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La Nueva Dinámica

 

Hego Euskal Herria se desangra. Con una tasa de paro superior al doble de la media europea (de los que solo un 10% recibe alguna prestación social), con las tasas de paro juvenil y femenino mayores de la Comunidad Europea, con más de la mitad de los desempleados catalogados en la categoría de parados de larga duración, con 1/3 del mercado del trabajo precarizado, con 17% de familias pobres y más de 60.000 familias cercanas a la indigencia, con una tendencia creciente a la precarización laboral (el 95% de los nuevos contratos son eventuales) y a la dualización social; se refleja un escenario desolador que hiere en el centro del corazón nuestra aspiración mas profunda de crear una sociedad equitativa, democrática y propia.


Con el reparto de la riqueza, concretado en el salario social y en el reparto del trabajo, tratamos de plantear una nueva e ilusionante dinámica sindical que aborde con realismo el tema, recupere nuestra dignidad colectiva y abra horizontes para la transformación progresista de nuestra sociedad.


En Euskal Herria, estas medidas de salario social y reparto de la riqueza son una clave social fundamental de nuestra contraofensiva global contra el imperialismo, los Estados Nación y el modelo Neoliberal.


Es también obvio, que una iniciativa de este tipo no puede quedar acribillada en las relaciones de mayoría y minoría de nuestro actual sistema parlamentario derivado de la imposición antidemocrática española, por la simple razón que la salvaguarda de unos derechos ciudadanos tan básicos es previa a la legitimidad de cualquier funcionamiento de la democracia representativa. 


 

Reparto del Trabajo y Salario Social

 

Los grandes ejes de la nueva dinámica sindical centrada en el reparto de la riqueza se concretan en el reparto del trabajo y en el salario social. A su vez, el principio inspirador de esta dinámica sindical centrada en el reparto del trabajo y el salario social es el restablecimiento de los derechos universales de ciudadanía para todas las personas de Euskal Herria. Esta nueva dinámica sindical reconoce a toda persona, por el mero hecho de serlo, el derecho a una vida digna y establece medidas encaminadas a proporcionar a todos los/las ciudadanos el acceso a un puesto de trabajo y a una renta básica con la que satisfaga sus necesidades.


El reparto del trabajo y la renta básica son dos propuestas concretas que inspiradas en el deseo de resolver el acuciante problema del paro y de la exclusión social, se apoyan en criterios distintos:

El reparto del trabajo parte de la premisa del derecho al trabajo. Es el derecho a participar en la parte correspondiente de derechos y obligaciones de una sociedad, como ciudadano/na activo/va de esta última. Le permite de este modo participar, de manera responsable, en la actividad que produce su sociedad, aportando su cuota de trabajo correspondiente. Plantea por lo tanto el tema de la corresponsabilidad de todas las personas activas en el trabajo necesario. Le permite también recuperar una cierta legitimidad y valoración social.


No obstante, la situación actual exige atender con urgencia las necesidades de los excluidos/das en el mercado de trabajo. En efecto, la superación de esta exclusión supone muchas veces para este colectivo el único medio de integración social; permite a las mujeres una independencia económica y un "reconocimiento social autónomo" del hombre; recupera para ambos sexos el reconocimiento de su utilidad social, y les posibilita a ambos los recursos necesarios para tener acceso a la alimentación, vivienda, sanidad, enseñanza y cultura. En otras palabras, la superación de esta exclusión es para este colectivo en la sociedad actual, su puerta de acceso a la autoestima y a la ciudadanía. 


La renta básica se sustenta en el derecho de ciudadanía. Comporta el derecho de toda persona a una parte del producto social por razón de pertenencia a esta sociedad. Es equiparable al derecho de toda persona a la esfera social. Esta ciudadanía social está en la base de la exigencia de un ingreso social con carácter universal. Es una forma de garantizar un ingreso (de manera incondicional y sin ninguna contrapartida a cambio), que permita a toda persona individual, afrontar en condiciones de normalidad su presente y su futuro, independientemente de su mejor o peor ubicación en el mercado de trabajo, o dicho de otra manera, sin estar pendiente de que esté desplazada o no del mercado de trabajo.


Es también evidente que la renta social, como derecho de ciudadano/na, exige hoy un tratamiento prioritario a los marginados del mercado laboral y a todos los que actualmente están afectados por situaciones de pobreza y exclusión social.


Trabajo y Empleo

 

Entenderíamos por trabajo la actividad humana que suministra el conjunto de bienes y servicios integrados en la esfera de la producción y reproducción de una sociedad. Dependiendo de que sea o no "mercantilizado" subdividiremos el trabajo en:

Trabajo remunerado. Se trata del trabajo mercantilizado y asalariado en la esfera de la producción y de la reproducción. Se identifica vulgarmente con "el empleo". Es la fuente actual de legitimización social y de generación de derechos (prestaciones sociales, seguridad social, pensiones, etc.). A su vez, atendiendo a su peculiar significación en cuanto a la aplicación del reparto del trabajo, tenemos que diferenciar en el conjunto del empleo remunerado dos componentes diferenciados:

Los empleos sujetos a los criterios de "rentabilidad" impuestas por la lógica del mercado internacional.

Aquellos empleos (públicos o subsidiados) que se autonomizan respecto a esta lógica.

Trabajo gratuito. Se trata de un trabajo no mercantilizado y productor de valores de uso (voluntariado, producción para el autoconsumo, cuidado de las personas mayores, etc.), que tiene especial incidencia en la esfera de la reproducción (reproducción de la vida, educación familiar, etc.). Su expresión más significativa es "el trabajo doméstico".

En la sociedad actual el sexo masculino se localiza en el dominio del ámbito público y los hombres se definen por su posición en la esfera de la producción. En cambio, el sexo femenino se adscribe al mundo de lo privado y lo doméstico. Las mujeres se definen por su posición en la esfera de la reproducción, donde su trabajo no mercantilizado (y sin embargo absolutamente necesario para la sociedad) no está remunerado ni tampoco considerado y progresivamente, por su posición en la esfera de la producción. Esta primera definición condiciona su integración en el mercado de trabajo y su desfavorable posición en la esfera de la producción. Ello explica también su íntima interrelación, en la sociedad actual, con la doble jornada y, por lo tanto, la facilidad con que aceptan las mujeres los trabajos remunerados a tiempo parcial y otras formas de flexibilidad laboral.


Es evidente que el reparto del trabajo no se limita al reparto del "empleo" (trabajo "remunerado" y/o "asalariado"), abarcando el conjunto de la actividad humana englobada en el trabajo. El reparto del trabajo debe considerar la discriminación estructural que las mujeres sufren, desde que nacen, por su condición de género. Debe implicar por lo tanto el reparto del trabajo doméstico, liberando al sexo femenino de las cadenas derivadas de su "privilegiada" interrelación con la doble y triple jornada.


 

Razones del Reparto del Trabajo

 

En primer lugar debemos considerar una tendencia de fondo que avanza inexorablemente en el conjunto de los países industrializados como consecuencia de la aplicación en el terreno socio-económico de las "nuevas tecnologías" derivadas de la revolución de la microelectrónica. En efecto, el lento crecimiento de la economía mundial, con débiles tasas de incremento del PIB en las últimas décadas, va parejo con una aceleración de la innovación y desarrollo tecnológicos sin precedentes históricos (concretada por la implantación generalizada de procesos productivos semiautomatizados y la creciente implantación de procesos productivos totalmente automatizados) que ha revolucionado la productividad, haciendo innecesario gran parte del tiempo del trabajo empleado hoy en día en los procesos productivos. El resultado de este proceso es la aparición de un paro calificado como "estructural" e irresoluble con las lógicas y políticas económicas actuales. Este proceso de automatización tiene también repercusiones significativas en el tema del empleo. Así:

Muestra la falsedad del discurso oficial que asocia la creación de empleo a las tasas de crecimiento positivo del PIB (2%, 3%, o 4%). En efecto, la revolución de la microelectrónica condiciona de forma decisiva la creación de nuevos puestos de trabajo, modificando radicalmente la relación entre el PIB y el empleo. Las estadísticas nos muestran que entre 1.970 y 1.990 se duplica el PIB real del Estado Español (incremento del 103%), mientras, en el mismo período, desciende el empleo (-0,3%). Otra reciente encuesta publicada por Jauregui muestra que entre 1.985 y 1.996, mientras la producción industrial de la C.A.V. se ha incrementado en un 22%, se ha perdido cerca del 35% del empleo.

Destruye el mito del autoempleo. En efecto, el actual proceso de automatización eleva enormemente el ratio inmovilizado/ puesto de trabajo, o dicho de otra manera, la cantidad de capital necesario para viabilizar, en las condiciones salariales y laborables medias de nuestra sociedad, un puesto de trabajo (20, 30, o 40 millones ptas. por puesto de trabajo, hoy en Hego Euskal Herria). En las nuevas circunstancias este proceso convierte en inviable el "autoempleo", bien por la imposibilidad de los/las excluidos de acceder a capitales de semejante magnitud, o bien por la imposibilidad de viabilizarlo con tal grado de endeudamiento.

Transforma el contrato de trabajo, introduciendo una variable de carácter político en la actual exclusión laboral. En efecto, es conocido que el histórico contrato de trabajo por el que el trabajador/ra vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario se modifica con las nuevas tecnologías, al objeto de implicar la inteligencia y la iniciativa de los trabajadores/as en los procesos productivos. Aparece aquí un nuevo contrato laboral por el que a cambio del salario el trabajador/ra está obligado a vender su "fuerza de trabajo" y su "adhesión" al proyecto de la empresa, que sirve al capital como excusa para establecer unas condiciones sociales, políticas e ideológicas a los nuevos aspirantes, que están en la base de los "procesos de exclusión" de aquellos que no le son afines.

En segundo lugar, debemos considerar que la crisis del modelo fordista, (imperante en las sociedades industrializadas después de la Segunda Guerra Mundial) ha destruido, como consecuencia de las nuevas tecnologías y de la internacionalización de los mercados, las bases materiales del llamado: "Estado del Bienestar". Se ha abierto así, con el avance de la globalización, una nueva etapa de incertidumbre, precarización laboral y regresión social, que exige ser contrabalanceada con lógicas nuevas y medidas socio-políticas de largo alcance social, económico y político.


En tercer lugar debemos considerar que en este nuevo contexto marcado por la contradicción existente entre el carácter estatal de los modelos de regulación de la era fordista y el carácter cada vez mas internacionalizado de la producción y de los mercados, hemos asistido a una gran ofensiva neoliberal de dimensión planetaria. El eje de esta ofensiva es la subordinación de toda lógica social o política a la lógica estrictamente económica impuesta por el mercado mundial, generalizando la precariedad socio-laboral, asentando la lógica del orden y de la seguridad y consolidando la dualidad social. Ello "reactualiza" y hace más "urgente" la necesidad de tomar medidas efectivas y radicales. 


En cuarto lugar, y esta es la razón más significativa, la dramática situación del mercado de trabajo de Hego Euskal Herria con una tasa de paro que supera el 20% de la población activa, una precarización cuasi estructural en el mercado de trabajo y cuasi exclusiva en los nuevos puestos de trabajo, y una bolsa de "pobreza absoluta" que supera a las 100.000 personas, exige sin contemplaciones y de manera inexcusable, afrontar el problema con el salario social universal y el reparto del trabajo.


En fin, debemos considerar en quinto lugar los límites ecológicos del crecimiento económico, que se reflejan hoy en la acumulación de problemas medioambientales y en la constatación del agotamiento de las reservas (de materia prima y energías) necesarias para este crecimiento. Ello nos llama a la responsabilidad de todos/as, al objeto de plantear una solidaridad intergeneracional que considere la defensa de los intereses comunes, los intereses de las generaciones venideras, la necesidad de desarrollo del Tercer Mundo y la continuidad de la vida en el Planeta. Esta aproximación ecologista al crecimiento económico prioriza el reparto del trabajo y el salario social, sobre cualquier otra política de generación de empleo.



 

Razones contra el Reparto del Trabajo

 

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