ÍNDICE

     

Introducción
Advertencia
 
LOS GRANDES PROTAGONISTAS
 Nikolái Ivánovich Bujarin
 Lev Borisovich Kámenev
 Vladimir Ilich Lenin
 Iosif Stalin
 Yákov Mijáilovich Sverdlov
 Lev Davuídovich Trotsky
 Gregori Evseevich Zinóvíev
 
LA PLÉYADE DE OCTUBRE
Los bolcheviques de antes de la guerra
 Andrei Andreevich Andréiev
 Andréi Serguéievich Buhnov
 Alexandr Gavrilovich Shliápnikov
 Benjamín Nikoláievich Kaiúrov
 Yákov Naúmovich Drobnis
 Pável Efimovich Dibenko
 Abel Safrónovich Enukidze
 Mijaíl Vasílievich Frunze
 Mijaíl Ivánovich Kalinin
 Semión Archákovich Ter-Petrosián
 Stanislav Vinkéntievich Kossior
 Serguéi Mirónovich Kírov
 Nikolái Nikoláevích Krestinsky
 Nadezhda Konstantinovna Krupskaya
 Maxim Maximovich Litvinov
 Viacheslav Mijáilovich Mólotov
 Nikolái Ivánovich Murálov
 Gregory Konstantinovich Ordzhonikidze
 Gueorgui Leonidovich Piatakov
 Nikolái Ilich Podvoisky
 Evgueni Alexeevich Preobrazhensky
 Fiódor Fiódorovich Raskólníkov
 Leonid Petrovich Serebriakov
 Nikolai Alexeevich Skripnik
 Iván Tenísovich Smilgá
 Iván Nikitovich Smirnov
 Grigori Yákovlevich Sokólnikov
 Lev Semiónovich Sosnovsky
 Elena Dmitrievna Stássova
 Vias Yákovlevich Ghubar
 Mijail Pavlovich Tomsky
 Kliment Efrémovich Voroshilov
 
Los antiguos disidentes
 Vladimir Alexándrovich Antónov-Ovseenko
 Alexandr Alexándrovich Bogdánov ('Malinovsky)
 Leonid Borisovich Krasin
 Alexandr Lozovsky (Abramovich Dridzo)
 Anatoli Vasilievich Lunacharsky
 Dmitri Zájarievich Manuilsky
 Alexei Ivanovich Rikov
 
Los adheridos en 1917, los nuevos ingresos,
 los "extranjeros"
 Félix Edmundovich Dzerzhinsky
 Adolf Abrámovich Yoffe
 Alexandra Mijáilovna Kolontái
 Mijail Solomónovich Uritsky
 Karl Bemárdovich Rádek
 Kristián Gueórguievich Rakovsky
 Larisa Mijáilovna Reisner
 Gueorgui Vasilevich Chicherin
 Mijail Nikolaevich Tujachevsky
 V. Volodarsky
 
366.  Prensa citada
373.  Siglas y organizaciones

  

 

 

INTRODUCCIÓN

I

Cuando llegó a Occidente la noticia de la Revolución de Octubre, en su mayor parte los periódicos se confundieron tanto sobre el alcance del golpe de Estado, como sobre sus promotores. ¿Quiénes eran los hombres que acababan de triunfar y quiénes sus verdaderos dirigentes? Otras tantas preguntas a las cuales los periódicos no sabían responder. Lo inverosímil de las elucubraciones que corrían acerca de esos hombres sólo era equiparable con la ignorancia general. Los nombres de la mayoría de los miembros del nuevo gobierno bolchevique de Petrogrado no decían nada ni a los periodistas mejor informados, y la prensa entregaba a un público ávido de noticias las biografías más fantásticas. Los nombres de L’enin o de algunos de sus compañeros, como Trotsky, Lunacharsky, eran sólo vagamente conocidos de un pequeño círculo de dirigentes socialistas que asistieron a los congresos de la Internacional. Pero las vidas de esos revolucionarios rusos emigrados, que antes de 1914 causaron tantas preocupaciones a la Internacional por sus divergencias y luchas intestinas, no les interesaron en absoluto en aquella época, y quedaron ignoradas.

En Rusia misma no se sabía mucho más de la existencia de los autores de la Revolución de Octubre. Es cierto que en mayo de 1917, Lenin, en medio de una campaña de desprestigio desencadenada contra él por la prensa, se vio obligado a dejar que se publicase en el periódico Soldátskaya pravda un artículo de Krúpskaya que indicaba los datos principales de su vida de militante. Pero tanto de Lenin, como del equipo que lo rodeaba, no se tenía en la Rusia de los años 1917-18, sino la imagen estereotipada de ¡os revolucionarios que pasaron por los trabajos forzados y las cárceles zaristas, de exiliados y proscritos. Esta discreción no era debida a una astucia calculada; se derivaba de los mismos principios de los bolcheviques. Esas referencias que se publicaron sobre Lenin, en mayo de 1917, las consideraron una excepción debida a las circunstancias y llegó a ser una regla lo que Olminsky formuló así: “En principio, nosotros, los bolcheviques, sólo hacemos la biografía de un camarada después de su muerte.” El individuo, el militante se esfumaba ante la voluntad colectiva del partido. Y la historia que se estaba haciendo no dejaba tiempo, en absoluto, para inclinarse ante una persona. Pero, por encima de todo, los bolcheviques afirmaban así su desprecio por los métodos histriónicos con que la democracia burguesa ilustraba la carrera de sus dirigentes: los bolcheviques no tenían “carrera”. Tal fue la posición original. Después, la intransigencia formulada por Olminsky se matizó progresivamente. Tanto más cuanto que el poder soviético de los años 20 concedió un lugar muy importante a la evocación del pasado revolucionario de Rusia, haciendo así salir del anonimato a los dirigentes de octubre.

Sus nombres y sus rostros, que se hicieron familiares, adquirieron personalidad en múltiples diccionarios biográficos colectivos. En éstos figuraban no sólo los dirigentes, sino todos los revolucionarios profesionales de alguna importancia. Esas biografías colectivas con la mayor frecuencia contenían las autobiografías de los militantes. Destinados de ordinario a la sección de cuadros del partido o a los archivos de la asociación de ex-deportados y exiliados políticos, esos documentos no eran confidenciales; las revistas de la época, los diccionarios y las enciclopedias los reproducían ampliamente. Pero todas esas publicaciones tuvieron una existencia breve. Desde los años 30 fueron retiradas de la circulación, guardadas en las secciones secretas de las bibliotecas o puestas en la picota. Pues Stalin, después de eliminar a la vieja guardia y asegurarse en el poder, impuso su versión propia de la historia. Hizo desaparecer a los actores y testigos principales, y la misma suerte corrieron los documentos impresos o inéditos que podían contradecirlo o desmentirlo.

Es sabida la importancia que Stalin atribuía a esta transformación de la historia en mito, sobre todo a la del bolchevismo y la Revolución de Octubre. Es inútil buscar los nombres de los miembros del comité central de 1917, o de los dirigentes políticos y militantes de esa revolución en las innumerables obras publicadas en la época del “culto a la personalidad”. Stalin, con todo cuidado, borró de la Historia tanto los testimonios como los nombres de sus adversarios, atribuyéndose muchas veces sus hechos y sus méritos. La historia revolucionaria se convirtió en instrumento de autoglorificación, que colocó al dictador en la base, en el centro y en la cúspide de todo, y los oponentes de la vieja guardia quedaron sometidos, en un lenguaje imprecatorio, a la denigración sistemática.

Así se convirtieron en “fantasmas” que hicieron su reaparición después del XX Congreso. Entonces los miembros de la vieja guardia, víctimas de las purgas, quedaron súbitamente rehabilitados en número considerable; en ocasión de algún aniversario, aparecía en un periódico o revista especializada su biografía, que por lo general concluía con la fórmula consagrada: “Caído víctima del culto a la personalidad.” Así, en le transcurso de estos últimos diez años, los nombres antaño proscritos reaparecieron gradualmente en la historia del bolchevismo bajo la forma de noticias estereotipadas o de estudios biográficos sometidos a las necesidades políticas del momento. Pues, aunque el papel del historiador soviético no se limitaba ya a mantener leyendas, y a pesar de haberse registrado un progreso en la investigación, los historiadores no estaban todavía autorizados a disipar ciertos mitos.

Aun cuando en los países capitalistas se han consagrado docenas de libros y de estudios a Lenin y a Trotsky, la pléyade de los dirigentes de la Revolución de Octubre sigue siendo poco conocida. Esa historia sin rostros, donde sólo las grandes personalidades adquieren relieve, domina todavía. O se evocan los nombres de los militantes y se proyectan los rasgos de Lenin sobre todos los revolucionarios, o con retratos fugaces y erróneos, debidos a fuentes no certificadas, se da de los bolcheviques de 1917 la imagen de un grupo de individuos sin silueta, sin personalidad. Cincuenta años después, los autores y los actores de “los diez días que conmovieron al mundo”, han quedado como nombres citables, pero que exigen investigaciones laboriosas para obtener de ellos referencias biográficas precisas.

Mas para el estudio de la historia de una organización que, a diferencia de la socialdemocracia europea de la época, no representaba un partido de masas, sino que reunía un número relativamente restringido de revolucionarios profesionales, los conocimientos biográficos son de una importancia particular.

Al querer llenar una laguna y al tratar de volver a la vida a quienes formaron la vieja guardia de la Revolución de Octubre, nuestra recolección queda plenamente justificada. Pero hay otro hecho que nos pareció importante y que explica el título y el carácter de nuestra empresa. Hemos tratado de sacar del olvido, de exhumar autobiografías, o biografías que se consideran autorizadas, escritas por aquellos cuyos actos y conceptos dieron forma a los acontecimientos. Son fuentes insustituibles para toda investigación y documentación seria sobre los bolcheviques. Para el aficionado a la historia, que trate de restablecer a los hombres y al espíritu que los animó, estas autobiografías repletas de detalles personales y —hasta 1917— de detalles políticos, representan una documentación única en su género; para el historiador, son un conjunto de fuentes raras y excepcionales, que le permiten desligarse de “la historia-congreso” para captar la historia a través de quienes la vivieron e hicieron. Esos documentos permiten también, mediante una desmistificación necesaria, sacar nuevamente a la luz los hechos silenciados o los acontecimientos maquillados según las necesidades, así como el verdadero papel que desempeñó cada uno de los protagonistas en los preparativos y el desarrollo de la revolución; y además ir más allá de los simples acontecimientos y emprender un análisis político de los bolcheviques de 1917, volviéndolos a colocar en el medio social en que se formaron y en las circunstancias que dejaron rastro en su psicología.

 

II

Ante todo unas palabras acerca de las fuentes, del origen de estas autobiografías. La mayor parte de ellas se han tomado de la célebre Enciclopedia Granat.[1] Los tres fascículos del volumen XLI de esta publicación, preparada para el décimo aniversario de la Revolución de Octubre, pero que se redactó y mandó a imprimir en 1924 y 1925, contenían tres anexos con las biografías de unos doscientos dirigentes de la revolución. Fieles al espíritu de su tiempo, los redactores de esta enciclopedia publicaron sobre todo autobiografías o biografías que se denominan autorizadas (y que de hecho no representan sino una forma impersonal de autobiografía). La enciclopedia hizo un llamado —en general— a todos aquellos que habían desempeñado un papel efectivo en la revolución (entendida la palabra en su acepción más amplia y abarcando su prehistoria, es decir, la historia del bolchevismo, el año revolucionario de 1917, así como la época de la guerra civil), independientemente de su posición y situación oficial en el partido. Por lo demás todos los personajes importantes de la URSS figuraban en ella.[2]

Por su contenido, por su estilo, las autobiografías difieren de innumerables memorias y libros de recuerdos. El estilo es menos rebuscado, más directo: hay pocas concesiones al verbalismo. El contenido, más escueto, desprovisto en la mayoría de los casos de anécdotas estorbosas así como de opiniones generales, refleja muchas veces una experiencia o coyunturas políticas posteriores. Todo lo cual hace que estos documentos Sean menos apasionantes, pero muchas veces más verídicos. A este respecto, no deja de tener interés comparar la autobiografía o la biografía escrita entre 1922-26 y las memorias posteriores del mismo personaje. Si en la autobiografía sigue su vida y pone de relieve su personalidad, en los recuerde», procura, la mayoría de las veces, darse un lugar destacado, situándose en el centro de los acontecimientos aun cuando hubiera sido un simple comparsa, o bien en la proximidad inmediata de Lenin. Estas sustituciones voluntarias o involuntarias están excluidas de las autobiografías, sobre todo de las que fueron escritas inmediatamente después de la revolución. El “héroe” aún no ha sido santificado.

Pero de la naturaleza misma de los documentos se deriva también una parte de sus inconvenientes. A veces una historia tan densa como es la vida de los revolucionarios que actuaban en la clandestinidad, que desempeñaron un papel de primer plano en la revolución y que participaron en los destinos del Estado soviético, se reduce a unos cuantos datos o a la relación de cargos sucesivos. Sin embargo, la brevedad de estas autobiografías, bastante poco accesibles a lectores no iniciados en la historia interior de la socialdemocracia rusa, no es siempre un inconveniente; sobre todo para el historiador. Pues revelan en toda su desnudez los hechos, muchas veces mistificados, y las actitudes despojadas de grandilocuencia, o de motivaciones impugnables.

El defecto mayor que tienen —que no depende por lo demás de su naturaleza, sino de las circunstancias— es la rapidez con que se pasa por el periodo que siguió a 1917,[3] limitándose a una enumeración escueta de los cargos desempeñados y de los títulos. Desde ese momento es cada vez más difícil captar un pasado que se esconde; el presente habla un lenguaje nuevo; tras la acumulación de títulos y salvo raras excepciones, se abre el silencio. ¿Por qué esa discreción? Las razones son múltiples. Aquellas que evocan los interesados son de la misma naturaleza; su vida después de 1917, se confunde con la vida pública, con la revolución, que se da por conocida. Pero si el lector de 1927, contemporáneo de los acontecimiéntos, podía contentarse con esta explicación, que no constituye lo esencial, éste no es el caso del historiador de 1968. Es evidente que las circunstancias políticas particulares de la época en que las biografías fueron escritas determinaron sus carencias, sus lagunas y su discreción.

Para emprender un análisis más profundo y para una mejor comprensión a la simple lectura, se necesitaría ante todo conocer las fechas precisas de la redacción. Al analizarlos se nota que esos documentos no fueron redactados todos en la misma fecha ni con la misma finalidad. Una primera categoría salió a luz en los años ¡921-24, en la época de las grandes depuraciones de los miembros delpartido. Esas autobiografías fueron escritas con destino a las comisiones de control. La segunda categoría se redactó en los años 1924-26, para los archivos de la Asociación de Ex-detenidos y Exiliados Políticos, asociación que, impulsada por Nevsky y Yaroslavsky, gozó de la máxima autoridad y emprendió vastas pesquisas para reunir tanto los documentos como los. testimonios de sus miembros. En fin, una tercera categoría, escrita en la misma época, estaba expresamente destinada a la Enciclopedia Granat. Se trata, ante todo, de militantes ya muertos (Lenin, Sverdlov, Frunze, Kamo, etc.) que, al parecer no dejaron autobiografías; a continuación, los grandes protagonistas de la época (Stalin, Zinóviev, Ríkov, glorificados por sus secretarios; Trotsky, denunciado por un partidario de Stalin, etc.).

La vida de Lenin, reconstruida por su hermana mayor Ana, que desde la juventud fue su confidente y colaboradora íntima, está considerada por la mayor parte de los biógrafos de Lenin como fuente provechosa para el estudio del medio en que pasó su juventud, donde se formó e hizo sus comienzos revolucionarios. Sin embargo, para comprender el desarrollo de Vladimir ílich y la maduración de sus opiniones técnicas, de su estrategia y táctica durante la revolución de 1917, así como después de la instauración del poder soviético, esta biografía no proporciona revelación alguna y es totalmente insuficiente.

En cuanto a las biografías autorizadas de Stalin y Zinóviev, su lectura muestra que estaban directamente inspiradas, si no en parte escritas o cuando menos revisadas, por los propios interesados. Se encuentra el retrato fidedigno de Zinóviev, personaje muy pagado de sí mismo, que se presenta como legítimo heredero de Lenin, pretensión que Stalin y Ríkov rechazan en sus propias biografías, en las cuales predomina esta misma preocupación.

La redacción de la enciclopedia no impuso, como regla general, ni la censura ni la coacción, dado que tuvo la posibilidad de tomar casi en su forma inicial los documentos enumerados en las dos primeras categorías. La gran variedad de los textos reproducidos, así como la forma, el fondo y la extensión, atestiguan que estas biografías no se inspiraron en ningún esquema impuesto de la historia. Es probable que, por una convención tácita, los interesados se impusiesen por sí mismos una “censura”; ya sea eludiendo la mención de los acontecimientos en que estuvieron mezclados, ya —y éste es el caso de las biografías autorizadas— poniendo a disposición de los redactores su curriculum vitae y encargándoles redactar la biografía o darle su forma definitiva.

 

III

No se puede dar, con facilidad, un juicio de conjunto sobre la naturaleza de los errores contenidos en estos documentos. De ordinario, las omisiones no son imputables a los redactores de la enciclopedia, sino a los autores, y lo que alguno quiso ocultar ha sido puesto en evidencia por otro. Krasin, en su autobiografía, quiso pasar en silencio sus divergencias y su ruptura con Lenin entre 1908 y 1914, así como su afiliación a la oposición de izquierda del grupo Vperiod. Pero en el mismo, volumen, Bogdánov, en su autobiografía, al hacer constar esta ruptura, enumera entre los partidarios de ella al propio Krasin.

Marc Bloch, al hablar de los testimonios históricos, decía: “Entre la ficción pura y simple al error puramente involuntario hay muchos grados.” En el caso de las biografías de los bolcheviques, para descubrir estos grados, hay que tener en cuenta la época en que fueron escritas. Pues una parte de esos documentos proviene de un periodo en que las luchas intestinas en el partido alcanzaron su mayor evidencia. En el momento en que fueron redactadas, la oposición no estaba derrotada y los adversarios por lo general respetaban ciertas reglas del juego. De esto ha quedado la huella en las autobiografías. La lucha entre la oposición y la dirección, no habiendo aún rebasado a los cuadros del partido, hizo que los desacuerdos políticos de entonces quedaran como cuestión interna. Pero esta discreción sobre las divergencias del presente se proyectó asimismo sobre el pasado. No cabe duda de que las motivaciones de ese silencio obedecían a razones diferentes, según el militante de que se tratara. Fueron muchos los que, como lo hizo Trotsky en diciembre de 1921, consideraron políticamente nefasto resucitar las viejas polémicas y utilizar los documentos guardados en la lucha política del momento, y las discusiones del pasado, como armas en las nuevas divergencias, fundamentalmente diferentes. En cierto periodo, esas consideraciones fueron tácitamente admitidas por los redactores de las diversas publicaciones y de los diccionarios biográficos, tanto más puesto que, si se prescinde de algunos escasos militantes, todos tuvieron en el pasado divergencias con el partido o con su línea general, y que la trayectoria de todo militante de la vieja guardia bolchevique estaba manchada con “errores” que podrían echárseles en cara. De ahí las omisiones voluntarias, pero también una cierta prudencia política, lo que hace que estos relatos autobiográficos, documentos humanos, carezcan a veces de precisión, y descuiden demasiado profundizar en los problemas políticos más importantes, ya sea aprovechando las hazañas del pasado, que impresionan pero no explican (descripciones sugestivas, pero impresionistas y superficiales) o refugiándose en Una escueta y monótona enumeración de hechos.

Pero, al mismo tiempo, han de tenerse en cuenta otras consideraciones y otros elementos explicativos, los cuales nos obligan a matizar nuestras consideraciones generales. Al aparecer esta enciclopedia, nos encontramos ya'lejos de aquella época en que, respondiendo a las proposiciones de Lenin para que ingresara en el partido bolchevique en condiciones definidas, Trotsky podía declarar: "No puedo definirme como bolchevique. No es deseable ponerse viejas etiquetas.” Esto era en junio de 1917. Poco tiempo después, el propio Trotsky aceptaba "la vieja etiqueta”. La antigüedad como miembro de la vieja guardia bolchevique pesaba ya mucho en 1925; desde la parálisis de Lenin los triunviros habían entablado el combate contra Trotsky, en nombre de la legitimidad bolchevique. El curriculum vitae político se volvió importante, si no esencial, y el hecho de haber pertenecido a otra familia socialista, a una de las teñidas de menchevismo, si no era todavía una acusación primordial, podía originar contratiempos. Finalmente, en el momento en que aparecieron estos tomos de la Enciclopedia Granat, la lucha-contra la oposición de izquierda estaba en su apogeo. Izvestia del 13 de enero de 1925, proclamaba “que las grandes masas y hasta numerosos miembros jóvenes del partido, no tienen una idea muy clara de los combates que se libraron entre el bolchevismo y una de las formas del menchevismo... la trotskista”, y hacía un llamado a los propagandistas "para Henar esta laguna en el trabajo de educación del partido”.

La ruda batalla política que dividía a los cuadros de éste en todos los niveles y en todos los rincones del país, no tocaba todavía, por entonces, todos los sectores de la vida cultural, y una publicación tan “honorable” como la Enciclopedia Granat no fue considerada al principio instrumento de la lucha ideológica y política. La mayor parte de las autobiografías o biografías autorizadas, que aparecieron en los dos primeros fascículos de nuestras fuentes básicas y que fueron redactadas mucho antes de esta campaña, escaparon todavía a las exigencias indicadas por Izvestia. Las cosas cambian en el tercer suplemento, aparecido a fines de 1929, que, entre otras, contiene la biografía de Trotsky, Redactada por Nevsky, bolchevique de vieja cepa, el historiador oficial más conocido en la época del movimiento obrero de Rusia (“purgado” también algunos años después), la biografía de Trotsky es una biografía de combate que termina con una furiosa denuncia.

Si la razón de Estado y la censura todavía no han dejado del todo su huella en estos documentos, en cambio, el origen político de los diversos militantes influyó profundamente en el espíritu y la orientación de susautobiografías (incluso cuando habían sido redactadas mucho antes de la derrota de la oposición). También se ve a través de centenares de biografías no pocas lucubraciones verbales para disfrazar torpemente la jactancia o la mistificación.

Eran muchos, en efecto, aquellos que querían parecer lo que no fueron: bolcheviques de la primera hora y sin fallas. De modo general, queremos distinguir aquí dos categorías: la primera se encuentra sobre todo entre los bolcheviques “viejos”, que fueron, sin embargo, adversarios notorios de Lenin entre 1908 y 1914. En la segunda entran ciertos “¡legalistas”, revolucionarios del interior, con frecuencia militantes oscuros antes de 1917, o bien personajes que, antes de encaramarse al primer plano, llevaron una actividad revolucionaria en condiciones oscuras, difícilmente controlables y que utilizaron esas circunstancias para forjarse un pasado a su medida y al gusto de la época. A este respecto, la biografía de Stalin es la más representativa.

La discreción sobre el aspecto político de su vida militante caracteriza a aquellos que antes y después de 1917 estuvieron inclinándose a uno y otro lado. Un Lozovsky se calla o pasa rápidamente sobre sus cambios políticos, así como Kámenev lo hace sobre sus frecuentes oscilaciones en los momentos decisivos. Lo mismo ocurre con Lunacharsky y muchos otros, que no insisten en sus divergencias teóricas y políticas con Lenin y sobre las críticas vivaces que sufrieron por parte de éste. Silencio muy comprensible. La "deificación” de Lenin y la proclamación del “leninismo”, como un conjunto de dogmas, elevaba las críticas del pasado al rango de blasfemias. Los que se unieron a los bolcheviques, después de haber militado en otras tendencias socialistas, preferían pasar en silencio los problemas de sus relaciones con los bolcheviques, sin, por ello, renegar de su pasado o fustigarlo. La autobiografía de Rakovsky y de Yoffe, por sólo citar dos ejemplos, son de una gran dignidad................................

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