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I. LA LUCHA POR LA CREACIÓN DEL PARTIDO OBRERO SOCIALDEMÓCRATA EN RUSIA (1883-1901)

 

1. Abolición del régimen de la servidumbre y desarrollo del capitalismo industrial en Rusia. — Aparición del proletariado industrial moderno. — Primeros pasos del movimiento obrero.

La Rusia zarista emprendió el camino del desarrollo capitalista después que otros países. Hasta la década del 60 del siglo pasado, existían en Rusia muy pocas fábricas y empresas industriales. En la economía rusa predominaba el régimen de la servidumbre al servicio de los terratenientes nobles. Este régimen de servidumbre no dejaba que la industria se desarrollara como era debido. El trabajo forzado de los siervos daba un bajo rendimiento de producción en la agricultura. Toda la marcha del desarrollo económico empujaba a la abolición de este régimen. El gobierno zarista, quebrantado por la derrota sufrida en la guerra de Crimea y asustado de las "revueltas" campesinas contra los terratenientes, vióse obligado a abolir en 1861 el régimen de la servidumbre.

Más, no por ello dejaron los terratenientes de seguir oprimiendo a los campesinos. Los terratenientes despojaron a los campesinos, arrebatándoles, escamoteándoles, al concederles su "liberación", una parte considerable de las tierras que venían disfrutando y que los campesinos comenzaron a designar con el nombre de "recortes". Además, les obligaron a pagar a los terratenientes un rescate por su "liberación", por un valor total de cerca de 2.000 millones de rublos.

Después de la abolición del régimen de la servidumbre, los campesinos veíanse obligados a tomar en arriendo las tierras de los terratenientes en las condiciones más inicuas. No pocas veces, además de pagar una renta en dinero al terrateniente, el campesino quedaba obligado a trabajar de balde y con sus propios aperos y ganado de labor, determinada cantidad de tierras de aquél. A esto le llamaban "pago de trabajo", "prestación personal". Pero lo más frecuente era que el campesino quedase obligado a pagar la renta al terrateniente en especie, entregándole la mitad de la cosecha. Esto se denominaba "aparcería".

Como se ve, la situación seguía siendo casi la misma que antes, bajo el régimen de la servidumbre, con la única diferencia de que ahora el campesino era personalmente libre y no se le podía vender ni comprar como si fuese un objeto.

Los terratenientes apelaban a diversos métodos de rapiña (la renta, las multas, etc.) para estrujar hasta la última gota de jugo a sus atrasadas explotaciones campesinas. La gran masa de los campesinos veíase en la imposibilidad de mejorar sus explotaciones, porque se lo impedía la opresión de los terratenientes. De aquí el enorme atraso de la agricultura en la Rusia de antes de la revolución, atraso que se traducía en malas cosechas y en rachas de hambre.

Los residuos del régimen de la servidumbre, las enormes contribuciones al Estado, y los rescates agobiadores que había que abonar por la tierra a los terratenientes, que no pocas veces excedían los ingresos arrojados por la explotación agrícola, conducían a la ruina y al empobrecimiento de las masas campesinas y obligaban a los campesinos a marcharse de la aldea a ganar un jornal. Se iban a las fábricas y a las empresas industriales, suministrando a los fabricantes mano de obra barata.

Sobre las espaldas de los obreros y de los campesinos se alzaba todo un ejército de jefes de policía, guardias rurales, gendarmes, polizontes, encargados de defender al zar, a los capitalistas y a los terratenientes contra los trabajadores, contra los explotados. Hasta el año 1903, estuvieron en vigor las penas corporales. No obstante haberse abolido la servidumbre, el campesino era apaleado por el más pequeño desliz o por falta de pago de las contribuciones. Los gendarmes y los cosacos asesinaban y martirizaban a los obreros, sobre todo durante las huelgas, cuando éstos abandonaban el trabajo por no poder soportar las vejaciones de los patronos. En la Rusia zarista, los obreros y campesinos carecían hasta de los derechos políticos más elementales. La autocracia zarista era el peor enemigo del pueblo.

La Rusia zarista era una cárcel de pueblos. Las numerosas nacionalidades no rusas de la Rusia zarista hallábanse completamente privadas de derechos, sometidas sin cesar a todo género de ultrajes y humillaciones. El gobierno zarista había enseñado a la población rusa a ver en los pueblos indígenas de los territorios nacionales razas inferiores, a las que se daba el calificativo oficial de gente "de otras razas", y le había inculcado el desprecio y el odio hacia ellos. El zarismo encendía conscientemente las discordias nacionales, azuzaba a unos pueblos contra otros, organizaba pogromos de judíos y matanzas entre tártaros y armenios en la Transcaucasia.

En los territorios nacionales, todos o casi todos los cargos públicos eran desempeñados por funcionarios rusos. El ruso era la lengua obligatoria en todas las instituciones y ante los tribunales. Estaba prohibido publicar periódicos y libros en las lenguas nacionales o enseñar en las escuelas sirviéndose de la lengua materna. El gobierno zarista esforzábase en ahogar todas las manifestaciones de la cultura nacional y seguía la política de "rusificar" a la fuerza a las nacionalidades no rusas. El zarismo actuaba como verdugo y tirano de pueblos no rusos.

Después de la abolición del régimen de la servidumbre, el desarrollo del capitalismo industrial en Rusia siguió una marcha bastante rápida, a pesar de que los residuos del régimen feudal seguían entorpeciendo este desarrollo. Durante 25 años, de 1865 a 1890, el número de obreros, solamente en las grandes fábricas y en los ferrocarriles, aumentó de 706.000 a 1.443.000, es decir, en más del doble.

Más rápido aun fue el desarrollo que comenzó a adquirir en Rusia la gran industria capitalista durante la década del 90. Hacia el final de esta década, el número de obreros que trabajaba en las grandes fábricas, en las empresas industriales, en la industria minera y en los ferrocarriles, solamente en las 50 provincias de la Rusia europea, había ascendido a 2.207.000, y en toda Rusia a 2.792.000.

Y éste era ya un proletariado industrial moderno, que se distinguía radicalmente de los obreros de las fábricas del periodo de la servidumbre y de los operarios de la pequeña industria, del artesanado y de toda otra industria, tanto por su concentración en grandes empresas capitalistas como por su combatividad revolucionaria.

Este rápido progreso industrial de la década del 90 fue unido, en primer lugar, a la intensa construcción de ferrocarriles. Durante esta década (de 1890 a 1900), se tendieron más de 21.000 kilómetros de nuevas vías férreas. Estos ferrocarriles absorbían una cantidad enorme de metal (para los rieles, las locomotoras, los vagones) y exigían un volumen cada vez mayor de combustible, carbón de hulla y petróleo. Esto condujo al desarrollo de la metalurgia y de la industria del combustible.

En la Rusia anterior a la revolución, lo mismo que en todos los países capitalistas, los años de prosperidad industrial se alternaban con años de crisis industriales y de estancamiento de la industria, crisis que castigaban duramente a la clase obrera, lanzando al paro forzoso y a la miseria a cientos de miles de proletarios.

Aunque el desarrollo del capitalismo siguió en Rusia, después de la abolición del régimen de la servidumbre, un ritmo bastante rápido, el país marchaba, en su desarrollo económico, muy a la zaga de otros países capitalistas. La inmensa mayoría de la población seguía viviendo de la agricultura. En su famosa obra "El desarrollo del capitalismo en Rusia", Lenin cita algunas cifras importantes del censo general de la población rusa efectuado en 1897. De estas cifras resulta que cerca de cinco sextas partes de la población total del Rusia trabajaban en la agricultura y la sexta parte restante se distribuía entre la grande y la pequeña industria, el comercio, el transporte ferroviario, fluvial y marítimo, la construcción y los trabajos forestales.

Esto indica que, a pesar del desarrollo que había adquirido aquí el capitalismo, Rusia era un país agrario, un país económicamente atrasado, un país pequeñoburgués; es decir, un país en el que predominaba aún la explotación campesina individual, basada en la pequeña propiedad, de escaso rendimiento.

El capitalismo se desarrollaba no solamente en la ciudad, sino también en el campo. Los campesinos, que eran la clase más numerosa en la Rusia prerrevolucionaria, se fueron diferenciando, fueron formándose entre ellos diversas capas sociales. Del sector de los campesinos más acomodados se destacó una capa superior, los kulaks, la burguesía de la aldea, mientras que de otra parte muchos campesinos se iban arruinando y pasaban a engrosar el número de los campesinos pobres, de los proletarios y semiproletarios de la aldea. El número de campesinos medios iba disminuyendo de año en año.

En 1903, había en Rusia unos 10 millones de explotaciones campesinas. En su folleto "A los pobres de la aldea", Lenin calculaba que dentro de esta cifra había, por los menos, tres millones y medio de explotaciones campesinas sin ganado de labor. Estos campesinos, los más pobres de todos, sólo sembraban, por lo general, un puñado insignificante de tierra, entregando el resto a los kulaks y yéndose ellos a ganar un jornal. La situación de estos campesinos pobrísimos era la que más los acercaba al proletariado. Lenin les llamaba proletarios o semiproletarios de la aldea.

De otra parte, había (dentro de aquella cifra total de 10 millones) un millón y medio de explotaciones campesinas ricas, de kulaks, que concentraban en sus manos la mitad de todas las sementeras campesinas. Estos burgueses del campo prosperaban, oprimiendo a los campesinos pobres y medios, se enriquecían a costa del trabajo de los peones y de los jornaleros agrícolas y se iban convirtiendo en capitalistas agrarios.

La clase obrera de Rusia comenzó a despertar y a luchar contra el capitalismo ya en la década del 70, y sobre todo en la del 80 del siglo pasado. La situación de los obreros en la Rusia zarista era extraordinariamente penosa. En la década del 80, la jornada de trabajo, en las fábricas y empresas industriales, no era nunca inferior a 12 horas y media, y en la industria textil llegaba hasta 14 y 15 horas. El trabajo de la mujer y el niño se explotaba en grandes proporciones. Los niños trabajaban el mismo horario que los adultos, pero cobrando, al igual que las mujeres, salarios muy inferiores. El nivel de los salarios era extraordinariamente bajo. Había muchos obreros que no ganaban más que 7 u 8 rublos al mes. Los obreros mejor pagados de las fábricas metalúrgicas y de fundición no cobraban más de 35 rublos mensuales. No se tomaba ninguna medida de protección del trabajo, lo que originaba accidentes en masa y constantes muertes de obreros. No se conocía el seguro obrero, y la asistencia médica sólo la obtenía el que pagaba. Los obreros vivían en condiciones horribles, hacinados en tugurios, en casas de vecindad, a razón de 10 a 12 hombres en cada habitación. Muy a menudo, los patronos engañaban a los obreros al hacerles la cuenta de los jornales, les obligaban a comprar en la tiendas patronales de la fábrica artículos tres veces más caros de los que valían y les saqueaban por medio de multas.

Los obreros comenzaron a ponerse de acuerdo unos con otros y a presentar conjuntamente al patrono sus reivindicaciones para el mejoramiento de las condiciones insoportables en que vivían. Abandonaban el trabajo, es decir, declaraban el paro, se ponían en huelga. Las primeras huelgas, en las décadas del 70 y del 80 del siglo pasado, estallaban, por lo general, como protesta contra las multas desmedidas, contra las estafas y los engaños de que se hacía objeto a los obreros al liquidarles el jornal, contra la reducción de las tarifas del salario.

En la primeras huelgas, los obreros, agotada ya la paciencia, destrozaban a veces las máquinas, rompían los cristales de las fábricas, destruían las tiendas patronales y las oficinas.

Los obreros más conscientes comenzaron a comprender que, para luchar con éxito contra el capitalismo, era necesario organizarse. Y así, surgieron las primeras asociaciones obreras.

En 1875, se organizó en Odesa la "Unión de obreros del Sur de Rusia". Esta organización obrera, la primera de todas, no vivió más que 8 ó 9 meses, siendo aniquilada por el gobierno zarista.

En Petersburgo, organizóse, en 1878, la "Unión de obreros rusos del Norte", a cuyo frente se hallaban un carpintero llamado Jalturin y un cerrajero llamado Obnorski. En el programa de esta organización se decía que sus objetivos eran análogo a los de los partidos obreros socialdemócratas de los países occidentales. Su meta final era llevar a cabo la revolución socialista, "derribar el régimen político y económico del Estado existente, como un régimen de todo punto injusto". Uno de los organizadores de esta Unión, Obnorski, había vivido algún tiempo en el extranjero, donde tuvo ocasión de conocer la actuación de los partidos socialdemócratas marxistas y de la Primera Internacional, dirigida por Marx. Esta circunstancia imprimió su sello al programa de la "Unión de obreros rusos del Norte". El objetivo inmediato que esta organización se propuso alcanzar era la conquista de la libertad y los derechos políticos del pueblo (la libertad de palabra y de prensa, el derecho de reunión, etc.). Entre las reivindicaciones inmediatas, figuraba también, la reducción de la jornada de trabajo.

El número de afiliados a esta organización era de 200, contando con otros tantos simpatizantes. La Unión comenzó a tomar parte en las huelgas obreras y a dirigirlas. También esta organización fue destruida por el gobierno zarista.

Pero el movimiento obrero seguía desarrollándose y extendiéndose a nuevas y nuevas regiones. En la década del 80, aumenta el número de huelgas. Durante cinco años (de 1881 a 1886), se produjeron más de 48 huelgas, con un total de 80.000 huelguistas.

En la historia del movimiento revolucionario, ocupa un lugar especialmente importante la gran huelga que estalló en 1885 en la fábrica "Morosov" de Oréjovo-Súievo.

En esta fábrica trabajaban cerca de 8.000 obreros. Las condiciones de trabajo iban empeorando de día en día: de 1882 hasta 1884 el salario fue reducido cinco veces, y en 1884 el tipo de salario fue reducido de golpe en una cuarta parte, es decir, en un 25 por ciento. Por si esto fuera poco, el fabricante Morosov no dejaba vivir en paz a los obreros a fuerza de multas. Según se demostró ante los tribunales después de la huelga, de cada rublo que el obrero ganaba, le quitaban en concepto de multa de 30 a 50 céntimos de rublo, que iban a parar al bolsillo del patrono. Los obreros, dispuestos a no seguir tolerando este robo, se declararon en huelga en enero de 1885. La huelga fue organizada de antemano. La dirigió un obrero avanzado, llamado Piotr Moiseienko, que había estado afiliado a la "Unión de obreros rusos del Norte", y que tenía ya una experiencia revolucionaria. En vísperas de la huelga, Moiseienko formuló, en unión de otros tejedores de los más conscientes, una serie de reivindicaciones que habían de ser presentadas al patrono y que fueron aprobadas en una reunión secreta de los obreros. Estos exigían, ante todo, que cesase el saqueo de las multas.

La huelga fue aplastada por la fuerza de las armas. Fueron detenidos más de 600 obreros y algunas decenas de ellos, procesados.

Huelgas parecidas a ésta se produjeron también en el año 1885 en las fábricas de Ivánov— Vosnesensk.

Al año siguiente, el gobierno zarista, asustado ante el desarrollo del movimiento obrero, vióse obligado a dictar una ley sobre las multas. En esta ley, se disponía que el dinero de las multas no se lo pudieran apropiar los patronos, sino que habría de invertirse en las necesidades de los propios obreros.

Sobre la experiencia de la huelga de la fábrica "Morosov" y otras semejantes, los obreros comprendieron que podrían conseguir mucho luchando organizadamente. En el movimiento obrero comenzaban a destacarse dirigentes y organizadores capaces, dispuestos a defender firmemente los intereses de la clase obrera.

Por esta misma época, a base del desarrollo del movimiento obrero y bajo la influencia del movimiento obrero del occidente de Europa, comienzan a crearse en Rusia las primeras organizaciones marxistas.

 

2. El populismo y el marxismo en Rusia. — Plejanov y su grupo "Emancipación del Trabajo". — Lucha de Plejanov contra los pupulistas. — Difusión del marxismo en Rusia.

Hasta la aparición de los grupos marxistas, la labor revolucionaria, en Rusia, corrió a cargo de los populistas, que eran adversarios del marxismo.

El primer grupo marxista ruso se creó en 1883. Fue el grupo que, bajo el nombre "Emancipación de Trabajo", organizó G. V. Plejanov en el extranjero, en Ginebra, adonde se había visto obligado a emigrar, huyendo de las persecuciones del gobierno zarista por su actuación revolucionaria.

El propio Plejanov había sido, antes de esto, populista. Pero, en la emigración, después de iniciarse en el conocimiento del marxismo, rompió con el populismo y se convirtió en un notable propagandista de la doctrina marxista.

El grupo "Emancipación del Trabajo" realizó una gran labor en pro de la difusión del marxismo en Rusia. Tradujo al ruso varias obras de Marx y Engels: el "Manifiesto del Partido Comunista", "Trabajo asalariado y capital", "Del socialismo utópico al socialismo científico" y otras, que imprimían en el extranjero y hacían circular clandestinamente en Rusia. G. V. Plejanov, Sasulich, Axelrod y otros miembros de este grupo escribieron también una serie de obras, explicando la doctrina de Marx y Engels, las ideas del socialismo científico.

Marx y Engels, los grandes maestros del proletariado, fueron, por oposición a los socialistas utópicos, los primeros que pusieron en claro que el socialismo no es el fruto de las cavilaciones de unos soñadores (utopistas), sino el resultado necesario del desarrollo de la moderna sociedad capitalista. Pusieron de relieve que el régimen capitalista se hundirá, lo mismo que se hundió el régimen feudal, y que el propio capitalismo engendra, con el proletariado, la fuerza que habrá de enterrarle. Y señalaron que sólo la lucha de clases del proletariado, sólo el triunfo del proletariado sobre la burguesía, liberará a la Humanidad del capitalismo, de la explotación.

 

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