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EL «MANUAL» DE BUJARIN VISTO POR LOS COMUNISTAS ALEMANES Y POR GRAMSCI

Aldo Zanardo

 

Analizar la crítica de Gramsci a la Teoría del materialismo histórico de Bujarin es dar un primer paso en el intento de insertar la original interpretación gramsciana del marxismo filosófico en el cuadro complejo y contradictorio de las interpretaciones que se dieron en los años que preceden y siguen a la constitución de la Tercera Internacional. Las notas de Gramsci sobre Bujarin son de 1933-34, pero pertenecen idealmente a ese tiempo y representan, como veremos, la maduración de motivos que fermentaban en el mundo intelectual de entonces.

La firmeza, la unidad, la simplicidad que caracterizaron al marxismo filosófico a partir de 1930-31, la posición periférica en la que se encontraba Italia con respecto a las discusiones teóricas sobre el marxismo, la solidez y el límite especulativo y abstracto de la cultura idealista, la suerte política del país, impidieron que para la historia de las interpretaciones del marxismo filosófico se tuviera en Italia una tradición homogénea y continua de estudios y de intereses, y que se careciera de una información adecuada. Con el retorno de la democracia política, el problema era sobre todo el de hacer conocer los clásicos del marxismo filosófico, de estimular el estudio de experiencias intelectuales que confluyeran en el marxismo. En las investigaciones sobre historia del marxismo filosófico y más en general sobre historia del socialismo internacional, se cumplen hoy los primeros pasos. Estamos muy lejos de poder llegar a resultados sistemáticos, de poder dar, por lo menos en lo que a nosotros respecta, una ubicación histórica precisa de la critica de Gramsci a Bujarin, y de poder dar un panorama completo y una evaluación exacta de las tomas de posición que se produjeron en los partidos socialistas y en el seno de la Tercera Internacional en relación al Manual popular. Incluso el material al que se puede tener acceso en Italia permite una documentación exhaustiva sólo en lo que se refiere al socialismo y al comunismo alemanes.

Con todo, es justamente en Alemania donde es más vivo el interés por los aspectos filosóficos del marxismo, es allí donde son más numerosos, más cultos y activos los intelectuales ligados al movimiento obrero. En toda la Segunda Internacional y en la Tercera hasta la década del treinta, el marxismo teórico es esencialmente un hecho alemán y ruso. Incluso las revistas socialistas y comunistas italianas y francesas, entre el veinte y el treinta, muestran la influencia que han recibido los cuadros intelectuales del movimiento obrero alemán en la elaboración de las cuestiones filosóficas y científicas.

La riqueza, la variedad, los vínculos internacionales, el prestigio de la cultura socialista y comunista alemana de entonces son tales que las observaciones efectuadas sobre ésta tienen una cierta plenitud y tipicidad. Considerar la critica de Gramsci al libro de Bujarin en este contexto no es entonces casual, significa ligarla a algunos de los términos esenciales de la situación ideológica de entonces.

I

El Manual de Bujarin es de 1921, pero las primeras tomas de posición en Occidente datan de 1922, cuando aparece la traducción alemana[1].

La traducción inglesa se publica en Nueva York en 1925 y luego en Londres en 1926[2], la francesa aparece en París en 1927 [3] y es verosímil que también en torno a estas traducciones se haya desarrollado un conjunto de reacciones [4].

 En Alemania el libro no despertó mucho interés entre los socialistas. Las grandes revistas del socialismo alemán y austríaco, atentas por otra parte a las experiencias económicas y políticas soviéticas, no hablaron del libro. No había, en el campo socialista, estímulo suficiente para llevar a cabo un análisis particularizado de una obra rusa de marxismo filosófica, ya sea porque el interés por las cuestiones filosóficas era escaso y ecléctico, y en todo caso limitado a algunos exponentes de tendencias neocriticistas, ya sea porque en Rusia se hallaban en primer plano los problemas políticos de la revolución, del estado, de la economía; ya sea, en fin, porque la socialdemocracia tenía un altísimo concepto del nivel de su desarrollo teórico. La discusión con el comunismo soviético, sobre todo después de la conquista del poder por parte de los bolcheviques (entre los mencheviques se encontraban Plejanov, Axelrod, Zassulic, es decir aquellos que habían tenido muy estrechas relaciones con los alemanes), se articuló esencialmente entre los dos polos de democracia o dictadura; del socialismo que llega cuando han madurado sus condiciones económicas y sociales, cuando el proletariado está ya en mayoría y es ideológicamente compacto, y del socialismo que llega antes de que estén dadas sus condiciones, reflujo de aquel bakuninismo que Marx combatió, el poder violento de una minoría no disímil del régimen prusiano o zarista; del socialismo que tiene en cuenta el entero desarrollo de la doctrina, y del socialismo detenido en las posiciones abstractas del Manifiesto. Revolución rusa y revolución alemana son dos cosas distintas. Dentro de este ámbito de problemas se movieron (para detenernos sólo en aquellos que han escrito las cosas más significativas) Bernstein, Otto Bauer y acabó por moverse Kautsky, después de algunas dudas, y se movió también, por un período cuya extensión es controvertida, y con todas las diferencias imaginables, Rosa Luxemburg. Franz Mehring, que adoptó una posición distinta, no tuvo el tiempo de elaborarla.

Aunque con retraso y de manera menos evidente por la falta de rigidez de la tradición filosófica en la socialdemocracia alemana, era natural que la distinción entre democracia socialista y dictadura bolchevique iniciara la distinción entre marxismo filosófico ruso y marxismo filosófico europeo. Sería interesante rastrear a través de la vastísima literatura socialdemócrata sobre la Unión Soviética, el plasmarse de esta distinción. Se diría que ésta aparece, en su forma más madura, relativamente tarde, hacia fines de 1925-27. En 1927, cuando aparecerá la primera traducción alemana de Materialismo y empirocriticismo, se establecerá definitivamente debido a la polémica con la que es recibida por los intelectuales socialistas o cercanos al socialismo de tendencias neo-críticas (Max Adler [5], Siegfried rillarck[6]...).

Pero ¿cuál es, en particular, el contenido de los dos términos de esta distinción? ¿Cuáles son los motivos intelectuales que le permitieron desarrollarse directamente?

En un artículo de 1925, Eine materialistische Geschichte des menschlichen Denlcens, que es un comentario crítico sobre la traducción alemana del libro de Bogdanov [7], Kautsky critica en los marxistas rusos el simplismo, la incapacidad de superar un conocimiento doctrinario de Marx, el hecho de moverse entre principios abstractos, de no saber ver el terreno sobre el cual se apoyan esos principios y, por lo tanto, de no percibir la ocasión de enriquecerlos; les criticó, en fin, ser sustancialmente los exponentes rigurosos de una tradición culta. Una más específica distinción entre marxismo filosófico soviético y marxismo filosófico europeo occidental (westeuropäisch) se puede encontrar en un artículo de Alexander Schifrin de 1927 [8].

Los signos característicos del marxismo soviético están indicados en el desarrollo de la vertiente filosófica implícita en el marxismo, en el desarrollo de éste como sistema total; en la afirmación que el materialismo filosófico es la filosofía específica del marxismo, en la unidad entre posición política y posición filosófica, en el acento puesto sobre la filosofía más que sobre otras partes más concretas de la doctrina, en la injerencia de la autoridad política en las cuestiones filosóficas.

Al marxismo europeo, más político, menos doctrinario, ligado con múltiples hilos a las posiciones ideales más modernas, el materialismo filosófico y la «indivisibilidad» de política y filosofía le parece grosero, simplista e infundado. Siempre en 1927, en Die materialistische Geschichtsauffassung, Kautsky juzga al manual de Bujarin como una de las expresiones más burdas del materialismo económico [9], y observa que casi todos los socialistas rusos son materialistas [10].

En esta distinción se puede detectar, sobre todo en la forma en que es formulada por Schifrin, la presencia de una exigencia de criticismo, de antimetafísica, propia de los Jung-Marxisten austríacos Otto Bauer y Max Adler. Las pocas cosas de filosofía que escribió Bauer (en Der Kampf) y las mu-chas que escribió Adler son quizá lo más interesante, moderno y sistemático que haya escrito la socialdemocracia.

En esa distinción se puede detectar además la continuación de esa originalidad que caracterizó siempre —aunque no abiertamente— al marxismo alemán, más político, más historicista, en comparación con el ruso, que es, en cambio, más abstracto y doctrinario. Piénsese en las argumentaciones filosóficas de Plejanov contra Bernstein y Conrad Schmid de 1898-99, y en el contenido esencialmente político de la polémica de Rosa Luxemburg contra el revisionismo. Piénsese en la perplejidad de Kautsky con respecto al materialismo filosófico que surge tanto de la correspondencia con Plejanov y de la conocida carta a Friedrich Adler de 1909, como de la Concepción materialista de la historia. Piénsese en lo que escribe Bernstein a Víctor Adler: «Para mí la doctrina no es suficientemente realista, se quedó —por así decirlo— retrasada con respecto al desarrollo práctico del movimiento. Puede ser útil todavía para Rusia..., pero en Alemania, en su antigua expresión, es algo que ha sobrevivido» [11].

Piénsese finalmente en el materialismo histórico exclusivo de Mehring. Entre nosotros, aquí en Italia, Antonio Labriola, en algunas cartas a Kautsky, critica a Plejanov por-que concibe al marxismo como «Allweisheit», como ciencia que ha resuelto de antemano todos los problemas. Se trata, por Otra parte, de motivos conocidos. La propaganda de la Tercera Internacional ha trabajado mucho para señalar la diversidad del marxismo filosófico ruso con respecto al alemán.

Pero la distinción entre marxismo soviético y marxismo europeo, así como la elaboran los socialdemócratas, no es simplemente la reorganización de algunos motivos teóricos dispersos ni el resultado explícito y consistente de toda una tradición. No se trata de estar presentes con características propias en la articulada unidad del marxismo.

Esta distinción es un aspecto de la total interrupción de continuidad entre dos partes del movimiento obrero. La socialdemocracia alemana se encontraba a punto de llegar a ser un movimiento estrictamente político, afilosófico. Por lo tanto, quedaron en la sombra los evidentes elementos teóricos comunes, generalmente de naturaleza positiva, que se encuentran por ejemplo en Plejanov, en Kautsky y en Bujarin [12]. Por el contrario, como hemos visto, se tendió más bien a subrayar el «filosofismo», el «doctrinarismo» del marxismo soviético, y no solamente un particular contenido doctrinal.

Para la socialdemocracia la fractura no significó una reorganización teórica, sino más bien la aceleración del ya iniciado proceso de abroquelamiento de las concepciones generales. Los jóvenes intelectuales se volvían comunistas; los viejos cuadros intelectuales, primero los positivistas y luego los neokantianos, desaparecían sin haber sido capaces de renovarse y menos de reproducirse; la filosofía era considerada una especie de Privatmeinung, y sobre todo, en lugar de avanzar por el camino de la democratización y la socialización, se terminó en el derrotismo.

No era mucho y no era ciertamente algo coherente y concreto lo que —en el plano filosófico— se podía útilmente retener del marxismo socialdemocrático alemán, pero algo se podía retener, y en especial de las últimas tentativas de combinación con el kantismo y de una correcta interpretación del problema de la Ergänzung, que podía ser utilizado contra el marxismo soviético. No es cierto que entre la concepción del socialismo como complemento de un proceso y la de un socialismo que debe en parte crear sus condiciones, no pudiese existir —en el plano filosófico— un intercambio útil. La posición del problema gnoseológico, algunos elementos del criticismo, la acentuación del historicismo materialista, sociológico, un cierto sentido de distinción entre política y filosofía, el sentido histórico que empapa hasta los escritos más divulgativos de Engels, podían haber servido para moderar el materialismo metafísico de algunos soviéticos y el ultrasubjetivismo de algunos alemanes. Algo de la herencia filosófica de la socialdemocracia volverá a reencontrarse lógicamente en los intelectuales comunistas que nosotros consideramos. Pero éstos son sólo aspectos secundarios en un desarrollo ideológico en el cual la revolución, la rotura con la socialdemocracia, la ligazón con una nueva fase de la cultura europea imprimen una dirección particular, con una fisonomía prevalentemente nueva.

Esta es, someramente, la situación en el campo socialista, el ambiente en el cual el libro de Bujarin pareció ser, probablemente, la expresión omisible de un mundo totalmente distinto. Comunes en algunos puntos con las socialistas, pero generalmente más complicadas, son las posiciones de los grandes intelectuales alemanes con respecto al marxismo a lo Bujarin. Para Sombart, por ejemplo, Bujarin da una richtige Darstellung del marxismo [13], es decir, que en general tiende a concebir al marxismo como algo compacto, algo que, desde Marx a los bolcheviques, es y sigue siendo materialismo vulgar, economicista[14].

 Pero si se excluyen algunos que exageran esta tesis —que hablaron de Bebel-Bolschewiki-Sozialisrnus [15]—, la distinción entre marxismo filosófico soviético y marxismo filosófico europeo, en el sentido que se ha indicado, pasa a ser, a partir de entonces, un dato permanente de la historiografía filosófica no comunista, o por lo menos de la parte más preparada de ésta, libre de preconceptos hacia el marxismo en su conjunto, abierta a la asimilación de algunos motivos o de algunos desarrollos de la doctrina.

II

Los comentarios críticos de algunos intelectuales comunistas alemanes (o que vivían en Alemania) al trabajo de Bujarin no son por cierto suficientes para informarnos adecuadamente si los comunistas, o una parte de ellos, aceptan la distinción entre marxismo ruso y marxismo europeo, si son conscientes de algunos valores autónomos propios del marxismo alemán y europeo, y si esta conciencia es orgánica y radicada. Sería necesario no sólo considerar el conjunto de la producción de estos intelectuales, sino seguir también la historia política e ideológica del partido en aquellos años: el concepto de un comunismo alemán o incluso occidental, el concepto de un modo occidental de la revolución proletaria, todo el nudo de cuestiones que se aglutinan alrededor de los problemas de la revolución mundial y de la vinculación entre la revolución rusa y la alemana. Estos son, a mi parecer —para los años que van de 1918 a 1922—, algunos de los problemas más importantes del movimiento comunista alemán.

Lo que el examen de los comentarios críticos citados nos permite deducir no son tanto las indicaciones sobre estos hechos generales, y ni siquiera sobre el hecho —también general y para nosotros significativo— de que los cuadros políticos e intelectuales autónomos y de tipo occidental del comunismo alemán no duraron mucho, sino sólo la posibilidad de fijar algunos aspectos del problema. Los cuadros intelectuales de estos primeros años, ¿consiguieron elaborar en el plano filosófico algo concreto? ¿Cuál era la perspectiva de desarrollo del marxismo filosófico según la cual trabajaban?

 Ante todo hay que tener presente algunos elementos originales de la situación intelectual y política del mundo comunista y esencialmente del mundo comunista alemán de entonces. No existía todavía un dogma filosófico rígido. El marxismo no era un sistema completo, clásico, en el que los distintos componentes hubiesen alcanzado un tratamiento y un equilibrio definitivo. La plenitud sistemática, la concepción del mundo, eran aún algo no alcanzado y alcanzable a través de la eliminación de las incrustaciones socialdemócratas de la doctrina y el estudio renovado de los textos originales [16]. Los problemas de filosofía no eran aún de manera inmediata problemas políticos; no interesaban demasiado a los políticos. No fueron los políticos, sino los intelectuales los que se interesaron escrupulosamente en el libro de Bujarin. Y estos intelectuales, en general, habían tenido una formación cultural digna de las mejores tradiciones universitarias alemanas, no provenían de la socialdemocracia, eran heterogéneos, no tenían altas responsabilidades políticas. La reciente adhesión al movimiento comunista no había en general determinado en ellos transformaciones culturales radicales, ni había simplificado y unificado las orientaciones ideales y la sensibilidad histórica.

Las adhesiones que obtuvo el Manual de Bujarin las consiguió en la medida en que prevaleció en el juicio el punto de vista político. Lo que importaba, según este punto de vista —en el medio de una lucha que imponía la movilización rápida y continua de grandes masas—, era no tanto la coherencia y riqueza interna de una posición ideal, cuanto el hecho de ser instrumento de esa movilización, de expresar del modo más simple la ruptura con la Segunda Internacional, reconduciéndose a la posición original, específica, exclusiva, del proletariado en la historia.

10   En el ámbito de esta concepción se tiende a concebir al proletariado corno una sociedad en bloque, del todo separada y distinta de la burguesía, con un patrimonio ideológico exclusivo. Se trabaja con las ecuaciones materialismo-proletariado, idealismo-burguesía o dialéctica-proletariado, evolucionismo-burguesía-socialdemocracia. Estos son sustancialmente los presupuestos que surgen de los comentarios críticos de Hermann Duncker y Fritz Rückert sobre el libro de Bujarin.

 

 

 

[1] Theorie des historischen Materiatisrnus. Gemeinversaindliches Lehr-buch der marxistischen Soziologie, Hamburg. Verlag der kommunistischen Internationale, 1922. Es la traducción que utilizamos aquí. Se puede señalar que el Osteuropa-Institut de la Freie Universitat de Berlín tiene en preparación una bibliografía de Bujarin. [Siglo XXI Editores tiene en preparación el libro de Stephen F. Cohen, Bujarin y la revolución bolchevique. Una biografía política, 1888-1938, editado originariamente por Alfred A. Knopf, Nueva York, 1973.]

[2]  Historical Materialism. A System of Sociology. New York, International Publishers, 1925; London, Allen und Nnwin, 1926.

[3] La théorie du matérialisme historique. Manuel populaire de sociatogie marxiste. Paris, Editions sociales internationales, 1927.

[4] Para Italia son conocidas las páginas de Eugenio Curiel en Classi e generazioni nel secondo Risorgimento. Roma, 1955.

[5] Lehrbuch der materialistischen Geschichtsauffassung, I Band, 1930, capítulos 6, 7 y 8.

[6] Der Kampf, 1928, pp. 484-487, Siegfried Mark. Lenin als Erkenntnis-theoretiker.

[7] Die Gesellschaft, 1925, I, pp. 564-578.

[8] Die Gesellschaft, 1927, II, Max Werner (A. Schifrin), Der Sowjet-marxismus, pp. 42-62. Otro artículo del mismo autor y en parte sobre el mismo tema, «K. Kautsky und die marxistische Soziologie», apareció en en Die Gesellschaft, 1929, pp. 149-169.

[9] Segunda edición, 1929; 1, pp. 15, 19, 20

[10] Ibid., p. 41.

[11] Víctor Adler, Briefwechsel mit August Bebe? und Karl Kautsky, Wien, Verlag der Wiener Volksbuchhandlung, 1954, p. 289. Carta del 3 de marzo de 1899.

[12] Pienso, por ejemplo, en el Kautsky de 1909, el de Die historische Leistung von Karl Marx, donde se afirma la unidad entre ciencia de la naturaleza y Geisteswissenschaf ten.

[13] Der proletarische Sozialismus, Jena, 1924, p. 127.

[14] Es claro que de parte socialdemócrata (por ej. Bernstein, Der Sozialismus einst und jetzt, Berlin, 1923, p. 125, pero también Bauer, Kautsky...) se prefiere enfatizar sobre la heterogeneidad del bolchevismo respecto al marxismo, presentarlo como algo de exquisitamente ruso o asiático y resoluble en el blanquismo, en el sindicalismo, en el anarquismo, etc.

[15] Véase, por ej., Béla Foldes, Die Heuptstromungen der socialistischen Gedankenwelt, Berlin, 1923, p. 335.

[16] Fue esta situación la que creó la gran ocasión histórica de la filología marxista, de la que nacieron la Gesamtausgabe, los Socinenia, y se descubrieron nuevos textos. También las páginas de Gramsci (Il materialismo storicg e la filosofia di Benedetto Croce, pp. 76-79), en el que expone en sustancia el plan del trabajo filológico que se estaba realizando, se enmarcan en la misma situación histórico-intelectual.

 

 

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