Ver el ORIGINAL en PDF

 

 

 

 

Ponce marxista

 

Dijimos, al comienzo, que después de la muerte de Ingenieros, Ponce inicia el proceso que había de llevarlo al marxismo. Y lo realiza con la eficacia que de su talento y la rígida disciplina de estudioso que se imponía a sí mismo, permitían esperar.

La primera obra en que el método marxista —el materialismo dialéctico— aparece con toda nitidez es Educación y lucha de clases, libro que resume el curso dictado por Ponce en 1934, en el Colegio Libre de Estudios Superiores.

Lo que caracteriza a Educación y lucha de clases es la rigurosa y metódica exposición del medio en que el hombre se educa e instruye. La estructura del medio social condicionó las formas de la educación y de la adquisición de conocimientos. Primera y fundamental comprobación que el examen del proceso histórico permite establecer, para no caer en la estéril metafísica de analizar la educación en sí, la instrucción en sí y la ciencia en sí.

Es siempre la educación, la instrucción y la ciencia, que nacen y se desenvuelven en un medio social que las condicionan. Lo concreto, punto de partida de lo abstracto y lo abstracto que vuelve a lo concreto, como expresión de un proceso indisociable en la realidad del aprendizaje.

Materialismo dialéctico —es decir, proceso mental de una realidad existente— que para existir no necesita ser pensada, pero a cuyo conocimiento no se llega, sino a través del pensamiento de esa realidad; y materialismo histórico, en cuanto se aplica a la formación social del hombre. Esta concepción informa los ocho capítulos que integranEducación y lucha de clases, con el estilo inconfundible, vigoroso y diáfano de Ponce.

En el primer capítulo, “La educación en la comunidad primitiva”, Ponce estudia brevemente la estructura de la comunidad primitiva, siguiendo los conceptos básicos establecidos por Morgan en su “sociedad primitiva”, como resultado de su investigación sobre el modo de vida de los iroqueses, indios norteamericanos. Las características esenciales de esta sociedad primitiva, establecidas por Morgan, son la comunidad de bienes, la consanguinidad, la igualdad de derechos y obligaciones de sus componentes, lo que implica la forma más elemental y a la vez más nítida de democracia. Esta es la gens de Morgan, que estudios ulteriores probaron constituía, en todos los sitios habitados, la forma primordial de asociación humana —en el estadio inicial— que Morgan ha denominado salvajismo.[1]

En esta asociación primaria y elemental están en germen lo que aparecerá, luego de largos períodos de tiempo, como estadios más desarrollados que van de la barbarie a la civilización y, que se expresan en la invención instrumental que asegura un mayor dominio del hombre sobre la naturaleza, una división progresiva del trabajo, que implica aprendizaje, y un ordenamiento jurídico y político que traduce en normas aquellos elementos básicos de toda asociación humana. Lo que Marx sintetiza genialmente en lo que denominainfraestructura y superestructura, con mucha antelación a los descubrimientos de Morgan; que son una confirmación de laconcepción materialista del desarrollo social.

Ponce estudia el hecho de la educación en este ambiente primitivo. Igualdad de derechos y deberes, igualdad de sexos;la mujer no está subordinada al hombre: “La dirección de la economía entregada a las mujeres no era como entre nosotros un asunto privado, sinouna verdadera función pública, socialmente tan necesaria como la de proporcionar los víveres a cargo de los hombres.”

“Si en la comunidad primitiva las mujeres estaban con respecto a los hombres en un mismo plano de derechos, los niños no les iban a la zaga. Hasta los siete años, a partir de los cuales debía ya vivir a sus expensas, el niño acompañaba a los adultos en todos los trabajos, los compartía en la medida de sus fuerzas y recibía como recompensa iguales alimentos que los otros. La educación no estaba confiada a nadie en especial, sino a la vigilancia difusa del ambiente. Gracias a una insensible y espontánea asimilación de su contorno, el niño se iba conformando poco a poco dentro de los moldes reverenciados por el grupo. La diaria convivencia con el adulto lo introducía en las creencias y las prácticas que su medio social tenía por mejores. Desde las espaldas de la madre, colgado dentro de un saco, asistía y se entremezclaba a la vida de la sociedad, ajustándose a sus ritmos y a sus normas, y como la madre marchaba sin cesar de un lado para otro y la lactancia duraba varios años, el niño adquiría su primera educación sin que nadie lo dirigiera expresamente.

La misión del adulto se limitaba a indicar, en caso necesario, el comportamiento adecuado a circunstancias determinadas. “En el lenguaje grato a los educadores de hoy, diríamos que enlas comunidades primitivas la enseñanza era para la vida por medio de la vida; para aprender a manejar el arco, el niño cazaba; para aprender a guiar una piragua, navegaba. Los niños se educaban participando en las funciones de la colectividad. Y porque participaban en las funciones sociales se mantenían, no obstante las diferencias, a un mismo nivel que los adultos.”

Entregados a su propio desarrollo—o bildung, como dirían siglos más tarde Goethe y Humboldt—, los ñoños no dejaban por eso de convertirse en adultos acordes a la voluntad impersonal de su ambiente; adultos tan idénticos a todos los otros miembros de la tribu que Marx decía con justicia que aún se encontraban ligados a la comunidad, por un verdadero «cordón umbilical».

“Este hecho me parece de una importancia tal como para merecer que nos detengamos un instante. Si los padres dejaban a los niños en completa libertad, ¿cómo todos los adultos resultaban idénticos? Si no existía ningún mecanismo educativo especial, ninguna «escuela» que imprimiera a los niños una mentalidad social uniforme, ¿en virtud de qué la anarquía de la infancia se transformaba en la disciplina de la madurez? Estamos tan acostumbrados a identificar a la Escuela con laEducación y a ésta con el planteo individualista en que interviene siempre un educador y un educando, que nos cuesta no poco reconocer quela educación, en la comunidad primitiva era una función espontánea de la sociedad, en su conjunto, a igual título que el lenguaje o la moral. Y así como resulta evidente que el niño no debe concurrir a ningún instituto para aprender a hablar, debe resultarnos no menos evidente que en una sociedad en la cual la totalidad de los bienes están a la disposición de todos, puede bastar la silenciosa imitación de las generaciones anteriores para ir llevando hacia un mismo cauce común las inevitables desigualdades en los temperamentos.

“¿Diremos por eso que el primitivo no recibía una educación de acuerdo a su naturaleza? Si por «naturaleza» se quiere expresar la «esencia» del hombre tal como aparecería al sustraerlo de las influencias sociales, salta a los ojos lo absurdo de la pregunta. Jamás, en ningún momento, se ha dado un hombre en tales condiciones. El hombre, en cuanto es hombre, es social; es decir, está siempre modelado y configurado por un ambiente histórico, del cual es imposible desprenderlo.”

Este pensamiento de Ponce, es básico y esencial en el materialismo histórico. Ya Marx, en 1845, lo había enunciado con toda claridad en su Tesis sobre la filosofía de Feuerbach. Así, en la sexta tesis decía: “Feuerbach resuelve la esencia religiosa en esencia humana. Pero la esencia humana no es algo abstracto, innato en el individuo. En su realidad —la esencia humana— es el conjunto de las relaciones sociales. Feuerbach, que no se adentra en la crítica de esta esencia, está obligado: 1º) a abstraer del curso histórico y fijar el sentimiento religioso en sí, y a presuponer un abstracto, aislado, individuo humano; 2º) en él la esencia humana puede ser concebida sólo como «género», como una universalidad íntima, muda, que vincula solo naturalmente muchos individuos.”

Y en la séptima tesis completa estos conceptos diciendo: “Feuerbach no ve, por lo tanto, que el «sentimiento religioso» es, también él, un producto social y que el individuo abstracto que él analiza, pertenece en realidad a una determinada forma social.”

“El hombre —continúa Ponce— de las comunidades primitivas tenía, él también, su concepción del mundo, aunque nunca la hubiera formulado expresamente. Esa concepción del mundo que a nosotros nos parece pueril, reflejaba, por un lado, el ínfimo dominio que el primitivo había alcanzado sobre la naturaleza y, por el otro, la organización económica de su tribu, estrechamente vinculada a ese dominio. Puesto que en la organización de la comunidad primitiva no se conocían ni rangos ni jerarquías, el primitivo supuso que la naturaleza estaba organizada en igual forma; su religión fue por eso una religión sin dioses. Los primitivos creían, en efecto, en fuerzas difusas que impregnaban a todo lo existente, de la misma manera como las influencias sociales impregnaban a todos los miembros de la tribu.[2]

“De esa concepción del mundo —la única posible de una sociedad rudimentaria en que todos los miembros ocupaban un sitio igual en la producción— derivaba lógicamente el ideal pedagógico al cual los niños debían ajustarse. Eldeber ser en el cual está la raíz del hecho educativo, les era sugerido por su medio social desde el momento mismo de nacer. Con el idioma que aprendían a hablar recibían una cierta manera de asociar o de idear; con las cosas que veían y con las voces que escuchaban, se impregnaban de las ideas y los sentimientos elaborados por las generaciones anteriores, se sumergían de manera irresistible en un orden social que los influenciaba y los moldeaba. Nada veían, nada sentían, sino a través de las maneras consagradas en su grupo. Su conciencia era un fragmento de la conciencia social, y se desenvolvía dentro de ella, de modo tal que antes de que el niño bajara de las espaldas de la madre habían recibido de manera confusa todavía, pero con relieves ponderables, el ideal pedagógico que su grupo consideraba fundamental para la propia existencia. ¿En qué consistía ese ideal? En adquirir, hasta hacerlo imperativo como una tendencia orgánica, el sentimiento profundo de que no había nada, absolutamente nada, superior a los intereses y a las necesidades de la tribu.[3]

“Si deseáramos ahora ir marcando jalones que serán decisivos para el desarrollo de este curso, podríamos decir que en una sociedad sin clases, como la comunidad primitiva, los fines de la educación derivan de la estructura homogénea del ambiente social, se identifican con los intereses comunes al grupo y se realizan igualitariamente en todos sus miembros de manera espontánea e integral; espontánea en cuanto no existe ninguna institución destinada a inculcarlos; integral, en cuanto cada miembro incorpora más o menos bien todo lo que en dicha comunidad es posible recibir y elaborar.”

Ponce ha analizado hasta aquí la educación en el medio homogéneo, indiferenciado, de la comunidad primitiva. Pasa luego al estudio de la educación durante el proceso de diferenciación de esa comunidad hasta llegar a la formación de las clases.

“Este concepto de la educación como una función espontánea de la sociedad mediante la cual la prole se asemeja a los adultos, exacto en la comunidad primitiva, dejó de serlo en cuanto la comunidad se fue transformando lentamente en sociedad dividida en clases.”

Mientras la comunidad primitiva conservó como carácter esencial la comunidad de bienes —representada en esa comunidad, en su casi totalidad, por la propiedad común de la tierra— la diferencia que la división de funciones pudieran suscitar, estuvieron siempre bajo el control de la comunidad. La aparición de las clases es el resultado de un largo proceso histórico, condicionado por modificaciones derivadas del progreso instrumental en el trabajo y en la producción. A la primitiva división del trabajo, elemental y natural, derivadas del sexo y la edad, se acopla la diferenciación lenta en los modos de trabajar, en que el instrumento o elemento de producción, el utensilio, permite acrecer el resultado del esfuerzo muscular humano.

Ponce asigna gran importancia, en la aparición de las clases, al escaso rendimiento del trabajo humano en la comunidad primitiva. La misma vida comunitaria primitiva “engendró formas de trabajo social, diversas deltrabajo propiamente material”. “Con las rudimentarias técnicas de entonces era éste de tal modo agotador que el individuo que se dedicaba al cultivo de la tierra, pongamos por caso, no podía desempeñar al mismo tiempo ninguna de las otras funciones que exigía la vida de la tribu. La aparición, pues, de un grupo deindividuos liberados del trabajo material era una consecuencia inevitable de la ínfima productividad de la fuerza humana de trabajo.” Y apoya su aserto en una cita que hace de Marx.[4]

El número y la importancia de los que, bajo el capitalismo, con una técnica elevadísima, no realizantrabajo material, ha crecido en forma impresionante. Hay una relación evidente entre crecimiento de la producción, consecuencia de una técnica avanzada, y el aumento de los que, sin realizar trabajo material, ejecutan, no obstante, tareas complejas que llevan a esa técnica avanzada. Pero esos tecnócratas que planifican, inventan, crean, no son dueños de su propia actividad. Muy bien pagados, están al servicio del dueño de los medios de producción y contribuyen a la superexplotación del proletariado, aun sin quererlo o proponérselo. La cita de Marx en que se habla de sobretrabajo —que implica plusvalía— testimonia que se está muy lejos de una comunidad primitiva.

En esta comunidad primitiva y antes de su disolución, el lento progreso en las formas de producir, con su técnica rudimentaria, que obligó a una mayor división del trabajo, fue la premisa necesaria para la aparición de esetrabajo social nomaterial de que habla Ponce; es decir para la formación defuncionarios al servicio de la comunidad.

“En la comunidad que se transforma —dice Ponce—la dirección del trabajo se separa del trabajo mismo; las fuerzas mentales de las fuerzas físicas.” Y añade:“Pero esta división de la sociedad en «administradores» y en «ejecutores» no hubiera conducido a la formación de las clases tal como hoy las conocemos, si otro proceso paralelo no se hubiera realizado al mismo tiempo. Las modificaciones introducidas en la técnica —especialmente la domesticación de las animales y su aplicación a la agricultura como auxiliares del hombre—, acrecentaron de tal modo las fuerzas del trabajo humano que la comunidad empezó a crear desde entonces más de lo necesario para su propio sustento. Un excedente de productos apareció así; el intercambio de los mismos hasta entonces exiguo,[5]adquirió un vuelo que fue subrayado necesariamente las diferencias de «fortuna». Cada uno de los productores, aligerado un poco de trabajo, se dio a producir no sólo para sí, sino también para cambiar con las tribus vecinas. La posibilidad del ocio apareció por vez primera; ocio fecundo, henchido de consecuencias remotísimas, que no sólo permitió fabricar otros instrumentos, buscar nuevas materias primas, sino reflexionar, además, sobre esas técnicas; es decir crear los rudimentos más groseros de lo que se llamará después, ciencia, cultura, ideologías.”

“El trabajo del hombre, al aumentar su rendimiento, adquirió cierto valor.” El exterminio de los enemigos entre tribu y tribu, era condicionado por la incapacidad de alimentar más allá de cierto número de personas. Pero cuando con el aumento de la producción, por aparición de nuevas técnicas se eliminó la escasez, “los prisioneros de guerra empezaron a ser apetecidos, y por eso se les dejó vivir a condición de que se convirtieran en esclavos. Cuanto más crecían los ganados más aumentaba también la demanda de individuos que los cuidaran, y como la reproducción de aquellos es más rápida que la de la especie humana, es evidente que la tribu con su propia natalidad no podía satisfacer a esa exigencia. Incorporar individuos extraños a la tribu para hacerlos trabajar dentro de ella, era ahora, al mismo tiempo necesario y posible. Inútil decir que el trabajo con esclavos aumentó el excedente de productos de que la colectividad disponía, y que los «administradores», como representantes de ella, intercambiaban con tribus vecinas o lejanas. Las cosas continuaron así hasta que las funciones de los organizadores «se volvieron hereditarias y la propiedad común de la tribu —tierras y ganados— pasó a ser propiedad privada de las familias que las administraban y defendían. Dueñas de los productos a partir de ese momento, las familias dirigentes se encontraron, al mismo tiempo, dueñas de los hombres».”

Ponce da aquí un gran salto. De la primitiva asociación humana homogénea, que condiciona una educación también homogénea, se pasa a una asociación heterogénea con intereses distintos, que a su vez, condiciona modos distintos de educación y de instrucción.

“Semejante transformación tiene para nosotros una importancia grande. En la sociedad primitiva la colaboración entre los hombres se fundaba en la propiedad común y en los vínculos de sangre; en la sociedad que comenzó a dividirse en clases, la propiedad se hizo privada y los vínculos de sangre retrocedieron ante el nuevo vínculo que la esclavitud inauguró:el que engendra el poder del hombre sobre el hombre.

“Desde ese instante los fines de la educación dejaron de ir implícitos en la estructura total de la comunidad. O para decirlo en otra forma: Con la desaparición de los intereses comunes a todos los miembrosiguales de un grupo, y su sustitución por intereses distintos, poco a poco antagónicos, el proceso educativo hasta entonces único se escindió;la desigualdad económica entre los «organizadores» —cada vez más explotadores— y los «ejecutores» —cada vez más explotados—, trajo necesariamente la desigualdad en sus educaciones respectivas. Las familias directoras que organizaban la producción social y tenían en sus manos la distribución y la defensa, organizaron y distribuyeron, también, según sus intereses, no sólo los productos, sino los ritos, las creencias y las técnicas que los miembros de la tribu debían recibir. Liberados del trabajo material, su ocio no fue al principio ni estéril ni injusto. Con los instrumentos rudimentarios de la época no se podía conseguir que alguien se entregara afunciones necesarias, pero no productivas, sino a condición de que otros muchos trabajaran para él. Pero si la aparición de las clases sociales era una consecuencia inevitable de la productividad escasa de la fuerza humana de trabajo, no es menos cierto que los que se liberaron del trabajo material aprovecharon la ventaja para defender su situación: cerrando sus conocimientos en vista de prolongar la incompetencia de las masas, y de asegurar, al mismo tiempo, la estabilidad de los grupos dirigentes.

En los primeros tiempos de la comunidad primitiva cualquiera podía ser, momentáneamente, juez o jefe; ahora que la estructura social empezaba a complicarse se requería para determinadas funciones ciertos conocimientos que los poseedores empezaron a apreciar como fuente de dominio. Los allegados a cada uno de los «organizadores» tenían evidentemente,

 

[1]La sociedad primitiva. Investigación de las líneas del progreso humano desde el salvajismo hasta la civilización a través de la barbarie, por Luis E, Morgan, dos tomos, edición de la Universidad de La Plata, 1935, prólogo de A. L. Palacios.

[2]“Creo innecesario recordar aquí los trabajos clásicos de Durkheim, Lévy Bruhl y su escuela. Confirman ampliamente las interpretaciones marxistas, tal como Bujarin lo ha indicado”, La theorie du materalisme historique, pág. 218, ediciones Internacionales, París, 1927.

[3]“En la sesión del 1º de junio de 1929, en la Sociedad Francesa de Filosofía, con motivo de la discusión a propósito de «alma primitiva» , Lávy Bruhl destacó bien que en la sociedades «inferiores la unidad fundamental no está en el individuo», sino en el grupo del cual se siente formar parte. En algunas sociedades esta solidaridad toma un carácter casi orgánico.” (Ver Bulletin de la Societé Française de Philosophie, agosto-septiembre de 1929). Claro está que en esas sociedades es absurdo hablar de “subordinación del individuo a la sociedad”, como hacen muchos —Aupiais entre ellos— por la simple razón de que la noción de individuo no se ha formado todavía. Marx tenía razón pues, cuando decía que “al principio de la civilización no son personas particulares, sino familias, tribus, etc., las que están unas enfrente de otras.

[4]“Sólo cuando los hombres se han levantado de su primitivo estado animal y a su trabajo ya está, por lo tanto asociado en cierto grado, sobrevienen relaciones en que el sobretrabajo del uno es la condición de la existencia del otro. Al principio de la civilización las fuerzas productivas adquiridas por el trabajo son pocas, pero también lo son las necesidades, que se desarrollan junto con los medios de satisfacerlas. Además, la proporción de la parte social que vive del trabajo ajeno, respecto de la masa de los productores inmediatos, es en esos principios insignificante. (C. Marx: El capital, tomo I, pág. 395, traducción Justo. El subrayado es mío A.P.)

[5]Esta llamada en el párrafo de Ponce corresponde a una cita de El capital, de Marx, en que se hace referencia al intercambio y a la separación entre valor de uso y valor de cambio. (Ed.)

 

 

 

 

Ver el documento completo     Ver el ORIGINAL en PDF