INDICE

            Primera parte
          EN VISPERAS DE LA GUERRA
Capítulo I. LOS IMPERIALISTAS DESENCADENAN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
     1. Crece el peligro de guerra. La lucha de la URSS por la paz
     2. Comienza la segunda guerra mundial
     3. Preparativos de Alemania para la guerra contra la URSS
Capítulo II. LA UNION SOVIETICA EN VISPERAS DE LA GRAN GUERRA PATRIA
     1. Reforzamiento de la capacidad defensiva del país
     2. Aseguramiento de las fronteras de la URSS
     3. Las Fuerzas Armadas Soviéticas


             Segunda parte
          TIEMPO DE DURAS PRUEBAS
Capítulo III. FRACASO DEL PLAN DE LA GUERRA «RELAMPAGO»
     1. Pérfida agresión a la URSS
     2. Las primeras medidas del partido
     3. La batalla de Smolensk
     4. En las cercanías de Leningrado
     5. Las batallas en el Sur
Capítulo IV. TODO EL PAIS SE CONVIERTE EN CAMPO MILITAR
     1. El robustecimiento de las Fuerzas Armadas
     2. Reestructuración de la economía nacional
     3. La lucha en la retaguardia del enemigo
Capítulo V. LA GRAN BATALLA DE MOSCU
     1. La heroica defensa
     2. Contraofensiva del Ejército Rojo en los alrededores de Moscú 
     3. Ofensiva general del Ejército Rojo en el invierno de 1942
     4. La primera gran derrota del enemigo en la segunda guerra mundial
     5. Unión de los pueblos amantes de la libertad
Capítulo VI. LAS BATALLAS DEL VERANO Y EL OTONO DE 1942
     1. Situación y planes de las partes beligerantes
     2. Abandono de Crimea
     3. Fracaso do las tropas soviéticas en los alrededores de Jarkov
     4. Combates en los alrededores de Voronezh y en el Donbáss
     5. La batalla de Stalingrado. La heroica defensa
     6. Las batallas en el Cáucaso del Norte
Capítulo VII. MOVILIZACION DE LAS FUERZAS DE LA RETAGUARDIA EN 1942
     1. Formación de una economía de guerra bien organizada
     2. La ciencia, la técnica, la literatura y el arte
     3. La vida de los soviéticos en la guerra
OPERACIONES MILITARES EN OTROS TEATROS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
BALANCE DEL PRIMER PERIODO DE LA GUERRA
 
            Tercera parte
          UN VIRAJE RADICAL
Capítulo VIII. LA GRAN VICTORIA EN LA BATALLA DE STALINGRADO
     1. En vísperas de la ofensiva
     2. Cerco del enemigo. .,,
     3. Aniquilamiento de la agrupación cercada.
     4. Significación de la victoria en Stalingrado
     5. Comienzo de la expulsión masiva de los ocupantes
Capítulo IX. EN EL ARCO DE KURSK
     1. Ante la batalla
     2. El enemigo no pasó.
     3. El contragolpe
Capítulo X. LA BATALLA DEL DNIEPER
     1. Expulsión del enemigo de la parte de Ucrania situada a la izquierda del Dniéper. Liberación del Donbáss.
     2. Liberación de Kiev. La lucha por la ampliación de las cabezas de puente
     3. En el sector central del frente.
     4. En la insumisa tierra soviética
Capítulo XI. NUEVOS EXITOS EN LA RETAGUARDIA. FORTALECIMIENTO DE LA SITUACION INTERNACIONAL DE LA URSS
     1. El heroico trabajo del pueblo soviético
     2. Robustecimiento, de la coalición antifascista
     3. Auge del movimiento de liberación nacional de los pueblos
OPERACIONES MILITARES EN OTROS TEATROS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL EN 1943.
BALANGE DEL SEGUNDO PERIODO DE LA GUERRA
 
            Cuarta parte
          DEMOLICION DE LA ALEMANIA FASCISTA
Capítulo XII. LA OFENSIVA DEL EJERCITO ROJO EN EL INVIERNO Y LA PRIMAVERA DE 1944
     1. Ante la ofensiva
     2. Las batallas, en los alrededores de Leningrado y Novgorod
     3. La victoria en Ucrania y en Crimea,
Capítulo XIII. EN LA DIRECCION PRINCIPAL
     1. Los planes de los beligerantes. Comienzo de la campaña del verano y otoño de 1944
     2. En vísperas de la liberación de la República de Bielorrusia
Desastre de las tropas del enemigo en Bielorrusia
Fin ¿el dominio de los hitlerianos en Ucrania
Capítulo XIV. LIBERACION DE LAS REPUBLICAS SOVETICAS DEL BALTICO
     1. La situación en Estonia, Letonia y Lituania en el otoño de 1944
     2. Se expulsa de Estonia al enemigo
     3. Derrota del enemigo en Lituania
     4. Liberación total de Letonia
Capítulo XV. COMIENZA LA LIBERACION DE LOS PUEBLOS DE EUROPA
     1. En la tierra polaca
     2. Derrota del enemigo en los alrededores de Iasi y Kishiniov. Liberación de a Moldavia Soviética y de Rumania
     3. Liberación de Bulgaria
     4. Ayuda a la insurrección eslovaca. Comiénzala liberación de Checoslovaquia
     5. Liberación de Belgrado
     6. Derrota del enemigo en Hungría
Capítulo XVI. APERTURA DEL SEGUNDO FRENTE
     1. En vísperas del desembarco
     2. Operaciones militares en Francia y Bélgica
Capítulo XVII. LA HAZAÑA LABORAL DEL PUEBLO. LA LABOR IDEOLOGICA DEL PARTIDO
     1. El heroico trabajo en la retaguardia
     2. El restablecimiento de la economía nacional
     3. Las condiciones de vida de los soviéticos .
     4. La labor ideológica del partido
Capítulo XVIII. DERROTA DEL ENEMIGO EN LAS BATALLAS DEL INVIERNO DE 1945
     1. Situación y planes de los beligerantes
     2. Liberación completa de Polonia
     3. La victoria en Prusia Oriental
     4. En las cercanías meridionales de la Alemania fascista
     5. La Conferencia de Crimea
Capítulo XIX. DEMOLICION DE LA ALEMANIA FASCISTA
     1. Derrota de la agrupación de Berlín
     2. Se da cima a la liberación de Checoslovaquia
     3. Capitulación del enemigo
Capítulo XX. LA LUCHA DE LA URSS POR LA PAZ DEMOCRATICA Y LA COLABORACION INTERNACIONAL
     1. La Unión Soviética y la organización de la paz de posguerra
     2. Apoyo de la Unión Soviética a la lucha de los pueblos de Europa por su independencia
     3. La Conferencia de Potsdam
RESULTADOS DEL TERCER PERIODO DE LA GUERRA

             Quinta parte
          DERROTA DEL JAPON MILITARISTA
Capítulo XXI. DERROTA DEL AGRESOR DEL LEJANO ORIENTE
     1. La situación político-militar
     2. Hecatombe del ejército de Kwantung
     3. Importancia de la victoria del Ejército Rojo en el Extremo Oriente
 
          Sexta parte
          BALANCE DE LA GUERRA
Capítulo XXII. LA VICTORIA DE LA URSS, ACONTECIMIENTO DE SIGNIFICADO HISTORICO UNIVERSAL
     1. Balance principal y consecuencias más importantes de la guerra
     2. Papel decisivo de la Unión Soviética en la derrota del bloque fascista
     3. Superioridad de la economía, del régimen político y de la ideología del socialismo
     4. El poderío de las Fuerzas Armadas de la URSS
     5. La heroica gesta de los soviéticos en la retaguardia del enemigo
     6. El Partido Comunista, alentador y organizador de la victoria ....
     7. ¡Hombres, estad alertal
 
 

Parte I

EN VISPERAS DE LA GUERRA

  

Capítulo I.

LOS IMPERIALISTAS DESENCADENAN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

 

1. CRECE EL PELIGRO DE GUERRA. LA LUCHA DE LA URSS POR LA PAZ

En la primera mitad del siglo XX la humanidad sufrió dos exterminadoras guerras mundiales, de las que fue culpable el sistema imperialista. La primera guerra imperialista mundial (1914-1918) terminó en la victoria de los países de la Entente (Inglaterra, Francia y los Estados Unidos) sobre Alemania. Esta victoria no reportó a los pueblos una paz firme y duradera. El tratado de paz de Versalles de 1919 puso fin a la primera guerra mundial, pero no suprimió las contradicciones que la habían originado. La lucha por los mercados de venta, por las fuentes de materias primas y por las esferas de inversión de capitales, la lucha por implantar el dominio propio seguía constituyendo la esencia de la política exterior de las potencias capitalistas. El desarrollo desigual de los países capitalistas, acentuado sobre todo en el período comprendido entre las dos conflagraciones bélicas universales, condujo a una ruptura de la correlación de fuerzas surgida en el mundo capitalista como resultado de la primera guerra mundial y refrendada por el sistema de tratados de Versalles y Washington.

El agravamiento de la crisis general del capitalismo, a la que pusieron comienzo la primera guerra mundial y la Gran Revolución Socialista de Octubre en Rusia, exacerbó todas las contradicciones imperialistas. El imperialismo había dejado de ser un sistema omnicomprensivo. La revolución socialista en Rusia hizo temblar todo el edificio del capitalismo mundial. El mundo quedó dividido en dos sistemas opuestos. La Unión Soviética ejercía un inmenso influjo sobre toda la vida política internacional.

Las contradicciones imperialistas se manifestaron con particular crudeza en el período de la crisis económica mundial de 1929-1933, la más profunda y destructora en toda la historia del capitalismo. La crisis comenzó en los Estados Unidos de América, extendiéndose seguidamente a otros países capitalistas. En 1933, la producción industrial en los EE.UU. descendió al 64% del nivel de 1929; en Inglaterra, al 88%; en Alemania, al 65%, y en Francia, al 81 %. El comercio mundial se redujo en el 65%. La crisis provocó una gran desocupación. En los EE.UU. el número de parados se elevó a 13.700.000; en Alemania, a unos 5.000.000, y en Inglaterra, a 2.600.000. En todo el mundo capitalista, la cifra de los trabajadores sin empleo llegó a ser de treinta millones.

Durante la crisis se agrió al máximo la lucha de las potencias imperialistas por los mercados, por las esferas de influencia y por un nuevo reparto de las colonias. En 1931, Japón se lanzó por el camino de las conquistas bélicas. Deseoso de desplazar de Asia, y ante todo de China, a los colonialistas ingleses, franceses y norteamericanos y ocupar su puesto, Japón invadió el Nordeste de China. Así surgió un foco de guerra en el Extremo Oriente.

En Europa la crisis golpeó principalmente a Alemania. El desempleo masivo y el brusco empeoramiento de la situación de los trabajadores determinaron que la crisis económica que atravesaba el país empezara a convertirse muy pronto en crisis política. Las posiciones de la mayoría de los partidos burgueses se quebrantaron. Los intentos de la burguesía para buscar salida a la crisis intensificando la ya brutal explotación de la clase obrera y de todos los trabajadores hicieron que arreciara enormemente el descontento y la resistencia de las masas populares. Las formas parlamentarias de la dictadura de la burguesía eran insuficientes para mantener sofrenado al pueblo oprimido. Ante tal situación, diferentes grupos del capital monopolista alemán, que hacía mucho fraguaban el proyecto de formar un Gobierno de «mano dura» y preparar una nueva guerra de conquista del dominio mundial, recurrieron a los nacional-socialistas. En la camarilla fascista habían visto el mejor instrumento para aplastar a las fuerzas democráticas y adictas a la paz del pueblo alemán y —empleando una desbocada propaganda nacionalista y chovinista— para distraer de la lucha revolucionaria a las masas populares y llevarlas por el camino del revanchismo. En enero de 1933, los monopolios alemanes instalaron en el poder a los fascistas. La dirección del Estado pasó a manos de los círculos más agresivos y reaccionarios.

La ideología del fascismo alemán —la ideología del chovinismo y el racismo elevados al máximo— fue expuesta por el jefe del partido fascista, por Hitler, en su libro Mein Kampf. Propagaba la teoría de la «superioridad de la raza germana» e intentaba demostrar que Alemania no poseía suficiente «espacio vital». Especulando con el estado de ánimo de las masas contra el tratado de Versalles y el descontento suscitado en ellas por la creciente explotación y la falta de derechos políticos, los hitlerianos afirmaban que sólo la guerra podría mejorar la situación del pueblo alemán. Fraguaban planes de conquista de Europa y de implantación de su dominio mundial. En esos proyectos se reservaba un lugar especial a la invasión de la Unión Soviética. «...Cuando hablamos actualmente de nuevas tierras en Europa —declaró Hitler—, debemos tener en cuenta ante todo sólo a Rusia y los Estados periféricos que se hallan bajo su hegemonía. El propio destino nos señala este camino». Fieles a la voluntad de los monopolios alemanes, los fascistas supeditaron toda la política del país a la preparación de una nueva guerra agresiva. Así surgió otro foco de guerra: éste en el centro de Europa.

En medio de una agudización de las contradicciones, en el mundo capitalista se crearon dos bloques opuestos. Primero surgió la agrupación de las potencias fascistas, integrada por Alemania, Italia y Japón. En octubre de 1936, Alemania e Italia firmaron un acuerdo, por el que se formaba el «eje Berlín-Roma». En noviembre, Alemania y Japón concertaron el Pacto AntiComintern, proclamando oficialmente que su objetivo era la colaboración de ambos países en contra de la Internacional Comunista. En realidad, por medio de este pacto se formó la alianza de los agresores en su lucha por el dominio mundial. En 1937, Italia se adhirió al pacto. Este pacto estaba enfilado contra la Unión Soviética, como lo acredita el Acuerdo secreto anexo al Pacto Anti-Comintern, en el cual se decía que «el Gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas pretende realizar los objetivos de la «Internacional» Comunista y se propone utilizar para ello sus Fuerzas Armadas...» La tesis de que la URSS intentaba conseguir por medio de las armas los objetivos de la Internacional Comunista era tan falsa que Alemania y Japón consideraron que no era posible todavía hablar claramente de ello en el Pacto Anti-Comintern. Aquello hubiera resonado como un reto directo a la Unión Soviética.

Poco a poco fue configurándose la otra agrupación. Entraron en ella Inglaterra, Francia y los Estados Unidos. Sin embargo, demoraron su formación las ásperas contradicciones existentes entre los EE.UU. e Inglaterra. Cada una de estas potencias intentaba llegar a un entendimiento con Alemania para reforzar sus posiciones en la lucha contra la otra. Debido a ello, esta agrupación cobró forma definitiva algo después, cuando ya había comenzado la guerra.

Por supuesto, la creación de los dos bloques capitalistas no suprimió la lucha en el seno de los mismos. No obstante, las principales contradicciones en el mundo capitalista pasaron a ser las que existían entre ambas agrupaciones.

Los Estados imperialistas más poderosos, ante todo Alemania y Japón, querían un nuevo reparto radical del mundo. La situación iba madurando para el choque bélico entre las aves rapaces imperialistas. Los Estados fascistas ardían en deseos de lanzarse al ataque, hundiendo al mundo en una nueva guerra mundial.

La segunda mitad de la década del 30 se significó por una rápida expansión de la agresión fascista. En 1935, Italia conquistó Etiopía. En 1936, Alemania e Italia organizaron la intervención en España. Japón proseguía sus actos agresivos en el Extremo Oriente; en 1937 reanudó la guerra al objeto de apoderarse de toda China. Las llamas del incendio bélico se propagaban cada vez más por el globo terrestre. La sombra del fascismo pendía sobre los pueblos de Europa, Asia y Africa.

La Unión Soviética, que aplicaba consecuentemente una activa política de paz, se pronunció con energía por refrenar a los agresores y luchó por un sistema de seguridad colectiva. El Gobierno soviético no dejaba de advertir que si la guerra empezaba en cualquier parte de la Tierra, se convertiría sin remedio en una contienda mundial. Por eso, en organizar la resistencia colectiva al agresor debían estar interesados en igual medida todos los países adictos a la paz.

La amplia opinión democrática internacional apoyaba las propuestas del Gobierno de la URSS. De aunar los esfuerzos con la Unión Soviética se mostraron partidarios asimismo algunos de los políticos burgueses más perspicaces de los países de Europa Occidental.

La propuesta soviética sobre la creación de un sistema de seguridad europea tuvo su expresión concreta en el proyecto de Pacto Oriental, surgido en el curso de las negociaciones entre la URSS y Francia. En este proyecto se preveía la firma de un tratado pluripartito de asistencia mutua, concertado por un amplio círculo de Estados europeos. A causa de la posición adversa de Alemania y Polonia, y también, do hecho, la de Inglaterra, el Pacto Oriental no vio la luz. Sin embargo, gracias a la insistencia del Gobierno soviético, en 1935 firmó la URSS tratados de asistencia mutua con Francia y Checoslovaquia. Estos tratados, que constituían un sistema interdependiente, podrían haber servido de buena base para aunar los esfuerzos de los Estados adictos a la paz al objeto de hacer frente a la agresión fascista.

La marcha de los acontecimientos mostró que el Gobierno de Inglaterra, y desde fines de 1935 el de Francia, hacían grandilocuentes cantos a la paz, pero, en realidad, saboteaban la creación del sistema de seguridad europea. Por supuesto, las esferas gobernantes de estos países comprendían que los Estados fascistas amenazaban sus intereses imperialistas, pues estaba claro que Japón, Alemania e Italia, al apoderarse de importantes posiciones estratégicas en el Extremo Oriente, en la zona del Mar Rojo y en España, habían creado un peligro también para las potencias occidentales. No obstante, la burguesía inglesa y francesa consideraba que su enemigo principal eran el Estado socialista soviético y el movimiento revolucionario de sus propios pueblos. Y por eso, los gobiernos de Inglaterra y Francia se negaban a la acción conjunta con la URSS contra los agresores. Calculaban que conseguirían desviar de sí mismos el golpe de los Estados fascistas y entilarlo contra la Unión Soviética. Al proceder de este modo, los gobernantes anglo-franceses esperaban alcanzar dos objetivos: primero, destruir o quebrantar en el grado máximo a la Unión Soviética con manos ajenas y, segundo, debilitar a la vez a Alemania, Italia y Japón como rivales imperialistas. Acariciando estas esperanzas, los círculos gobernantes de las potencias occidentales alentaban por todos los medios a los Estados fascistas y procuraban encarrilar la agresión hacia el Este, contra la URSS. En aras de ello estaban dispuestos a sacrificar a Austria, Checoslovaquia, Polonia y otros países del Este y Sudeste de Europa.

Los Estados Unidos también seguían una política nefasta para la paz. Como es sabido, después de la primera guerra mundial los monopolios norteamericanos, junto con los ingleses y franceses, prestaron a Alemania una enorme ayuda financiera para restablecer y ampliar su industria pesada, lo cual fue uno de los principales factores que facilitaron la agresión hitleriana. Sin embargo, a mediados de la década del 30, cuando Alemania se había adelantado a Inglaterra y Francia en el desarrollo económico y competía felizmente con los EE.UU. en el mercado mundial, las relaciones económicas germano-norteamericanas empezaron a estropearse a paso rápido. La perspectiva de un choque directo entre los EE.UU. y Alemania iba tomando un cariz amenazador. Frente a tal peligro, en vez de oponerse a las ambiciones expansionistas de los hitlerianos, los EE.UU., al igual que Inglaterra y Francia, aplicaron una política de estímulo a la agresión fascista. Contribuyeron celosamente a las tentativas de confabulación de las esferas gobernantes inglesas y francesas con los Estados fascistas, con el propósito de zanjar las contradicciones del mundo capitalista a costa de la Unión Soviética.

Está claro que los gobiernos de las potencias occidentales no podían realizar a la descubierta su peligrosa política de instigación a una gran guerra. Por ello se disimulaba todo lo posible el estímulo a la agresión. Poco antes de atacar Italia a Etiopía, el Gobierno de los EE.UU. declaró que observaría la «neutralidad». La diplomacia inglesa propuso, en contraposición al principio de la seguridad colectiva, la política de «apaciguamiento», es decir, de concesiones al agresor, pues esto debería asegurar la paz (!). En el período de la intervención germano-italiana en España, Inglaterra y Francia proclamaron la política de «no intervención».

Es evidente a todas luces que lá política de «neutralidad», la política de «apaciguamiento» y la política de «no intervención» significaban la repulsa de las potencias occidentales a crear un sistema de seguridad colectiva. Dijérase que los gobiernos de Inglaterra y Francia querían advertir a los agresores que no prestarían ningún socorro a sus víctimas. Por eso, los Estados fascistas ampliaban cada vez más sus invasiones. Al mismo tiempo, los agresores, conscientes de los propósitos de los gobiernos de las potencias occidentales, se aprovechaban hábilmente de su espíritu antisoviético para preparar la guerra en Occidente.

El otoño de 1937, los hitlerianos empezaron a elaborar los planes de nuevas conquistas. La actitud de las potencias occidentales permitía a los medios militares alemanes planear la guerra con vistas a evitar operaciones bélicas simultáneas en varios frentes. La Alemania fascista consideraba necesario derrotar primero a Francia e Inglaterra, por creer que allí podría obtenerse más fácilmente la victoria. A fin de lograr este objetivo, los fascistas alemanes decidieron reforzar las posiciones estratégicas y económicas de Alemania. Proyectaron la conquista de varios países del Centro y el Este de Europa, en primer término Austria.

El 11 de marzo de 1938 la radio de Berlín transmitió la falsa noticia de que en Austria se había producido una «sangrienta insurrección comunista». Pero lo que hubo en realidad fue un golpe fascista, organizado por los agentes hitlerianos. Ese mismo día, las tropas fascistas alemanas, pretextando la necesidad de restablecer el orden, invadieron Austria. Y el 13 de marzo esta nación quedó incluida en el Reich alemán.

La supresión de Austria como Estado independiente no encontró ninguna resistencia por parte de las potencias occidentales. El único país que se pronunció en defensa de ella fue la Unión Soviética. El Gobierno de la URSS exhortó de nuevo a los Estados adictos a la paz a organizar la defensa colectiva, a adoptar inmediatamente medidas para sofrenar a los agresores. «Mañana puede ser ya tarde —se decía en una declaración del Gobierno soviético—, pero hoy todavía queda tiempo para ella si todos los Estados, en particular las grandes potencias, adoptan una actitud firme e inequívoca en orden a los problemas de la salvación colectiva de la paz». Mas tampoco esta vez se aceptaron las propuestas de la Unión Soviética. Por añadidura, las potencias occidentales acentuaron su instigación a Alemania, enderezando su agresión hacia el Este y el Sudeste. Tras Austria, la amenaza del avasallamiento fascista se cernió sobre Checoslovaquia.

Aprovechándose de que en las tierras occidentales de Checoslovaquia fronterizas con Alemania —la región de los Sudetes— una parte considerable de la población la integraban alemanes, los hitlerianos habían organizado allí, entre los elementos profascistas, a sus agentes, encabezados por Henlein. Cumpliendo la orden recibida de Berlín, los secuaces de Henlein reivindicaron la concesión de la autonomía a la región de los Sudetes. Aparentando «defender» a los alemanes de los Sudetes, la Alemania fascista desplegó una ruidosa campaña en apoyo de esta reivindicación. Al objeto de buscar un pretexto para la ingerencia de Alemania, los secuaces de Henlein empezaron a provocar choques con las autoridades checoslovacas. A mediados de mayo de 1938 aparecieron noticias sobre la concentración de tropas alemanas en la frontera checoslovaca. El Gobierno de Checoslovaquia se vio obligado a tomar algunas contramedidas para reforzar la defensa del país. Se creó una situación grave. En cualquier momento podía producirse un choque armado entre Alemania y Checoslovaquia. Esto acarrearía el desencadenamiento de la guerra en Europa.

Los pueblos de todo el mundo, que seguían con inquietud el desarrollo de los acontecimientos, exigían atajar la agresión fascista y salvaguardar la paz. La Unión Soviética, Francia y Checoslovaquia, unidas por tratados de asistencia mutua, habrían podido obligar a los hitlerianos a renunciar a sus designios.

La URSS había demostrado reiteradamente su disposición a cumplir las obligaciones asumidas por los tratados de asistencia mutua sovieto-francés, sovieto-checoslovaco. Teniendo en cuenta las vacilaciones del Gobierno francés, la URSS estimaba que su deber era apoyar a Checoslovaquia incluso en el caso de que Francia diese largas al cumplimiento de sus compromisos dimanantes del pacto[1]. El 26 de abril de 1938 M. Kalinin declaró publicamente: «...El pacto no prohíbe a cada una de las partes acudir en ayuda, sin esperar a Francia». J. Stalin pidió a K. Gottwald, dirigente del Partido Comunista de Checoslovaquia, que transmitiera a E. Benes, presidente a la sazón, que la URSS estaba dispuesta, también sin la participación de Francia, a prestar ayuda militar a Checoslovaquia si ésta, por razones......................

 

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