INDICE GENERAL

       Introducción! Sobre el irracionalismo como fenómeno internacional del periodo imperialista 

Capítulo I; Acerca de algunas características del desarrollo histórico de Alemania 

Capítulo II: La fundamentación del irracionalismo en el periodo de una a otra revolución (1789-1848) 
        I. Observaciones preliminares de principio sobre la historia del irracionalismo moderno 
        II. La intuición intelectual de Schelling, como primera manifestación del irracionalismo 
        III. La filosofía posterior de Schelling 
        IV. Schopenhauer 
        V. Kierkegaard 
Capítulo III: Nietzsche, fundador del irracionalismo del periodo imperialista 
Capítulo IV: La filosofía de la vida en la Alemania imperialista
        I. Esencia y función de la filosofía de la vida 
        II. Dilthey fundador de la filosofía de la vida del imperialismo 
        III. La filosofía de la vida, en el periodo de anteguerra (Simmel) 
        IV. El periodo de guerra y de posguerra (Spengler) 
        V. La filosofía de la vida del período de la "estabilización relativa" (Scheler) 
        VI. El Miércoles de Ceniza del subjetivismo parasitario (Heideggcr, Jaspers) 
        VII. La filosofía de la vida prefacista y fascista (Kkages Jünger. Baenmler, Boehm. Kriekc. Rosenberg)
Capítulo V: El neohegelianismo 
Capítulo VI: ¿La sociología alemana del periodo imperialista
        I. Nacimiento de la sociología 
        II. Los comienzos de la sociología alemana (Schmoller, Wagner y otro) 
        III. Ferdinand Toennies y la fundamentación de la nueva escuela de la sociología alemana 
        IV. La sociología alemana del período guillermino (Max Weber)
        V. La indefensión de la sociología liberal (Alfred Weber, Mannheim)
        VI. La sociología prefascista y fascista (Spann. Freyer, C. Schmitt) 
Capítulo VII: El darvinismo social, el racismo y el fascismo
        I. Los orígenes del racismo en el siglo XVIII 
        II  La teoría racista de Gobineau 
        III. El darvinismo social (Gumplowicx, Ralzenbofcr, Woltmann) 
        IV. H. St. Chamberlaio fundador del racismo moderno 
        V. La "concepción nacionalsocialista del mundo", síntesis demagógica de la filosofía del imperialismo alemán 
Epílogo: Sobre el irracionalismo en la posguerra
Indice de nombres y obras

 

PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPANOLA

 

Este libro, empezado durante la última Guerra Mundial, fue terminado a fines de 1952. Esto en nada perjudica la exposición general y no considero necesario modificar, ni en la forma ni en el contenido, sus afirmaciones históricas y filosóficas. Sin embargo, el caso del "Epílogo" es diferente. Aquí no podía proponerme una meta semejante. Se trataba solamente de fijar, en forma sencilla, ciertos cambios funcionales decisivos del irracionalismo de la posguerra. Ya desde entonces declaré que este "Epílogo" no tenía la pretensión de ser riguroso y exhaustivo en ningún sentido. Por ello mismo, si hubiera de escribirlo ahora, haría ciertos cambios al tono de la exposición, aduciría otros ejemplos, etc. Sin embargo, por hallarme entregado a trabajos de índole enteramente diferente, no me es posible escribir un nuevo "Epílogo", ni modificar radicalmente el ya escrito. Al manifestarlo así al lector, debo hacer notar también que no he alterado las opiniones que expongo en el "Epílogo" sobre las relaciones del positivismo y la semántica con el irracionalismo, el predominio de la apologética directa en la época de posguerra, ni mi juicio sobre el comportamiento de los irracionalistas alemanes después del conflicto, etc.

Por ello, la posible reelaboración sólo podría afectar al estilo, al andamiaje, a los ejemplos ilustrativos, etc.; su ausencia no modifica, en consecuencia, el lineamiento general del libro.

GEORG LUKÁCS

Budapest, enero de 1959

 

  

  INTRODUCCIÓN

 

Sobre el irracionalismo como fenómeno internacional

del periodo imperialista

 

No pretende este libro, en modo alguno, ser una historia de la filosofía reaccionaria y, menos aún, un tratado en que se estudie su desarrollo. El autor sabe perfectamente que el irracionalismo, cuya aparición y cuya expansión, hasta llegar a convertirse en la corriente dominante de la filosofía burguesa, expone la presente obra, no es sino una de las tendencias importantes de la filosofía burguesa reaccionaria. Y, aunque difícilmente habrá una filosofía reaccionaria en que no se contenga una cierta dosis de irracionalismo, no cabe duda que el radio de acción de la filosofía burguesa reaccionaria es mucho más amplio que el de la filosofía irracionalista, en el sentido propio y estricto de la palabra.

Pero tampoco esta delimitación es suficiente para circunscribir con toda precisión nuestro tema. Hay que decir, además, que, aun reducido así el círculo de los problemas que vamos a estudiar, no nos proponemos escribir aquí una historia extensa, amplia y completa del irracionalismo, sino simplemente destacar la trayectoria fundamental de su desarrollo, analizando sus etapas principales y sus exponentes más típicos. Se trata de esclarecer esta trayectoria fundamental de la filosofía a que nos referimos, como la respuesta más característica y más resonante del pensamiento reaccionario a los grandes problemas de la época en los últimos ciento cincuenta años.

La historia de la filosofía, lo mismo que la del arte y la de la literatura no es —como creen los historiadores burgueses— simplemente la historia de las ideas filosóficas o de las personalidades que las sustentan. Es el desarrollo de las fuerzas productivas, el desarrollo social, el desenvolvimiento de la lucha de clases, el que plantea los problemas a la filosofía y señala a ésta los derroteros para su solución. Y los contornos fundamentales y decisivos de una filosofía, cualquiera que ella sea, no pueden ponerse de relieve sino a base del conocimiento de estas fuerzas motrices de orden primario. Quien intente descubrir la trabazón entre los problemas filosóficos desde el punto de vista de lo que se llama el desarrollo inmanente de la filosofía, caerá necesariamente en una deformación idealista de las conexiones más importante, aun cuando el historiador que así proceda disponga de los conocimientos necesarios y ponga, subjetivamente, la mayor voluntad en el empeño por ser objetivo. Y huelga decir que tampoco representa ningún progreso, en este punto, sino más bien, por el contrario, un retroceso, la actitud de las llamadas ciencias del espíritu, que se mantienen en el mismo punto de partida idealista deformante, aunque más difuso. Para convencerse de ello, no hay más que comparar a Dilthey y su escuela con la historiografía filosófica de los hegelianos, digamos con un Erdmann.

Lo que no quiere decir, ni mucho menos, como sostienen los vulgarizadores, que se trate de desdeñar los problemas puramente filosóficos. Antes al contrario. Sólo dentro de esta trabazón es posible poner claramente de relieve la diferencia entre los problemas de veras importantes y de significación permanente y las gradaciones de matices puramente profesorales. Es precisamente el camino que, partiendo de la vida social, conduce nuevamente a ella el que da al pensamiento filosófico su verdadera envergadura y el que determina su profundidad, incluso en su Sentido estrictamente filosófico. Y así enfocado el problema, es cuestión puramente secundaria el que los distintos pensadores sean o no conscientes de esta su posición, de esta su función histórico-social, y hasta qué punto lo sean. Tampoco en la filosofía se juzga de las intenciones, sino de los hechos, de la expresión objetivada de los pensamientos, y de su acción históricamente necesaria. Y cada pensador es, en este sentido, responsable ante la historia del contenido objetivo de su filosofía, independientemente de los designios subjetivos que la animen.

El tema que ante nosotros se presenta es, pues, éste: señalar el camino seguido por Alemania hasta llegar a Hitler, en el terreno de la filosofía. Dicho di otros términos, demostrar cómo esta trayectoria real se refleja en la filosofía, y cómo las formulaciones filosóficas, como el reflejo de la trayectoria real que ha conducido a Alemania al hitlerismo, han ayudado a acelerar este proceso histórico. Y el hecho de que nos limitemos a exponer esta parte del proceso, la más abstracta de todas, no significa, ni mucho menos, que tratemos de exagerar la importancia de la filosofíadentro de la agitada totalidad del proceso real. Pero no estará de más, í a nuestro juicio, añadir que sería, por lo menos, igualmente peligroso y no £ menos contrario a la realidad el rebajar la importancia de los momentos ideológicos, dentro de ese proceso histórico.

Estos puntos de vista determinan, al mismo tiempo, nuestro modo de abordar y tratar el tema. Damos importancia primaria, en lo que se refiere sobre todo a la selección de la materia, a la génesis y a la función social. Nos proponemos desentrañar, poner de manifiesto, todos los pasos que en el campo del pensamiento han preparado el terreno a la "ideología nacionalsocialista”, por muy distantes que aparentemente se hallen del hitlerismo y por mucho que —subjetivamente— disten de abrigar semejante intención. Una de las tesis fundamentales de este libro es la de que no hay ninguna ideología "inocente”. No la hay en ningún sentido, pero sobre todo en relación con nuestro problema, y muy en especial en lo que se refiere cabalmente al sentido filosófico: la actitud favorable o contraria a la razón decide, al mismo tiempo, en cuanto a la esencia de una filosofía como tal filosofía, en cuanto a la misión que está llamada a cumplir en el desarrollo social.

Entre otras razones, porque la razón misma no es ni puede ser algo que flota por encima del desarrollo social, algo neutral o imparcial, sino que refleja siempre el carácter racional (o irracional) concreto de una situación social, de una tendencia del desarrollo, dándole claridad conceptual y, por tanto, impulsándola o entorpeciéndola. Pero, bien entendido que esta determinabilidad social de los contenidos y las formas de la razón no entraña, sin embargo, ningún relativismo histórico. Dentro de la condicionalidad histórico-social de estos contenidos y formas, el carácter progresivo de cualquier situación o tendencia de desarrollo es siempre algo objetivo, independiente en su acción de la conciencia humana. El hecho de que lo que marcha y se mueve hacia adelante se conciba como la razón o la sinrazón, el que se afirme o se rechace esto o aquello, constituye cabalmente un momento esencial y decisivo de la acción de los partidos, de la lucha de clases en filosofía.

No cabe duda de que encierra la mayor importancia el descubrir esta génesis y esta función. Pero, aun siendo así, esto no es por sí solo, nimucho menos, suficiente. La objetividad del progreso basta, evidentemente, para estigmatizar certeramente como reaccionario un determinado, fenómeno, una determinada tendencia. Pero una crítica realmente marxista-leninista de la filosofía reaccionaria no puede contentarse con esto. Debe, además, demostrar la falsedad filosófica, la deformación de los problemas fundamentales de la filosofía, la anulación de las conquistas logradas por ésta, etc., como otras tantas consecuencias necesarias, filosóficamente objetivas, de semejantes posiciones, de un modo concreto, a la luz del mismo material filosófico.

En este sentido, es la crítica inmanente un factor legítimo y hasta indispensable en la exposición y el desenmascaramiento de las tendencias reaccionarias, en la filosofía. Los propios clásicos del marxismo han recurrido siempre a ella, así, por ejemplo, Engels en el Anti-Dühring o Lenin en el Empiriocriticismo. El rechazar la crítica inmanente como factor de una exposición de conjunto que abarque, al mismo tiempo, la génesis y la función social, la característica de clase, el desenmascaramiento social, etc., conduce necesariamente a una actitud sectaria en filosofía: a la creencia de que todo lo que es evidente por sí mismo para un marxista-leninista consciente tiene que aparecer también claro, sin necesidad de pruebas, para sus lectores. Lo que Lenin dijo de la actitud política de los comunistas: "Pero de lo que se trata, precisamente, es de no considerar superado para la clase, superado para las masas, lo que lo está para nosotros", puede aplicarse también en toda su extensión a la exposición marxista de la filosofía. Como es natural, la base de nuestro examen y de nuestra crítica será el antagonismo de las diversas ideologías burguesas con las conquistas del materialismo dialéctico e histórico. Pero, si queremos poner en evidencia de un modo real y concreto el carácter reaccionario de las diversas ideologías, será indispensable que demostremos también, en el terreno de los hechos y filosóficamente, su incoherencia interna, su carácter contradictorio, etc.

Y esta verdad general vale, especialmente, para la historia del irracionalismo moderno, el cual ha surgido y se manifiesta, como nuestro libro trata de demostrar, en lucha constante con el materialismo y el método dialéctico. En lo cual es también esta disputa filosófica un reflejo de la lucha de clases. No es, seguramente, ningún azar el que la última forma y la más desarrollada de la dialéctica idealista se desplegara en conexión con la Revolución francesa y, muy especialmente, con sus consecuencias sociales. El carácter histórico de esta dialéctica, cuyos grandes precursores fueron Vico y Herder, sólo cobró su expresión metodológicamente consciente y lógicamente desarrollada después de la Revolución francesa, sobre todo en la dialéctica hegeliana. Lo que se ventila aquí es la necesidad de una defensa y un desarrollo históricos de la idea del progreso, que va considerablemente más allá del pensamiento de la Ilustración. (Sin que, naturalmente, se hayan agotado todavía, ni mucho menos, los motivos que impulsaron a esta dialéctica idealista: bastará, acerca de esto, con remitirse a las nuevas tendencias de las ciencias naturales que Engels pone de manifiesto en su Feuerbach.) El primer período importante del irracionalismo moderno surge, congruentemente con esto, en lucha contra el concepto idealista, dialéctico-histórico, del progreso; es el camino que va de Schelling a Kierkegaard y es, al mismo tiempo, él camino que conduce de la reacción feudal provocada por la Revolución francesa a la hostilidad burguesa contra la idea del progreso.

La situación cambia radicalmente desde los combates de junio del proletariado parisiense y, principalmente, desde la Comuna de París: a partir de ahora, será la ideología del proletariado, el materialismo dialéctico e histórico, el blanco de ataque cuya naturaleza esencial determinará el desarrollo ulterior del irracionalismo. Este nuevo período encuentra en Nietzsche su primer y más importante exponente.

Ambas etapas del irracionalismo enderezan sus tiros contra el más alto concepto filosófico del progreso de su tiempo. Pero hay —incluso desde el punto de vista puramente filosófico— una diferencia cuantitativa entre el hecho de que el adversario sea una dialéctica idealista burguesa o la dialéctica materialista, la concepción del mundo del proletariado, el socialismo. En el primer caso, cabe todavía una crítica relativamente fundada, basada en el conocimiento de las cosas y encaminada a poner de manifiesto Jos defectos y las limitaciones reales de la dialéctica idealista. Pero, en la segunda etapa nos damos cuenta, por el contrario, de que los filósofos burgueses muestran ya incapaces de toda crítica y francamente reacios a estudiar realmente al adversario, incapaces de intentar siquiera refutarlo seriamente. Así ocurre ya con Nietzsche, y cuanto más resueltamente afirma sus posiciones el nuevo adversario —principalmente, desde el Gran Octubre de 1917-— a más bajo nivel se hallan la voluntad y la capacidad de luchar con las armas limpias del pensamiento contra el enemigo real y certeramente reconocido, más de lleno va viéndose la honrada polémica científica desplazada por la tergiversación, la calumnia y la demagogia.

También en este punto se manifiestan con toda claridad los reflejos de la agudización de la lucha de clases. Va confirmándose cada vez más palmariamente de etapa en etapa aquella afirmación de Marx después de la revolución de 1848: Les capacités de la bourgeoisie sen vont. Y no sólo en la polémica central a que acabamos de referimos, sino en toda la estructura, en toda la extensión de las diversas filosofías irracionalistas. El veneno apologético emana del problema central a la periferia: ¡a arbitrariedad, el carácter contradictorio, la precariedad de los fundamentos, las argumentaciones sofísticas, etc., caracterizan de un modo cada vez más agudo las filosofías irracionalistas posteriores. La baja del nivel filosófico es, pues, uno de los signos esenciales en el desarrollo del irracionalismo. Tendencia ésta que se manifiesta con la mayor fuerza plástica y la mayor evidencia en la "ideología nacional-socialista”.

Pero, sin perder de vista todo esto, es necesario destacar, junto a ello, la unidad de desarrollo del irracionalismo. La baja del nivel filosófico por sí sola, como simple comprobación, no basta, ni mucho menos, para caracterizar la historia del pensamiento irracional. Comprobaciones como esta pudieron hacerse repetidas veces en la —supuesta— lucha burguesa contra Hitler. Y su finalidad era, sin embargo, con frecuencia, una finalidad contrarrevolucionaria, e incluso la de una apología del propio fascismo: se abandonaba a Hitler y a Rosenberg para salvar ideológicamente "la esencia”, la forma más reaccionaria del capitalismo monopolista alemán, el porvenir de un nuevo imperialismo alemán agresivo. El repliegue de las “bajas” posiciones de Hitler a las "altas" posiciones de Spengler, Heidegger o Nietzsche es, por tanto, así filosófica como políticamente, un simple repliegue estratégico, un abandono del enemigo perseguido y acosado, para reagrupar las filas de la reacción y poder emprender —en condiciones más favorables— una nueva ofensiva metodológicamente "mejorada" de la reacción más extrema.

Frente a estas tendencias, cuyos orígenes se remontan muy atrás, hay que señalar dos cosas. En primer lugar que la baja del nivel filosófico r, es un fenómcno-necesario y socialmente condicionado. Lo decisivo no es ¡a inferioridad de la personalidad filosófica de un Rosenberg, comparado, digamos, con Nietzsche. Por el contrario: fue precisamente su inferioridad moral e intelectual lo que pudo hacer de un Rosenberg el ideólogo adecuado del nazismo.

Y, caso de que llegara a tomar vuelo en una nueva ofensiva filosófica aquel repliegue estratégico sobre Nietzsche o sobre Spengler a que nos hemos referido, no cabe duda de que su protagonista representará filosóficamente —por la fuerza de la necesidad histórica— un nivel todavía más bajo que el de un Rosenberg, sean cuales fueren sus capacidades personales, sus conocimientos, etc. El nivel filosófico de un ideólogo depende en última instancia de la profundidad con que sepa penetrar en los problemas de su tiempo, de su capacidad para saber elevarlos a la altura suprema de la abstracción filosófica, de la medida en que las posiciones de la clase cuyo terreno pisa le permitan ahondar hasta lo más profundo de estos problemas y llegar hasta el final de ellos. (No olvidemos que el cogito de Descartes o el deus sittve natura de Spinoza fueron, en su tiempo, planteamientos y respuestas extraordinariamente actuales y que abrazaban audazmente la causa de un partido.) La "genial” arbitrariedad y superficialidad de un Nietzsche fueron algo tan socialmente condicionado, en su inferioridad con respecto a la filosofía clásica como su superioridad, en comparación con las construcciones mucho más vacuas y ligeras todavía de un Spengler, para no hablar de la hueca demagogia de un Rosenberg. Quien reduzca el enjuiciamiento del moderno irracionalismo al plano de las diferencias de nivel intelectual, aisladas en abstracto, retrocederá necesariamente ante la naturaleza y los resultados político-sociales de sus últimas consecuencias. E, independientemente del carácter político de cualquier intento de éstos, hay que poner de manifiesto enérgicamente, como algo inseparable de ello mismo, su inevitable esterilidad, precisamente en el sentido filosófico. (En el Epílogo a esta obra, tendremos ocasión de ver cómo se revela concretamente esto, en el período de la posguerra.)

Esta aseveración guarda una relación muy estrecha con nuestra segunda observación. En las páginas de este libro nos esforzaremos por demostrar que el desarrollo del irracionalismo no revela en ninguna de sus etapas una cualidad esencial "inmanente”, como si un planteamiento de los problemas o una solución trajese necesariamente consigo la otra, por la fuerza de la dialéctica interior del movimiento filosófico. Pondremos de manifiesto, por el contrario, cómo las diferentes etapas del irracionalismo nacen como otras tantas respuestas reaccionarias a los problemas planteados por la lucha de clases. El contenido,................... [..................]

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