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LA REVOLUCION PROLETARIA Y EL RENEGADO KAUTSKY

 

Bajo este titulo he comenzado a escribir un folleto[1], en el que critico un folleto de Kautsky que acaba de aparecer en Viena: La dictadura del proletariado. Pero como esta tarea lleva más tiempo del que yo pensaba, decidí pedir a la Redacción de Pravda la inserción de un breve artículo sobre el mismo tema.

Más de cuatro años de guerra agotadora y reaccionaria han hecho lo suyo. Se siente él avance de la revolución proletaria en Europa —en Austria, Italia, Alemania, Francia e incluso en Inglaterra — (muy significativo, por ejemplo, es el articulo “Confe­siones de un capitalista”, aparecido en el número de julio de la archioportunista RevistaSocialista[2], que dirige el semiliberal Ramsay MacDonald).

Y en un momento así el jefe de la II Internacional, el señor Kautsky, escribe un libro sobre la dictadura del proletariado, en otras palabras, sobre la revolución proletaria; un libro cien veces más vergonzoso, indignante y renegado que el famoso de Bernstein Las premisas del socialismo. ¡Después de casi 20 años de la edición del libro de ese renegado, ahora Kautsky repite esta apostasía de forma aun más grosera!

Sólo una parte insignificante del libro trata en especial de la revolución bolchevique de Rusia. Kautsky repite cada una de las sabias sentencias mencheviques de tal manera que harían lanzar tata carcajada homérica al obrero ruso.

Imagínense, por ejem­plo, a qué se llama “marxismo": al argumento —salpicado de citas tomadas de las obras semiliberales del semiliberal Máslov— de que los campesinos ricos tratan de adjudicarse tierras ( ¡nuevo!), que para ellos son ventajosos los altos precios del cereal, etc. Y en seguida nuestro “marxista” hace desdeñosamente la siguiente declaración, francamente liberal: “Aquí se reconoce al campesino pobre [es decir, por los bolcheviques, en la república soviética] como producto permanente, al por mayor, de la reforma agraria socialista bajo la ‘dictadura del proletariado’” (pág. 48 del folleto de Kautsky).

Esta bien, ¿no es cierto? He aquí un socialista, un marxista, que se esfuerza por demostrarnos el carácter burgués de la revolución, y que además se burla exactamente al modo de Máslov, Potrésov y los kadetes, de la organización de los pobres en el campo.

Las expropiaciones de campesinos ricos sólo introducen un nuevo elemento de perturbación y de guerra civil en el proceso de producción, el que necesita lapidosamente paz y seguridad para su recuperación (pág. 49).

Es increíble, pero es así. ¡Esto lo dice palabra por palabra Kautsky, no Sávinkov ni Miliukov!

Hemos visto tantas veces en Rusia cómo los defensores de los kulaks se escudan tras el “marxismo" que Kautsky no nos asombra. Puede ser que el lector europeo necesite más detalles para com­prender este ruin servilismo a la burguesía y ese temor liberal a la guerra civil; para el obrero y el campesino ruso es suficiente señalar con el dedo la apostasía de Kautsky... y pasar de largo.

* * *

Casi nueve décimas partes del libro de Kautsky están dedi­cados a un problema teórico general de primerísima importancia: a la cuestión de la relación entre la dictadura del proletariado y a la “democracia”. Aquí es más claro que en ninguna otra parte la complete ruptura de Kautsky con el marxismo.

Kautsky afirma a sus lectores —en tono muy serio y muy “erudito”— que Marx entendía por "dictadura revolucionaria del proletariado”, no una “forma de gobernar” que excluye la democracia, sino una situación, es decir, una “situación de dominio. Y el dominio del proletariado, como mayoría de la población, es posible si se observa la más rigurosa democracia, y la Comuna de París, por ejemplo, que fue, de hecho, una dictadura del pro­letariado, fue elegida por sufragio universal. Que cuando Marx habló de la dictadura del proletariado no tuvo en cuenta una “forma de gobernar” (o forma de gobierno, Regierungsform), lo que, según él, “queda demostrado por el hecho de que Marx con­sideraba posible en Inglaterra y Norteamérica el tránsito [al comu­nismo] pacíficamente, es decir, en forma democrática" (págs. 20 y 21).

¡Increíble, pero es así! Estos son los razonamientos de Kauts­ky, que acusa furiosamente a los bolcheviques de violar la “demo­cracia” en su Constitución, en toda su política, y aprovecha todas las oportunidades para predicar con pasión los “métodos democrá­ticos en lugar de los dictatoriales".

Esto es pasarse por completo a los oportunistas (del tipo de David, Kolb y otros conspicuos representantes del socialchovinismo, o de los fabianos[3] e independientes ingleses[4], de los refor­mistas franceses e italianos), que confesaban con mayor sinceridad y honestidad que no reconocían la doctrina de Marx sobre la dic­tadura del proletariado, ya que, según dios, contradice la demo­cracia.

Este es un retroceso completo a las concepciones de los socia­listas alemanes premarxistas, los cuales proclamaban un “Estado popular libre”; es volver a las concepciones de los demócratas pequeñoburgueses, que no comprendían que todo Estado es una máquina para que una dase reprima a otra.

¡Es una renuncia total a la revolución proletaria, a la que se sustituye por la teoría liberal de “lograr la mayoría" y “aplicar la democracia”! El renegado Kautsky olvida por completo, ter­giversa y arroja por la borda todo lo que enseñaron Marx y Engels durante cuarenta años, desde 1852 hasta 1891, demostrando la necesidad de que d proletariado “destruya” la máquina del Estado burgués.

Analizar en detalle los errores teóricos de Kautsky sería repe­tir lo que ya dije en El Estado y la revolución[5], Y no es nece­sario. Diré sólo brevemente:

Kautsky reniega del marxismo al olvidar que todo Estado es una máquina para que una clase reprima a otra, y que la repú­blica burguesa más democrática es una máquina para la represión del proletariado por la burguesía.

La dictadura del proletariado, el Estado proletario, no es una “forma de gobernar”, sino un Estado de otro tipo, una máquina que el proletariado utiliza para reprimir a la burguesía. La repre­sión es necesaria, dado que la burguesía siempre se opondrá furiosamente a ser expropiada.

(La referencia a que Marx, en la década del 70, admitió la posibilidad del tránsito pacífico al socialismo en Inglaterra y Nor­teamérica[6], es una conclusión de un sofista, o para decirlo fran­camente, de un bribón que se vale de citas y referencias para su artimañas. En primer lugar, incluso en aquel momento, Marx consideraba excepcional esta posibilidad; en segundo lugar, en­tonces no existía el capitalismo monopolista, es decir, el imperia­lismo; tercero, allí en Inglaterra y Norteamérica, no existían —como existen ahora— camarillas militares como aparato funda­mental de la máquina del Estado burgués.)

Donde hay represión no puede existir libertad, igualdad y otras cosas. Por eso Engels dijo: “Mientras el proletariado siga necesitando el Estado, no lo necesitará en interés de la libertad, sino para dominar a sus adversarios, y apenas se haga posible hablar de libertad, el Estado, como tal, dejará de existir”[7].

La democracia burguesa, de valor indudable para educar al proletariado, prepararlo para la lucha, es siempre estrecha, hipócrita, embustera y falsa, no deja nunca de ser democracia para los ricos, un engaño para los pobres.

La democracia proletaria reprime a los explotadores, a la burguesía, y como no es hipócrita, no les promete libertad ni democracia; en cambio brinda a los trabajadores una verdadera democracia. Sólo Rusia soviética dio al proletariado y a la inmensa mayoría de los trabajadores de Rusia libertad y democracia nunca vistas, imposibles  e inimaginables en cualquier república democrática burguesa; lo hizo, por ejemplo, arrancando los palacios y mansiones a la burguesía, (sin ello la libertad de reunión es pura hipocresía), requisando las imprentas y el papel a los capitalistas (sin ello la libertad de prensa para la mayoría trabajadora de la nación es una mentira), remplazando el parlamentarismo burgués por la organización democrática de los soviets, 1000 veces más cercanos al "pueblo”, más “democráticos”, que el Parlamento, bur­gués más democrático. Y así sucesivamente.

Kautsky ha arrojado por la borda.... la “lucha de clases" en , cuanto a su aplicación a la democracia! Se ha convertido en un auténtico renegado, en un lacayo de la burguesía.

* * *

Debo señalar, aunque sea de paso, algunas perlas de esta apostasía.

Kautsky se ve obligado a reconocer que la organización so­viética tiene gran significación, no sólo para Rusia, sino para el mundo entero, que es uno de los “fenómenos más importantes de nuestra época”, que promete, adquirir “significación decisiva" en los grandes e inminentes “combates entre el capital y el trabajo”. Sin embargo —imitando la sabiduría de los mencheviques, que afortunadamente se pasaron al campo de la burguesía, contra el proletariado—, Kautsky “deduce": los soviets son eficaces como “organizaciones de lucha”, pero no como “organizaciones estatales”. ¡Magnífico! ¡Proletarios y campesinos pobres, organícense en los soviets! ¡Pero, por Dios, no osen triunfar, ni se les ocurra pensar en la victoria! En cuanto venzan a la burguesía, todo está perdido para ustedes, pues no pueden ser organizaciones “estatales” en el Estado proletario. ¡¡Justamente después de la victoria deben disolverse!!

¡Qué maravilloso “marxista” es este Kautsky! ¡Qué incompa­rable “teórico” de la apostasía!

Perla número dos. La guerra civil es la “enemiga mortal” de la “revolución social”, pues —como ya oímos decir— ésta “nece­sita paz [¿para los ricos?] y seguridad” (¿para los capitalistas?). ¡Proletarios de Europa, no piensen en la revolución hasta que encuentren una burguesía que no contrate a un Sávinkov y un Dan, un Dútov y un Krasnov, a los checoslovacos y los kulaks para librar la guerra civil contra ustedes!

Marx escribió en 1870 que la mayor esperanza está en que Id guerra enseñó a los obreros franceses a manejar las armas. De una, guerra de cuatro años, el “marxista” Kautsky espera, no la utili­zación de las armas por los obreros contra la burguesía (¡guár­denos Dios, ello no sería realmente '“democrático’! ) , ¡sino la con­clusión de una paz buenita por los buenitos capitalistas!

Perla número tres. La guerra civil tiene otro aspecto desa­gradable: si en una “democracia” existe la “defensa de la minoría, (defensa, que dicho sea entre paréntesis, sintieron muy bien por propia experiencia en Francia los defensores de Dreyfus, y en los últimos tiempos gente como Liebknecht, MacLean y Debs), la guerra civil ( ¡presten atención!) “amenaza a los vencidos con la destrucción total”.

¿No es acaso este Kautsky un auténtico revolucionario? Está en cuerpo y alma con la revolución... siempre que ésta no provo­que una lucha seria que amenace con la destrucción. Ha “supe­rado” por completo los viejos errores del viejo Engels, quien pre­gonaba con tanto entusiasmo el valor educativo de las revolu­ciones violentas. Como historiador “serio” se aparta completa­mente del error de quienes afirmaron que la guerra civil templa a los explotados y les enseña a crear una nueva sociedad sin ex­plotadores.

Perla número cuatro. ¿Fue grande y útil, considerada histó­ricamente, la dictadura de los proletarios y pequeños burgueses, en la revolución de 1789? Nada de eso. Pues vino Napoleón. “La dictadura de los sectores inferiores de la población prepara el camino para la dictadura del sable” (pág. 26). Nuestro “serio” historiador, como todos los liberales, a cuyo campo se ha pasado, está firmemente convencido de que en los países donde no existió la “dictadura de los sectores inferiores” —por ejemplo en Alema­nia—, nunca existió la dictadura del sable. Alemania; nunca se diferenció de Francia por una dictadura del sable más grosera y ruin: todo esto son calumnias inventadas por Marx y Engels, que mentían con descaro cuando afirmaban que hasta ese mo­mento en el “pueblo” de Francia era mayor el amor a la libertad y mayor el orgullo de los oprimidos que en Inglaterra o Alemania, y que Francia debía a esto precisamente sus revoluciones.

. . . ¡Pero basta! Sería preciso escribir todo un folleto para reunir todas las perlas de la apostasía de este vil renegado Kautsky.

* * *

Es imposible no decir una o dos palabras sobre el “interna­cionalismo'’ del señor Kautsky. Sin darse cuenta se pone en evi­dencia cuando manifiesta viva simpatía por el internacionalismo de los mencheviques, quienes —nos asegura el estimado señor Kautsky— eran también zimmerwaldistas[8] y, por consiguiente, ¡“hermanos" de los bolcheviques!
He aquí una encantadora descripción del “zimmerwaldismo” de los mencheviques.

"Los mencheviques querían la paz universal. Deseaban que todos los que estaban en guerra aceptaran la consigna: ni anexiones ni indemnizaciones. Mientras no se lo lograra, según su opi­nión, el ejército ruso debía mantenerse preparado para el combate”... Pero los malvados bolcheviques “desorganizaron” el ejér­cito y concertaron el funesto tratado de paz de Brest. Y Kautsky dice con toda claridad que la Asamblea Constituyente debía ha­ber sido mantenida y que los bolcheviques no debían haber tomado el poder.

Así que el internacionalismo significa apoyar al “propio” gobierno imperialista, igual que los mencheviques y eseristas apo­yaron a Kérenski, significa ocultar sus tratados secretos, engañar al pueblo con frases dulzonas como “exigimos" de las fieras que se vuelvan mansas, “exigimos” de los gobiernos imperialistas que "acepten la consigna: sin anexiones ni indemnizaciones”.

Según la opinión de Kautsky, esto es internacionalismo

Según nuestra opinión, es una total apostasía.

El internacionalismo implica romper con los propios social-chovinistas (es decir, los defensistas) y con el propio gobierno , imperialista; significa la lucha revolucionaria contra éste, su derro­camiento; representa estar dispuestos a realizar grandes sacrificios nacionales (incluso hasta la paz de Brest), si ello beneficia el desarrollo de la revolución obrera internacional.

Sabemos muy bien que Kautsky y sus amigos (Strobel, Bernstein y otros), se “indignaron” mucho por la paz de Brest, ¡hubie­ran querido que hubiéramos hecho un “gesto”. . . que,, hubiera puesto el poder en Rusia en manos de la burguesía! Estos pequeños burgueses alemanes obtusos, pero demasiado bondadosos y sensi­bles, no estaban interesados en que la República Soviética prole­taria —la primera en el mundo que había derrocado a su imperia­lismo por medio de la revolución— se mantuviese hasta que se produjera la revolución en Europa y alimentara las llamas del incendio en otros países (los pequeños burgueses temen un incendio en Europa, temen la guerra civil, peligrosa para la “paz y la seguridad”). No, lo que les interesaba era que se mantuviese en todos los países el nacionalismo pequeñoburgués, que se proclama “internacionalista” por su "moderación y decoro”. Si la república rusa se hubiera mantenido burguesa.., y hubiera esperado... Entonces todos en la tierra hubieran sido nacionalistas pequeñoburgueses buenos, moderados, sin ansias de rapiña: ¡ello hubiera sido internacionalismo!

Así piensan en Alemania los kautskistas, en Francia los longuetistas y en Inglaterra los independientes (ILP), Turati y sus “hermanos” en la apostasía en Italia, etcétera, y así sucesivamente,

Únicamente los tontos de remate pueden no comprender ahora que teníamos razón, no sólo cuando derrocamos a nuestra burguesía ( y a sus lacayos, los mencheviques y eseristas), sino también cuando concertamos la paz de Brest, después que la burguesía aliada (Entente) desconoció nuestro abierto llamado a la paz general, que acompañamos con la publicación y la anulación de los tratados secretos. En primer término, la no conclusión de la paz de Brest hubiera significado la entrega inmediata del poder a la burguesía rusa, lo que habría dañado gravemente la revolución socialista mundial. En segundo término, al precio de sacrificios nacionales conservamos una influencia revolucionaria tal en el terreno internacional, que ahora Bulgaria nos imita abierta- mente, Austria y Alemania se encuentran en ebullición y ambos sistemas imperialistas están debilitados; por nuestra parte, nos hemos fortalecido y hemos comenzado a formar un auténtico ejército proletario.

De acuerdo con la táctica de Kautsky, el renegado, los obreros alemanes deben ahora defender su patria junto con la burguesía, y temer más que nada a la revolución alemana, pues los ingleses podrían imponer a su país un nuevo Brest. Esto también es abjuración, es nacionalismo pequeñoburgués.

Nosotros decimos sin embargo, que si bien la pérdida de Ucrania fue un enorme sacrificio nacional, sirvió para templar y fortalecer a los proletarios y campesinos pobres de Ucrania como combatientes revolucionarios para la revolución obrera internacional. Ucrania sufrió, pero en cambio se benefició la revolución internacional: al “corromperse” las tropas alemanas, al debilitarse el imperialismo alemán y al estrecharse los vínculos de los obreros revolucionarios alemanes, ucranios y rusos.

Hiciera sido, como es natural, más “agradable" poder derrocar a  Guillermo y a Wilson por medio de una simple guerra. Pero estos son desvaríos, no podemos derrocarlos por una guerra desde afuera,  pero sí podemos acelerar la descomposición interna. Lo hemos logrado en enorme medida con la revolución proletaria soviética.

Los obreros alemanes obtendrían mayores éxitos aun si mar­charan a la revolución sin tener en cuenta los sacrificios nacionales, (sólo esto es internacionalismo), si dijeran (y lo confirmaran con hechos) que para ellos los intereses de la revolución obrera mun­dial están por encima de la integridad, la seguridad y la paz de cualquier Estado nacional, y del suyo en particular.

* * *

La mayor desventura y el peligro para Europa es que no tiene un partido revolucionario. Tiene partidos de traidores del tipo de los Scheidemann, Renaudel, Henderson, Webb y Cía., y almas de lacayo como Kautsky. Pero no tiene un partido revolu­cionario.

Se comprende que un poderoso movimiento revolucionario popular puede corregir esta deficiencia, pero por ahora eso es una desgracia seria y un grave peligro.

Por ello es preciso desenmascarar por todos los medios a los renegados como Kautsky, lo que servirá de apoyo a los grupos revolucionarios formados por obreros auténticamente internacionalistas, que, existen en todos los países. El proletariado se apar­tará muy pronto de los traidores y renegados y marchará con estos grupos, seleccionando y preparando a dirigentes de su me­ dio. No sorprende que la burguesía de todos los países vocifere contra “el bolchevismo mundial”.

El bolchevismo mundial vencerá a la burguesía mundial.

  1. X. 1978

 

Pravda, núm. 219, 11 de octubre
de 1918.
Firmado: N. Lenin

Se publica de acuerdo con el manuscrito

 

[1]  Véase V. L Leían, ob. cit., t. XXX. (Ed.)

[2]  Revista Socialista (“The Socialist Review”); órgano del Partido La­borista Independiente de Inglaterra (Independent Labour Party), reformista. Apareció mensualmente en Londres desde 1908 hasta 1934. Durante la gue­rra imperialista colaboraron en la revista R. MacDonald, F. Snowden, A. Lee, etc. (Ed.)

[3]  Véase V. I. Lenin, ob. cit., t. .V, nota 55. (Ed.)

[4]  Independent Labour Party, véase id., ibíd., t. XIII, nota 11. (Ed.)

[5]  Véase V. I. Lenin, ob. cit., t. XXVIL (Ed.)

[6] Se refiere a los conceptos expresados por Marx en una Carta a L. Kugehnan del 12 de abril de 1871 (véase C. Marx y F. Engels Correspon­dencia, ed. dt., págs. 208-209) y al discurso de Marx en el Congreso de La Haya, pronunciado en la ciudad de Amsterdam el 8 de setiembre de 1872.

Lenin utiliza la Caita de Marx a Kugehnan en su trabajo El Estado y la revolución (V. I. Lenin, ob. cit., t. XXVII). (Ed.)

[7] Véase C. Marx y F. Engels, Correspondencia, ed. cit., pág. 226. (Ed.)

[8] Los zimmerwaldistas: miembros del grupo formado en la primera Conferencia Socialista Internacional que se realizó en Zimmerwald entre el 5 y el 8 de setiembre de 1915 (véase también V, I. Lenta, ob. cit„ t. XXII, nota 76). Lenin denominó a esta Conferencia primer paso en el desarrollo del movimiento internacional contra la guerra. A la Conferencia asistieron 38 delegados de partidos y organizaciones de 11 países europeos. El CC del POSDR(b) estaba representado por V. I. Lenin y G. E. Zinóviev. Estuvieron presentes también P. B. Axelrod y L. Mártov (por el Comité de Organización menchevique del POSDR). La Conferencia eligió como organismo dirigente de la Unión de Zimmerwald a la Comisión Socialista Internacional. En el seno de la Unión te desarrollaba permanentemente la ludia entre la izquierda de Zimmerwald encabezada por los bolcheviques, y la mayoría centrista kautskista (llamada derecha de Zimmerwald). Los centristas se esforzaban por legrar la conciliación con los socialchovinistas y el restablecimiento de la II Internacional. La izquierda de Zimmerwald exigía que se rompiera" con los socialchovinistas, insistía en la lucha revolucionaria contra la guerra imperialista y en la constitución de una nueva Internacional, proletaria, revolucionaria. Después de la Conferencia de Kienthal (1916) la derecha de Zimmerwald se pasó abiertamente al socialchovinismo. Debido a ello Lenta instó a los partidarios de la izquierda dé Zimmerwald a romper con la mayoría de derecha de la Unión de Zimmerwald y adoptar medidas concretas para fundar la III Internacional Comunista.

En setiembre de 1917 se realizó en Estocolmo la tercera Conferencia de Zimmerwald. En nombre del Comité Central y del Buró en el Extranjero del Comité Central del POSDR(b) y de la socialdemocracia de. Polenta habló V. V. Vorovski. En un discurso severo y acusatorio Vorovski exigió que la Conferencia definiese su actitud hacia los mencheviques de Rusia, quienes, a pesar de ser miembros de la Unión de Zimmerwald se prestaron a integrar el ministerio de Kérenski, el Cavaignac ruso, y tenían plena responsabilidad por la implantación de la pana de muerte dentro del ejército, por la ofensiva de junta en el frente, por la clausura de los diarios bolcheviques; por el ametrallamiento de'¿ la demostración de julio, por las detenciones de miembros del partido bolchevique, etc. Los bolcheviques fueron apoyados por una serie de delegados, pero la mayoría, dirigidos por G. Haase, se negó a presentar una resolución sobre este problema. La heterogénea composición de la Conferencia determinó el carácter de compromiso de sus resoluciones. La III Conferencia de Zimmerwald confirmó totalmente la conclusión leninista sobre la bancarrota de la Unión de Zimmerwald, sobre la necesidad de romper con ésta inmediatamente, y de fundar la III InternacionalComunista.

El I Congreso de la Internacional Comunista que tuvo lugar en marzo de 1919, anunció la disolución de la Unión de Zimmerwald. 428.

 

  

 

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