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«Yo era un antistalinista convencido desde que tuve diecisiete años. La idea de un atentado contra Stalin invadía mis pensamientos y mis sentimientos. Estudiábamos las posibilidades «técnicas« de un atentado. Luego pasamos a su preparación práctica.« «Si me hubiesen condenado a muerte en 1939, esta decisión hubiese sido justa. Había concebido el plan para matar a Stalin, ¿acaso esto no era un crimen?«

«Mientras Stalin vivió, yo veía todo esto de otra manera, pero hoy, cuando puedo sobrevolar este siglo, digo: Stalin ha sido la más grandiosa personalidad de nuestro siglo, el político más genial. Adoptar una actitud científica con respecto de alguien no significa comprometerse en una actitud personal«

Alexandre Zinoviev, 1993 *

* Zinoviev, Les condessions d’un homme en trop. Ed. Olivier Orban, 1990, p. 104-120;

 

«Según mi parecer, hay dos «espadas«: una es Lenin y la otra Stalin. La espada que fue Stalin, los rusos ahora la han arrojado por los suelos. Gomulka y ciertos húngaros han aprovechado esto para golpear a la Unión Soviética, para combatir lo que ellos llamaban stalinismo. Los imperialistas intentan servirse de esta espada para masacrar a las masas; Dulles por ejemplo la empleó en su momento. Pero, esta arma no se presta para ser utilizada, por ello, es más ventajoso para ellos, arrastrarla por los suelos.

Nosotros, los chinos, no la hemos arrojado.

En cuanto a la espada de Lenin ¿no ha sido, también, rechazada de algún modo por una clase de dirigentes soviéticos? Según mi parecer, lo ha sido en una amplia y dilatada medida.

¿La revolución de Octubre es aún hoy válida? ¿Puede aún servir de ejemplo a los diversos países? El informe de Khruschov dice que es posible llegar al poder por la vía parlamentaria; esto significa que los otros países no tendrán necesidad de seguir el ejemplo de la revolución de Octubre. Una vez esta puerta ha sido abierta, el leninismo ha sido prácticamente desechado«

Mao Zedong, 15 noviembre 1955 **

** Mao Zedon, Obras Escogidas. Tomo V, Ed. Lenguas extranjeras, Beijing, 1977, p. 369.

 

PREFACIO

Que un célebre disidente soviético, viviendo en la Alemania «reunificada», un hombre que es su juventud impulsaba el antistalinismo hasta la preparación de un atentado terrorista contra Stalin, que ha llenado libros enteros para decir todo lo mal que pensaba de la política staliniana, que tal hombre se vea obligado ahora, en su vejez, a rendir homenaje a Stalin, es algo que nos debe hacer pensar.

Muchos hombres que se proclaman revolucionarios y comunistas no han dado nunca pruebas de tal coraje.

Porque, hace falta mucho coraje si uno quiere elevar su débil voz contra el huracán de la propaganda antistalinista. Y una gran cantidad de comunistas se sienten incómodos sobre este terreno de batalla. Todo lo que los más violentos enemigos del comunismo habían afirmado durante treinta y cinco años, Khruschev vino a reafirmarlo en 1956. Desde entonces, la unanimidad vocinglera condenaba a Stalin —desde los nazis a los trotskistas, desde el tándem Kissinger-Brzezinski, al dúo Khruschev y Gorbachov—, parecían imponerlo «como prueba de la verdad». Defender la obra de Stalin y la del Partido Bolchevique llegó a parecer impensable e inclusive anómalo. Y la intimidación ganó a la mayor parte de los hombres que se oponían sin equívocos a la anarquía monstruosa del capitalismo mundial.

Hoy, en el caso de un hombre como Alexandre Zinoviev, la constatación de la locura destructiva que se ha extendido a toda la ex-URSS, con su cortejo de hambre, paro, criminalidad, miseria, corrupción y guerras interétnicas, le ha conducido a volver a ponerse en cuestión los prejuicios anclados en su alma desde la adolescencia.

No hay ninguna duda de que, en el mundo entero, aquellos que quieren defender las ideas del socialismo y del comunismo deberían, al menos, hacer lo mismo. Todas las organizaciones comunistas y revolucionarias del mundo se verán obligadas —un día u otro— a reexaminar las opiniones y prejuicios que se formularon desde 1956 sobre la obra del camarada Stalin. Nadie puede escapar a esta evidencia: durante 35 años de denuncias virulentas del «stalinismo», Gorbachov «ha terminado realmente con todas las realizaciones de Stalin», haciendo constatar que Lenin, de la misma forma, había llegado a ser «persona non grata» en la Unión soviética. Muerto y sepultado el stalinismo, el leninismo había dejado de existir sobre la tierra.

Redescubrir la verdad revolucionaria del período de los pioneros del movimiento comunista soviético e internacional es una tarea colectiva que incumbe a todos los comunistas del mundo. Las aportaciones que puedan realizar los marxistas-leninistas soviéticos y las de los que sólo podemos llegar a través de sus fuentes y testimonios, será una misión capital; pero, sin olvidar, que hoy, debemos trabajar en condiciones mucho más difíciles.

Nuestros análisis y reflexiones sobre este tema, las publicamos bajo el título de Un autre regard sur Staline. La clase cuyo interés fundamental consiste en mantener el sistema de explotación y opresión, nos impone cotidianamente «su» visión sobre Stalin. Adoptar otra visión sobre Stalin, es estudiar la personalidad histórica de Stalin a través de los ojos de la clase opuesta, la de los explotados y oprimidos.

Este libro no está concebido como una biografía de Stalin. Su intención es abordar de frente los ataques contra Stalin a los que estamos más habituados: el «Testamento de Lenin», «La colectivización impuesta», «La burocracia sofocante», «El exterminio de la vieja guardia bolchevique», «Las grandes purgas», «La industrialización forzada», «El enfrentamiento de Stalin con Hitler», «Su incompetencia en la guerra», etc., etc. Estamos dispuestos a denunciar estas falsas «grandes verdades» sobre Stalin, aquellas que se han repetido y resumido millares de veces en frases de los diarios, en los cursos de historia, en las interwius, en los libros y que han, por así decirlo, entrado en nuestro subconsciente.

«Pero, ¿cómo es posible», nos decía un amigo, «defender a un hombre como Stalin?»

Había sorpresa e indignación en la pregunta. Me recordaba lo que me había dicho, el otro día, un viejo obrero comunista, que me hablaba del año 1956, cuando Khruschov ya había leído su famoso Informe Secreto. Esto provocó debates agitados en el seno del Partido Comunista. En el curso de estos, una anciana mujer comunista, nacida de una familia judía comunista, que había perdido a dos hijos durante la guerra y cuya familia en Polonia había sido exterminada, dijo gritando y encolerizada:

«Pero, ¿cómo podemos nosotros dejar de apoyar a Stalin, el que ha construido el socialismo, el que derrotó al fascismo, el que ha encarnado todas nuestras esperanzas?»

En la tormenta ideológica que se despliega sobre el mundo, allí en donde otros habían retrocedido, esta mujer seguía fiel a la revolución. Y por esta razón, tenía otra visión sobre Stalin. Una nueva generación de comunistas participan y participarán de su visión.

El 20 de agosto de 1991, el eco del extravagante golpe de Estado de Yannaiev ha resonado a través del mundo como el preludio disonante de la liquidación de los últimos vestigios del comunismo en la Unión Soviética. Las estatuas de Lenin fueron derribadas y sus ideas denunciadas. Este acontecimiento provocó numerosos debates en el seno del movimiento comunista internacional.

Algunos han llegado a decir que se ha producido de forma inesperada.

En abril de 1991, publicamos el libro La URSS y la contrarrevolución de terciopelo (EPO, Bruxelles-Anvers, 1991) que trataba esencialmente de la involución político-ideológica de la URSS y de la Europa del Este desde 1956. Después del golpe de Estado profesional de Eltsin y su proclamación vocinglera del restablecimiento capitalista, no tenemos nada más que añadir.

En efecto, las últimas, y confusas, escaramuzas entre Yannaiev, Gorbachov y Eltsin no han sido más que convulsiones y exteriorizaciones de las decisiones tomadas en el 28º Congreso de julio de 1990. «Este Congreso —decíamos en aquella la época— afirma netamente la ruptura con la sociedad socialista y el paso a la economía capitalista» (La URSS, p. 215). Un análisis marxista de los trastornos producidos en la URSS nos había conducido, ya en 1989, a la siguiente conclusión: «Gorbachov preconiza la involución lenta, progresiva, pero sistemática hacia la restauración capitalista. Con la espalda en la pared, busca desesperadamente apoyos, tanto políticos como económicos del mundo imperialista. A cambio de dejar a los Occidentales hacer prácticamente todo lo que quieran en la Unión soviética» (La URSS, p. 186). Un año más tarde, a finales de 1990, pudimos terminar el análisis en estos términos: «Desde 1985, huelga tras huelga, la derecha ha atacado y en cada nueva etapa, Gorbachov se ha ido desplazado más y más hacia la derecha. Ante una agresividad redoblada de los nacionalistas y de los fascistas, apoyados por Eltsin, no es imposible que Gorbachov escoja de nuevo la retirada. Lo que provocará, sin duda, el desmoronamiento tanto del partido comunista, como de la Unión soviética» (La URSS, p. 253) «La balcanización de África y del mundo árabe, van asegurando óptimas condiciones para la dominación imperialista. Las mentes más imaginativas del Occidente comienzan a soñar en el más allá de la restauración del capitalismo en la URSS, en su sumisión económica y política» (La URSS, p. 245).

Es con este propósito que queremos recordar las conclusiones a las cuales los marxistas-leninistas habíamos llegado entre 1989 y 1990. En efecto, la voladura de las estatuas de Lenin fue acompañado de un estallido propagandístico proclamando el fracaso del marxismo-leninismo. No obstante, se ha demostrado que, el análisis marxista es, en el fondo, el único válido, el único que nos ha permitido descubrir a las auténticas fuerzas sociales que querían terminar esa labor, bajo la consigna demagógica de «democracia y libertad», de «glasnost y perestroika».

En 1965, cuando la sangrienta contrarrevolución en Hungría, las estatuas de Stalin fueron destruidas; treinta y cinco años más tarde, las estatuas de Lenin han sido reducida a polvo. El desmontaje de las estatuas de Stalin y Lenin marcan los dos puntos de ruptura con el marxismo. En 1956, Khruschev denigró la obra de Stalin para cambiar la línea fundamental de la dirección del Partido comunista; la degeneración progresiva del sistema político y económico que le siguió ha conducido a la ruptura definitiva con el socialismo, ruptura consumada en 1990 por Gorbachov.

Está claro que, los medios nos van entreteniendo cada día con el fracaso definitivo del comunismo en el mundo. Pero nosotros, debemos recalcar y demostrar que, si ha habido fracaso en la Unión Soviética, es el fracaso del revisionismo, introducido en la Unión Soviética por Khruschev, hace 35 años. Este revisionismo ha conducido al fracaso político completo, a la capitulación frente al imperialismo y a la catástrofe económica. El brote actual del capitalismo salvaje y del fascismo en la ex URSS muestran muy claramente a qué término nos lleva, en último término, el rechazo de los principios revolucionarios del marxismo-leninismo.

Durante 35 años, los revisionistas han luchado por demoler a Stalin. Una vez Stalin demolido, Lenin ha sido liquidado en un abrir y cerrar de ojos. Khruschev se encarnizó contra Stalin. Gorbachov lo ha «rematado» llevando a cabo, en el curso de los cinco años de su glasnost, una verdadera cruzada contra el stalinismo. ¿Os habéis dado cuenta de que, el desmontaje de las estatuas de Lenin no ha sido precedida por una campaña política contra su obra? Bastó con la campaña contra Stalin. Una vez todas las ideas políticas de Stalin atacadas, denigradas, demolidas, se llegó a la constatación de que, la campaña había servido también para liquidar las ideas de Lenin.

Khruschev comenzó su obra destructiva afirmando que criticaba los errores de Stalin con el fin de «restablecer el leninismo en su pureza original» y mejorar el sistema comunista. Gorbachov hizo las mismas promesas demagógicas para desorientar a la fuerzas de izquierdas. Hoy, debemos rendirnos ante la evidencia: bajo el pretexto de «volver a Lenin», se ha hecho entrar al zarismo; bajo el pretexto de «mejorar el comunismo» se ha resucitado al capitalismo salvaje.

No es por azar si encontramos en nuestro días, en casi todas las publicaciones burguesas y pequeño-burguesas «en boga», las calumnias y las mentiras a propósito de Stalin que encontrábamos en la prensa nazi durante la guerra. Es una señal de que la lucha de clases a nivel mundial lleva camino de convertirse en más dura de día en día y de que la gran burguesía moviliza a todas sus fuerzas para defender, en todas las direcciones, a su «democracia». Durante algunas conferencias sobre el período de Stalin, hemos leído algunas veces un largo texto antistalinista y preguntábamos a las personas presentes lo que de él pensaban. Casi siempre, los que intervenían subrayaban que el texto, aunque violentamente anticomunista, mostraba claramente el entusiasmo de los jóvenes y de los pobres por el bolchevismo así como las realizaciones técnicas de la URSS, pero que a pesar de esto, les dejaba bastante preocupados. Luego, revelábamos al auditorio que el texto que habíamos leído era un texto nazi, publicado en Signal no 24 de 1943, en plena guerra... Las campañas antistalinistas llevadas a cabo por las «democracias» occidentales entre 1989-91 han sido a menudo mucho más virulentas y calumniosas que las llevadas a cabo en el curso de los años 30 por los nazis: debido a que en nuestros días, ya no existen las grandes realizaciones comunistas de los años treinta para hacer de contrapeso a las calumnias, como tampoco existen las fuerzas políticas significativas capaces de tomar la defensa de la experiencia soviética bajo Stalin.

La mayor parte de los hombres de izquierdas han leído algunas obras consagradas a las actividades de la CIA y de los servicios secretos occidentales. Y han aprendido que la guerra psicológica y política es una rama aparte y extremadamente importante de la guerra total moderna. La calumnia, la intoxicación, la provocación, la explotación de las divergencias, la exacerbación de las contradicciones, la satanización del adversario, la acumulación de crímenes cargados a las espaldas del adversario, son las tácticas habituales recurrentes de los servicios secretos occidentales en la guerra moderna.

Ahora bien, las guerras que el imperialismo ha llevado a cabo con el mayor encarnizamiento y con los medios más colosales son las guerras anticomunistas. Guerras militares, guerras clandestinas, guerras políticas y guerras psicológicas. ¿No es la evidencia misma, que la campaña contra Stalin se ha convertido en el centro de todos los combates ideológicos llevados a cabo contra el socialismo y el comunismo? Los portavoces oficiales de la máquina de guerra americana, Kissinger y Brzezinski, han elogiado las obras de Soljenitsin y de Conquest, que eran también, como por azar, dos autores en boga entre los socialdemócratas, los trotskistas y los anarquistas. En cuanto a estos especialistas del anticomunismo ¿no hubiese sido más objetivo que en vez de «descubrir la verdad sobre Stalin», hubieran puesto al descubierto los hilos de la guerra psicológica y política llevada a cabo por la CIA?

Sobre los cinco continentes, todas las fuerzas de derechas y de la ultraderecha se han encarnizado tanto contra Stalin, utilizando los medios más colosales y con tal frenesí, que ningún auténtico revolucionarios ha podido escapar a realizar una nueva evaluación sobre la obra de Stalin. Pues cada vez está más claro que la derecha se ha enconado contra Stalin para poder formular de inmediato sus conclusiones sobre la derrota histórica del comunismo y la quiebra ideológica y política del marxismo-leninismo.

 

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