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Prefacio a la segunda edición

 

I. Presentación general

Este libro, escrito en 1946-47, publicado poco después por las Editíons Sociales, formaba parte de un ambicioso proyecto: un Tratado del Materialismo dialéctico en ocho volúmenes. El primer volumen, Logique formelle, logique dialectique («Lógica formal, lógica dialéctica»), debía servir de introducción a los volúmenes siguientes. Pero es el único que ha salido a la luz. ¿En qué condiciones se abandonó este proyecto? En condiciones políticas.

En pleno período staliniano, agravfldo por el «zdanovismon, se lanzó en Francia una consigna: Ciencia proletaria contra ciencia burguesa. Consigna justificada, se decía, por la situación mundial, y que llevaba al terreno teórico la lucha de clases práctica (política). Este volumen, al que se había exigido que no apareciera en un editor «burgués», y que pasaba por una victoria sobre los fanáticos stalinistas (la lectura y la exégesis de Stalin bastaban, según éstos, para la «formación ideológica»), recibió severas críticas desde el momento de su aparición. Se le reprochaba que no contribuía a la elaboración de una lógica proletaria, revolucionaria, socialista. Los ideólogos, pretendidamente marxistas, que sostenían esta «orientación», si así puede llamarse, no pedían que se mostrara la lógica inherente al mundo de la mercancía y a su despliegue. No pedían un análisis de la cohesión interna, pese a sus contradicciones, de la sociedad burguesa (o de la sociedad socialista). Nada de eso. Su pensamiento, si merece tal nombre, pretendía ser más radical. Exigían que una lógica, en tanto que tal, tuviera un carácter de clase. Y si la lógica no podía tener o recibir ese carácter, ellos rechazaban la lógica. El segundo volumen, consagrado a la metodología de las matemáticas, a las relaciones entre las matemáticas y las otras ciencias, respondía todavía menos a estas peticiones (a esta inquisición). Y como el autor declaró que no comprendía lo que se exigía de él, ni cómo se podía sustituir con una verdad proletaria el principio de identidad (A≡A) o la identidad (a+b)2 ≡ a2+b2+2ab, llegó la orden de interrumpir la obra comenzada. Es decir, el editor rompió el contrato.

2     ¿Por qué publicar de nuevo, veinte años después, este volumen? No han faltado objeciones, pero no parecen muy decisivas. Este libro quería transmitir, es decir, enseñar, el pensamiento dialéctico, según un orden didáctico y teórico. Ningún otro ha ocupado su lugar. Pese a sus imperfecciones, es el único o casi el único. Y aquí está, pues, in extenso, es decir, con sus fragmentos impugnables, sus pasajes escabrosos, sus transiciones arriesgadas, sus ilusiones y sus errores, como testimonio de un esfuerzo metodológico y teórico, y para un eventual uso.

 

II. ¿Hegelianismo?

Entre los reproches, ocupaba un lugar destacado el de haber «hegelianizado» la dialéctica marxista. Reproche inexacto y que da testimonio de una gran ignorancia. Para refutar la acusación basta con considerar el puesto concedido a las matemáticas en el conocimiento. El razonamiento matemático aparece en el trayecto que va desde lo abstracto (elaborado) hasta lo concreto (conocido). Se enlaza con la lógica dialéctica. Como ésta, es mediador entre la forma y el contenido. Mientras que Hegel ha rechazado de su filosofía el razonamiento matemático, al que tacha de arbitrario, de constructivismo irreal. El mantenía, así, el derecho absoluto de la dialéctica especulativa. En efecto, en Hegel, la lógica se absorbe y se reabsorbe en la dialéctica. No ocupa un grado propio, un nivel específico. Lejos de corresponder a un movimiento abstracto de todo pensamiento, no representa más que la abstracción de la dialéctica. Al mismo tiempo, el aspecto «operatorio» de la lógica (reglas de la coherencia del discurso, del empleo de los conceptos, de la deducción, etc.) desaparece en el empleo especulativo de la dialéctica. La crítica del viejo principio de identidad (de no contradicción, de tercio excluso) llega hasta su abolición en la dialéctica especulativa, es decir, en el sistema hegeliano. El difícil problema de las relaciones entre la lógica y la dialéctica (problema de la mediación) queda suprimido. La lógica no es sino una etapa, histórica y fenomenológica, de la dialéctica. Después de lo cual, el sistema filosófico-político mega no-dialécticamente el pensamiento dialéctico. Y se presiente que el Estado de tipo hegeliano empleará su poder en detener prácticamente el movimiento, sin renunciar a legitimarse en nombre de ese movimiento histórico.

3      Las discusiones en torno a estos temas mostrarán:

  1. a) Cómo, con la supresión del principio aristotélico, se corre el riesgo de debilitar la coherencia del discurso, de confundir la dialéctica con la sofística, de suprimir la demostración en general.
  2. b) Que ese principio, como Hegel había mostrado efectivamente, lleva en sí sus límites y su «Aufheben». El tercio excluso es A, que no es ni A positivo ni A negativo (no-A). El tercio es ya A neutro. El tercio excluso está ya incluido. Llevado a lo absoluto, el principio aristotélico hace inconcebible la negación, al proclamar la identidad metafísica. El pensamiento, la reflexión (identidad en el re-doblamiento), la representación se convierten en impensables. Tomado relativamente, el principio lleva más allá de sí mismo. Sólo queda pasar de la tautología (A≡ forma pura, transparente y vacía) a las proposiciones que tienen un contenido, sin rechazar ni infectar la forma perfecta.

Volvamos al plano político. La mixtificación contenida en la acusación de hegelianismo no era pequeña. A decir verdad, el stalinismo, y sólo él, era hegeliano o más bien neo-hegeliano. Sin decirlo. Afirmando un «corte» filosófico. Lanzando la acusación sobre otros. El materialismo dialéctico sistematizado por Stalin y bajo él se presentaba, en efecto:

  1. a) Como la síntesis entre un «núcleo real», el materialismo, y un «núcleo racional», la dialéctica. Síntesis abstracta y definitiva, operada y proclamada en el plano filosófico, sin plantearse cuestiones a propósito del pensamiento dialéctico como método, de su relación exacta con la teoría del materialismo histórico; separándolo del hegelianismo, sin que el «derrumbamiento» del idealismo hegeliano lo modifique, ni el «derrumbamiento» de la filosofía en general, a través de ese caso privilegiado que es el hegelianismo, ni tampoco el derrumbamiento revolucionario del mundo al revés, legitimado y justificado por las ideologías, y por las filosofías comprendidas en ellas.

4      b) Como una explosión abstracta e imperativa de las «leyes de la dialéctica», leyes impuestas por decreto. ¿Leyes del pensamiento o de las cosas? ¿Leyes de los procesos o de su conocimiento? El pseudoconcepto de «reflejo» respondía a todas las preguntas mezclando todas las respuestas. ¡El dogmatismo staliniano no se dignaba observar que, al pensar dialécticamente según este modelo constrictivo, se perdía la coherencia, y que si se quería salvar la coherencia, se perdía la dialéctica! y esto, sobre todo, manipulando la negación, abuso cuya influencia fue desastrosa, hay que reconocerlo.

En resumen, el «dia-mat» stalinizado no fue solamente una filosofía sistematizada a partir del marxismo, crítica radical de toda filosofía y de toda sistematización. No fue solamente una ideología restaurada como consecuencia de una crítica radical de las ideologías, una superabundancia, una ·excrecencia cancerosa en la acepción leninista de estos términos. Fue una tentativa de totalización, un sistema filosófico-político, es decir, un neo-hegelianismo, una filosofía de estado, y una filosofía del Estado, pretendido resultado final de la filosofía de la historia y de la historia de la filosofía. La síntesis desembocaba en el Estado staliniano reforzado. Reducía la historia a la génesis de ese Estado, es decir, que en el staliniano hay un historicismo neo-hegeliano, presentado en nombre del «derrumbamiento» del hegelianismo. En el acoplamiento «filosofía-política» que caracteriza a la filosofía en su último estadio, el término importante es el segundo. La filosofía propone, y el Estado dispone. El stalinismo ha realizado la filosofía hegeliana, que anunciaba la realización de toda filosofía, de toda la racionalidad elaborada por los filósofos, en y por el Estado. El stalinismo, sistema práctico, ha dado la verdad del sistema especulativo. Y así es como ha llevado a su término una historia, la de la filosofía y la del Estado, doble historia que quizá encierra lo esencial de la historia.

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III. El tratado del «materialismo dialéctico»

¿Resultaría inútil señalar, veinte años después, la originalidad de esta tentativa? Se trataba de algo muy distinto a una exégesis de Marx, a una lectura o relectura de los autores «clásicos». Los dogmáticos no se equivocaron a este respecto. El tratado quería exponer el materialismo dialéctico, pero no como un sistema filosófico, sino como un movimiento, como un proceso de conocimiento que iba:

— de lo abstracto (elaborado por la reflexión) a lo concreto;

— de lo formal (lógica) al contenido (praxis);

— de lo inmediato a lo mediato (desarrollado por las mediaciones y sobre todo por la de la lógica dialéctica) y de lo menos complejo a lo más complejo.

Se manifestaba ya una tendencia anti-sistemática que no debía dar muy buena suerte a su autor, tan apremiante es la tendencia al sistema en el siglo  XX. ¡Apenas se ha logrado salir de un sistema aterrador y ya se está buscando otro! En el plano teórico, se expresaba así una idea duradera, a saber que el conocimiento no se liga a una sustancia objetiva o subjetiva que «funda» el sistema o propone un modelo fijo, sino a la forma vacía.

No se podía tratar, pues, de un neo-hegelianismo, sino de un hegelianismo transformado por el derrumbamiento.

En primer lugar, este derrumbamiento del hegelianismo no consistía en una sustitución de la idea por la «naturaleza», sino en una inversión del movimiento del pensamiento, perseguido a partir de la forma lógica y no a partir de la Idea sustancializada y mitificada. En segundo lugar, ese derrumbamiento del hegelianismo venía propuesto como un derrumbamiento de toda la filosofía, y como caso privilegiado (por ser teórico) del derrumbamiento (revolucionario) del mundo al revés (en el que el efecto es tomado por la causa, la esencia por el accidente, lo intermedio por lo esencial, etc.)

Este esfuerzo por romper la «circularidad del sistema», como se dice en Italia, no ha contribuido a popularizar la tentativa. No carecía de dificultades teóricas. La lógica debía de figurar como un momento en el proceso: formalmente elaborado y, sin embargo, abierto, no-cerrado (abierto sobre y hacia la continuación).

6      Dicho de otra manera, como un momento perfectamente determinado —el de la determinación— en un movimiento que no puede detenerse sin desvanecerse, el del pensamiento y del conocimiento. «Desvanecerse» quiere decir también desaparecer, como un espíritu, en vez de quedar fijado, como un cadáver; hay gentes, que se llaman «pensadores», que creen tener —y que institucionalmente tienen— esta actividad especializada y que realizan este doble sentido del desvanecimiento. El espíritu, es decir el movimiento, se ha ido, y ellos siguen allí, inmóviles, como huesos, conchas, fósiles. (Tales yacimientos son descritos, con cierta complacencia, por Michel Foucault en su «Archéologie du Savoir». (Arqueología del Saber); pero, ¿para qué detenerse sobre ellos?

 

IV. Lógica y superestructura

Una teoría, más difundida que formulada, hada de la lógica una superestructura (primero de la sociedad griega, luego de la sociedad medieval, después de la sociedad capitalista) ligada a la filosofía, es decir a una ideología (idealismo de la clase delos poseedores de esclavos, etc.)

Esta teoría es incompatible con varios textos de Engels, según los cuales la lógica y el derecho (nacida la primera en Atenas y el segundo en Roma) han atravesado las épocas, los modos de producción, las transformaciones de las relaciones de producción. Ahora bien, las superestructuras se derrumban junto con las estructuras sobre las que se han edificado, con las relaciones de producción constitutivas de su «base». Así, pues, la lógica y el derecho no son superestructuras al mismo título que los elementos caducos de la «cultura».

Podemos recordar que Marx, a propósito del arte, plantea la cuestión del «encanto duradero» del arte griego. La teoría de las superestructuras y de las ideologías ha sido recogida, a menudo, de forma grosera y pueril. Hay que observar que, hace unos veinte años, en pleno dogmatismo staliniano, en célebre texto de Stalin arrancó literalmente la lengua (y la lingüística) de esta región de las apariencias ideológicas y de las ilusiones superestructurales.

7      El movimiento comunista, transformado en institución (con su ideología marxista) había asumido un carácter verdaderamente extraño. La consigna de autocrítica recubría la ausencia de autocrítica. Sólo Stalin tenía la posibilidad de un pensamiento crítico (¡y autocrítico!). Después de los textos stalinianos sobre la lingüística no se trató de reconsiderar la condena de la tentativa de elaborar una lógica dialéctica, condena lanzada en nombre de la teoría sobre las superestructuras: La teoría, si así puede llamarse, de la lógica de clase! Y. la exigencia de una «lógica proletaria» o de una «lógica socialista», acompañaban a la representación de una lógica «superestructural». La nueva lógica, proletaria y socialista ¡debía nacer, pues, en la sociedad socialista y, en consecuencia en la U. R. S. S.! ¡En una sociedad capitalista sólo podía formularse una lógica burguesa!

Desenredar este ovillo ideológico, embrollado a su gusto y placer por los burócratas de la filosofía, era difícil y comprometido para ellos. Prefirieron abstenerse e intervenir brutalmente.

 

V. Lógica y superestructura (continuación)

El hecho de que la lógica no pueda definirse como una superestructura, solidaria de las ideologías que sobreviva a las transformaciones de los modos de producción (como la lengua)no quiere decir que sea inmutable. El hecho de que la forma pueda abstraerse del contenido, y el contenido de su forma, no quiere decir que sean indiferentes.

En particular, ¿correspondía la lógica aristotélica a lo que hoy en día se pone bajo el nombre de Aristóteles? No es evidente. Hay un desplazamiento de la lógica aristotélica, en función de la elaboración ulterior (matemáticas, ciencias). La lógica para Aristóteles (Organon, Analíticas) es la teoría del Logos en acto: razón y  razonamiento, coherencia del discurso, lenguaje del ciudadano que vive en la ciudad política y que busca los medios de deducir para convencer (y no para seducir), medios diferentes de la sofistica, de la erística, de la dialéctica o arte del diálogo.

Pero no absolutamente diferentes. De ello se deriva una ambigüedad que, ha durado siglos. De forma que la filosofía llama a veces «dialéctica» a lo que nosotros llamarnos «lógica» y a la inversa sin ver en la dialéctica, en la lógica, un método.

8      De hecho la historia de la lógica y de su teoría, su afinamiento, la perspectiva de la automatización —por lo menos parcial— de las operaciones lógicas, exigirán un examen nuevo y más profundo.

Aunque la lógica no pueda confundirse con las superestructuras ni con las ideologías (o con determinada ideología), ni con las instituciones (con determinada manera de instituir y de institucionalizar el saber, para transmitirlo, para utilizarlo, es decir, al mismo tiempo como valor de cambio y valor de uso,. en determinada división social del trabajo), pese a ello mantiene relaciones cambiantes con esos otros aspectos del conocimiento y de la «cultura». Queda todavía por explicar cómo. se transmite la lógica. ¿Hubo siempre una enseñanza? ¿La lógica se trasmitía en y por la práctica? ¿Estaba incorporada a la «cosa escrita»? ¿Tuvo un papel, y cuál, en las estructuraciones del saber y de la sociedad, en las desestructuraciones sociales y mentales. El lector no encontrará aquí ninguna respuesta a estas preguntas, que remiten, por una parte, a una teoría general de las ideologías y, por otra parte, a un análisis de la cohesión de las sociedades. ¿Cómo se imponen la coherencia y la cohesión? ¿Como llegan —coherencia y cohesión— a hacer disminuir las contradicciones, hasta el momento creador de historia en el que las contradicciones lo arrastran todo? ¿Como funcionan las regulaciones espontáneas o voluntarias? ¿Cuál es el papel del constreñimiento, de la violencia, y cuál es el de la lógica?

 

VI. «Pendent opera interrupta .. .»

El autor, perdón, el «escritor» —tomando aquí muy en serio esa ficción, la relación con la escritura, la relación de apropiación, el «speech act»—, podría mostrar como intentó continuar la obra interrumpida e incluso llenar las lagunas del proyecto inicial, rectificar sus errores. ¡Se esforzaba por existir como «sujeto»! .

Así el volumen «Philosophic Tought in France and U. S. A.» («Pensamiento filosófico en Francia y Estados Dmdos»), University of Buffalo, 1950 contiene un articulo titulado «Knowledge and social criticism» («Conocimiento y crítica social»), pp. 281 y sigs. que constata y anuncia la creciente importancia de lo discontinuo en el pensamiento científico y en el conocimiento, así como la de la relación dialéctica «continuo-discontinuo». Este texto —aunque enlazando esta constatación y esta previsión con consideraciones políticas impugnables muestra el final de un período teórico en el que dominaban el continuismo, la preocupación exclusiva por las transiciones, en una palabra, el evolucionismo; muestra la llegada de una época opuesta (e incluso de una unilateralidad simétrica a la primera).

9      Posteriormente, en otros textos, y sobre todo en la Metaphilosophie, aparece y se formula el «principio de doble determinación», sobre el que volveremos, así como el interés consagrado a las redes o lattices (estructuras semi-rigurosas).

Fueran cuales fueran su verdad o su falsedad, sus méritos y sus ilusiones, su esterilidad o su fecundidad, esta tentativa de filosofía del conocimiento (y de las ciencias : metodología, epistemología) a partir de la forma lógica fue interrumpida en condiciones increíbles de brutalidad y de perfidia. Sería muy fácil hoy, veinte años después, dramatizar sobre ello. ¿Para qué serviría? Sólo puede decirse, de pasada, que esta tentativa, llevada a buen término, habría hecho muy difíciles ciertas ilusiones y construcciones ideológicas (filosóficas y de otra clase) hoy en día en boga. A menos que se sostenga, al contrario, que el fracaso brutalmente provocado de esta tentativa mostraba ya la ineluctabilidad de las ilusiones, de las apariencias, de las mentiras. Y cómo la violencia interviene en el conocimiento, planteando así a su manera la cuestión de la verdad y del error, de lo aparente y de lo real.

 

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