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NOTA: Ponencia para el debate El sujeto y la construcción de la alternativa, León, Ateneo Varillas, febrero 2014.

1.- PRESENTACIÓN:

 

El texto que sigue es la ponencia presentada al debate que se anuncia en la NOTA de arriba. Pero la parte dedicada a la alternativa se presenta en el Resumen, y de forma muy sintética porque la elaboración de una alternativa ha de ser obra colectiva, obra basada en la experiencia colectiva sostenida en la acción práctica. Sería pretencioso y contraproducente presentar una detallada alternativa sin un sostén práctico anterior basado en una serie de debates colectivos, críticos y autocríticos. Marx vino a decir que un avance práctico en la emancipación humana valía más que cien programas. Es por esto que en el Resumen se ofrecen algunos puntos esenciales de reflexión, sobre los que debatir. Ahora bien, sí es conveniente leer la ponencia porque en ella se desarrolla el método teórico-político que explica y da sentido a los puntos expuestos en el Resumen.

La ponencia forma parte de un texto mayor que se encuentra en proceso de elaboración, siendo aún un borrador, en el que se van a incluir otros dos capítulos: uno sobre la teoría de la organización revolucionaria y otro sobre la teoría del Estado. La ponencia que se aquí se presenta trata sobre la teoría que debe emplearse para definir el sujeto revolucionario en el modo de producción capitalista, en sus formaciones económico-sociales y a lo largo de sus fases sucesivas. Como se aprecia, en el índice se anuncian desarrollos sobre la dialéctica, la teoría del concepto y la categoría del contenido y de sus formas reales. También expone las contradicciones antagónicas entre el capital y el trabajo en las que éste, el sujeto revolucionario, ha de volcar su práctica política y teórica destinada a la conquista del poder.

El debate sobre el sujeto revolucionario no es otro que el debate sobre la crítica marxista de la economía política burguesa, sobre la teoría de las clases sociales y de su lucha permanente. La elucidación de estas cuestiones exige el empleo simultáneo de la teoría materialista del conocimiento, tan odiada por las versiones del kantismo, y a la vez el concurso de la teoría marxista del Estado y de la organización revolucionaria de vanguardia. Praxis del sujeto revolucionario, sus formas de organización, su lucha contra el poder estatal, y su método de pensamiento, estas cuatro cuestiones son inseparables, resultando imposible aislarlas entre ellas, pero resultando también imposible pensarlas sin sustentarse en todo momento en la crítica de la economía política burguesa, del capitalismo.

La razón por la que he concluido este capítulo para presentarlo como ponencia específica para el debate sobre El sujeto y la construcción de la alternativa, es bien simple: no se puede elaborar, o mejor decir reelaborar una alternativa al capitalismo actual sin confrontar abiertamente con los tópicos burgueses al respecto, sobre todo con las más recientes modas intelectuales que proliferan en estos años de crisis. Una confrontación teórica y política, que no ideológica, hueca y metafísica. En los momentos actuales la teoría marxista empieza a demostrar de nuevo su inagotable potencial practico; sin embargo existen fuerzas mediáticas necesitadas de silenciar o minimizar ese potencial. La caída en picado de las condiciones de vida y de trabajo, de los derechos sociales y democráticos, y la multiplicaciones de las formas de explotación, todo esto está generando malestar social entre las clases y pueblos explotados, aunque todavía el denominado «factor subjetivo» no está a la altura de las contradicciones objetivas manifiestas y aplastantes.

El marxismo es la única praxis que puede elevar la conciencia subjetiva a decisiva fuerza política de masas. Una de las exigencias previas es la de actualizar el concepto de sujeto revolucionario teniendo en cuenta que el sujeto colectivo, el trabajo explotado en cualquiera de las formas directas o indirectas, sólo se constituye radicalmente como sujeto cuando su conciencia se materializa en la interacción entre la experiencia organizativa y la experiencia autoorganizativa, en la interacción entre las luchas espontáneas, las coordinadas en base a la experiencias estables, y las luchas políticamente guiadas a la destrucción del Estado burgués y su sustitución por el Estado obrero. A lo largo de esta dinámica, la teoría juega siempre un papel insustituible, papel que va acrecentándose conforme avanza el proceso de masas y va debilitándose conforme este retrocede.

Puede darse el caso, y así ha sucedido varias veces, que determinados grupos intelectuales de izquierda revolucionaria siguen profundizando en determinadas reflexiones que enriquecen aspectos concretos de la teoría en su generalidad una vez que se ha iniciado el reflujo de la oleada revolucionaria, pero más temprano que tarde estos logros parciales empezarán a enfriarse sufriendo la misma esclerotización que la sufre la teoría en su conjunto. Solamente un reinicio sostenido de la lucha de clases puede insuflar calor, vida y radicalidad a la teoría.

Por suerte, tras la derrota muchas veces sobreviven en la semiclandestinidad o en grupúsculos personas revolucionarias que mantienen vivos los rescoldos de la teoría, e incluso la enriquecen en aspectos sustanciales mediante esfuerzos meritorios y titánicos, pero de nuevo hay que decir que esas aportaciones intelectuales no se convertirán en fuerza material hasta que no resurja la lucha de clases y, sobre todo, hasta que una organización revolucionaria que ha sobrevivido en los peores momentos logra introducirlos pedagógicamente entre las clases y los pueblos oprimidos.

Otra aparece la teoría de la organización y el papel del Estado, sin cuyo concurso el sujeto revolucionario se disuelve en una abstracción. Esas dos partes vitales —la teoría del Estado y de la organización— terminarán de dar cuerpo al texto completo.

 

2.- ORDEN VERSUS DIALÉCTICA

 

  1. Amin inicia su reciente libro denunciando la vaguedad de los análisis y definiciones que se hacen sobre lo «nuevo» en el capitalismo, novedades que afectarían a las clases sociales, a la lucha de clases, a los denominados movimientos sociales, a los partidos políticos, a las formas ideológicas, a la revolución informática, a la producción «inmaterial» o «no material», a la economía del conocimientos; también sostiene que el término «post» oculta generalmente una dificultad para designar una «proposición positiva» de la realidad que dice estudiar: post-capitalismo, post-modernismo, post-industrial. Afirma sin tapujos que: «La moda que acompaña al discurso sobre la sociedad post-industrial se ha apresurado a declarar “superados” los conceptos de clase y de lucha de clases» y tras demostrar una a una la inútil vaguedad de esas modas termina hundiendo el manido tópico del capitalismo cognitivo, más aún de la «economía cognitiva» en general, concluye indicando que: «La economía ha sido siempre “cognitiva”, pues la producción siempre ha implicado la puesta en práctica de saberes, incluso en el más primitivo de los cazadores- recolectores de la prehistoria».[1]

Más adelante, se extiende un poco más en la crítica del capitalismo cognitivo. Después de haber estudiado la importancia que tiene para el proyecto socialista el desarrollo planificado y racional de todos los servicios y sectores públicos opuestos a la racionalidad capitalista del máximo beneficio privado, burgués, al margen de sus desastrosas consecuencias, S. Amin sostiene que el capitalismo cognitivo es un oximorón, es decir una contradictio in terminis, y sostiene que «la economía del mañana, la del socialismo, sí que será “cognitiva”»[2] en el sentido de integrar plena y definitivamente la inteligencia colectiva, social, es decir, el pensamiento libre de la explotación en el proceso productivo no explotador. En el capitalismo eso es imposible porque se basa en la sumisión y explotación del trabajo.

Hace algo más de una década, M. Husson destrozó el entonces incipiente mito del «capitalismo cognitivo» junto con el de la llamada «nueva economía»[3], por lo que ahora S. Amin hace lo correcto en rematar estas vaguedades vacías profundizando en su crítica hasta llegar a la raíz, a la dialéctica entre el saber humano y la producción económica como base de la antropogenia, o sea del papel del trabajo y de la praxis mano/mente en la evolución humana tal cual dejo en claro Engels, praxis creativa que se materializa en el desarrollo de la pluridimensinalidad del ser humano genérico mediante su trabajo creativo, incompatible con cualquier propiedad privada, especialmente con la burguesa. Sin embargo, insistiremos brevemente en esta cuestión porque es esencial para todo lo que se expone en esta ponencia: la centralidad de las relaciones sociales de producción y de las formas de propiedad en cualquier debate sobre el sujeto.

Un ejemplo remoto y a la vez actual de «economía cognitiva» no constreñida por la propiedad privada lo encontramos en el aún no superado estudio de A. Spirkin sobre la formación de la conciencia humana, en especial el salto cualitativo que se produjo entre la producción de herramientas de los monos antropoides y la utilización sistemática del fuego por el sinántropo,[4] ya que el uso accidental del fuego es mucho más antiguo, aproximadamente de hace 1.500.000 en Kenia. Otro lo tenemos en el estudio de A. Léroi-Gourhan sobre la progresiva celeridad de la ley de la productividad del trabajo desde el período abbevillense, de hace más de 500.000 años, y el magdaleniense, de entre -30.000 y -12.000 años. Mientras que en el abbevillense con un kilogramo de sílex se hacían sólo 10 centímetros de filo útil, al final del magdaleniense con ese mismo kilogramo de sílex se hacían 20 metros de filo útil.[5]

La ley de la productividad del trabajo o ley del ahorro de energía o del mínimo esfuerzo, funciona como verdadera economía cognitiva antes de la instauración de la propiedad privada, y después de su expropiación durante el salto al socialismo. Durante los pocos milenios de dictadura de la propiedad privada, y de los pocos siglos de propiedad burguesa, estas leyes tendenciales son sometidas a la ley de la ganancia mercantil y cada vez más a su expresión interna, la ley del valor-trabajo, con repercusiones totales en los sucesivos métodos sociohistóricos de pensamiento.

La irrupción de la propiedad privada rompe la unidad socionatural entre conocimiento y antropogenia, que caracteriza a la economía cognitiva, e impone la irracionalidad ascendente del mercado. La antropogenia es inseparable de la «organización social de la conducta», de la mutua interdependencia conductual, según explica J. B. Fuentes al estudiar el conocimiento como hecho biológico,[6] pero con la socialización de la conducta, y con sus contradicciones internas, el conocimiento como hecho antropológico[7] refleja las contradicciones sociales entre por un lado, la ciencia como fuerza revolucionaria[8] y por el lado opuesto, la máquina, la tecnociencia como capital fijo, como fuerza antiobrera.[9]

En sus investigaciones sobre el trabajo como «categoría antropológica», P. Rieznik constata el valor humano del ocio, del tiempo libre y propio, mostrando que el concepto de «trabajo» con todas sus derivadas de crecimiento y progreso no ha existido en las sociedades precapitalistas,[10] aunque en las sociedades basadas en la propiedad privada y en la explotación social «no-trabajo es siempre un derecho perteneciente a los hombres que integran la clase dirigente de la sociedad»;[11] el no-trabajo es el opuesto liberado e irreconciliable del trabajo alienado, explotado e injusto: «Que haya demasiado tiempo libre, fuera del trabajo, es incompatible con su cualidad de labor alienada y explotada».[12] Después de repasar la ideas del socialismo premarxista, el autor concluye:

«Para Marx, en cambio, la “emancipación de los trabajadores”, es el punto de arranque de la “emancipación del hombre del propio trabajo”, como trascendencia de su ámbito de vida, más allá de la restricción propia de la necesidad. En este caso, Marx sustituyó el deseo y la voluntad abstractamente concebida, sea por un trabajo agradable, sea por un ocio creativo, por el análisis concreto del capital, de la potencia material que éste creaba como requisito ineludible para la conquista de la “libertad”. La conquista de un mundo humano por el hombre se presenta, entonces, como consecuencia de la metamorfosis del trabajo (y el no-trabajo social), derivado de la superación de las relaciones de explotación propias del capitalismo».[13]

 

[1] S. Amin: El capitalismo contemporáneo, El Viejo Topo, Barcelona 2013, pp. 9-17.

[2] S. Amin: El capitalismo contemporáneo, El Viejo Topo, Barcelona 2013, p. 26. M. Husson: «”Nueva Economía”: ¡capitalista siempre!» Marx Ahora, La Habana, N.º 13, 2002, pp. 53-67, y, por no extendernos: ¿Hemos entrado en el “capitalismo cognitivo”? www.ips.org

[3] M. Husson: «”Nueva Economía”: ¡capitalista siempre!» Marx Ahora, La Habana, N.o 13, 2002, pp. 53-67, y, por no extendernos: ¿Hemos entrado en el “capitalismo cognitivo”? www.ips.org


[4] A. Spirkin: El origen de la conciencia humana, Platina, Buenos Aires, 1965, pp. 71-74.


[5] A. Léroi-Gourhan: Los cazadores de la prehistoria, Orbis, Barcelona 1986, p. 112.

[6] . B. Fuentes Ortega: «Biológico (El conocimiento como hecho biológico)», Diccionario de Epistemología, Trotta, Madrid, 2000, pp. 88-94


[7] J. B. Fuentes Ortega: «Antropológico (El conocimiento como hecho antropológico)», Diccionario de Epistemología, Trotta, Madrid, 2000, pp. 47-53.

[8] Engels: Discurso ante la tumba de Marx, Obras Escogidas. Progreso. Moscú 1976, Tomo III, pp. 171-173.

[9] Marx: El Capital, FCE. México 1973, Libro I, Capto XIII, pp. 302-403.

[10] P. Rieznik: «La pereza y la celebración de lo humano», Contra la cultura del trabajo, Ediciones. r&r, Buenos Aires 2007, pp. 125-130.

[11] P. Rieznik: «La pereza y la celebración de lo humano», Contra la cultura del trabajo, Ediciones. r&r, Buenos Aires 2007, p. 113.

[12] P. Rieznik: «La pereza y la celebración de lo humano», Contra la cultura del trabajo, Ediciones. r&r, Buenos Aires 2007, p. 118.

[13] P. Rieznik: «La pereza y la celebración de lo humano», Contra la cultura del trabajo, Ediciones. r&r, Buenos Aires 2007, p. 122.

 

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