el trabajo social en tierras comunales, en propiedades colectivas y públicas, en sus diversos grados y características, desde bosques y prados, hasta huertos e incluso las riquezas del subsuelo.

No se trata de nada nuevo, específico u original del Pueblo Vasco, sino de relaciones sociales surgidas en todos los pueblos en los que el trabajo social realizado en las propiedades comunales ha generado sus correspondientes relaciones sociales de producción, relaciones culturales, tradiciones y formas societarias de interrelación colectiva alrededor del trabajo y la defensa de lo colectivo y común, en cualquiera de sus múltiples variantes históricas. Y estas relaciones sociales de producción explican por qué, por lo general y tal y como reconoció Marx, estos pueblos han resistido con todos los medios a su alcance a los intentos privatizadores de lo comunal, intentos realizados bien por las castas y clases dominantes autóctonas, bien mediante invasiones militares, presiones comerciales, chantajes económico- políticos, o todo junto a la vez, realizadas desde el exterior, desde el imperialismo.

Pues bien, sobre esta base material --aún quedan en mi nación restos de propiedades comunales y públicas--, y a partir de las bases socioculturales, tradicionales e identitarias generadas durante los siglos de existencia de lo comunal, sobre esta base y a finales de los años ’50 del siglo XX empezó a actuar en extremas condiciones represivas una pequeña organización independentista que fue tomando conciencia teórica de los riesgos inherentes a la personalización individualista de la dirección política, riesgos que podemos sintetizar en tres cuestiones: riesgos represivos obvios, riesgos de seguidismo dogmático de la militancia hacia la dirección oficialmente reconocida y sobrevalorada, y riesgos de dirigismo de la militancia hacia las organizaciones populares al creerse única depositaria de la verdad que a su vez le ha sido revelada por la omnisciencia del Secretario General. Naturalmente, no fue una toma súbita de conciencia teórico-política sobre la ineluctabilidad de este triple riesgo, sino que fue un aprendizaje bastante rápido por la conjunción tanto de la tradición cultural descrita como de las exigencias de la lucha clandestina, aprendizaje enriquecido luego por las lecciones obtenidas al conocer otros procesos.

De cualquier modo, hay que decir que en lo que toca a la prioridad dada tanto a lo colectivo como al rechazo tajante al denominado “culto a la personalidad”, la izquierda vasca no ha inventado nada pues, sin extendernos ahora, este método era el practicado por el bolchevismo hasta comienzos de los años ’20, y por otras izquierdas. Hay que decir, que la figura del Secretario General, en el sentido actual de un cargo dotado de poderes casi extraordinarios, era desconocida entre los marxistas en general, y en concreto entre los bolcheviques hasta esos años ’20; que se creó solamente por necesidades de efectividad técnica pero sin ningún poder político añadido; que las y los revolucionarios bolcheviques más influyentes, con credibilidad y prestigio ganados mediante sus aportaciones, rechazaron ese cargo exclusivamente técnico y tenido como de importancia secundaria; que, desgraciadamente, se dieron cuenta tarde, muy tarde, del error cometido al dejar que el grupo representado por Stalin copara ese cargo y lo utilizara de inmediato otorgándolo poderes fácticos enormes que serían luego reglamentados durante el mismo proceso de degeneración burocrática, y que desde entonces y en la mayoría inmensa de los casos, la figura del Secretario General ha sido más un freno burocrático que una fuerza impulsora.

Había que explicar lo anterior para comprender por qué el independentismo socialista vasco es tan cuidadoso con todo lo relacionado con la prioridad de lo colectivo sobre el personalismo individualista. Fijémonos que no hablo de lo colectivo como algo que choca frontalmente como lo individual, ya que existe una muy rica, ágil y pluridimensional dialéctica que une a ambos componentes de la totalidad del ser humano y de su entorno, sino que especifico claramente la distancia entre lo colectivo y el personalismo individualista, que es algo muy diferente. Quien quiera acceder a mis ideas sobre este particular expuestas más concretamente, tiene a su disposición en Internet el texto: “Lo individual y lo colectivo en el marxismo. Una aproximación desde Euskal Herria” de 21/02/1995.

Dicho esto, mi historia personal apenas tiene importancia sino es, y muy relativamente, dentro del poderoso torrente colectivo que construye una República Socialista Vasca. Nací en septiembre de 1952, en una familia que hoy se definiría como de “clase media”, en la que el padre era un alto funcionario franquista. Fui maleducado en un colegio católico de infausto recuerdo, y fue allí, en aquél campo de concentración, donde se desarrolló una de las tres grandes influencias que abrieron el camino que me llevaría al marxismo. La represión global visible e invisible que se ejercía en los colegios católicos --se sigue ejerciendo-- terminó forzando las condiciones para mi salida del colegio agudizando mi enriquecimiento intelectual y personal. A partir de aquí, mi evolución personal es inseparable de mi formación política, así que prefiero extenderme en mi respuesta a la segunda pregunta.

 

  1. Tú eres un pensador y un revolucionario marxista. ¿Qué hechos y qué personas influyeron en tu formación ideológica política?, ¿cómo llegas al marxismo? y ¿cuál ha sido el desarrollo de tu militancia política?

No fueron hechos aislados, sino la evolución del contexto en su conjunto, la que me llevó al marxismo. Por ejemplo, recuerdo que en el colegio católico, un profesor de química que era a la vez militar español suspendía inmediatamente los exámenes de quienes se atrevieran a escribir sus nombres y apellidos con grafía euskaldun, con la grafía de la lengua vasca, muy diferente a la española. El resultado del examen, el conocimiento adquirido, la ciencia y la educación, etc., eran claramente secundarios frente a la importancia suma de la lengua española, del nacionalismo español aplicado en un colegio católico. Recuerdo el desprecio opresivo para con la cultura e identidad vasca que reinaba en el colegio, y que era un reflejo multiplicado de la opresión nacional que existía en la calle. Sin embargo, semejante política antivasca chocaba frontalmente con uno de los componentes esenciales de mi desarrollo personal como era el del profundo ideal nacionalista vasco de mi madre, y el entorno euskaldun, baserritarra y arrantzale, es decir, de cultura vasca campesina y pescadora de mi familia por parte de madre, en contraste con el entorno mayoritariamente españolista de mi familia por parte de mi padre, empezando por él mismo.

Esta contradicción entre dos identidades, una oficial y dominante y la otra machacada y perseguida, dentro de mi familia y en el contexto social objetivo fue la primera fuerza que me empujó primero a preguntarme sobre las causas de la opresión y luego a enfrentarme a ella.

Respuesta a la Pregunta 2: ¿Cuáles pueden ser las medidas a tomar? ¿En base a qué objetivos y reivindicaciones se tomarían?

 

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