Categoría: CARR Edwar H.
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INDICE

Prefacio

Primera parte: El hombre y el instrumento
1. Los fundamentos del bolchevismo
2. Bolcheviques y mencheviques
3. De 1905 a 1917
4. De Febrero a Octubre
 
 Segunda parte: La estructura constitucional
5. Las dos revoluciones
6. La Constitución de la RSFSR
7. Hacia la consolidación de la dictadura
8. El ascendiente del partido
9. Partido y estado
 .....   Nota A. La teoría de Lenin sobre el estado
 
Tercera parte: Dispersión y reunión
10. Política, doctrina, organización
 .....   1. Las líneas de la política
 .....   2. La evolución de la doctrina
 .....   3. Organización
11. La autodeterminación en la práctica
 .....  1. Las comarcas periféricas occidentales
 .....  2. Las comarcas periféricas orientales
 .....  3. Asia Central
 .....  4. Las repúblicas trascaucásicas
 .....  5. Siberia
12. El balance de la autodeterminación
13. De la alianza a la federación
14. La Constitución de la URSS
 .....  Nota B. La doctrina bolchevique de la autodeterminación
 ..... 1. El trasfondo del siglo XIX
.....  2. La doctrina bolchevique antes de 1917
 Lista de abreviaturas
Índice alfabético

 

PREFACIO

 

La temeridad que implica el intento de escribir una historia de Rusia desde la Revolución de octubre de 1917 es evidente para cualquiera; espero que quienes disculpen ese intento muestren también alguna indulgencia hacia los defectos de su realización. Tal vez se piense que una historia de la Rusia Soviética escrita por un inglés sin curriculum marxista o ruso constituye una empresa demasiado aventurada; sin embargo, la amplitud y aparatosidad de la laguna que ha de ser cubierta ofrece ciertas compensaciones. Los libros escritos en Gran Bretaña y Estados Unidos sobre Europa occidental y central han errado muchas veces su objetivo por partir inconscientemente del supuesto de que la política e instituciones francesas, italianas o alemanas, por ejemplo, pueden ser entendidas mediante analogías con sus equivalentes británicos o estadounidenses. Ninguna persona razonable sentirá, en cambio, tentaciones de medir la Rusia de Lenin, Trotski y Stalin con patrones tomados de la Inglaterra de MacDonald, Baldwin y Churchill o de la América de Wilson, Hoover y Franklin Roosevelt. En cada etapa de su trabajo, el historiador de la Rusia Soviética será más consciente de lo ordinario del exigente carácter de la doble tarea que todo historiador serio debe asumir: combinar la comprensión imaginativa de las concepciones y propósitos de sus dramatis personae con la equilibrada apreciación del significado universal de la acción.

Mi propósito ha sido escribir la historia, no de los acontecimientos de la revolución (ya relatados por muchos autores), sino del orden político, social y económico que nació de ella. Movido por este objetivo, proyecté un largo capítulo introductorio destinado a analizar la estructura de la sociedad soviética tal y como quedó consolidada tras la retirada final de Lenin del escenario, en ¡a primavera de 1923, momento que coincide aproximadamente con la fundación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Pero este armazón, una vez sometido a prueba, resultó inadecuado —hasta extremos casi ridículos— ante la magnitud de las realizaciones de Lenin y de su influencia sobre el futuro. El capítulo fue rápidamente vuelto a planear como un volumen; y a medida que lo fui escribiendo, se convirtió en una obra en tres volúmenes (el primero de los cuales incluye las tres partes iniciales), titulada La Revolución bolchevique, 1917-1923.

Aun siendo una obra unitaria, La Revolución bolchevique 1917-1923 conserva algunos de los rasgos de su carácter de etapa introductoria a una empresa más vasta. No se propone registrar de forma exhaustiva los sucesos de ese período, sino analizar los acontecimientos que modelaron las grandes líneas de la historia posterior. Así, por ejemplo, el lector no hallará un relato cronológicamente ordenado de la guerra civil, pese a que su desarrollo y consecuencias son examinados en muchos lugares de este volumen —especialmente en la primera parte— y, con mayor abundancia aún, en el volumen tercero. Por otro lado, no he vacilado en consagrar los capítulos iniciales al examen de acontecimientos y controversias anteriores a 1917, los cuales, aun pareciendo poco importantes por sus consecuencias inmediatas, desempeñaron un papel vital en la historia posterior de la Revolución. Las obras de John Reed, Ten Days that Shook the World (1919), y de Philips Price, My Reminiscences of the Russian Revolution (1921), contienen una viva descripción de la Revolución; y quienes se interesen por un relato completo, escrito en inglés, del período de la guerra civil pueden consultar la History of the Russian Revolution, 1917-1923 (2 vols., 1935), de W. H. Chamberlin.

La tarea de escribir historia contemporánea presenta sus peligros, pero a mi juicio éstos no son mayores que los que acechan a los historiadores del pasado más remoto, en cuyo caso el transcurso del tiempo ha reducido los documentos y testimonios disponibles a proporciones más manejables, pero a costa de un proceso de selección y desgaste que no garantiza en modo alguno la supervivencia de los más aptos. Por lo general se cree que los historiadores que se ocupan de la Rusia Soviética han de enfrentarse con enormes dificultades derivadas de la escasez o falta de solvencia de las fuentes utilizables. Independientemente de lo justificada que pueda ser esa opinión en lo que se refiere al período posterior a 1928, podemos afirmar que carece de toda base en lo que respecta al período que nos proponemos estudiar; en efecto, disponemos de abundantes materiales, caracterizados además por una infrecuente franqueza en la exposición de los hechos y la expresión de opiniones. Dado que las autoridades soviéticas siguen la errónea política de no facilitar a los estudiosos no comunistas los viajes a la URSS y el trabajo en sus bibliotecas, me he visto obligado a utilizar en lo fundamental bibliotecas de otros países. De entre ellas, las más ricas en el tema soviético son las estadounidenses; así, debo profunda gratitud al Tnstitute for Advanced Study de Princeton y a las universidades de Columbia y Stanford, que hicieron posible que visitara Estados Unidos en 1948 y viajara dilatadamente por el país. Las bibliotecas de las universidades de Columbia, Harvard y Stanford, la Biblioteca Pública de Nueva York y la Biblioteca del Congreso disponen de una rica documentación acerca de la Unión Soviética; agradezco a los bibliotecarios y personal de estas instituciones la ayuda y consejo que me prestaron para la búsqueda de materiales.

Sin embargo, la mayor parte de mi trabajo fue realizado en Inglaterra; aunque aún queda mucho por hacer para que los investigadores que trabajan sobre temas soviéticos encuentren las debidas facilidades en nuestras principales universidades, personalmente he tenido la suerte de disponer de la generosa ayuda de amigos de muy diversas opiniones, las cuales me han ayudado en muchas ocasiones a clarificar mis propias ideas. Isaac Deutscher leyó todo el manuscrito; he sacado provecho de su maduro conocimiento y utilizado sus consejos acerca de incontables cuestiones de hecho y de interpretación; A. Rothstein, profesor de la School of Slavonic and East European Studies de la Universidad de Londres, leyó varios capítulos del libro y formuló valiosos comentarios y críticas; R. Schlesinger, del Department for the Study of the Social and Economic Institutions of the USSR, de la Universidad de Glasgow, me prestó iguales servicios en lo que se refiere al capítulo y a la nota dedicados a la doctrina bolchevique de la autodeterminación, y lo mismo hizo Mr. Rachmilevich respecto a los dos capítulos iniciales, consagrados al primer período de la historia del partido bolchevique; Mrs. Jane Degras leyó el volumen en pruebas de imprenta y sugirió múltiples correcciones que afectaban tanto a la sustancia como a la forma; el Dr. Ilya Neustadt, que trabajó como ayudante en la biblioteca de la London School of Economics y es ahora profesor en el University College de Leicester, fue para mí un inapreciable guía a la hora de enfrentarme con las vastas existencias de la biblioteca, proporcionándome también una útilísima ayuda en determinados puntos de mi investigación; por último, J. C. W. Horne, del Museo Británico, L. Loewenson, bibliotecario de la School of Slavonic Studies, y el personal de la biblioteca del Royal Institute of International Affairs me suministraron una amable e inagotable ayuda en mi interminable búsqueda de libros. Me doy perfecta cuenta que he contraído con todas estas personas una deuda de gratitud que no queda suficientemente reconocida en este prefacio. Quizá en esta ocasión no resulte tan imprescindible como en otras añadir el acostumbrado caveat de que ninguno de los que me ayudaron o aconsejaron son responsables de mis equivocaciones o de mis errores. No es probable que ninguno de ellos esté totalmente de acuerdo con todo lo que se dice en este libro; no por ello mi gratitud hacia ellos es menos sincera y profunda. Me gustaría, asimismo, aprovechar esta oportunidad para dar las gracias a mis editores por haberme ayudado a aventurarme en esta empresa a largo plazo.

Sólo me queda por comentar algunos detalles técnicos. El calendario y el sistema de transcripción son dos quebraderos de cabeza permanentes para los investigadores que se ocupan de temas rusos. He fechado los acontecimientos ocurridos en Rusia antes del 23 de octubre-7 de noviembre de 1917 según el calendario juliano, que era el que se aplicaba antaño en este país; pero los acontecimientos producidos fuera de Rusia los he fechado según el calendario occidental. Allí donde me ha parecido que podían surgir confusiones he hecho constar claramente el calendario que estaba utilizando. Los acontecimientos sucedidos en Rusia entre el 25 de octubre-7 de noviembre de 1917 y el 1-14 de febrero de 1918 (momento en el que Rusia aceptó el calendario occidental) llevan siempre doble fecha. Los acontecimientos posteriores al 1-14 de febrero de 1918 los he fechado según el calendario occidental. Ningún sistema de transcripción es satisfactorio (excepto para el filólogo que lo haya inventado); el sistema que he seguido con cierta aproximación es el de la Biblioteca del Congreso, despojado de algunos de sus refinamientos.

El tercer volumen de La Revolución bolchevique, 1917-1923 incluye una bibliografía de las principales fuentes utilizadas, parcialmente adelantada en las notas a pie de página de este primer volumen. No existe una edición completa de las obras de Marx y Engels en las lenguas en que fueron escritas. En el momento de terminar este libro sólo se han publicado siete volúmenes de la primera parte (escritos juveniles) y cuatro de la tercera (correspondencia entre Marx y Engels) de la proyectada Historisch-Kritische Gesamtausgabe, editada bajo los auspicios del Instituto Marx-Engels-Lenin; he utilizado esta fuente siempre que me ha sido posible. En otras ocasiones he recurrido a la traducción rusa, virtualmente completa, editada también por el Instituto Marx-Engels-Lenin. En cuanto a las obras de Lenin, he utilizado la segunda edición (la tercera es una simple reimpresión de ésta), con preferencia a la cuarta, aun incompleta, que omite casi por entero las notas de la anterior. En el momento de enviar a la imprenta este volumen habían aparecido los primeros doce volúmenes de las obras de Stalin, de los dieciséis proyectados. La edición de obras completas de Trotski, en curso de publicación en Moscú entre 1925 y 1927, nunca llegó a terminarse; he utilizado esa edición al citar los escritos incluidos en los volúmenes que llegaron a aparecer. Como regla general, he citado los discursos de Lenin y Stalin en los congresos del partido o de los Soviets, etc., según la edición de obras completas, no por las actas oficiales de los congresos, etc., de acceso más difícil para el investigador; quiero hacer constar, sin embargo, que los cotejos que he podido realizar entre unas y otras han resultado siempre satisfactorios. Los discursos de otros oradores son citados según las actas oficiales. A causa del carácter incompleto (y a veces ilegible) de los archivos de la prensa soviética en este país, me he visto obligado en ocasiones a citar de fuentes secundarias sin verificación posterior. Excepto en el caso de las obras completas de Marx y Engels, Lenin, Trotski y Stalin hago constar siempre la fecha de publicación de las fuentes citadas. Sólo indico el lugar de publicación en los casos en que pudieran surgir dudas; las obras en inglés han sido editadas en Inglaterra, a menos de que se indique lo contrario o de que la propia naturaleza de la obra (por ejemplo, la publicación oficial Foreign Relations of the United States) hagan superflua la aclaración. La costumbre de utilizar abreviaturas para referirse a las instituciones soviéticas (por ejemplo, VTsIK, Comintern) es demasiado cómoda para descartarla. Sin embargo, la primera vez que menciono una institución la cito por su nombre completo e incluyo una lista de abreviaturas al final de este volumen.

 

H. Carr

 

Primera parte

EL HOMBRE Y EL INSTRUMENTO

 

Capítulo I

LOS FUNDAMENTOS DEL BOLCHEVISMO

 

Lo que más tarde se convertiría en «Partido Comunista (bolchevique) ruso», y todavía después en «Partido Comunista (bolchevique) de la Unión» remonta sus orígenes a un pequeñísimo congreso de nueve hombres que, reunidos en Minsk en marzo de 1898, fundaron un «Partido Obrero Socialdemócrata Ruso». Los nueve delegados representaban organizaciones locales de Petersburgo, Moscú, Kíev y Ekaterinoslav, así como a la «Unión General de Trabajadores Judíos de Rusia y Polonia», conocida ordinariamente por el nombre de «Bund». El congreso duró tres días: del 1 al 3 de marzo de 1898. Designó un comité central y decidió la ......................[..................] 

 

 

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