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 1. PRESENTACION:

 

La convocatoria de la II Conferencia Internacional que celebramos ahora en La Habana sobre José Martí, aprovechando el 155 aniversario de su natalicio, tiene una importancia excepcional en estos momentos en los que los pueblos del mundo se enfrentan al imperialismo de múltiples maneras. Nunca antes en la historia de la especie humana, ésta se había encontrado en la dramática tesitura actual ya que, por un lado, el potencial creativo de las fuerzas productivas es gigantesco en sus capacidades latentes pero, por el lado contrario, la dominación capitalismo impide que se materialice en hechos esta capacidad asombrosa, que podría ser masivamente orientada hacia la rápida satisfacción de las necesidades urgentes de la humanidad. Nunca antes en la historia humana habían sido tan grandes las ansias de libertad y justicia y las necesidades de solución urgente de los problemas de toda índole pero, por el lado contrario, jamás había existido tanta variedad, cantidad y calidad de fuerzas destructivas fabricadas por el imperialismo, y que pueden acabar con la existencia de gran parte de las formas de vida que existen en el planeta.

Nunca antes se había producido la flagrante contradicción que humilla a la dignidad y capacidad de pensamiento racional de nuestra especie pues si, por un lado, las fuerzas productivas existentes sólo funcionan dentro de una total socialización e interacción a escala mundial, por el lado opuesto, es la minoritaria clase burguesas y sus respectivos Estados imperialistas, la que se apropia de esa producción a título privado por la fuerza de las armas y por el arma de la alienación, la que impide que dicha mundialización beneficie a la humanidad entera sino que al contrario, la hunde en la miseria absoluta y relativa. Es así que, como ya criticara el Manifiesto Comunista, la humanidad de muere de hambre en medio de la abundancia y la burguesía se parece al brujo que tras desencadenar fuerzas destructivas infernales no puede controlarlas.

En estas condiciones, las perspectivas de futuro son eminentemente dialécticas: será la acción humana racional y consciente, o egoísta e  irracional, la que en pugna consigo misma como unidad y lucha de contrario, decidirá el futuro humano. Somos conscientes de ello y por eso nos preparamos para vencer, y en esta tarea el pensamiento de José Martí brilla de forma especial como demostraremos en la ponencia que sigue.

 

2.- IDENTIDADES ENTRE CUBA Y EUSKAL HERRIA:  

 

¿Por qué y para qué se puede aplicar el método de Martí, fallecido en combate con el ejército español en mayo de 1895, desde Euskal Herria y en el convulsionado mundo capitalista de 2008? ¿Más aún, hay un método exclusivo de Martí o éste es parte del método general que la humanidad explotada ha ido creando a lo largo de los siglos de sufrimiento? ¿Es el concepto martiano de “Guerra necesaria”, por citar uno sólo, una rareza exótica de este revolucionario o es parte de una reflexión y de una praxis mucho más amplia, prolongada y sistemática en la historia de las resistencias humanas a la injusticia?

Estas y otras interrogantes se nos amontonan a muchas vascas y vascos en estos momentos en los que todas las contradicciones capitalistas bullen al máximo de su capacidad destructiva, especialmente contra los pueblos oprimidos que carecemos de un Estado propio, soberano e independiente que nos ayude superar los problemas y a relacionarnos con los demás pueblos del mundo en base a los principios del internacionalismo socialista. En situaciones críticas como ésta, como la actual, es más necesario que nunca proceder a la doble y misma tarea de estudiar el presente y prever el futuro buscando en la experiencia pasada la corrección de nuestras herramientas revolucionarias. Tarea doble y una, dialéctica, porque, de un lado, la acción emancipadora se ejercita en el presente, en el ahora, pero mirando al futuro, buscando incidir en las contradicciones decisivas para orientar su desarrollo hacia la liberación humana, lo que a la fuerza y de otro lado, nos exige comprobar la practicidad material de nuestros conocimientos, su corrección científico-crítica, y esto sólo lo logramos buscando la ligazón objetiva entre las prácticas sociales anteriores de la humanidad oprimida y las nuestras, ligazón objetiva que por ello mismo, a la vez, es ligazón subjetiva, de y entre conciencias que se convierten en fuerzas materiales cuando prenden en las masas y se expresan en las luchas sociales de todo tipo. Tarea dialéctica que lleva a la creación de la verdad como elemento de la praxis. Martí estaba totalmente en lo cierto cuando escribió en marzo de 1892 en su texto sobre “El arte de la pelea” que: “Se pelea cuando se dice la verdad”.

Fuerzas subjetivas que han prendido en los pueblos y que se han materializado en sus acciones revolucionarias. Esto lo sabía Martí, y él mismo estudió el desenvolvimiento de esas fuerzas a la vez subjetivas y objetivas no sólo en las Américas sino en otras partes del planeta, como luego veremos. Quedémonos, por ahora, en las Américas y veamos cómo Martí, con su prosa poética, analizaba la compleja dialéctica de la emancipación de los pueblos en su discurso sobre Simón Bolívar de finales de octubre de 1893:

 “Pasa Antequera, el del Paraguay, el primero de todos, alzando de sobre su cuello rebanado la cabeza: la familia entera del pobre inca pasa, muerta a los ojos de su padre atado, y recogiendo los cuartos de su cuerpo: pasa Túpac Amaru: el rey de los mestizos de Venezuela viene luego, desvanecido por el aire, como un fantasma: dormido en su sangre va después Salinas, y Quiroga muerto sobre su plato de comer, y Morales como viva carnicería, porque en la cárcel de Quito amaban a su patria; sin casa adonde volver, porque se la regaron de sal, sigue León, moribundo en la cueva: en garfios van los miembros de José España, que murió sonriendo en la horca, y va humeando el tronco de Galán , quemado ante el patíbulo: y Berbeo pasa, más muerto que ninguno –aunque de miedo a sus comuneros lo dejó el verdugo vivo–, porque para quien conoció la dicha de pelear por el honor de su país, no hay muerte mayor que estar en pie mientras dura la vergüenza patria: ¡y, de esta alma india y mestiza y blanca hecha una llama sola, se envolvió en ella el héroe, y en la constancia y la intrepidez con ella; en la hermandad de la aspiración común juntó al calor de la gloria, los compuestos desemejantes; anuló o enfrenó émulos, pasó el páramo y revolvió montes, fue regando de repúblicas la artesa de los Andes, y cuando detuvo la carrera, porque la revolución argentina oponía su trama colectiva y democrática al ímpetu boliviano, ¡catorce generales españoles acurrucados en el cerro de Ayacucho, se desceñían la espada de España!”

Partiendo de este criterio, que también es el de Martí, como hemos visto, las vascas y vascos actuales encontramos una profunda identidad entre el contexto en el que el Apóstol sacrificó su vida en pos de la independencia de Cuba y el contexto en el que Euskal Herria dio un salto enorme en su autoconciencia nacional colectiva a finales del siglo XIX. En realidad, se trataba de una situación mundial caracterizada por el hundimiento definitivo del imperio español y ascenso del imperialismo capitalista bajo el dominio soterrado aún de los EEUU aunque, en la apariencia, todavía Gran Bretaña semejaba ser la potencia hegemónica. Lo más significativo es que Martí ya comprendió lo básico de la nueva etapa en la que entraba el capitalismo, al decir con sus palabras que éste se agitaba entre  “escaramuza del cambio y reajuste en que parece haber entrado el mundo”, en un texto escrito precisamente para denunciar la agresión española a los pueblos del norte de África, texto al que luego volveremos con más detalle. Un ejemplo muy ilustrativo sobre su capacidad de comprensión de lo que se avecinaba nos lo ofrece en la carta del 18 de mayo de 1895 a su amigo Manuel Mercado, en la que refirma su tesis estratégica según la cual la independencia de Cuba puede servir para frenar la expansión de los EEUU por “sobre nuestras tierras de América”. En una primera fase, hasta su efectiva independencia revolucionaria a partir de 1959, la resistencia cubana a la efectiva ocupación yanqui sirvió para restar fuerzas al imperialismo norteamericano; en su segunda, decisiva y actual fase, la existencia de la Cuba revolucionaria es un freno a las agresiones yanquis a los pueblos de las Américas.

Desde luego que en 1893 ya existía en la teoría marxista una suficiente base como para comprender qué estaba sucediendo a escala mundial, pero aún no se habían producido los decisivos avances teóricos sobre el imperialismo que se lograrían unos pocos años después. Quiere esto decir que Martí era consciente de esas transformaciones y que su proyecto revolucionario independentista no estaba basado en la utopía pacifista sino en el conocimiento siquiera básico de lo que ya entonces era lo esencial del marxismo. Recordemos que ya en marzo de 1883, Martí quedó impresionado por el ambiente  que reinaba en el homenaje a Marx celebrado en Nueva York a raíz de su reciente muerte. Su bello artículo concluye de este modo: “Karl Marx es llamado el héroe más noble y el pensador más poderoso del mundo del trabajo. Suenan músicas, resuenan cantos; pero se nota que no son los de la paz”.

La debacle del imperio español no afectaba sólo a  los dominios exteriores que aún seguía oprimiendo, Cuba, Filipinas y Puerto Rico, sino que también repercutía y muy brutalmente por cierto sobre las naciones que oprimía dentro del territorio estatal: los Països Cataláns, Euskal Herria, Galiza… Sin extendernos mucho ahora, es por esto que existe una muy profunda conexión entre la muerte en combate de Martí a manos de las tropas invasoras españolas, el asesinato a manos de las tropas invasores españolas del dirigente revolucionario filipino Rizal en 1896 y la situación de opresión nacional dentro del Estado español. Martí ya había constatado en 1882 la situación real en estado español al respecto de Catalunya, cuando en su texto “Cataluña contra España” escribió que “Más desamor que amor hay en Madrid para los catalanes. No quiere al resto de España Cataluña, ni es Cataluña querida del resto de España”.

Martí, como Rizal, conocía muy bien la fiera mentalidad imperialista del poder español por haber residido en este Estado durante un tiempo. Había seguido con mucha atención los debates parlamentarios, las diversas propuestas reformistas y reaccionarias sobre qué medidas tomar para impedir la definitiva “desmembración de España”, teniendo en cuenta que a finales del siglo XIX el bloque de clases dominante en el Estado seguía definiendo a Puerto Rico, Filipinas y Cuba como partes inherentes de España, al igual que la supuestamente “progresista” Constitución de Cádiz de 1812 seguía integrando en España a los pueblos que oprimía en los dos hemisferios, en otros continentes, mientras que no quería resolver ni la esclavitud ni el grado de derechos de sus habitantes. El conocimiento que Martí tenía del decrépito imperio español era tan exhaustivo como el que tenía del expansivo imperialismo yanqui, y en base a él pudo escribir este muy brillante análisis sobre “Los moros en España”  de octubre de 1893:

 “Y el triunfo puede ser reñido, aunque en contienda como ésta tenga aún España a su favor lo mismo que le cuelga y la roe, que es el carácter dominante y aventurero, agrio aún de las derrotas de Flandes y de Ayacucho. Donde hay pelea injusta, allí está España. De México salió, porque un catalán de corazón, Prim, tuvo de consejero a un varón angélico, el asturiano Anselmo de la Portilla: pero ¿dónde más fue justa, o peleó para el bien humano, o reconoció a tiempo su error? Pierda España cuanto posee sin honor, y entre al trabajo propio, sin la colocación del ejército para sus segundones inútiles, su gentuza traviesa, y la quinta infeliz: que por ahí y por el gobierno descentralizado de las tercas nacionalidades de su origen, podrá España vivir a nivel con el mundo. ¿Qué España nueva es esa que hoy ahogará en sangre al moro, a quien en cuatro siglos no ha dado más que una iglesia vieja, y mañana pretenderá, aunque en vano esta vez, ahogar en sangre la aspiración y cultura superior de Cuba? Mientras los españoles tengan cómo vivir del rancho del ejército y del barato de las colonias, no habrá nación en España. La nación empieza en la justicia. Reñido decíamos que puede ser el triunfo: porque en los rifeños no arde sólo ahora el agravio de ver profanada con un reducto español la tierra de su cementerio, ni la venganza por la guerra que tuvo su cantor en aquel Alarcón que aborreció tanto a América, ni el indómito afán de ver libre de extraños inútiles su peñasco; sino que por toda la gente mora, y por el Norte todo africano, cunde, más briosa a cada nuevo ímpetu, la idea, sólo para los privilegiados y cobardes apagada, de ligarse, con su fe a la cabeza, contra los pueblos que, del brazo de sus falsos señores, de los afrancesados e imperialista y olanos de la morería, se dividen y reparten, sobre el cadáver de la raza, las tierras donde de siglos atrás se vienen afinando su belleza y bravura. Es la nación lo que está detrás del Riff, y la fe, y la raza. Lo del Riff no es cosa sola, sino escaramuza del cambio y reajuste en que parece haber entrado el mundo. Seamos moros: así como si la justicia estuviera del lado del español, nosotros, que moriremos tal vez a manos de España, seríamos españoles. ¡Pero seamos moros!”.

Como mínimo, de este párrafo debemos destacar ahora tres anotaciones fundamentales. Aunque las dos primeras las analizaremos más adelante, vamos a citarlas ahora. Una es la directa referencia al Estado español en su naturaleza de Estado explotador e injusto, con las exigencias revolucionarias que Martí plantea. La segunda es su igualmente directa referencia a la escisión clasista interna a los pueblos del Norte de África al sostener que sólo los “privilegiados”, es decir, las clases propietarias, y los “cobardes”, pueden no sentir el ideario de liberación nacional que recorre en esos momentos a sus pueblos. La tercera, es la consigna de “¡Pero seamos moros!”, que nace y se basa en que los pueblos norteafricanos sufren la injusticia española tiene una valía universal e imperecedera porque refleja la solidaridad internacionalista que une a los pueblos. Martí está aquí adelantando de manera magistral el internacionalismo del Ché y de la revolución cubana. Pero este internacionalismo es a la vez una profunda llamada a la igualdad más elemental y democrática entre los pueblos y entre las culturas, por muy diferentes que semejen si nos limitásemos al color de su piel. Un poco más adelante volveremos sobre el contenido premonitorio de estas palabras, ya que para nosotros los vascos y vascas son de una actualidad sorprendente y en base a ellas, a su internacionalismo y a su corrección histórica sobre lo que es España, es por lo que nos arrogamos el derecho de explicar la situación que padecemos.

 

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