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Cuaderno 20 (XXV) 1934-1935.

 

 Acción Católica / Católicos integrales / jesuitas / modernistas

Todos los razonamientos hechos por historiadores católicos (y las afirmaciones apodícticas de los pontífices en las Encíclicas) para explicar el nacimiento de la Acción Católica y para vincular esta nueva formación a movimientos y actividades "siempre existentes" desde Cristo en adelante, son de una falacia extrema. Después de 1848 en toda Europa (en Italia la crisis adopta la forma específica y directa del anticlericalismo y de la lucha incluso militar contra la Iglesia) la crisis histórico-política-intelectual es superada con la clara victoria del liberalismo (entendido como concepción del mundo además de como particular corriente política) sobre la concepción cosmopolita y "papalina" del catolicismo. Antes de 1848 se formaban partidos más o menos efímeros y surgían personalidades aisladas contra el catolicismo; después de 1848 el catolicismo y la Iglesia "deben" tener su propio partido para defenderse y retroceder lo menos posible, ya no pueden hablar (sino oficialmente, porque la Iglesia no confesará jamás la irrevocabilidad de tal estado de cosas) como si supieran que son la premisa necesaria y universal de todo modo de pensar y actuar.

Hoy son muchos los que ya ni siquiera consiguen persuadirse de que así haya podido ser alguna vez. Para dar una idea de este hecho, se puede ofrecer este modelo: hoy nadie puede pensar en serio en fundar una asociación contra el suicidio (es posible que en alguna parte exista alguna sociedad de ese tipo, pero se trata de otra cosa), porque no existe ninguna corriente de opinión que trate de persuadir a los hombres  (y lo consiga aunque sólo sea parcialmente) de que hay que suicidarse en masa (si bien han existido individuos e incluso pequeños grupos que han sostenido tales formas de nihilismo radical, parece que en España): la "vida" es la premisa necesaria de cualquier manifestación de vida, evidentemente. El catolicismo tuvo una función semejante, y de ella perduran rastros abundantes en el lenguaje y en los modos de pensar, especialmente de los campesinos: cristiano y hombre son sinónimos, incluso son sinónimos cristiano y "hombre civilizado". ("¡No soy cristiano!" — "¿Y entonces qué eres, una bestia?") Los forzados dicen todavía: "cristianos y forzados" (en Ustica el primer asombro era cuando a la llegada del vaporcito se oía decir de los forzados: "son todos cristianos, no hay más que cristianos, no hay ni un solo cristiano"). Los presos, por el contrario, dicen más comúnmente: "burgueses y detenidos", o burlonamente "soldados y burgueses", si bien los meridionales dicen también "cristianos y detenidos". Seria igualmente interesante estudiar toda la serie de pasos histórico-semánticos por los que en el francés de "cristiano" se ha obtenido "crétin" (de donde el italiano "cretino") y además "grédin"; el fenómeno debe ser similar a aquél por el que "villano" de "hombre de campo" ha acabado por significar "malcriado" e incluso "bribón y bellaco", o sea el nombre "cristiano" empleado por los campesinos (parece que por los campesinos de algunas regiones alpinas) para referirse a sí mismos como "hombres", en algunos casos de pronunciación local, se ha apartado del significado religioso y ha corrido la misma suerte de "manant". Probablemente también el ruso "krestianin" = campesino tiene el mismo origen, mientras que "cristiano" en sentido religioso, forma más culta, ha mantenido la aspiración griega (en sentido despectivo se dice "muyík"). Con esta concepción se debe vincular tal vez el hecho de que en algunos países, donde los judíos no son conocidos, se cree o se creía que tenían cola y orejas de puerco o algún otro atributo animalesco.[2]

El examen histórico crítico del movimiento de Acción Católica puede dar lugar, analíticamente, a distintas series de investigaciones y de estudios.

Los Congresos nacionales. Cómo son preparados por la prensa central y local. El material oficial preparatorio: relaciones oficiales y de oposición.

La Acción Católica ha sido siempre un organismo complejo, incluso antes de la constitución de la Confederación blanca del Trabajo y del Partido Popular. La Confederación del Trabajo era considerada orgánicamente como una parte constitutiva de la Acción Católica, el Partido Popular, por el contrario, no, pero lo era de hecho. Además de por otras razones, la constitución del Partido Popular fue aconsejada porque en la posguerra se consideraba inevitable un avance democrático, al que era preciso dar un órgano y un freno, sin poner en peligro la estructura autoritaria de la Acción Católica que oficialmente es dirigida personalmente por el Papa y los obispos: sin el Partido Popular y las innovaciones en sentido democrático aportadas en la Confederación sindical, el impulso popular habría trastornado toda la estructura de la Acción Católica, poniendo en discusión la autoridad absoluta de las jerarquías eclesiásticas. La misma complejidad se daba y se sigue dando en el campo internacional; si bien el Papa representa un centro internacional por excelencia, de hecho existen algunos departamentos que funcionan para coordinar y dirigir el movimiento político y sindical católico en todos los países, como el Departamento de Malines que ha compilado el Código Social y el Departamento de Friburgo para la acción sindical[3] (hay que verificar la funcionalidad de estos departamentos después de los cambios ocurridos en los países alemanes además de en Italia en el campo de la organización política y sindical católica).

Desarrollo de los Congresos. Temas puestos en la orden del día y ternas omitidos para evitar conflictos radicales. La orden del día debería resultar de los problemas concretos que se han impuesto a la atención en el espacio entre un Congreso y otro y de las perspectivas finuras, además de por los puntos doctrinarios en torno a los cuales se forman las corrientes generales de opinión y se agrupan las fracciones.

¿Sobre qué base y con qué criterios se eligen o renuevan las direcciones? ¿Sobre la base de una tendencia doctrinaria genérica, dando a la nueva Dirección una confianza genérica, o bien después que el Congreso ha establecido una orientación concreta y precisa de actividad? La democracia interna de un movimiento (o sea el grado más o menos grande de democracia interna, o sea de participación de los elementos de base en las decisiones y en el establecimiento de la línea de actividad) se puede medir y juzgar también y quizá especialmente según este criterio.

Otro elemento importante es la composición social de los Congresos, del grupo de oradores y de la dirección elegida, en relación con la composición social del movimiento en su conjunto.

Relación entre las generaciones adultas y las jóvenes. ¿Se ocupan los Congresos directamente del movimiento juvenil, que debería ser la fuente principal para el reclutamiento y la mejor escuela para el movimiento, o deja a los jóvenes que piensen en sí mismos?

¿Qué influencia tienen (tenían) en los Congresos las organizaciones subordinadas y subsidiarias (o que tales deberían ser), el grupo parlamentario, las organizaciones sindicales, etcétera? ¿A los diputados y a los jefes sindicales se les da en los Congresos una posición especial, oficial y orgánicamente o aunque sea sólo de hecho?

Además de en las discusiones de los Congresos es necesario establecer el desarrollo que han tenido en el tiempo y en el espacio los problemas concretos más importantes: la cuestión sindical, la relación entre centro político y sindicatos, la cuestión agraria, las cuestiones de organización interna, en todas las distintas interferencias. Cada cuestión presenta dos aspectos: cómo ha sido tratada teórica y técnicamente y cómo ha sido afrontada prácticamente.

Otra cuestión es la de la prensa, en sus diversos aspectos: diaria, periódica, opúsculos, libros, centralización o autonomía de la prensa, etcétera.

La fracción parlamentaria: tratando de cada determinada actividad parlamentaria, hay que tener presentes algunos criterios de investigación y juicio. Cuando el diputado de un movimiento popular habla en e! Parlamento (o un senador en el Senado) pueden existir tres o más versiones de su discurso: l ] la versión oficial de las Actas parlamentarias, que de costumbre es revisada y corregida y a mentido edulcorada post festum; 2] la versión de los periódicos oficiales del movimiento al que el diputado pertenece oficialmente: ésta es arreglada por el diputado de acuerdo con el corresponsal parlamentario a fin de no herir ciertas susceptibilidades o de la mayoría oficial del partido o de !os lectores locales y no crear obstáculos prematuros a determinadas combinaciones en curso o deseadas; 3] la versión de los periódicos de otros partidos o de los llamados órganos de la opinión pública (periódicos de gran difusión) que es hecha por el diputado de acuerdo con los respectivos corresponsales parlamentarios a fin de favorecer determinadas combinaciones en curso: tales periódicos pueden cambiar de [un] periodo a otro según los cambios ocurridos en las respectivas direcciones políticas o en los gobiernos. El mismo criterio puede extenderse al campo sindical, a propósito de la interpretación que debe darse a determinados eventos o incluso a la orientación general de esa determinada organización sindical. Por ejemplo: la Stampa, el Resto del Carlino, el Tempo (de Naldi) han servido, en ciertos años, como cajas de resonancia y como instrumentos de combinaciones políticas tanto a los católicos como a los socialistas. Un discurso parlamentario (o tina huelga, o una declaración de un dirigente sindical) socialista o popular, era presentada bajo cierta luz por estos periódicos para su público, mientras que era presentada bajo otra luz por los órganos católicos o socialistas.

Los periódicos populares y socialistas ocultaban sin más a su público ciertas afirmaciones de respectivos diputados que tendían a hacer posible una combinación parlamentaria-gubernativa de las dos tendencias, etcétera, etcétera Es indispensable tener en cuenta también las entrevistas dadas por los diputados a otros periódicos o los artículos publicados en otros periódicos. La homogeneidad doctrinal y política de un partido puede también ser interpretada con este criterio: cuáles orientaciones son favorecidas por los miembros de este partido en su colaboración en los periódicos de otra tendencia o los que se llaman de opinión pública: a veces las disensiones internas se manifiestan sólo así, los disidentes escriben, en otros periódicos, artículos firmados o no firmados, dan entrevistas, sugieren temas polémicos, se hacen provocar para ser "obligados" a responder, no desmienten ciertas opiniones que se les atribuyen, etcétera.

Cfr. Cuaderno 1 (XVI), pp. 18 bis-20, 20 bis-21 bis.

Las diversas órdenes religiosas representan la reacción de la Iglesia (comunidad de fieles o comunidad del clero), de arriba o de abajo, contra las disgregaciones parciales de la concepción del mundo (herejías, cismas, etcétera, y también degeneraciones de las jerarquías); la Acción Católica representa la reacción contra la apostasía de masas enteras, imponente, o sea contra la superación de masas de la concepción religiosa del mundo. Ya no es la Iglesia la que determina el terreno y los medios de la lucha; ella, por el contrario, debe aceptar el terreno que le imponen sus adversarios o la indiferencia y servirse de armas tomadas en préstamo del arsenal de sus adversarios (la organización política de masas). Esto es, la Iglesia está a la defensiva, ha perdido la autonomía de los movimientos y de las iniciativas, no es ya una fuerza ideológica mundial, sino sólo tiña fuerza subalterna.

Cfr. Cuaderno 1 (XVI), p. 89 bis.

Cfr. Cuaderno 1 (XVI), pp. 2-2bis.

Según resulta de la Civiltà Cattolica, Benigni no interrumpió nunca su acción conspirativa en el seno de la Iglesia, no obstante las dificultades en que los integrales han llegado a encontrarse por el curso de la política de Pío XI, indecisa, titubeante, tímida, pero sin embargo con orientación popular democrática por la necesidad de crear fuertes masas de Acción Católica. Los integrales apoyaban en Francia al movimiento de la Action Française, estuvieron contra el Sillon: en todas partes están contra todo modernismo político y religioso.

a En el manuscrito: "políticante".

Frente a los jesuitas adoptaban una actitud casi jansenista, o sea de gran rigor moral y religioso, contra toda forma de laxismoa, de oportunismo, de centrismo. Los jesuitas naturalmente acusan a los integrales de jansenismo (de hipocresía jansenista) y todavía más, de hacer el juego a los modernistas (teologantes): 1] por su lucha contra los jesuitas; 2] porque ampliaban a tal grado la noción de modernismo y por consiguiente ampliaban a tal grado el objetivo, que ofrecían a los modernistas un campo de maniobra comodísimo. De hecho ha sucedido que en su lucha común contra los jesuitas, integrales y modernistas se han encontrado objetivamente en el mismo terreno y han colaborado entre ellos (Buonaiuti habría escrito en las revistas de Benigni).

a laxismo: sistema de opiniones caracterizado por una interpretación no rígida de los principios de la moral y de la religión, difundido en el siglo XVIII. (N. del T.)

¿Qué queda actualmente de los modernistas y los integrales? Es difícil identificar y calcular su fuerza objetiva en la organización eclesiástica, especialmente la de los modernistas (los integrales han mantenido sus fuerzas casi intactas, incluso después de la campaña contra la Action Française): de cualquier manera siguen siendo siempre "fermentos" que continúan operando, en cuanto que representan la lucha contra los jesuitas y su superpoder, lucha conducida incluso hoy por elementos de derecha y de izquierda, ante la aparente indiferencia de la masa del clero y con resultados no desdeñables en la masa de los fieles, que ignora estas luchas y su significado, pero que precisamente por esto no puede alcanzar una mentalidad unitaria y homogénea de base.

 

[1] 1 Cfr. nota 2 al Cuaderno 1 (XVI), § 38.

[2] 2 Cfr. nota 3 al Cuaderno 1 (XVI), § 38.

[3] 3 Cfr. nota 2 al Cuaderno 1 (XVI), § I y nota 4 al mismo Cuaderno, § 3S.

[4] 1 Cfr. nota 1 al Cuaderno 1 (XVI), 1.

[5] 2 Cfr. nota 2 al Cuaderno 1 (XVI), § 1.

[6] 1 Cfr. Fontaine, Saíne-Siége, 'Action Freznlaise"et Tatholiques intégraux", cit., p. 140. Cfr. nota 2 al

[7] 2 Cuaderno 5 (IX), § L Monseñor Arturo Benigni murió el 26 de febrero de 1934.

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