A comienzos de febrero de 2008 celebramos en este mismo lugar una charla-debate sobre los llamados medios de comunicación social. Mi ponencia llevaba el título de “Prensa, arma de contrainsurgencia” y la podéis leer y criticar buscándola el Internet. Su cuarto apartado se titula “Industria político-mediática y Estado”, y constituye el meollo teórico de todo el texto. Ahora y aquí, voy a avanzar en algunas de sus tesis básicas para, después, proponer determinadas ideas sobre qué hacer frente a dicha industria político-mediática para que las debatamos entre todas y todos. Muy resumidamente, la experiencia ha mostrado que frente a la industria político-mediática solo cabe como alternativa una práctica concienciadora basada en la interacción de sistemas autoorganizados que funcionen como contrapoderes en la lucha informativa y que tenga como objetivo central ampliar la identidad de las personas, colectivos, clases y naciones explotadas.

 

1.- COMUNICACIÓN Y VERTICALIDAD

 

El concepto de “medios de comunicación social” es tramposo porque da la sensación de que facilitan la comunicación multidireccional entre las personas, cuando en realidad se trata de una “comunicación” unidireccional y vertical, de arriba abajo, del poder a los receptores pasivos que no tienen medios de respuesta. Si nos fijamos, los medios sólo publican una muy reducida cantidad de “cartas al director”, de aportaciones y de críticas de la gente, y la inmensa mayoría son laudatorias, de alabanzas o de aportaciones que mejoran la fama del medio que las publica. Incluso cuando salen críticas serias y rigurosas, son pequeñas, pero lo fundamental es que se publican en papel, salen en la radio o televisión, no por lo que dicen sino para mejorar la imagen “democrática” del medio afectado, para mantener la ficción de “imparcialidad” y de “objetividad” del medio de prensa. Desde muy antiguo se sabe que la propaganda es más efectiva cuando disfraza la manipulación y la mentira bajo una pátina de verdad, de pluralidad y de tolerancia. 


He entrecomillado la palabra “comunicación” para resaltar su doble sentido ya que, por un lado, los medios sí comunican algunas cosas, por ejemplo, avisos de las instituciones, de los ministerios y del Estado, de las empresas, etc., sobre cuestiones que la gente afectada tiene que saber porque son necesarias para el desenvolvimiento normal del sistema capitalista en todas sus facetas. Por otro lado, estos avisos son una muy pequeña parte del resto de la “comunicación” que emite el medio, que no es sino el conjunto de “noticias”, “hechos”, “curiosidades”, etc., que el medio quiere “comunicar” a su público. El medio comunica lo que quiere, selecciona una parte de lo que le llega por las agencias internacionales de prensa o que él mismo ha realizado, desechando otra gran parte. “Cocina”, envuelve, presenta y ofrece lo seleccionado de manera tal que agrade al público al que vende 
esa “noticia”, que oriente sus preocupaciones, dudas e inquietudes por unos senderos comerciales, políticos y culturales idénticos en el fondo a los del medio del que se trate.

Lo que entendemos como un “hecho” que ha sucedido en cualquier parte --un terremoto o el encarecimiento de los precios de la alimentación, por ejemplo--, es transformado de tal forma que al final aparece como “noticia” sólo tras ser convenientemente “trabajado” por la industria mediática. Ya se ha criticado de sobra esta dinámica como para repetirla aquí. Ahora nos interesa destacar que esa “noticia” es presentada dentro de un mensaje general que refuerza la ideología dominante, que impide cualquier posibilidad de concienciación revolucionaria o de reflexión crítica, aislando la “noticia” del contexto sociohistórico, etc. Según las necesidades del negocio político-mediático, la “noticia” será presentada de forma sensacionalista, macabra, sensiblera y emotiva, intimidatorio y cargada de resonancias catastrofistas, o con pretensiones de cientificidad neutra y aséptica, incluso hasta progresista. Son los intereses económicos y políticos de cada industria concreta los que determinan cómo se ha de vender la “noticia”, cómo se presenta, dónde se coloca para llamar la atención o para que pase desapercibida para la mayoría de la gente si es que no hay más remedio que sacarla al aire o al papel. 


El medio selecciona su oferta en base a un criterio elemental: asegurar su continuidad como negocio, como empresa. Ningún periódico, revista, radio, televisión, etc., puede sobrevivir largo tiempo con pérdidas, cayendo en ventas, ingresando menos dinero que el que gasta en la producción de las “noticias”. Si ingresa menos dinero, más temprano que tarde caerá en bancarrota. Tiene varios recursos para evitarlo: aumentar la explotación de sus trabajadores, desde los periodistas fijos hasta los precarizados pasando por el resto; aumentar los anuncios y la propaganda; reducir la calidad del papel y de los gastos de impresión; pedir ayuda a las instituciones; pedir préstamos; fusionarse con otros medios para abaratar costos, hacer promociones y ofertas especiales para aumentar las ventas, etc. 


 

2.- COMUNICACIÓN Y MERCANCÍA

 

Conforme la ley de concentración y centralización de capitales presiona sobre la industria político-mediática, se van cerrando pequeños medios o son absorbidos por otras industrias más grandes primero a nivel estato-nacional, de fronteras para adentro, y luego a nivel internacional y mundial: los llamados “medios globales”, que monopolizan el mercado mundial de la producción no sólo de “noticias” sino también de eso que se llama “cultura”. Los “medios globales” también mercantilizan e industrializan la totalidad de los sentimientos humanos básicos, como hemos dicho, en respuesta al imperativo ineluctable formado por la dialéctica entre la necesidad de la máxima ganancia y la necesidad de superar a la creciente competencia. Si nos fijamos, todas las medidas que puedan tomarse al respecto son típicamente empresariales, capitalistas. 


Son medidas empresariales porque las leyes de la economía capitalista también afectan a los medios por la simple razón de que son una industria especial, una industria político-mediática, político-adoctrinadora. Vayamos por partes. Es una industria porque produce una mercancía, un periódico, una revista, un programa de radio o televisión, un libro, música, cine, teatro... y hasta eso que llaman “cultura”. Como se aprecia, cuando hablo de “medios de prensa” introduzco en 
ellos hasta la producción de “cultura”. Esto lo explicaré más adelante. Ahora debo detenerme en qué es lo que fabrica dicha industria, en la mercancía que debe vender. Sabemos que una mercancía es algo que no existe en la naturaleza, algo que es fabricado por una industria capitalista para ser vendido en el mercado a un precio superior a su costo de producción, un precio superior que garantiza la obtención de una ganancia al final del proceso entero.

Toda mercancía tiene un valor de cambio, que, sin entrar ahora en detalles, es el precio que ha costado fabricarla, en este caso un periódico, un telediario o un libro que se cambian por una cantidad de dinero. Pero ese precio debe ser aumentado por el empresario para extraer un beneficio si quiere seguir ganando dinero. Es decir, ha de vender la mercancía por encima de su precio real, ha de engañar al comprador haciéndole creer que esa mercancía vale más de lo que vale realmente. Para eso está la propaganda, el marketing y otras mentiras que aumentan artificialmente el otro componente de la mercancía, su valor de uso. Por lo general una mercancía de compra para usarla: un martillo para clavar o para golpear, y un disco para escuchar su música, o para regalarlo, etc., aunque algunas mercancías se compran para revenderlas por un precio mayor, o se revenden tras haberlas usado para recuperar parte o todo lo gastado en ellas, cosa que también se hace con bastantes productos de la industria político-mediática. 


Toda mercancía se fabrica respondiendo a dos razones dialécticamente unidas: la de satisfacer una necesidad social que en su inicio fue “natural”, y la de crear mayores necesidades artificiales para vender más, para crear más necesidades que a su vez exijan más mercancías, y así en un alocada espiral que, junto a otras razones, termina en la crisis. Esta necesidad ciega lleva al capitalismo a la absoluta mercantilización de todo lo existente, de la vida misma, de la naturaleza, de los sentimientos, de los odios, de la afectividad y de lo emocional, de lo erótico y de la sexualidad. Nada puede quedar sin ser mercantilizado, desnaturalizado como valor de cambio con un valor de uso, por enano y artificioso que fuere. La industria político-mediática es una de las más activas en esta mercantilización de la vida ya que ella se mueve en una realidad especial, compleja y total: la de la unión entre la subjetividad humana y la objetividad social. Mientras que, por ejemplo, la producción de escavadoras pesadas tienen un mercado muy preciso, la producción de eso que se llama “noticia” afecta directamente a la vivencia subjetiva y objetiva de la sociedad entera. Por tanto, esa industria está obligada ciegamente a mercantilizar hasta el alma, si existiera, y como no existe, está obligada a crear almas artificiales, ficticias pero que se venden como reales. 


Por lo común, la necesidad de información es consustancial a la especie humana y a todas las especies vivas, porque la información de lo que sucede en el exterior es una de las bases de la supervivencia. Hay que conocer lo mejor posible los riesgos y las incertidumbres, los peligros, las fuentes de recursos exoenergéticos, las fuentes de ayuda y de apoyo, de ahorro energético, etc. Pero esta necesidad biológica está determinada socialmente en el caso de la especie humana, siendo más una “necesidad social” que biológica. Son las relaciones sociales de producción y es la propiedad privada o pública de las fuerzas productivas, las que estructuran el contenido social de la “necesidad de información”. Más aún, en toda sociedad basada en la explotación, en la opresión y en la dominación de la mayoría por la minoría propietaria de las fuerzas productivas, la información no sólo está controlada por la minoría sino que la información se convierte en adoctrinamiento, en actualización permanente de la ideología del poder, en reforzamiento y ampliación de las alienaciones y del fetichismo. 


La clase, el patriarcado y la nación dominantes impusieron un monopolio cuasi absoluto en todo lo relacionado con la información social de modo que devino muy pronto, en la historia humana reciente, en adoctrinamiento. Toda sociedad debe reproducir sus condiciones de producción, debe reproducirse a sí misma. Las relaciones de poder internas a esa sociedad deben reproducirse a la vez que se reproducen las condiciones de producción y las relaciones sociales porque forman una unidad. El poder se reproduce porque a la vez se reproducen las fuerzas productivas y las relaciones sociales. Las personas, las clases trabajadoras, las mujeres, los pueblos explotados, han de ser reproducidos según las necesidades del poder que los explota.

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