El compañero y amigo Dax Toscano Segovia, profesor en la Universidad Central de Ecuador, en Quito, me hizo estas preguntas aprovechando mi asistencia a la II Conferencia Internacional de la Coordinadora Continental Bolivariana. Como se aprecia, son preguntas esenciales que exigen respuestas serias. He decidido irlas publicando una a una o en bloques según su extensión, la medida en que las vaya respondiendo, para facilitar la lectura. Adelanto que por urgencias de tiempo y de espacio, he reducido los ejemplos al área cultural europea y, más adelante como se verá, me he extendido a experiencias en las Américas, dejando sin citar a otros continentes.

Las preguntas son estas:

  1. Los medios de incomunicación y los cretinos que se encuentran tras los micrófonos –a decir de Alfonso Sastre–, revestidos de una pretendida superioridad moral, permanentemente condenan las acciones violentas de las organizaciones revolucionarias de Colombia y Euskal Herria. En otras circunstancias, para aparentar cierto equilibrio informativo, señalan que la violencia, provenga de donde provenga, ya sea de la extrema derecha o de la extrema izquierda, debe ser combatida. Desde un punto de vista filosófico, cultural, económico y político ¿cómo debería explicarse el tema de la violencia?
  2. La palabras: terrorismo y terroristas son utilizadas permanentemente por los medios de incomunicación para descalificar la lucha de las organizaciones revolucionarias. ¿Cuál es el origen de éste término? ; ¿cuál es su significado real? y ¿no será necesario desenmascarar la utilización maniquea de este término, como lo explica Celia Hart en un artículo titulado “Posada Carriles y el Hada Azul” en el que confiesa que detesta que usen la palabra “terrorista” para designar a un vulgar, corriente y estúpido asesino por contrato, invitándonos, a su vez, a que andemos con cuidado con los términos?
  3. Ha transcurrido una semana desde que Kosovo proclamara su independencia. Las reacciones han sido diversas desde diferentes sectores políticos. Los EE.UU. han expresado su apoyo, mientras que el presidente Chávez ha señalado el rechazo rotundo de su gobierno al igual que el español a esta decisión. ¿Cómo entender este acontecimiento histórico? ¿Puede relacionarse este hecho con la lucha que lleva adelante el pueblo vasco por alcanzar su independencia del Estado español? o ¿tiene que ver más con las acciones que la burguesía y el imperialismo llevan adelante en el mundo, principalmente en América Latina, con el propósito de desmembrar territorios y apoderarse de los recursos naturales que existen en determinadas regiones como Santa Cruz de la Sierra en Bolivia, o el Estado de Zulia en Venezuela?
  4. ¿Cuál es la visión que usted tiene sobre la situación política que vive actualmente América Latina? ¿Se puede pensar que la izquierda revolucionaria esta derrotando al reformismo? ¿No será acaso que las fuerzas progresistas han enfocado su lucha únicamente para alcanzar escaños en los parlamentos o para llegar a los gobiernos por la vía electoral burguesa, pero sin afectar en nada al sistema capitalista?
  5. Iñaki ¿es válido seguir planteando como alternativa al sistema capitalista una utopía revolucionaria? ¿Podemos seguir hablando de utopía en mundo donde éstas se han trastocado en distopías?
  6. Rosa Luxemburgo expresó que la alternativa para la humanidad era la construcción de una sociedad socialista o simplemente la barbarie. ¿Tiene vigencia este pensamiento?


 

RESPUESTA A LA PRIMERA PREGUNTA:

 

El tema de la violencia desde un punto de vista filosófico, político, histórico tiene una explicación muy simple y es que a nadie le gusta que le pisen ni una sola vez. Por lo general, por ejemplo a ti, cuando te pisan dos veces adviertes al que te ha pisado tras intentar averiguar si la primera vez fue fortuita, casual e involuntaria o por el contrario, premeditada y consciente; pero muy difícilmente permanecerás pasiva tras la segunda pisada, sobre todo si ha sido alevosa, y estoy seguro que reaccionarás de alguna manera cuando te hayan pisado por tercera vez. Aquí tendríamos que extendernos en el problema de las relaciones entre la agresividad humana como comportamiento con base natural pero sociohistóricamente condicionado, y la reacción violenta posterior al proceso que va de la advertencia defensiva a la amenaza preventiva, proceso ascendente que da el paso cualitativo a la violencia defensiva, al no surtir efecto alguno todo el conjunto de advertencias anteriores, que no han logrado detener la violencia externa que se sufre, la serie de pisotones, por seguir con el ejemplo.

Dolorido por los pisotones que sufres, tú reaccionas de forma más o menos agresiva y hasta violenta al cerciorarte, como hemos visto, que esas agresiones no son fortuitas sino voluntarias, premeditadas. En la medida en que esos ataques continúan, aumentan las posibilidades de que, tarde o temprano, estalles y te defiendas, aplicando determinados grados de violencia defensiva, o de resistencia no violenta, o de pacifismo activo, etc., resistencias que realizarás según la gravedad de los pisotones y de la ferocidad de quien o quienes te los hacen, de la correlación de fuerzas que exista de modo que, tal vez, ante una fuerza externa apabullante te interese más reaccionar de una forma o de otra, de las posibilidades de obtener amparo y ayuda oficial en ese momento, etc. He dicho que puedes responder con diversas tácticas defensivas porque, en la realidad, lo que suele ocurrir es que cuando ascendemos de los casos individuales y fugaces, a las situaciones estructurales de explotación colectiva, se produce un salto de las simples respuestas momentáneas a una forma de resistencia en la que las masas oprimidas buscan desarrollar la interrelación ágil de todas las formas de resistencia y de lucha, escogiendo alguna en concreto o varias de ellas, o todas incluso, según los casos, las relaciones de fuerza, los objetivos, etc. Incluso a nivel individual, todas y todos nosotros tendemos en nuestra vida cotidiana a buscar esta interacción de comportamientos defensivos, escogiendo los más efectivos según las situaciones. Podría poner cualquier otro ejemplo, y el problema seguiría siendo exactamente el mismo porque la resistencia a la violencia externa, explotadora e injusta es una especie de “ley de vida”, de “instinto de supervivencia”, o como quieras denominarlo.

Fíjate que entrecomillo estas expresiones, y lo hago para huir de todo biologicismo y de toda interpretación reaccionaria y reduccionista de la etología animal aplicada mecánica y erróneamente a la especie humana. Más aún, reconozco que he empezado la respuesta basándome en la reacción individual a una pequeña violencia externa, pero ahora doy el siguiente paso y afirmo que debemos analizar esta cuestión desde el punto de vista colectivo e histórico, desde el punto de vista de las grandes violencias estructurales que actúan en el interior de las sociedades en defensa de las minorías poseedoras de los medios de producción, o que quieren apoderarse de dichos medios expropiándoselos al pueblo que los posee de forma colectiva, comunal, no privada. He empezado con el ejemplo individual por simple pedagogía, como mera introducción, ya que en nuestra especie, el “instinto de supervivencia” es una ley social colectiva, por tanto tendencial es decir, que depende del desenvolvimiento del conjunto de las contradicciones sociales para expresarme material y espiritualmente.

Entramos así de lleno en la dialéctica entre lo colectivo y lo individual en la acción humana como expresión, ésta dialéctica, de una realidad superior que engloba y determina a la anterior, y que no es otra que la dialéctica entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción, o si se quiere, la dialéctica entre lo colectivo y lo objetivo, por un lado, y lo individual y lo subjetivo por otro lado. Semejante interacción permanente es la que nos explica, por ejemplo, que debamos recurrir además de a otras razones, también a las de índole psicológico y psiquiátrico para comprender por qué permanece pasivo o pasiva alguien a quien le pisan reiteradamente, por qué un colectivo humano, muchas mujeres en sus casas, una asamblea obrera, una nación oprimida y explotada, permanece pasiva, sin sublevarse, en medio de la violencia explotadora. Desde una lectura marxista del psicoanálisis, la pregunta que debemos hacernos no es sobre por qué estalla la violencia de las masas en un mundo injusto, sino por qué esas masas aceptan pasivamente esa injusticia que padecen y por qué incluso sectores de ellas colaboran con la injusticia, con la opresión, volviéndose contra sus propios familiares, amigos y amigas, ayudando al poder explotador a fortalecer su dominación. La pregunta debe ser: por qué el esclavo es feliz en su esclavitud.

Una respuesta obviamente errónea es la que sostiene que toda violencia es mala, venga de donde venga, porque dios a hecho al ser humano esencialmente “pacífico”, siendo el diablo el responsable de sus actos violentos, que son por ello mismo pecado. Dios no ha hecho al ser humano sino a la inversa, pero el error decisivo de esta respuesta es que, por un lado, es directamente antihistórica en su formación general, es decir, no sólo no cuadra con la experiencia histórica, sino que además, por otro lado, en la historia concreta, el pacifismo práctico, el real, no el ideal, sólo ha beneficiado a la violencia opresiva, explotadora e injusta. Quienes sostienen esta tesis falsa dicen, además, que Jesucristo dijo que si te pegan en la mejilla una vez, ofrécela otra vez al que te ha pegado, pero no dicen qué dijo ese tal Jesucristo sobre qué había que hacer si te pegaban por tercera vez. Dejando de lado que yo soy uno de tantos que ponemos en duda la existencia histórica de “Jesucristo” como individuo concreto que existió realmente, que no como mito socialmente construido en base a los intereses del poder imperial romano a partir de un montón de tradiciones orales tardíamente escritas, muy dispares y hasta irreconciliables entre sí, dejando esto de lado, cito este caso para desautorizar a los pacifistas extremos y absolutos que van buscando desesperadamente dogmas que justifiquen de algún modo el absoluto fracaso histórico del pacifismo a ultranza. O para decirlo más directamente, que justifique el por qué el pacifismo a ultranza ayuda a reforzar la explotación de la mayoría por la minoría, aun sin pretenderlo.

De hecho, otros “Jesucristos” creados por diferentes corrientes político-religiosas defienden la resistencia violenta, son independentistas revolucionarios, o por el contrario y según otras tesis, existió un Jesucristo colaboracionista con el invasor romano; también los hay que argumentan que Jesucristo fue un místico muy cercanos a rituales mistéricos y esotéricos, por no olvidarnos de los “Jesucristos” alienígenas y extraterrestres. En realidad, estos y otros “Jesucristos” han sido creados históricamente dentro de las diferentes corrientes político- religiosas para intentar zanjar metafísica e idealistamente el problema de la violencia, sin llegar a resolver su contradicción interna. Otro tanto podemos decir de Alá y del Islam en lo que concierne a la violencia, así como a las diversas interpretaciones sobre el derecho a la violencia defensiva en la Grecia clásica y en la Biblia. ¿Qué contradicción interna? La contradicción irreconciliable que existe entre la explotación y su ética, y la lucha contra la explotación y su ética correspondiente. Esta contradicción aparece nítidamente a lo largo de los debates sobre si las personas, clases y pueblos explotados tenían o no derecho a la rebelión, derecho a sublevarse contra el poder que los explotaba y explota, es decir, derecho a la violencia defensiva. Obsérvese que hablo de “derecho a la rebelión” que no del manido “derecho a la resistencia”. El primero es mucho más concreto y preciso que el segundo, pero sin el cual no podría existir. El segundo, el derecho a la resistencia, está siempre constreñido por las restricciones que le quieren imponer los sectores reformistas que saben que es históricamente imposible negar su realidad, su práctica por las masas; que saben que por mucho que se condene la violencia “venga de donde venga”, al final, siempre resurge el derecho a la rebelión llevado a la práctica, en la acción.

En el Antiguo Testamento, el pueblo de Israel defendía su derecho a la rebelión contra los invasores en base a la voluntad de Yahvé, el “dios de las batallas”, pero existían quienes defendían la mansedumbre y la pasividad bajo la dominación extranjera porque ésta no era sino un castigo de Yahvé pues el pueblo había incumplido sus mandatos. Muy probablemente, la Biblia reflejaba a su modo la experiencia anterior del pueblo egipcio cuando, sin permiso de los ocupantes hicsos, ejercitó su derecho a la violencia para expulsar a los invasores hicsos a lo largo de un conflicto --¿guerra de “liberación nacional”?-- que a grandes rasgos duró del -1674 al -1565. Muy probablemente también, la Biblia reflejase a su modo, de forma idealista y muy manipulada y tergiversada por las reescrituras posteriores, la cantidad de experiencias históricas anteriores a la primera escritura datada de la Biblia, del -900 al -700 aproximadamente, hechos basados en la inacabable lista de sublevaciones y rebeliones contra el poder establecido en toda el área del Oriente Medio. El mito del “ángel caído” al rebelarse contra dios, que aparece casi al comienzo de la Biblia no sería, según muchas interpretaciones, sino el reflejo de una larga experiencia anteriores de luchas dentro y fuera de Palestina. El “ángel caído” aplicó su derecho a la resistencia y fue apoyado, según muchas tesis, por la “sublevación de los arcángeles” contra la tiranía de dios. No hace falta decir que dios, ángeles y arcángeles son sólo los nombres dados a las castas y clases dominantes que, con sus correspondientes apoyos en el pueblo y en los Estados circundantes, se enfrentaron violentamente durante generaciones por el control del poder, aplicando cada una de ellas sus correspondientes derechos a la violencia.

Alrededor del -509 los romanos tampoco pidieron permiso a los etruscos para proclamarse independientes e instaurar en Roma una república patricia, sino que simplemente ejercitaron su derecho a la sublevación e insurgencia. Poco después, en -442, Sófocles elevó a inmortal tragedia el mito popular griego de Antígona, refleja el derecho a la rebelión práctica del pueblo en defensa de sus viejas costumbres frente a las nuevas imposiciones del Estado representado por Creonte. Pero casi un siglo más tarde, entre -370 y -347, interpretando las ideas de Sócrates, Platón defendió en Critón la obligatoriedad del cumplimiento incondicional de las leyes existentes, anulando el derecho a la rebelión y a la resistencia defendido por Antígona. Ahora bien, los esclavos que se sublevaban contra los amos romanos bien de forma individual o bien colectivamente, no se inquietaron por debatir con sus amos si tenían derecho o no al recurso de la violencia, sino que la practicaron de múltiples formas, y especialmente en las tres grandes sublevaciones esclavas sostenidas entre -138 y -73.

Pocos años después, las diversas corrientes político-religiosas que crearían el cristianismo, se contradecían frontalmente entre ellas al sostener unas que el verdadero mensaje de Jesucristo estaba resumido en su afirmación de que no venía a este mundo a traer la paz sino la espada, mientras que otros afirmaban que el verdadero era el pacifista, el que afirmaba que quien a hierro mata a hierro muere, el que decía que había que dar al César lo que es del César y a dios lo que es de dios, o dicho en términos actuales, que había que ceder ante el invasor romano y ante la casta sacerdotal judía dominante, ambas aliadas estrechamente, y el que también hacía loas al manso y humilde de corazón... Que muchas de estas afirmaciones sean falsas, apócrifas e intercaladas posteriormente, esto no quita nada al hecho cierto de que tantas contradicciones sólo reflejan la objetividad de la práctica de la violencia por las masas explotadas y la obsesión enfermiza de las clases ricas por imponer el pacifismo servil y manso a cualquier precio. En cierta forma, los sectores más reaccionarios ganaron la batalla en la construcción del cristianismo porque los adeptos a esta nueva fuerza político-religiosa se caracterizaron por su total pasividad durante la heroica resistencia del pueblo “judío”, según la definición actual, a la criminal invasión romana del +70 dirigida por Tito. Mientras el pueblo luchaba a muerte contra la alianza entre el invasor y la clase rica judía, el cristianismo permaneció indiferente.

El derecho a la rebelión no pudo desaparecer a pesar de todos los ataques en contra por la simple razón de que dentro mismo del cristianismo existió una corriente que lo justificaba siempre y cuando el poder terrenal se enfrentaba a la palabra de dios, y la negaba y contradecía con sus decisiones. En la Edad Media, la inmensa mayoría de las resistencias pasivas o activas, de las sublevaciones campesinas y urbanas y de los movimientos heréticos, legitimaban sus razones en el derecho a sublevarse contra la Iglesia corrupta, contra el príncipe satánico, contra el papa anticristo, etc. Pero, además de estas razones que siempre han pervivido dentro del cristianismo pese a las persecuciones atroces de que han sido objeto, el derecho a la sublevación estaba también teorizado por la tradición democrática de las asambleas germanas en la elección y revocación del príncipe y/o del rey por el resto de las castas guerreras al principio y luego de las familias nobles desde la Alta Edad Media, costumbre que fue celosamente protegida por estas clases dominantes para derrocar a los malos reyes en la medida de sus fuerzas. Por su parte, las monarquías en ascenso, en centralización y en extensión y profundización estatal aumentaron y endurecieron sus ataques contra este derecho antiguo de las primeras castas y familias dominantes.

 

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