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 (PONENCIA PARA CHARLA-DEBATE)

 

Dentro de poco va a cumplirse el décimo aniversario del número monográfico que la revista Ezpala dedicó a la sexualidad. Esta revista ya no existe. Como sucede con otros muchos avances concretos que nuestro pueblo va logrando en el camino de su emancipación, Ezpala fue también una víctima más de la represión española, en este caso hay que decir con más razón que nunca de la represión del sistema patriarco-burgués español. Sin embargo, tal como ha demostrado esta década pasada, durante la cual Euskal Herria ha superado todas las nuevas, más amplias e intensas estrategias represivas de los sucesivos gobiernos españoles del PP y del PSOE, el esfuerzo invertido en aquél número monográfico sobre la liberación sexual tampoco ha sido en balde. Mal que bien, con problemas innegables pero menores de lo esperado, nuevas oleadas de jóvenes autoorganizados, nuevas reflexiones colectivas y propuestas de acción práctica, nuevas movilizaciones en estas y otras cuestiones, atestiguan que el proceso de liberación nacional y social, la reuskaldunización de nuestro pueblo y la lucha contra el sistema patriarco-burgués y su orden sexual, no sólo no ha sido derrotado sino que coge más impulso, amplía sus bases y mejora sus alternativas de solución, y un ejemplo entre tantos lo tenemos en este debate que ahora mismo mantenemos. 

Se ha puesto a vuestra disposición uno de los textos de aquél número  --Evolución y enmarque de la liberación sexual en la lucha de liberación vasca--  que está también disponible en Internet. Siempre es necesario repasar críticamente lo que se pensaba y se hacía en el pasado para ver en qué y por qué ha cambiado la sociedad en ese problema y, por tanto, qué acciones e ideas nuevas tenemos que introducir; qué errores se cometieron, qué puntos débiles teníamos, cuanto hemos avanzado y en qué, cuanto y en qué hemos retrocedido. Como habréis visto al leerlo, se trata de un texto no dedicado exclusivamente para la juventud, con sus problemas específicos, sino más general; un texto destinado a dar una inicial base de debate colectivo, base que debía permitir avances posteriores en las múltiples formas que adquiere la sexualidad humana, es decir, avanzar en las múltiples sexualidades humanas. Aunque una década parece poco tiempo en todo lo relacionado con la sexualidad, en realidad, como veremos, durante este tiempo se han agudizado los problemas que se exponen en el texto que se os ha pasado. Por ello, las seis propuestas que aparecen en él al final mantienen toda su vigencia, y las recordaremos actualizadas al final de esta charla. Ahora vamos a desarrollar varios aspectos específicos a las luchas sexuales de la juventud vasca.

 

1. ALGUNAS DEFINICIONES NECESARIAS:

 

El primero se refiere al título de esta charla ¿por qué hablamos de “luchas sexuales” en vez de sexualidad? Hemos definido así la charla porque ya es hora de romper uno de los mitos más perniciosos del orden sexual dominante: el que la sexualidad es una práctica neutral, individual o a lo sumo de pareja, siempre privada y apenas relacionada con la política y la economía, o relacionada muy poco e indirectamente. Este mito es falso y está destinado a blindar y proteger el dominio del sistema patriarcal y burgués. Por sistema patriarcal hay que entender el poder del hombre sobre la mujer, poder que adquiere muchas formas diferentes, tantas como formas de relación y producción existen, y que penetra en toda la sociedad. Por sistema burgués hay que entender la sociedad capitalista basada en la explotación asalariada de la mayoría de la población, la clase trabajadora, por la minoría, la clase burguesa. En la realidad diaria, el patriarcado y la burguesía funcionan simbióticamente, se han unido formando el sistema patriarco-burgués que podemos definirnos, en síntesis, con la imagen gráfica de que el hombre es el patrón, el amo y el propietario de la mujer en todas las cuestiones, desde las sexuales hasta las del trabajo domiciliario, pasando por el control por el hombre del salario que obtiene la mujer si trabaja fuera de casa, y pasando también por el control masculino de la afectividad, de las emociones y de la personalidad de la mujer.

Sociedades anteriores, la feudal, por ejemplo, también tuvieron sus sistemas patriarcales de dominación de la mujer por el hombres, y las sociedades clasistas, etc.; incluso, hay que decirlo todo, en las sociedades postcapitalistas llamadas “socialistas”  --sin entrar ahora a este debate--  también el patriarcado logró recuperarse de las derrotas aplastantes sufridas inicialmente al vencer las revoluciones, reorganizándose y contraatacando al son del ascenso de las castas burocráticas, generalmente compuestas por abrumadoras mayorías de hombres. El patriarcado se ha adaptado a todos los modos de producción porque es anterior a ellos, de hecho es la primera forma de explotación, y ha logrado hacerlo porque, al beneficiar a los hombres en general, éstos, la inmensa mayoría de los hombres, se han olvidado relativamente de las contradicciones entre ellos, entre explotadores y explotados, para oprimir conjuntamente a las mujeres, oprimirlas como sexo en todos los aspectos, dominarlas como seres inferiores y explotarlas como fuerza de trabajo muy especial ya que es la única que, por ahora, puede producir vida. Desde hace algo más de 3000 años antes de la era occidental, aproximadamente, esta opresión global patriarcal es una realidad innegable, habiendo sociedades, pueblos y épocas que han tardado más o menos tiempo en llegar a ella, y otras en las que tiene diversas formas más o menos intensas, suavizadas o parciales.

A lo largo de estos tiempos las relaciones de explotación, de poder del hombre sobre la mujer, han determinado de mil modos y formas todas las prácticas sexuales, incluidas las ilegales, las pecaminosas, las llamadas “aberraciones”, que en una sociedades eran perseguidas con la muerte o la cárcel, en otras eran toleradas más o menos y en otras, eran permitidas y, según cuales, legitimadas. Es por esta aplastante experiencia histórica, que tenemos que hablar siempre de “luchas sexuales” en vez de una abstracta y única “sexualidad”. Hasta hace pocos años, la única versión existente sobre la historia de las sexualidades humanas se reducía a repetir algunos tópicos como, por ejemplo, que la sexualidad no ha evolucionado, limitándose a la procreación; que siempre ha sido una sexualidad reproductiva biológicamente determinada por la “superioridad” del hombre sobre la mujer en cuanto ser activo frente a la mujer pasiva, ser reflexivo y consciente frente a la mujer irreflexiva y emotiva, ser donante y dirigente frente a la mujer receptiva y dirigida, etc. Junto a esto, se ha sostenido que las otras sexualidades, la homosexualidad, la zoofilia, el onanismo o masturbación, la bisexualidad, la polisexualidad, las diversas edades en las prácticas sexuales, las diferentes formas de matrimonio y de familia, el uso de artilugios eróticos y diferentes ungüentos, perfumes, pócimas, yerbas y bebidas excitantes, etc., todo esto y mucho más, sólo han sido “desviaciones” más o menos graves de una “sexualidad natural” biológica y genéticamente determinada.

Pero las cada vez más serias y rigurosas investigaciones históricas sobre las sexualidades, sobre su conexión y dependencia con las estructuras y conflictos sociales y, en especial, el estudio de estas otras experiencias desde las perspectivas de los colectivos oprimidos, especialmente por las historiadoras feministas, están sacando a la luz tanto la variabilidad y complejidad de las conductas humanas, de las relaciones colectivas e individuales, como sus dependencias para con los intereses de las minorías dominantes, que controlan el poder político, económico y cultural. Una constante que aparece en lo esencial en los estudios más científico-crítico al respecto es la interacción permanente desde el surgimiento de la opresión de tres variables como son: el sexo-género, la identidad étnica y/o nacional, y la pertenencia de clase. Al margen de las palabras que se usen en cada época y cultura, por ejemplo, raza, etnia o nación; clase, casta, status o posición social, y género, sexo o sexo-género, al margen de esto, lo determinante es que, por un lado, esta dialéctica de factores es innegable y, por otro lado, está supeditada en último análisis a la previa existencia de la propiedad privada de las fuerzas productivas, empezando por la privatización de la mujer a manos del hombre, su propietario, o sea, que la mujer es un especial y cualitativo instrumento de producción poseído por el hombre.

La privatización de la capacidad de goce sexual en manos del hombre fue el primer acto de privatización de los instrumentos y fuerzas productivas en manos de una parte de la sociedad en detrimento del resto, de la mayoría. La pérdida de la libertad sexual por parte de las mujeres no se realizó sin resistencias y, menos aún, en poco tiempo. Fue un período largo que ha dejado muchas muestras de su enconamiento en las tradiciones orales y en el lenguaje, culturas y religiones en casi todos los pueblos, muy especialmente en las que tratan sobre las formas de comportamiento de las mujeres, su sujeción explotada y pasiva en la sociedad machista. El hecho de que el patriarcado, además de necesitar ocultar o tergiversar aquella resistencia con mentiras religiosas, también y sobre todo necesita reforzarse periódicamente, recuperar su fuerza e implantación, recortar y hacer retroceder las libertades sexuales conquistas, especialmente las de las mujeres, esto es debido a que los hombres sabemos que no ha terminado definitivamente la “guerra de sexos”, como no han terminado la lucha de clases ni las guerras de liberación de los pueblos oprimidos. Son causas estructurales, objetivas e independientes de nuestra voluntad individual las que presionan imparablemente para que, al calor de las contradicciones de todo tipo, renazcan las reivindicaciones prácticas sobre derechos y libertades sexuales y reproductivas, sobre la necesidad de separar ambas prácticas y de poder ejercitarlas con todas las garantías históricamente disponibles para que sean extremadamente placenteras, seguras, deseadas y voluntarias, no sujetas a dictaduras ni divinas ni humanas, tampoco a terrorismos éticos y morales reaccionarios y políticas criminales e inhumanas de control, vigilancia y represión.

Utilizar conceptos compuestos como el de sistema patriarco-burgués sirve también para centrar el problema de la pertenencia de clase de la juventud, no sólo su pertenencia de sexo-género. La división social en clases enemigas también existe dentro de la juventud y sus efectos globales se plasman directamente en las muy distintas capacidades de disfrute de la sexualidad. Mientras que la juventud burguesa, la que ha nacido y muy probablemente vivirá toda su vida dentro de la clase dominante, posee muy superiores medios materiales y culturales para disfrutar de la sexualidad, la juventud trabajadora no los tiene, al contrario. Muchos estudios muestran que bastantes familias burguesas son frecuentemente más tolerantes y “modernas” en cuestiones como la sexualidad y otras que, por el lado opuesto, muchas familias trabajadoras. La ideología machista, siendo una, se vive de diversas formas según cada clase. Pero siendo importante el ambiente normativo y valorativo en cada clase, lo decisivo es que la juventud burguesa tiene aseguradas posibilidades de disfrute sexual muy superiores a las de la juventud trabajadora.

Para la juventud trabajadora es de vital valor tomar conciencia de que todo lo relacionado con sus prácticas sexuales es parte constituyente de su emancipación colectiva e individual, y tanto más lo es para las mujeres jóvenes que no tienen que esperar ni un segundo para autoorganizarse por su cuenta, independizándose de la recelosa y celosa tutela de las organizaciones mixtas  --siempre controladas por los hombres en las cuestiones decisivas--  y echar a andas por ellas mismas cuanto antes. La autoorganización sexual y de género de las jóvenes es el requisito imprescindible para que su lucha tenga visos de victoria. Saber que el sistema patriarco-burgués no concede ningún derecho gratuitamente a la juventud, siempre está preparado para contraatacar y recuperar lo que ha perdido restringiendo aún más libertades y felicidades juveniles, entenderlo así es crucial para avanzar en una sexualidad emancipada.

 

2. SEXUALIDAD Y SEXUALIDADES:

 

Antes de seguir debemos explicar qué relación existe entre la sexualidad en singular y las sexualidades, en plural. En un primer momento hay que decir que la sexualidad en singular es la capacidad de disfrutar placer en todas las especies animales durante el proceso de reproducción biológica. Las sexualidades son las muchas formas diferentes que existen para que esas especies realicen el acto reproductor. En un segundo momento, hay que decir que conforme nos fijamos en las especies animales mamíferas, y en los primates sobre todo, y a partir de aquí en los simios y en la especie humana, vemos que la sexualidad se va caracterizando por independizar el placer sexual en cuanto tiempo de gozo, felicidad y gusto, de la estricta reproducción biológica que se culmina en pocos segundos o minutos, casi fugaz y mecánicamente. Es decir, en la evolución de las especies animales, hasta llegar al animal humano, la sexualidad ha ido desarrollándose en complejidad, riqueza, matices y tiempo de placer a la vez que se iba distanciando del tiempo y del acto únicamente dedicado a la procreación biológica, que también tiene su dosis de placer pero meramente instintivo. Pero conforme las especies animales desarrollan mayor capacidad social y cerebral, mayor tiempo colectivo y superior nivel de relaciones grupales basadas en los sistemas de expresión corporal y oral, en esa medida, por término medio, aumenta la capacidad de placer sexual y a la vez aumentan las formas de sexualidad, aumentan las sexualidades. La homosexualidad y la bisexualidad, por ejemplo, también están confirmadas en otras muchas especies animales no humanas, lo mismo que el autoerotismo y la masturbación.

 

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