INTRODUCCIÓN

Revelar, descubrir, pensar, fueron las ideas invitadas a la sobremesa de una cena entre colegas allá a finales de noviembre. La tertulia se fue animando y como no podía ser de otra manera, debido entre otras cosas a la presencia de Koldo Gorostiaga, el tema europeo salto al centra del debate.

Los comentarios, reflexiones y preocupaciones, sobre ese desconocido proyecto que es la construcción europea nos empujaron a los alii presentes a plantearnos la idea de hacer algo, de elaborar un instrumento que mostrara lo silenciado, lo oculto de esa temible estructura de integración económica que es la Unión Europea. Temible, porque se nos esconde, o porque la Unión Europea, esa mal llamada Europa, crea, como dijera Bourdieu,[1] una especie de «estrategias de condescendencia» una relación aparentemente visible, pero completamente invisible, de distancia social entre ella y los hombres y mujeres ciudadanas.

Nuestra idea, pues, más que una cuestión voluntarista, supone un acto de autodefensa, una necesidad de descubrir, de revelar, como señala el sociólogo francés, «los mecanismos que deben en parte su eficacia al hecho de que son desconocidos» para así sentirnos vivos y poder pensar en lugar de creer, porque simplemente pensar significa participar, como diría tan acertadamente Ernst Bloch.

Surge así este libro, este material que hemos querido compartir con vosotros, y lo hace en vísperas de la celebración de sendas consultas sobre el Tratado Constitucional Europeo (TCE), el 20 de febrero en el Sur de Euskal Herria y aún sin precisar, pero a partir del mes de mayo en la parte Norte. No ha sido nuestro objetivo realizar un análisis exhaustivo del Tratado, pero si revelar algunas de las líneas que han conducido al inextricable proceso de elaboración del mismo, y lo hemos hecho partiendo de un espacio concrete Euskal Herria, una nación todavía sin Estado, que en ocasiones similares y diferentes (Constitución española y referéndum sobre la OTAN) ha sabido a través del sufragio universal, del ejercicio de decidir, y de nuestras luchas, afirmarse como lo que es, una nación a ambos lados del Bidasoa. Y partiendo de una condición concreta: somos hombres y mujeres vascos y de izquierdas.

Críticos y disidentes con este proyecto que nos silencia colectiva e individualmente, hemos pretendido, desnudando la Unión Europea como sugiere Paul Bilbao en su texto, hacer visibles esos campos, decisiones y acuerdos que inundan este espacio social que es Europa. Y así cuestionarnos, como interpela Koldo Izagirre en el epilogo, «¿Para qué Europa?». Una manera simple de huir de los comentarios de los grandes medios de comunicación y de los fast thinkers, esos supuestos pensadores que «piensan más rápidos que su sombra» y que nos hurtan el derecho a reflexionar con sus ingentes masas de datos.

Hemos querido simplemente rescatar el ejercicio de la critica para mejor afirmar nuestra postura contraria a este Tratado y para ello hemos recorrido de la mano de Patrick Cassan el camino de la construcción europea a la luz de la historia.

Cassan nos descubre con una óptica de izquierdas las etapas de la Unión Europea desde el punto de vista de los Estados, haciendo hincapié en ese objetivo evolutivo que ha sido crear un «aparato estatal supranacional, capaz de articular y de defender los intereses más recalcitrantes del capitalismo europeo». Al mismo tiempo este periodista de Toulouse evidencia las graves consecuencias que este proyecto ha supuesto para la clase trabajadora y la ciudadanía en general, poniendo en evidencia la importante sacudida que supuso la caída del Muro de Berlín, y la grave situación que soportan las sociedades del Este tras su integración en la Unión Europea.

Koldo Gorostiaga sostiene que «la construcción europea desde sus orígenes es inseparable de la estrategia de la defensa en Europa» y así reflexiona sobre «el papel que en la misma ha jugado y juega, a pesar de ciertas opiniones, Estados Unidos». Gorostiaga sitúa a la nueva potencia militar, la Unión Europea, dentro del puzzle mundial pero no como alternativa al modelo americano sino como elemento complementario y Soft Power o poder ligth del que necesita el gigante para controlar el mundo. Sin embargo, el antiguo eurodiputado no se limita a este análisis y examina el Tratado para la Constitución Europea en ese trasfondo, y lo hace de una manera didáctica para entender el alcance del proyecto europeo y «lo que nos viene encima».

Nekane Jurado precisa que «el Tratado Constitucional de la Unión Europea es solo uno de los elementos de un diseño estratégico realizado desde la más alta elita afirma que el objetivo de dicho diseño es la acumulación del poder económico, con una minimización del papel social del Sector Público, que tras la caída de la URSS pierde el objetivo de su origen: contener el socialismo. Por último y tras un pertinaz recorrido por el Tratado de Maastricht, la Estrategia de Lisboa... Jurado nos revela que estos pasos no son más que fases en el desmantelamiento del Estado de Bienestar, y en la concentración del poder económico que requieren medidas paralelas en Defensa, Seguridad y en el recorte de las libertades.

Didier Rouget nos adentra en un mundo desconocido para las personas de la calle, para esa ciudadanía a la que los acuerdos, pactos y textos jurídicos resultan un mundo ilegible e incomprensible. Incomprensión que se traduce en impotencia cuando se conocen las medidas regresivas en cuanto a los derechos de las personas que esta elaborando la Unión Europea. Rouget nos presenta en su texto, la evolución del concepto de seguridad común y la «adopción de medidas compensatorias» por parte de los Estados, en muchas ocasiones medidas sin garantías judiciales. Este catedrático de Derecho Público nos descubre a través de un recorrido, entre textos y convenciones, el papel gradual y central que ha ido adquiriendo el campo de la seguridad, hasta conseguir colocarse en «el corazón de la construcción europea» y «el retroceso que este viraje hacia la seguridad supone para las personas ».

Alberto Frías nos invita a «pararnos en el camino y pensar si las fuerzas ciegas de la economía, si las reglas del mercado (...) nos llevan a donde queremos ir» en definitiva, si Europa es una «flor carnívora». Frías retira el velo a la proliferación de acuerdos y tratados que sobre el medio ambiente han sido adoptados en el marco de la Unión Europea y establece que, más allá de ellos, la presión sobre el medio ambiente y el aumento de la pobreza han sido un hecho real. Asimismo Frías sostiene que el modelo de ordenación territorial actual, y en este sentido las eurociudades, es una respuesta a las condiciones económicas imperantes y, en definitiva, un excelente vehículo para los intereses del capital; el territorio se convierte así en «el laberinto de Dédalo». El portavoz de Eguzki, después de cuestionar el Tratado de Constitución Europea, afirma que la construcción europea «se esta llevando por delante la biodiversidad natural y cultural».

Paul Bilbao, director de Hizkuntz Eskubideen Behatokia rompe el mito que proclama el TCE de «unidos en la diversidad» y lo cuestiona desnudando Europa para mostrar como «en esta nueva Europa no se hace compatible el espacio comunicativo con la participación equitativa de todas las lenguas propias». Bilbao profundiza en esta idea repasando la lógica imperante en los foros intraestatales del viejo continente a través del tiempo para concluir que ni antes los Estados ni ahora la Unión Europea o incluso el Consejo de Europa fundamentan «un desarrollo sostenible en la participación de todas las lenguas (...) por el equilibrio ecológico de las sociedades», y ni siquiera por una relaciones equitativas entre «todas las lenguas y culturas». Bilbao afirma que «simplemente se invisibiliza a una gran parte de las lenguas y no se las hace participes de esa construcción».

Acabamos ya nuestra andadura europea de la mano de Koldo Izagirre. El escritor sitúa a Euskal Herria en el mundo ante la preeminencia de los Estados y ese no saber situarse de nuestras autoridades provincianas. Izagirre repasa la letra pequeña del TCE pero, sobre todo, regala a quien lo lee una mirada y un pensamiento, más que global, universal; una nueva forma de pensar y concebir el mundo, cuestionándose cada paso, cada imposición, y dejando a un lado para ello esas estructuras de integración económica que, al igual que la Unión Europea, silencian y niegan a los pueblos como el nuestra y a todos esos hombres o mujeres que queremos simplemente decidir nuestro presente y futuro. En definitiva, no hemos hecho sino recorrer de puntillas algunas espacios de la construcción europea, un pequeño paseo pero, en nuestra opinión, necesario para entender lo que se nos avecina. En este sentido, recomendamos a todas las personas interesadas en el tema consultar la bibliografía y páginas web que sugerimos al final de este trabajo pero, sobre todo, nos daríamos por satisfechos si este material constituyera un instrumento más para el debate de los próximos meses. ¡Buena lectura!

Elena Beloki Resa

 

 

III. Europa: desde el Estado de Bienestar hacia la seguridad del Estado

 

Nekane Jurado

 

Renace una clase servil que la industrialización, después de la Segunda Guerra mundial había abolido.

 Andre Gorz

 

La globocolonización provoca tan enorme desigualdad socioeconómica entre la población mundial, que los datos son escandalosos: cuatro norteamericanos: Bill Gates, Paul Allen, Warren Buffet y Larry Ellisson poseen juntos una fortuna superior a la del P1B de 42 naciones con 600 millones de habitantes.

Dos terceras partes de la población mundial (4.000 millones de personas) viven inmersas en la economía de la necesidad, pues ni siquiera disponen de alimentación en cantidad y calidad suficiente. En 1960 había en el mundo 1 rico por cada 30 pobres; hoy la proporción es de 1 a 80.

Según el último informe sobre Desarrollo Humano, al menos 54 nuevos países entraron a engrosar la lista de "países pobres" durante la década de 1990, principalmente porque su ubicación, su estructura económica y otras desventajas les impidieron superar los "retos del desarrollo" diseñados por el Fondo Monetario Internacional (FM1) y el Banco Mundial (BM).

Desde el punto de vista del comportamiento, podemos hablar hoy de cuatro economías: de la necesidad, de la suficiencia, de la superfluidad y de la opulencia. Y estas cuatro economías no son excluyentes, sino que conviven en el mismo espacio geográfico, donde Europa no es una excepción. La desigualdad creciente que acarrea la concentración mundial de la riqueza en muy pocos países industrializados también se refleja al interior de cada uno de los países de la Unión Europea, donde la brecha entre ricos y pobres crece sin cesar.

Acaba de publicarse el Anuario 2004 de EUROSTAT. Podemos encontrar algunas cifras, datos que se dan a conocer por los responsables del área social de la Unión Europea. Son números, tan fríos como la realidad misma, tan contradictorios como la sociedad que los construye y los legitima.

La Unión Europea (UE25) contabiliza 454,5 millones de habitantes (año 2003) de los cuales 68,2 millones, el 15% de la población, están expuestos a la pobreza, después de haber recibido transferencias sociales, es decir, después de haberse ejercido la protección social. En España 8,3 millones de personas viven en esta situación, en Francia 8,9 millones y en el conjunto de Euskal Herria 450.000 personas.

Por otra parte, 45,5 millones de europeos (año 2003) en edad laboral, viven en hogares donde todos sus miembros están en desempleo.

Alemania, cuna de los primeros seguros sociales, también acaba de presentar el "Informe de la situación social de Alemania" que resume en cifras los datos manejados por el Ministerio Social, para extraer conclusiones sobre el bienestar material de los ciudadanos A pesar de ser Alemania el adalid de la justicia social, el informe muestra un aumento de la diferencia entre ricos y pobres.

El número de pobres aumento desde 9,9 millones (el 12,1% de la población» en 1998 hasta los 11,1 millones actuales (el 13,5%). En estos cinco últimos años, también la riqueza acumulada por las clases altas experimento un significativo aumento. Actualmente, el 10% de los alemanes poseen el 47% de los bienes del país.

Pero la concentración de la riqueza es más aguda en Portugal, Estonia, Grecia y España, donde el 10% de la población posee el 60% de la riqueza del país, en Euskal Herria, la concentración de la riqueza se sitúa en la media española, pero en Bizkaia dicha media se supera. Esta es la otra cara de Europa, la que no miramos de frente porque es una acusación muda, pero ¿cómo hemos llegado hasta esta situación? ¿En que punto de la historia nos encontramos? ¿Aumentan o disminuyen las diferencias sociales?

 

Breve paseo por la historia

Derechos socioeconómicos y Estado de Bienestar son dos conceptos que se han ligado pero que cabe diferenciar ya que el Estado de Bienestar es el resultado de las fuertes luchas de clase que posibilitaron el desarrollo de los derechos socioeconómicos.

La Segunda Revolución Industrial (1850 y siguientes) conlleva un cambio total tanto en la estructura demográfica (desarrollo de las grandes urbes), como en la estructura de clases (tras las reformas sobre la propiedad de la tierra, que con mayor o menor intensidad se dio en todos los países industrializados de la época, la mayor parte de la población no poseía otro recurso para sobrevivir que su fuerza de trabajo). La primera gran crisis económica de 1875 dejaría al descubierto la crudeza de este nuevo modelo que se estaba desarrollando. Las teorías de Marx y Engels, la fuerte conciencia de clase y las condiciones sociales y laborales de miseria fueron los detonantes de una larga lucha por la consecución de la garantía pública del derecho a rentas sustitutivas de las rentas de trabajo (pensiones, incapacidad laboral, seguro de desempleo...), al acceso a una vivienda (parques públicos de viviendas sociales en alquiler), a la sanidad y a la educación, entre otros.

El primer seguro social (de la época moderna, ya que Babilonia y Egipto los habían desarrollado) nace en Alemania en 1883, tras una larga huelga general, bajo el mandato de Bismark. Este seguro estaba ligado a la condición de ser trabajador activo. Bajo el ejemplo alemán, el desarrollo de los seguros sociales en este mismo ámbito nacional y en otros países industriales es muy acelerado.

En 1919, tras el Tratado de Versalles, que pone fin a la Primera Guerra mundial, nace la organización Internacional del trabajo (OIT), uno de cuyos objetivos es la coordinación y desarrollo de los derechos sociales.

La década de 1930 se initio con la Gran Depresión económica desatada a finales de 1929. Las tasas de paro llegaron al 30%, las revueltas sociales y obreras eran constantes, reivindicando unos ingresos mínimos para las situaciones de necesidad (seguro de desempleo y otros) cubiertos por el Estado. Los movimientos socialistas estaban en auge, propiciado tanto por la situación económica, como por el desarrollo de la Revolución Popular en la URSS. Incluso los movimientos fascistas de Alemania e Italia enmascaraban sus verdaderas intenciones con promesas de «pleno empleo» y «Seguridad Social para todos».

En este contexto de concienciación política y lucha de clases, la Segunda Guerra mundial marca un hito en el desarrollo del Estado de Bienestar. Es el ejercito de la URSS el que fue replegando las fronteras alemanas, a la vez que extendía su propio poder. Ante este avance inexorable de la URSS, los poderes facticos europeos perciben como única salida para frenar este avance en una Europa de trabajadores favorables al pensamiento socialista pactar el sistema de Seguridad Social y desarrollo de lo que luego sería llamado el Estado de Bienestar. Ante este avance el propio presidente de Estados Unidos, Truman, en un discurso de 1947 afirmaba «el expansionismo comunista como principal peligro y enemigo de Estados Unidos y del mundo occidental (...) obliga a las negociaciones sociales».

Como han afirmado prestigiosos historiadores, como Howard Zinn entre otros, la amenaza militar que la Unión Soviética hizo pesar sobre Europa occidental pudo haber estado sobrestimada, pero en ese momento el modelo económico y político soviético no estaba desacreditado, lejos de ello, constituyo el desafío sin el cual posiblemente no se hubiese desarrollado el Estado de Bienestar europeo, tal como lo hemos conocido. Esta situación llevo a los gobernantes de la Europa Occidental a aceptar un pacto social y de rentas sin precedentes: nace así el Estado de Bienestar, este pacto no se dio en los países que estaban bajo dictaduras militares como eran el caso de España, Portugal y Grecia, que "parchearon" la situación con seguros parciales e inconexos.

En este pacto social y en lo referente a la gestión global de la economía, el Estado sustituyo al mercado, sabiendo que ese mercado no podría nunca de forma automática solucionar el problema del pleno empleo que constituía la base del pacto, convirtiéndose este en el primer pilar del pacto. EI segundo pilar fue la asunción por parte de ese mismo Estado, con todas sus consecuencias, de aquello que hasta entonces había estado abandonado al mundo de los valores: la protección social. El derecho a la asistencia y a la protección de los individuos excluidos paso a ser una obligación del Estado y no de la caridad solidaria.

EI tercer pilar fue la profundización en la democracia activa.

Con todo ello y en palabras de David Anisi: «el Estado asistencial dio paso al Estado de Bienestar, un Estado de trabajadores donde su derecho a la participación del producto social no se deriva de la buena intención de los que tienen, ni de la del Estado que garantiza la provisión de sus necesidades mínimas, sino de la contribución de los trabajadores a la riqueza colectiva. Así, el derecho a la participación social se convierte en un derecho al trabajo; y como nadie puede estar excluido de la participación, nadie puede estar excluido de un trabajo socialmente reconocido».

Este Pacto Social tiene sus principales puntos de desarrollo en los siguientes hechos: 

- Conferencia Internacional de Filadelfia (1944) como resultado de los esfuerzos de Churchill y Rooselvelt. Determina un prototipo de modelo internacional de Seguridad Social 

- En 1949 la Unión Europea Occidental adopta un convenio de Seguridad Social para armonizar los tratados bilaterales de los países miembros. 

- En 1957 a partir del Tratado de Roma se crea el Mercado Común Europeo, recogiendo dicho Tratado las bases de los derechos sociales europeos, pero sin crear instrumento coercitivo alguno para conseguir la armonización entre todos los países miembros. 

- En 1964 el Consejo de Europa inicia su labor de Armonización con la OIT, consiguiendo sensibles avances (Convenio 102).

Hasta aquí hemos perfilado las bases políticas sobre las que se desarrollo el Estado de Bienestar europeo, pero para entender el momento actual, es clave realizar un análisis de las bases económicas que lo hicieron posible.

La Segunda Guerra mundial no solo supuso una importante transformación en las relaciones sociopolíticas, sino también un gran cambio en la transformación económica. 

- La guerra destruyo el viejo aparato productivo europeo, poniendo de manifiesto la exigencia de una nueva estructura productiva basada en nuevas tecnologías, la cual en otras condiciones solamente hubiese cambiado a lo largo de un plazo mucho mayor.

- La guerra se constituyo en un inmenso campo de experimentación de ingenios tecnológicos aplicados a fines militares, que más tarde serian aplicados a actividades de producción civil, las cuales sirvieron de trampolín para la fulgurante carrera tecnológica de las décadas posteriores, que supusieron fuertes reducciones de costes, ampliación de la escala de producción, fuerte aumento de la productividad, y por ende en los beneficios empresariales.

Además, debido al espionaje de guerra (que siguió desarrollándose en época de paz), las tecnologías punta no fueron patrimonio exclusivo de un sector o país, sino que Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Estados Unidos y Japón pudieron empezar a aplicarlas casi simultáneamente, dando initio a una competitividad antes desconocida. 

 

[1] Bourdieu P: La distinción. Ed. de Minuit. París. 1979

 

 

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